Muchos se engañaron al fin, los cuáles al principio parecían guiados del espíritu bueno. Por eso, con temor de Dios y humildad de corazón se debe desear y pedir lo que se presente a la voluntad como deseable; y más que todo, se deben encomendar todas las cosas, renunciando a la voluntad propia, orando de esta manera:
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