martes, 31 de diciembre de 2024
ACCIÓN DE GRACIAS POR UN AÑO MÁS
lunes, 30 de diciembre de 2024
LA ALABANZA QUE NOS ELEVA
¿Cómo podría el hombre guardar silencio cuando el tiempo se renueva y el Señor muestra nuevamente Su misericordia? Al llegar la noche en que un año cierra sus puertas y otro se abre ante nosotros, toda la creación nos invita a alabar al Creador, a reconocer en Él la fuente de todo bien y el destino de toda esperanza. “Grande eres, Señor, y digno de toda alabanza; grande es tu poder, y tu sabiduría no tiene medida,” dice San Agustín, recordándonos que alabar no es sólo un deber, sino la respuesta natural del alma que ha encontrado a Dios.
Alabar a Dios en el inicio de un nuevo año es mucho más que una tradición; es un acto profundamente humano y espiritual. Es reconocer que el tiempo está en Sus manos, que todo lo que somos y todo lo que esperamos depende de Su providencia. San Ireneo de Lyon afirma: “La gloria de Dios es el hombre viviente, pero la vida del hombre es la visión de Dios.” Así, en cada acto de alabanza, especialmente al iniciar un nuevo ciclo, el alma se eleva hacia su destino eterno, dejando atrás sus temores y miserias para entrar en la luz de Su presencia. Alabar no es un gesto vacío, sino el eco de la verdad que habita en nuestro corazón: reconocer que en Él vivimos, nos movemos y existimos.
Cuando miramos atrás, las pruebas, las alegrías y las luchas de nuestra vida revelan Su fidelidad. Cada día que nos ha sostenido es testimonio de Su amor, incluso cuando no lo hemos percibido. San Bernardo afirma: “El alma agradecida jamás deja de alabar; quien ha gustado el amor de Dios encuentra en la alabanza su alimento cotidiano.” Por ello, alabar no es sólo gratitud por lo recibido, sino también una entrega confiada para lo que vendrá. En este umbral del año que inicia, la alabanza se convierte en nuestra respuesta más sincera y nuestro acto de mayor esperanza.
Toda la creación proclama la gloria de Dios. Como dice San Basilio el Grande: “El cielo proclama la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de Sus manos. Si la creación alaba, cuanto más el hombre, que es obra maestra de Su amor.” El sol que se alza al amanecer del nuevo año, las estrellas que titilan en la noche de Nochevieja, el viento que sopla suave o tempestuoso: todos son himnos vivos que proclaman la bondad del Señor. Pero el hombre, hecho a imagen de Dios, tiene un deber más alto. No basta con cantar; debemos vivir en alabanza, hacer de cada día, desde este primer amanecer del año, un himno continuo de amor y fidelidad.
No vivamos a medias. En esta Nochevieja y en el Año Nuevo que comienza, levantemos nuestras manos, nuestras voces y nuestras vidas hacia Dios. Que cada día de este 2025 sea una ofrenda, cada acto un sacrificio, y cada prueba un grito de victoria. “Cuando el alma canta, el demonio huye; cuando el alma confía, el cielo se abre”, nos enseña San Cipriano. No dejemos nada sin ofrecer, nada sin rendir. Que la alabanza sea nuestra fuerza en la lucha, nuestra bandera en el camino, nuestra lámpara en la oscuridad. Alabemos a Dios con todo lo que somos, proclamando junto con los ángeles: “Digno es el Señor de toda alabanza y gloria.”
Al final de nuestros días, que nuestra alabanza en este 2025 se convierta en una antorcha encendida que ilumine nuestra eternidad. Como exclama San Gregorio de Nisa: “Cuando alabamos a Dios, anticipamos la eternidad; nuestra voz terrenal se une a los cánticos angélicos, y nuestra esperanza se convierte en visión.”
“Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los ejércitos,” cantan los ángeles. Que este cántico sea también el nuestro, hoy, en este nuevo año que inicia, y por toda la eternidad.
