jueves, 17 de julio de 2025
miércoles, 16 de julio de 2025
EL ESCAPULARIO Y EL DÍA DE LA VIRGEN DEL CARMEN (16 DE JULIO)
EL ESCAPULARIO DEL CARMEN
A. HISTORIA Y PRIVILEGIOS
1. Promesa de salvación:
Quien muera con el escapulario, se salvará.
San Simón Stock fue el sexto superior general de la Orden religiosa Carmelita durante los años 1245-1265. Ante serias dificultades de la Orden, San Simón suplica diariamente la protección de María. Su oración fue escuchada, y "se le apareció la Bienaventurada Virgen, acompañada de una multitud de Ángeles, llevando en sus benditas manos el escapulario de la Orden y diciendo estas palabras: Éste será privilegio para ti y todos los carmelitas; quien muriere con él, no padecerá el fuego eterno, es decir, el que con él muriere se salvará." (Catálogo de Santos de la Orden
Otra redacción también muy antigua dice así: "San Simón, inglés, hombre de gran santidad y devoción, en su oración suplicaba continuamente a la Virgen que favoreciera a su Orden con algún privilegio singular. La Virgen se le apareció teniendo en su mano el Escapulario diciendo: Este es el privilegio para ti y para los tuyos; quien muera llevándolo, será salvo" (Santoral de Bruselas). Es decir, evitará el infierno. Irá al cielo tras un paso por el purgatorio.
La fecha y lugar de la aparición no se conocen con seguridad. Se habla de Londres, el 16 de julio de 1251. Siempre dentro del generalato de San Simón y antes de 1252, pues el 13 de enero de este año el Papa Inocencio IV emite la Bula "Ex parte dilectorum" donde defiende a los carmelitas en este tema.
2. Privilegio sabatino: Y se librará del purgatorio el primer sábado.
Sesenta y dos años después (1314), Nuestra Señora se apareció al Papa Juan XXII, que recogió sus palabras en la Bula "Sacratissimo uti culmine" también llamada Bula sabatina (3.III.1322): "Si entre los religiosos o cofrades de esta orden hubiese algunos que al morir tengan que purgar sus pecados en la cárcel del purgatorio, yo, que soy la Madre de la misericordia, descenderé al purgatorio el primer sábado después de su muerte, y lo libraré para conducirlo al Monte Santo de la Vida Eterna".
3. Indulgencias plenarias.- Quienes llevan el escapulario del Carmen se unen a la familia carmelita y pueden ganar indulgencia plenaria el día en que le imponen el escapulario y los siguientes días (cumpliendo las condiciones habituales, esto es comulgando -naturalmente sin pecado mortal- esa fecha y rezando por las intenciones pontificias, habitualmente un Credo, Padrenuestro, Avemaría y Gloria, así como confesarse ocho días antes o después de la fecha) :
16 de mayo (San Simón Stock).
16 de julio (Virgen del Carmen).
20 de julio (San Elías Profeta).
1 de octubre (Santa Teresa de Lisieux).
15 de octubre (Santa Teresa de Jesús).
14 de noviembre (Todos los Santos Carmelitas).
14 de diciembre (San Juan de la Cruz).
B. CONDICIONES
1. Para la promesa de salvación. Se requiere:
Tener impuesto el escapulario. (Basta hacerlo una sola vez).
Llevarlo puesto. Puede sustituirse por una medalla. (Lo comentaremos). Tanto la medalla como el escapulario deben estar bendecidos al imponerse.
Devoción a María; procurar imitarla; desear ser buenos hijos suyos. El escapulario son dos trocitos de tela que simbolizan una vestimenta. Y quien viste el hábito de María debe vivir como Ella, ejercitando las virtudes cristianas. De modo que el hábito-vestido vaya unido al hábito-virtud.
2. Para el privilegio sabatino. Se precisa, además de lo anterior:
Guardar la castidad propia de su estado. (La confesión recupera la situación perdida).
Rezar el oficio parvo de nuestra Señora. Este rezo puede sustituirse por la abstinencia de carne los miércoles y sábados. También se mencionan otras posibles sustituciones, siempre que sean autorizadas por un sacerdote: el rezo del oficio divino o del Rosario. Para las indulgencias. Se necesitan los requisitos propios de las indulgencias, más las condiciones del escapulario en la promesa de salvación.
4. La medalla.- San Pío X (Santo Oficio, 16.XII.1910) decretó que el escapulario, después de su imposición, puede sustituirse por una medalla de metal que lleve por un lado una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, y por el otro una imagen de la Santísima Virgen (suele ser del Carmen).
C. BENDICIÓN E IMPOSICIÓN
Para la bendición y para la imposición del escapulario hay varias fórmulas. Unas aprobadas para las diferentes ramas del Carmelo, otras de carácter más general
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ES NECESARIO NO ESTAR EN PECADO MORTAL PARA COMULGAR
Maestro. —Sí, además de estar en ayunas en la forma como lo prescribe la Iglesia y de saber lo que se va a recibir (y tener la fe católica), basta no estar en pecado mortal para comulgar (se debe confesar con un sacerdote si hubiera cometido pecado mortal luego de la última confesión bien hecha). Sin embargo, es necesario también ir con rectitud de intención, como, por ejemplo, para amar a Jesucristo, por espíritu de devoción, para obtener gracias espirituales y materiales, pues cuanto con mejores disposiciones se vaya a comulgar, más bendiciones y gracias se recibirán.
Jesucristo, al tomar nuestra naturaleza humana, se ha acomodado, por decirlo así a nuestro modo de ser. ¿No hacemos así nosotros con nuestros amigos y conocidos y, en general, con nuestros prójimos? Cuando uno nos ama, nos honra y nos aprecia con predilección, nosotros correspondemos a ese amor y atenciones; al que más nos aprecia y nos estima, más le amamos y estimamos también nosotros.
