En el 190 aniversario de la fecha en que México fue independizado (27 de septiembre de 1821), presentamos este escrito en homenaje a nuestro libertador. Nuestro blog tiene otros excelentes artículos y estudios sobre este tema que desbaratan los mitos históricos oficiales, mismos que puedes leer en la siguiente etiqueta: Agustín de Iturbide.
Por: Mario Alejandro Tapia
El bergantín Spring se acercaba paulatinamente a las costas Tamaulipecas procedente de Inglaterra. Abordo, el otrora emperador mexicano arreglaba sus asuntos y soñaba con ser recibido como en los viejos tiempos, con los honores de héroe de la independencia. Sin embargo, la razón debió llamar su atención y antes de atracar en Soto la Marina, regresó a su habitación a redactar su testamento.
El 12 de julio de 1824 y después de dos meses de viaje, Agustín de Iturbide volvió a México tras pasar un año en el exilio. Le acompañaban su esposa embarazada y sus dos hijos más chicos. El pretexto resultaba contundente: España comenzaba a amenazar seriamente la independencia del naciente México y el consumador de ella no podía mantenerse al margen. Así lo había hecho saber al pueblo mexicano al redactar su proclama titulada “A bordo del bergantín Spring”, justo unos días después de zarpar del puerto de Southampton.
"Vengo no como Emperador –explicaba Iturbide-, sino como un soldado, y como un mexicano; más aún por los sentimientos de mi corazón que por los comunes de la cuna; vengo como el primer interesado en la consolidación de nuestra cara independencia y justa libertad: vengo atraído del reconocimiento que debo al afecto de la nación en general y sin memoria alguna de las calumnias atroces con que quisieron denigrar mi nombre, mis enemigos o enemigos de la patria".
Pero sus detractores ya estaban listos para recibirle. Desde el 16 de marzo de ese mismo año, varios diputados del Congreso propusieron se declarase al ex emperador, traidor de la patria. No muchos se atrevieron a contrariar tal proposición y el 28 de abril, el presidente de la República, Nicolás Bravo, expidió un decreto en el que se le proscribía y en caso de que tocara suelo mexicano, sería pasado por las armas.
Iturbide no tardó mucho tiempo en enterarse. Aprehendido por Felipe de la Garza, el ex emperador fue llevado a la villa de Padilla, donde se encontraba sesionando la recién creada legislatura de Tamaulipas. El ilustre prisionero llegó el 19 de julio, no sin antes haber despachado tres cartas al Congreso del estado, en las que trataba de explicar las razones de su arribo al país. Los legisladores, sin embargo, no prestaron atención a sus palabras y decidieron aplicarle todo el rigor de "la ley".
Agustín de Iturbide fue fusilado aquel 19 de julio de 1824 en las afueras de Padilla, Tamaulipas. No permitió que las balas entraran en su cuerpo sin antes expresar frente al pelotón: “Mexicanos: en el acto mismo de mi muerte os recomiendo el amor a la patria, y observancia de nuestra santa religión, ella es quien os ha de conducir a la gloria. Muero por haber venido a ayudaros, y muero gustoso porque muero entre vosotros. Muero con honor, no como traidor: no quedará a mis hijos y su posteridad esta mancha; no soy traidor, no. Guardad subordinación y prestad obediencia a vuestros jefes, que haciendo lo que ellos os mandan cumpliréis con Dios; no digo esto lleno de vanidad, porque estoy muy distante de tenerla”. Minutos más tarde, el cuerpo del primer emperador de México yacía sin vida.
Días después, el diputado José Antonio Gutiérrez de Lara, quien presidía la legislatura de Tamaulipas en esos momentos, escribió a un amigo cercano que había acompañado al caudillo en sus últimos momentos. “Muchas veces, Iturbide dijo en el Congreso general –recordaba Gutiérrez- que para él no se había hecho el miedo; y aún esta verdad confirmó en su muerte, la recibió sin que le temblara un dedo y la precedió con una elocuente y bien concertada arenga, que produjo con los ojos ya vendados y en una voz tan sonora y entera como la que vio en el Soberano Congreso reducida a los mexicanos para que siempre unidos y sujetos a sus autoridades evitaran segunda esclavitud, concluyéndola para manifestar que no era traidor a su Patria suplicando, que no recayese esta impostura sobre su familia”.
Gutiérrez de Lara no pudo olvidar la ejecución, que tanta impresión le había causado: “Vi su cuerpo despedazado por las balas y su sangre corriendo sobre la tierra que antes había libertado: mi corazón quedó herido de este primer estrago que habían visto mis ojos y lo vieron por fin en una persona tan amada”.
Nada impidió que Iturbide fuera ejecutado. Ni sus servicios al país ni haber sido el libertador de Mèxico. Nada fue suficiente para perdonarle la vida. De ese modo, la clase política de entonces, acabó con el más grande héroe de la independencia.
A ITURBIDE
¡Capitán inmortal, tu eco de guerra
en nuestros patrios montes aún retumba!
Para borrar tu huella en la tierra,
no basta, no, la losa de una tumba.
La muerte...¿Qué es lamuerte ante la gloria
que envuelve tu recuerdo en sus fulgores?
¿Quién borrará tu nombre de la Historia
sin borrar de tu enseña los colores?
Para narrar tus hechos inmortales,
vencedor invensible, bravo y fiero,
no bastan de la historia los Anales;
¡se necesita el canto de un Homero!
Tienes tu culto en el recuerdo santo
del noble mexicano que te admira,
y yo te traigo el eco de mi canto,
al rudo son de mi entusiasta lira.
Perdona la humildad de mi tributo,
aroma de la flor, perlas los mares,
luces la aurora, la pradera fruto;
yo te doy lo que tengo: mis cantares.
Escucha: cuando niño me adormía
confiado siempre al maternal cariño,
ya te admiraba yo, porque sabía
que eras un héroe de la Patria mía,
y yo he amado a los héroes desde niño.
Después cuando en la Historia, en esa suma
de los hechos heróicos de los grandes,
tu vida escrita ví con áurea pluma,
¡guerrero del país de Moctezuma,
me pareciste inmenso cual los Andes!
Yo he seguido tu huella. En tu pasado
te he visto, ¡oh rey! de la victoria en alas
con tu espada brillante de soldado,
y escuchando entusiasta el himno airado
que forman los silbidos de las balas.
Y te he visto también cual noble y bueno
recibir en tu pecho, do latía
un corazón de patriotismo lleno,
el fuego del fusil, y caer sereno
bendiciendo al morir la Patria mía.
Guerrero del Anáhuac, cuya frente
el laurel de los Césares rodea;
monarca infortunado, más valiente,
que marchaste impetuoso cual torrente
derramando el horror en la pelea:
Descansa en paz en el mortuorio lecho
que circunda el laurel de la victoria;
reposa ya tranquilo y satisfecho:
Tu recuerdo, lo guarda nuestro pecho;
y el eco de tu fama nuestra Historia.
Descansa en la región del infinito
donde tu alma con Dios feliz reside;
que tu nombre doquiera quede escrito,
que el himno de tu nombre sea este escrito:
¡Viva la Libertad! ¡Viva Iturbide!
Amado Nervo.
La Patria que nos legó Iturbide:
Lo que queda:
Otros temas sobre el libertador de México (haz click): Agustín de Iturbide Visto en: http://cuadernodebitacorabcs.blogspot.com
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