"Si no queréis persecuciones -añade San Agustín- es de sospechar que todavía no habéis comenzado a seguir a Jesucristo. ¿Quién ha habido más inocente y más santo que el divino Salvador? Pues, a pesar de eso, tanto le persiguieron los hombres, que no pararon hasta verle expirar en una Cruz, desgarrado y cubierto de ignominia; he ahí por qué San Pablo, para animarnos a sufrir con resignación las persecuciones, nos exhorta: Tened siempre presente a Aquél que padeció la persecución de los pecadores, levantados contra Él (Heb. 12,3). Tened la seguridad de que, si sufrís con paciencia las persecuciones, Dios saldrá a vuestra defensa, y si permitiera que en este mundo quedarais difamados, será con el fin de poder recompensar en la otra vida vuestra paciencia con honra incomparablemente mayor".
San Alfonso María de Ligorio
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