miércoles, 30 de abril de 2025

EL VERDADERO AMOR INCLUYE EL VERDADERO ODIO


El amor cristiano sobrelleva el mal, pero no lo tolera. Hace penitencia por los pecados ajenos, pero no es tolerante con el pecado. El clamor por la tolerancia jamás lo induce a extinguir su odio por las filosofías nocivas que han entrado en disputa con la verdad. Perdona al pecador, y odia el pecado; es misericordioso con la persona, pero inmisericorde con el error de su inteligencia. Recibirá, siempre, al pecador en el seno del Cuerpo Místico, pero no habrá de incorporar sus mentiras al tesoro de la sabiduría. El verdadero amor incluye el verdadero odio. El que ha perdido el poder de la indignación moral y el impulso de echar a los compradores y vendedores del templo, ha perdido asimismo el amor vivo y ferviente por la verdad.


Mons. Fulton J. Sheen

Eleva tu corazón.


martes, 29 de abril de 2025

EL GRAN VALER DE LA MUJER

 

"Conforme se mantiene la mujer, queda en pie o se derrumba la vida humana. Donde la mujer se rebaja a objeto de placer, imperan los instintos naturales, la vida de los sentidos; pero cuando la mujer imita la delicadeza y pudor de María, allí florece la verdadera cultura, la dignidad humana. Cuando la mujer pierde su manera de ser delicada, su pudor, su auto estima, el hombre pierde su respeto hacia ella, y comienza la ruina de la sociedad".


✨ Mons. Tihamér Tóth

📖 La Virgen María

lunes, 28 de abril de 2025

MATER BONI CONSILII, ORA PRO NOBIS. (Madre del Buen Consejo, ruega por nosotros)


 - ORACIÓN:

   Oh Virgen gloriosísima, elegida por el eterno Concilio para ser Madre del Verbo divino encarnado, tesorera de las divinas gracias y abogada de los pecadores: yo, el más indigno de tus siervos, recurro a tí, para que te dignes ser mi guía y mi CONSEJO en este valle de lágrimas. Obtén para mí, por la sangre preciosísima de tu Hijo, el perdón de mis pecados, la salvación de mi alma y los medios necesarios para lograrla. Obtén para la Santa Iglesia el triunfo sobre sus enemigos y la expansión del Reino de Jesucristo en todo el mundo. Así sea.

(Indulgencia de 500 días. Oración extraída del folleto: Manual del Corazón de Jesús , 1951.)

sábado, 26 de abril de 2025

EL VERDADERO AMOR AL PECADOR


“El respeto de todas las religiones sean lo falsas o perversas que sean no es más que la orgullosa negación del respeto debido a la Verdad. Para amar sinceramente lo verdadero y el bien, es necesario no tener ninguna simpatía hacia el error y el mal. Para amar verdaderamente al pecador y contribuir a su salvación, es preciso detestar el mal que está en él.”


R.P. Reginald Garrigou-Lagrange, O.P.

viernes, 25 de abril de 2025

LA PUERTA ESTABA ABIERTA, PERO TRAÍAN CONSIGO UN ÍDOLO


 


Meditación sobre el alma que pretende entrar sin convertirse


I. PUERTAS ABIERTAS, PERO NO DE CORRAL

Cada vez que muere un Papa, resucita un lugar común: hay que abrir la Iglesia. Y uno se pregunta, con toda sinceridad cristiana: ¿abrirla a qué, si lleva dos mil años abierta al pecado, a la miseria humana, al ladrón colgado a la derecha, a los publicanos arrepentidos y hasta a teólogos herejes… mientras se confiesen antes de morir? ¿Qué más quieren meter?

Sí, la Iglesia tiene puertas. Y siempre las ha tenido abiertas. Pero abiertas hacia la conversión, no hacia la comodidad. Hacia el cielo, no hacia la sala de estar del mundo.

El problema no es que no se pueda entrar: es que para entrar hay que dejar algo atrás. Y el hombre moderno no quiere entrar: quiere colar su sofá, su eslogan, su ideología… y, si se puede, también su playlist.

Se nos dice que hay que abrir la Iglesia como si fuera un centro comercial con baja afluencia. Pero la Iglesia no está vacía: simplemente no es un parque temático. Hay quien entra buscando aprobación, y sale ofendido al encontrar un altar. Esperaban un espejo… y se toparon con un Crucificado.


