![]() |
Las ovejas no ponen condiciones ni establecen circunstancias para seguirle, sólo oyen y siguen su voz. ¡Su voz les basta! |
El hombre, abandonado a su debilidad, es capaz de cometer los mayores pecados. Nada hay más frágil que la naturaleza humana. San Pedro prometió al Salvador que habría de morir antes que abandonarlo y, por unas palabras de una sirvienta, por tres veces renegó de su divino Maestro. ¿Qué más apto para hacernos temblar y para inspirarnos una saludable desconfianza en nosotros mismos? ¿Si ha caído quien sería la columna de la Iglesia, qué no nos sucederá a nosotros, que somos débiles como cañas? «Señor, he caído por mi propia flaqueza; sólo por vuestra bondad me he levantado» (San Agustín).
Pero si aceptamos su Sacrificio y nos confesamos, una vez convertidos vendrán más pruebas para nosotros, pues el demonio envidioso rondará para tratar de hacernos caer de nuevo, pero...¡que nada nos descontrole ni nadie nos vuelva alejar de Él! Y si hay un tropiezo, incorporémonos de nuevo. Está la mano amiga de Cristo, ¡siempre presta para levantarnos! Nosotros fallamos, ¡Él nunca nos falla!. Él sabe qué conviene y qué quiere de nosotros.
Agradezcamos mucho a Dios porque nos ha perdonado mucho y amemos mucho a Dios que mucho nos ha amado con un amor sin defectos ni límites, al contrario del nuestro. Cristo es el Buen Pastor que guía a sus ovejas y recupera a las perdidas, "va delante de ellas y las ovejas le siguen, porque conocen su voz" (Jn. X, 4-7). Las ovejas no ponen condiciones ni establecen circunstancias para seguirle, sólo oyen y siguen su voz. ¡Su voz les basta! Por eso Jesús dijo: "En verdad, en verdad os digo, que yo soy la puerta de las ovejas" (Jn. X, 4-7).
¿Estamos dispuestos a arrepentirnos y seguirlo, siempre, ¡siempre!, en cualquier circunstancia que se nos presente o sólo en las condiciones por nosotros impuestas? ¿En verdad, en verdad amamos mucho a Quien todo debemos y mucho nos ha perdonado?
Seamos de las ovejas que reconocen y siguen siempre la voz del Buen Pastor. Poco será lo que hagamos y lo que suframos comparado con la distancia que existe con lo que Cristo ha hecho por nosotros. A quienes más nos ha perdonado, más obligados estamos de amarle.
No hay comentarios:
Publicar un comentario