OMO
sábado, 28 de diciembre de 2024
FIESTA DE LOS SANTOS INOCENTES (28 de diciembre) – Por San Alfonso María de Ligorio.
“Entonces Herodes, viendo que los magos lo habían burlado, se enfureció sobremanera, y mandó matar a todos los niños de Betlehem y a toda su comarca, de la edad de dos años para abajo, según el tiempo que había averiguado de los magos.” (Mateo II, 16).
Resumen. Debemos considerar bien que el Señor es Sabiduría infinita, que sabe sacar bien del mal. Por lo tanto, lo que llamamos mal suele ser una gracia singular. De tantos niños que hoy veneramos en los altares y que forman el patio de Jesús, si no hubieran sido asesinados por Herodes, quién sabe cuántos en el momento de la Pasión habrían gritado: Crucifícale; ¡Cuántos se habrían condenado!
I. Después de que los Magos ofrecieron sus regalos místicos al Niño Jesús, fueron advertidos en un sueño por el ángel, que no regresaran a Herodes, como habían prometido, sino que regresaran a su patria por otro camino. Por lo tanto, el cruel príncipe, temiendo que Jesús quisiera quitarle su reino, y viendo que los Magos lo habían engañado, se enojó mucho y ordenó que todos los niños de Belén y de sus fronteras que tuvieran dos años y así sucesivamente, según el tiempo que había obtenido de la información de los Reyes Magos, enviando emisarios ordenó el asesinato de todos los niños.
Consideremos aquí los profundos juicios de Dios. Ante la matanza de los Inocentes con ojos humanos, no podemos explicar cómo el Señor, que es Padre amoroso, puede ver tantas madres en desolación y una ciudad entera con sus contornos inundados de sangre inocente. – Debemos, sin embargo, considerar que Dios es Sabiduría infinita, que sabe sacar el bien del mal. Lo que llamamos un mal suele ser una gracia singular. ¡Cuántos de esos niños inocentes habrían llevado una vida llena de trabajo y tal vez se habrían condenado a sí mismos después de todo! Algunos tal vez habrían llegado al extremo de participar en la Pasión del Redentor y gritar con los demás judíos: – crucificadlo. En cambio, con la muerte sufrida por causa de Jesucristo, se les aseguró la salvación eterna. Además, son la noble corte del Niño Dios y con sus diminutas palmas adornan la cuna del Cordero Inmaculado. Por lo que dice San Agustín que “Nunca Herodes con sus dones pudo favorecer a los niños bienaventurados tanto como los favoreció con su odio”.
Alegraos con los Santos inocentes, que glorificaron a Jesús derramando su sangre, y no pudiendo anunciar con su lengua el nacimiento del Hijo de Dios, lo anunciaron con su muerte. Y tú, convéncete de que todo lo que te asegura la bienaventuranza eterna es una gran gracia, aunque a los ojos humanos te parezca miseria y daño.
II. Cuando en Judea se cumplió la perversa orden de matar a los Inocentes, el Niño Jesús ya estaba fuera de peligro. Porque “un ángel del Señor se apareció a José en sueños y le dijo: Levántate, y toma contigo al Niño y a su Madre, y huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te diga; porque Herodes buscará al Niño para matarlo. Y cuando José se levantó, tomó consigo al Niño y a su Madre, aún de noche, y partió para Egipto”. Contempla cómo debió sentir el divino Niño la crueldad que Herodes ejerció hacia los Inocentes asesinados por su causa. Cada puñalada que atravesó las entrañas de aquellos pequeños niños también hirió su corazón.