II. ABRIR SIN VERDAD ES COMO VENTILAR UNA FORTALEZA

El alma progresista cree que abrir siempre es bueno. Como si abrir fuera sinónimo de amar. Pero también se abren heridas, se abren fosas, se abren compuertas al diluvio. Abrir la Iglesia sin proteger la Verdad es como abrir todas las ventanas de una fortaleza durante un asedio… para que entre “aire fresco”. Aire, sí. Y flechas también.

No es que no queramos a los pecadores —¡Dios nos libre!—. Es que los queremos redimidos, no celebrados. El error no necesita acogida: ya tiene bastante con los likes. Lo que necesita el alma es salvación. Y eso no se logra con una apertura institucional, sino con una conversión sobrenatural.


III. LA IGLESIA NO NECESITA SER MÁS INCLUSIVA: NECESITA MÁS CATÓLICOS

Lo irónico es que, en nombre de la inclusión, se pretende excluir todo lo que huela a Tradición. En nombre de la tolerancia, se llama fanático al que cree en el Credo. Y en nombre del diálogo, se le niega la palabra al que cita a un santo anterior a 1965.

Quieren una Iglesia donde todos quepan… excepto los que creen en todo. Eso no es apertura, es una mudanza: cambiar el contenido, conservar la fachada, y alquilar la catedral para congresos sobre diversidad.


IV. ¿DE VERAS CREES QUE SABES MÁS QUE SAN PABLO?

El nuevo teólogo de moda no ha leído ni la Summa, ni los Padres, ni el Catecismo. Pero ha visto tres documentales de Netflix, ha ido a un retiro con tambores, y cree que llegó el momento de corregir dos mil años de fe.

Quiere una Iglesia más moderna, más dialogante, más… como él. Porque, seamos francos, cuando muchos dicen que quieren una Iglesia más abierta, lo que en realidad quieren es una Iglesia más parecida a su cuenta de Instagram.


V. CRISTO NO DIJO “TODOS SON BIENVENIDOS”: DIJO “VEN Y NO PEQUES MÁS”

La frase favorita del cristiano moderno es: “Jesús amaba a todos”. Cierto. Tan cierto como que también les decía: “Arrepiéntete”.

Hoy se predica mucho el abrazo… y poco la conversión. Se predica la acogida… pero no el juicio. La mesa, sin el Cordero. La cruz, sin el sacrificio.

La Iglesia no excluye a nadie. Pero el Reino de los Cielos no es un reality show: no se entra por popularidad. Se entra por gracia, por lucha, por fidelidad. Se entra con el alma en vilo y la cruz al hombro, no con pancartas de autoafirmación.


VI. LA VERDAD NO TIENE BISAGRAS NI MODO COMPARTIR

La Verdad —con mayúscula— no tiene modalidad de archivo ni ajustes de accesibilidad. No se puede arrastrar, editar ni ponerle “me gusta”. No cambia con la temperatura cultural, ni se pliega ante los sondeos de opinión.

La Verdad es una Persona. Se llama Jesucristo. Y no vino a abrir una consulta de psicología espiritual, sino a fundar una Iglesia que lo confiese con sangre si hace falta.

Así que si alguien quiere abrir la Iglesia, que comience por abrir su alma. Pero que no intente forzar la cerradura del Sagrario. Porque si lo hace, no encontrará inclusión, sino juicio. Y no por odio, sino por amor. Porque quien ama al pecador, no le acomoda el pecado: le abre el Cielo… al precio de la Cruz.

OMO

jueves, 24 de abril de 2025

NO TODOS CABEN EN LA VERDAD



La Iglesia no es una posada de afectos, sino el umbral del juicio eterno


I. EL DOGMA MODERNO DE LA INCLUSIÓN

Hay frases que, por simpáticas, se vuelven peligrosas. “En esta Iglesia cabemos todos”, se dice con sonrisa de vinagre dulce, como quien ofrece paz a cambio de doctrina, o misericordia sin el precio de la conversión. Es una frase que suena a evangelio, pero no lo es. O más bien, es un evangelio apócrifo: una buena noticia para los oídos cansados de la cruz, pero no para las almas que buscan ser salvadas.

Porque no, no todos caben en la Verdad, y esto no es una exclusión arbitraria, sino una afirmación de realidad. La Verdad no es una habitación elástica donde puedan alojarse todas las ideas, ni un comedor democrático donde cada quien trae su receta espiritual. La Verdad es una Persona —Jesucristo—, y sólo entra quien se convierte. No quien se acomoda, no quien se autoafirma, no quien reclama caber sin renunciar.