Lo mismo sucede con la Comunión; cuanto con más fe, piedad y devoción nos acercamos a comulgar, mejor nos conquistamos la simpatía, la bondad y la delicadeza del corazón de Jesucristo.
D. —Como hacían los Santos, ¿verdad Padre?
M. —Sí, como hacían los Santos, y como hacen las almas profundamente cristianas, las almas que quieren a Jesús y su amor.
D. — ¿Serán muchas estas almas?
M. — Muchísimas. Hay muchos sacerdotes realmente dignos, que celebran y comulgan diariamente, como los Santos. Religiosos y religiosas realmente piadosos, que diariamente comulgan, como si fueran ángeles... Madres sinceramente piadosas y cristianas, jóvenes de ambos sexos pertenecientes a institutos religiosos y de familias cristianas, que cada día se acercan a comulgar con las mejores disposiciones. Únicamente los veletas, los disipados, los tibios, la gente de poca fe, se acercan a comulgar con indiferencia, sin reflexión.
D. — ¿Estos tales, harán mal la Comunión?
M. —No, si no están en pecado mortal no comulgan mal; siempre hacen una obra buena y admirable, como dice el Catecismo; pero se privan de muchas gracias.
D. — ¿Qué quiere decir, Padre, con esto?
M. —Para explicártelo mejor te pondré ejemplos, quizá un poco rastreros; pero escúchalos con paciencia.
Ve un primer caso: Dos campesinos trabajan en la misma tierra: el uno la trabaja y la cultiva con asiduidad, quitando primero las hierbas, cavándola, rastrillándola; la abona, y con todo cuidado deposita en ella la semilla; abre Zanjas para el desagüe, pone cercas para que no pasen por ella, y vigila constantemente su campo. El otro por el contrario, la trabaja de cualquier manera, de prisa y de pasada. ¿Quién de los dos crees recogerá mejores y más abundantes frutos?
D. —Sin duda, el primero.
M. —Pues lo mismo sucede con la Comunión: en conformidad con las disposiciones que se llevan y del interés que uno se toma, y de la devoción y piedad que se pone; en proporción, digo, del cuidado con el cual se manifiesta a Jesucristo nuestro amor y nuestra benevolencia, se recibirán el provecho y los frutos.
Segunda comparación: Salen juntos dos al mercado o de paseo. El uno se contenta con andar, respirando aire sano, gozando del sol, mirando los prados floridos, o, si va al mercado, observando la mercancía expuesta y los escaparates de las tiendas; el otro, por el contrario, recoge de aquellas flores, hace provisión de los artículos que más le agradan y serán más útiles para él y para su familia. Al volver, ¿quién de los dos habrá aprovechado mejor el paseo?
D. ––Sin duda, el que ha adquirido y llevado a su casa lo bueno que encontró.
M. —Pues así se comprende enseguida que la Comunión es un tesoro de inapreciable valor, inagotable bien que se ofrece a todos los cristianos, y del que más disfruta y se enriquece el que mejor se industria.
D. —Si es así, poco fruto he sacado yo hasta ahora de mis Comuniones; pero, en adelante, quiero que sean tan devotas y tan fervorosas, que constituyan un verdadero tesoro para mi alma.
M. — Muy bien, persevera en tus propósitos y haz que sean firmes y eficaces.
D. —Sin embargo, Padre, si uno va a comulgar sin esta fe y esta devoción, ¿comulgará mal?
M. —No. La Comunión, te he dicho, está mal hecha cuando uno se acerca a ella en pecado mortal y sin las disposiciones de que hablamos antes; de lo contrario, siempre estará bien hecha y será buena y provechosa, porque obra ex opere operato, como enseñan los teólogos, o sea, por su propia virtud sobrenatural y divina.
D. —El que no tiene esas disposiciones, ¿haría mejor no comulgando que frecuentando la Comunión?
M. —A esta pregunta te respondo con una tercera comparación:
Es frecuente dar con personas que por estar indispuestas, no sacan gusto de la comida y casi preferirían no comer, pues aun lo poco que comen lo toman a la fuerza y con cierta repugnancia. No obstante, aquello poquito, tomado de esa manera, les aprovecha, se convierte en sangre y en carne, y así van tirando y desempeñan sus quehaceres. ¿Que sería mejor para éstos: comer o no comer?
D. —Si no comen se mueren.
M. —Luego así debe pensarse de la Comunión, que es alimento de las almas. Si no comen morirán, acabarán languideciendo y caerán en el pecado, que es muerte de las almas.
El Espíritu Santo hace hablar así al pecador en la Sagrada Escritura: “Estoy mustio como hierba cortada; mi corazón se encuentra seco como el heno del prado porque He dejado de comer mi pan”. Esto es, sabía que debía comer el pan (que deja de ser pan para transformarse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Cristo) que Jesús me ha dado para vivir, y por indiferencia, por descuido, por fútiles razones, no lo he hecho. Esto constituirá el continuo remordimiento de los que descuidan la Comunión, aunque vivan sin cometer faltas graves.
D. —Entonces, Padre, ¿hacen mal los que dejan de comulgar porque no sienten ni piedad ni devoción?
M. —Sí. Hacen mal y se equivocan, como los que no comen porque no sienten apetito, los que no toman medicamentos cuando están enfermos, los que no buscan ayuda cuando están débiles, los que no se acercan a la lumbre cuando sienten frío, o a la fuente cuando tiene sed.
Pbro. Luis José Chiavarino
COMULGAD BIEN