Desde entonces se ha ordenado el castigo del autor de tal barbaridad. De hecho, a causa de tan horrible matanza, Herodes se convirtió en objeto de oprobio y execración del mundo entero, mientras hacía más conocida la natividad del Mesías, porque la muerte de tantos niños era el testimonio más claro de él. Además, Dios dejó que Herodes muriera de una enfermedad repugnante y repulsiva. En su cuerpo nacieron un número incalculable de gusanos, que lo devoraron vivo y le provocaron un hedor insoportable, preludio de aquello que pronto lo atormentaría eternamente en el infierno. Éste es el estado de desgracia al que quedó reducido Herodes por haberse dejado dominar por su ingobernable ambición de reinar. – Para que tal desgracia no te sobrevenga, examina cuál es tu pasión dominante, orgullo o envidia o ira... y toma la firme resolución de nunca tomar ninguna decisión mientras tu corazón esté agitado y tus pasiones excitadas. Para obtener la gracia de realizarlo, ruega al Señor por la intercesión de los Santos Inocentes.
Oh Dios, cuyas alabanzas confesaron los mártires inocentes, sin hablar, sino muriendo, mortifica en nosotros todos los males de los vicios, para que nuestra vida dé testimonio con santas costumbres de la fe que nuestra lengua confiesa. Hazlo por amor a Jesucristo, tu divino Hijo, y a María Santísima, mi querida Madre.
San Alfonso María de Ligorio. Meditaciones: Para todos los días y fiestas del año: Tomo I: Año 1921.
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ORACIÓN: Oh Dios, cuyos inocentes mártires publican hoy la gloria no con sus palabras sino con su sangre, haced morir en nosotros los vicios todos, a fin de que la santidad de nuestra vida venidera proclame la fe que confiesan nuestros labios.
Por J. C. N. S.
Orad por los niños que están en el vientre de su madre, para que los modernos Herodes no los maten.
Orad por el fin de las leyes que apoyan el aborto.
viernes, 27 de diciembre de 2024
MARÍA, LA ZARZA ARDIENTE
Pero, oh María, no sólo eres la zarza que arde sin consumirse, sino también aquella que, en su humildad, se deja consumir para dar paso a la luz. Porque tu grandeza no está en conservar, sino en entregarte; no en resistir el fuego, sino en convertirte tú misma en llama que desaparece en el resplandor de Cristo.
Tú eres esa zarza que, al ser tocada por el fuego divino, se consume en silencio, no para desaparecer, sino para dejar que el Verbo brille. ¿No es acaso este tu más alto milagro, Madre? Que, siendo llena de gracia, te hagas pequeña; que, siendo el trono del Altísimo, te conviertas en sierva. Te consumes, María, no porque Dios te anule, sino porque tú misma te entregas por completo. Tu voluntad se quema en la hoguera del amor, para que sólo Él quede visible, sólo Él sea conocido y amado.
Al contemplarte, zarza ardiente, vemos cómo te consumes para ser el primer altar donde Cristo, el Cordero, se ofrece al mundo. Tu carne da paso a su carne; tu sangre, a su sangre. Toda tú, oh Madre, eres el campo donde el trigo celestial germina y da fruto. Y aunque ardes en esta ofrenda, no eres destruida, sino glorificada, porque en tu abnegación el mundo encuentra la puerta del cielo.
Así, en el ardor de tu ser, nos muestras el misterio más sublime: el que se da, lo gana todo; el que se consume por amor, es elevado a la eternidad. Como la zarza ardiente del Sinaí, que dejó de ser zarza para convertirse en signo de lo eterno, también tú, María, desapareces ante los ojos del hombre, para que Cristo sea lo único visible. No porque te pierdas, sino porque en Él encuentras tu plenitud.
Oh María, ¿qué más podemos decir de ti? Que te consumas por amor no es pérdida, sino ganancia; no es extinción, sino comunión perfecta con el fuego eterno. Tú nos enseñas que la verdadera grandeza no está en conservarnos, sino en entregarnos. Que la zarza arda para que la luz sea vista; que la madre se esconda para que el Hijo reine. Así, en tu humildad, María, nos guías hacia el misterio último: que sólo cuando desaparecemos en el fuego del amor divino, alcanzamos la eternidad.