La Iglesia es universal, pero no relativista. Católica, pero no caótica. Abarca a todos los que quieran dejar de ser lo que eran sin Cristo. No admite condiciones: sólo almas que, cayendo, claman ser levantadas. Pero hoy, como si estuviéramos en un plató de televisión, se pretende que la Iglesia sea escenario de reconciliaciones sin lágrimas, bodas sin sacramentos, bendiciones sin obediencia, y cielos sin infierno.


II. SENTIMIENTO SIN JUICIO: EL CULTO DE LA EMOCIÓN

El alma moderna no busca ser redimida: busca ser validada. No quiere oír: “tus pecados te son perdonados”, sino: “tus pecados no son tales”. Es una liturgia emocional, donde la conciencia se sustituye por el consentimiento, y la corrección fraterna se confunde con violencia simbólica. Si se le dice la verdad, se ofende. Si se le ofrece una cruz, exige un sofá.

Y así hemos creado una “pastoral de acogida” donde acoger es sinónimo de rendirse, y la ternura se ha transformado en la forma sacramental de la claudicación. Pero la caridad sin verdad es la más cruel de las mentiras, y la ternura sin forma es la madre del desorden.

Santo Tomás enseñó que la verdad es adaequatio rei et intellectus: la adecuación de la mente a la cosa. El sentimentalismo posmoderno, sin embargo, exige lo contrario: que la cosa se adecue a la emoción del momento. Y así hemos sustituido al Logos por el like, a la doctrina por la empatía, y a la penitencia por el aplauso.


III. LA IGLESIA COMO HOSPITAL DE ALMAS, NO COMO HOSPEDERÍA DEL ERROR

La analogía que gusta repetir —y que en sí es verdadera— es que la Iglesia es un hospital. Pero no un hospital como los de ahora, donde el paciente impone el diagnóstico. No es una clínica de autoayuda espiritual. Es más bien un hospital de campaña bajo la bandera de la cruz, donde el médico es Cristo, y el tratamiento es la gracia, no la tolerancia.

La Iglesia acoge al que llega roto, pero lo sana con la cirugía de la verdad, no con una palmadita compasiva. Se recibe al herido, pero no se le adula la herida. Porque si al leproso se le dice que la lepra es parte de su identidad, se le niega la cura y se le condena con palabras dulces.

Y no faltan los que citan el “venid a mí todos”, como si Cristo hubiera dicho: “y quedaos tal como sois”. Pero olvidan que tras el abrazo viene el imperativo: “vete, y no peques más”. La Iglesia no es un sitio donde caben todas las doctrinas: es donde mueren las falsas doctrinas, quemadas por la luz de la fe.


IV. LA IGLESIA NO EXCLUYE PERSONAS, EXCLUYE MENTIRAS

Quien diga que la Iglesia excluye, no ha entendido su corazón. La Iglesia no excluye a nadie por su historia, por sus heridas, por su pecado, por su pasado. Pero sí rechaza las herejías, los errores y los pactos con la mentira.

La confusión viene cuando se cree que toda idea tiene derecho de ciudadanía en el alma católica. Pero la Iglesia no es un mercado de opiniones: es la custodia de un depósito sagrado. No administra consensos; custodia misterios. No debate su identidad: la proclama.

Por eso, no todas las ideas caben en la Iglesia, como no caben en un cuerpo sano todos los venenos. No es que se niegue el diálogo: se niega que la verdad sea materia opinable. Hay una diferencia entre evangelizar y negociar.


V. UNA MADRE QUE CORRIGE, UNA MAESTRA QUE ENSEÑA

La imagen de la Iglesia como madre es verdadera, pero peligrosa si se separa de la otra: la de maestra. Porque una madre que sólo abraza, pero no enseña, cría huérfanos del alma. Y una maestra que no corrige, perpetúa el error.

María es Madre de Misericordia, sí, pero también es Trono de la Sabiduría. Y su ternura está llena de claridad, y su dulzura no adultera la verdad. ¿Acaso la madre que ve a su hijo caminar hacia el abismo, se calla por miedo a herirlo?

La Iglesia es dulce como el canto del Magníficat, pero afilada como las palabras de Juan el Bautista. Es cuna de conversos y verdugo de ídolos. Es madre de los pecadores arrepentidos y enemiga jurada del pecado justificado.


VI. TODOS SON LLAMADOS, NO TODOS RESPONDEN

Cristo murió por todos, sí. Pero no todos quieren vivir para Él. La sangre de Cristo se derramó para todos, pero no todos desean ser lavados. Y aquí está la tragedia moderna: se pretende que el amor de Dios sea eficaz sin libertad, y la salvación automática sin lucha.

Dios quiere que todos se salven, pero no salva a nadie por la fuerza. Y la Iglesia, su esposa, no puede mentir al mundo diciéndole que ya está salvo, sin arrepentimiento ni conversión. La inclusión verdadera no es permitir todo, sino llamar a todos a la Verdad, cueste lo que cueste.


VII. EN LA IGLESIA NO CABE LO QUE CONTRADICE LA VERDAD

Aquí no caben los sentimentalismos que niegan la razón, ni las emociones que canonizan el error. No caben los pecados justificados, ni las ideologías travestidas de compasión. No caben quienes creen que amar es silenciar, o que enseñar es excluir.

Porque la Iglesia no puede contradecirse. Y la Verdad no puede negarse sin dejar de ser. Aquí entra el principio más firme de toda filosofía, proclamado ya por Aristóteles: “es imposible que algo sea y no sea al mismo tiempo y bajo la misma consideración.” No puede ser verdadera y falsa una misma doctrina. No puede ser virtud y pecado una misma conducta. No puede ser católica y herética una misma enseñanza.

Y si eso es válido para la lógica, cuánto más lo será para la fe, que toca lo eterno. La Iglesia no puede enseñar que lo que ayer fue pecado hoy sea virtud. No puede declarar bendito lo que Dios ha llamado desorden. No puede llamar pastoral a lo que es, en rigor, traición al Evangelio.

La Iglesia no está para adaptarse, sino para anunciar con fidelidad la Verdad que no se contradice, que no cambia con los vientos del siglo, que no se vuelve flexible para no incomodar. Es madre, sí, pero madre que forma. Y es madre precisamente porque enseña.

Por eso, aquí no caben todas las ideas. Aquí no caben todos los espíritus. Aquí no caben las lógicas del mundo. Porque aquí no cabe lo que contradice al Verbo Encarnado.

La puerta está abierta a todos los hombres, pero cerrada al error. La Iglesia no excluye personas, pero sí rechaza todo lo que niega al Logos, porque en Él está la verdad, y fuera de Él sólo hay confusión, contradicción y muerte.

Sí, en esta Iglesia caben todos…
todos los que buscan con humildad la verdad que salva, no la que halaga; la que quema, no la que adormece.

Porque en esta Iglesia no caben todas las voces,
pero sí caben todos los corazones que se rinden ante la única Palabra.

OMO

martes, 22 de abril de 2025

MEMENTO MORI



Recuerdas que has de morir. La actitud de un cristiano ante la muerte, no debe ser de puro sentimentalismo, sino de fe pura, y gran resignación ante la voluntad divina, incluso de Esperanza. 

Pero la muerte mueve a muchos a un sentimiento de falsa piedad pensando que “absolutamente todos los muertos son buenos”. La correcta actitud de un católico es rezar por las almas del Purgatorio. Lo demás le correponde a Cristo, que si bien es misericordioso también es justo. Y ante Él debemos dar cuenta. 

La muerte nos tocará a todos. Nadie en esta vida se verá exento de las consecuencias del Pecado Original. Solo la Virgen María tuvo ese privilegio. 

Muchos lloran y se lamentan, pero no dan a sus difuntos lo que realmente necesitan: Misas y Oraciones por él. Es lo que piden las almas del purgatorio, es lo que la Iglesia enseña, y las Escrituras. 

“Las almas del Purgatorio son ayudadas por los sufragios de los fieles, especialmente por el sacrificio del Altar”, declaró el Concilio de Trento, instruyendo también a “los Obispos a esforzarse diligentemente para asegurar que la sana doctrina sobre el Purgatorio, transmitida por los Santos Padres y los Sagrados Concilios, sea creída, mantenida, enseñada y predicada en todas partes” (sesión del 3 y 4 de diciembre de 1563).

“Es, pues, un pensamiento santo y saludable el rogar por los difuntos, a fin de que sean libres de sus pecados” (II de Macabeos XII, 46).

Porque si bien todos resucitaremos, algunos lo harán para la vida eterna, y otros tristemente, para la condenación eterna. 

No niegues a los difuntos lo que tanto necesitan, pues con la misma vara con que hoy midas serás medido, y si no usas de misericordia con las almas de tu mayor obligación, tampoco la habrá para ti, en aquel día terrible.


lunes, 21 de abril de 2025

HA MUERTO EL PAPA



A las 7:35 de la mañana.
El papa Francisco ha fallecido este lunes a los 88 años, según ha anunciado el cardenal Kevin Joseph Farrell, camarlengo del Vaticano.

21/04/25 10:03 AM

(InfoCatólica) El papa Francisco ha fallecido este lunes a los 88 años, según ha anunciado el cardenal Kevin Joseph Farrell, camarlengo del Vaticano. La Santa Sede lo ha hecho público a las 9.52 con un comunicado:

«Hace poco, su eminencia, el cardenal Farrell, ha anunciado con tristeza la muerte del papa Francisco, con estas palabras: ‘Queridos hermanos y hermanas, con profundo dolor debo anunciar el fallecimiento de nuestro Santo Padre Francisco. A las 7,35 de esta mañana el obispo de Roma, Francisco, regresó a la casa del Padre. Toda su vida estuvo dedicada al servicio del Señor y de su Iglesia. Nos enseñó a vivir los valores del Evangelio con fidelidad, valentía y amor universal, especialmente en favor de los más pobres y marginados. Con inmensa gratitud por su ejemplo de verdadero discípulo del Señor Jesús, encomendamos el alma del Papa Francisco al infinito amor misericordioso del Dios Uno y Trino».

Francisco, que salió del hospital el pasado 28 de marzo tras una larga hospitalización de 37 días por una neumonía, apareció en público por última vez ayer domingo en la plaza de San Pedro, para dar la tradicional bendición Urbi et orbi. 

Sede vacante

A partir de este momento, la sede queda vacante, y así permanecerá hasta que se elija a su sucesor en el próximo cónclave.

El procedimiento de confirmación del fallecimiento comenzó con el rito tradicional llevado a cabo por el Camarlengo, quien pronunció tres veces el nombre de bautismo del Papa. Ante la ausencia de respuesta, se declaró oficialmente su fallecimiento. Como dicta la tradición, el anillo del Pescador, símbolo de la autoridad papal, fue destruido en presencia de testigos para evitar cualquier uso indebido. Además, el apartamento papal ha sido sellado conforme a las normativas canónicas vigentes, y se ha iniciado el proceso formal de organización de las exequias.

Las ceremonias fúnebres seguirán las disposiciones revisadas en la segunda edición del Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, reformas impulsadas por el propio Papa Francisco durante su pontificado. El cuerpo será expuesto en la Basílica de San Pedro, donde permanecerá durante tres días para que los fieles puedan mostrar sus condolencias, dejando de lado el tradicional catafalco elevado que solía emplearse en funerales papales anteriores.

El Papa Francisco será sepultado en un único ataúd de madera, rompiendo con la costumbre de los tres féretros sucesivos de ciprés, plomo y nogal que se utilizaban en las muertes de los Pontífices. Su deseo, expresado en vida, es ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, lugar al que acudía cada vez que hacía un viaje apostólico.

La misa de réquiem será presidida por el Decano del Colegio de Cardenales y se espera la asistencia de líderes políticos, dignatarios internacionales y representantes de diversas confesiones religiosas.

Finalizadas las exequias, se celebrarán los Novemdiales, nueve días consecutivos de misas en la Basílica de San Pedro. Estas celebraciones, presididas por distintos cardenales, tienen el propósito de rezar por el alma del pontífice y preparar espiritualmente a la Iglesia para el próximo cónclave.

Papel del Camarlengo y gobierno temporal de la Iglesia

Durante el periodo de sede vacante, el Colegio de Cardenales asume la responsabilidad del gobierno temporal de la Iglesia, aunque con poderes limitados. El Camarlengo será el encargado de administrar los asuntos ordinarios del Vaticano, gestionando las funciones cotidianas sin tomar decisiones que puedan comprometer la autoridad del próximo pontífice. No se tomarán decisiones doctrinales ni se realizarán nombramientos de importancia hasta que se elija al nuevo Papa.

Los prefectos de los dicasterios vaticanos cesan sus funciones de manera automática con la muerte del pontífice, salvo el Penitenciario Mayor, quien continuará ejerciendo su cargo para atender cuestiones relacionadas con la absolución de pecados graves hasta la elección del nuevo líder de la Iglesia Católica.

Hasta aquí la nota.
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Oremos por el Papa.