Bendita seas, zarza consumida en la plenitud de Cristo. Porque en tu ardor encontramos la enseñanza más alta: que la entrega total es la forma más pura de la gloria. Tú, que te consumiste en el sí más perfecto, haznos llamas vivas, pequeñas zarzas ardientes, dispuestas a desaparecer en el fulgor del amor de Dios. Amén.
jueves, 26 de diciembre de 2024
LA POBREZA DEL PESEBRE Y EL MUNDO MATERIALISTA: UN LLAMADO A LA CONVERSIÓN
I. INTRODUCCIÓN: EL MISTERIO QUE DESARMA NUESTRA SOBERBIA
En el frío silencio de la noche en Belén, Dios mismo quiso hacerse pequeño. El Rey eterno, el Creador del universo, nació en la más absoluta pobreza, rodeado de animales y cubierto apenas con unas telas humildes. ¿No debería este hecho abrumarnos de asombro y gratitud? ¿No es este misterio el espejo donde nuestras almas, hinchadas de orgullo y sedientas de bienes terrenos, pueden encontrar la verdadera medida de su nada?
San Bernardo decía: “La majestad se humilla, la riqueza se empobrece, la omnipotencia se ata en pañales”. Y en este gesto de inefable ternura, Cristo nos invita a reconsiderar la relación que tenemos con este mundo y sus engañosas promesas de felicidad. Este artículo quiere ser una reflexión sobre la pobreza del Pesebre frente al materialismo de nuestro tiempo, para que nuestros corazones se conviertan y regresen al amor verdadero.
II. LA POBREZA DEL PESEBRE: ELOCUENCIA DIVINA DE LA HUMILDAD
La cuna de Cristo, hecha de madera burda, nos habla más que mil sermones. Ella clama la paradoja divina: el Rey de Reyes no eligió palacios ni tronos, sino la pobreza y la simplicidad como trono de su amor. Es imposible contemplar el Pesebre y no recordar las palabras de San Francisco de Asís: “Dios se hizo pobre para que, en su pobreza, tú encuentres la riqueza de su amor”.
1. EL PESEBRE, ESCUELA DE HUMILDAD
En el seno del Pesebre se destila la lección más profunda de la fe: no en la grandeza ni en los logros mundanos encontramos a Dios, sino en la pequeñez y el abandono. Así lo proclama San Bernardo: ”¿Quieres subir? Comienza bajando. ¿Quieres edificar un templo alto? Comienza con el fundamento de la humildad”.
La pobreza del Pesebre no es solo ausencia de bienes, sino una pobreza interior: Cristo, siendo Dios, se despoja de todo para que comprendamos que el verdadero camino hacia la grandeza está en el vaciamiento de nosotros mismos.
2. LOS SANTOS Y LA IMITACIÓN DE CRISTO POBRE
Los Santos, en su ardiente deseo de conformarse con Cristo, siempre buscaron el tesoro escondido de la pobreza. San Juan de la Cruz nos enseña: “Para poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada”. La pobreza no es miseria, sino un acto de abandono en la Providencia divina, donde todo bien verdadero radica en Dios.
III. EL MUNDO MATERIALISTA: EL PESEBRE OLVIDADO
Vivimos en un tiempo donde el pesebre ha sido desplazado por vitrinas llenas de luces y promesas vacías. El materialismo reina en el corazón humano, prometiendo una felicidad que nunca puede dar. Cristo, en el silencio de su pobreza, contradice todas estas falsas promesas.
1. LA IDOLATRÍA DE LAS RIQUEZAS
“Las riquezas son cadenas para el alma”, advertía Santo Tomás de Aquino. Este mundo nos enseña a acumular, a medir nuestro valor por lo que poseemos, mientras que Cristo nos enseña: “Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón” (Mt 6, 21).
San Basilio también se levanta como voz profética: “El pan que guardas pertenece al hambriento; el manto que escondes en tu cofre, al desnudo”. Ante estas palabras, el brillo del materialismo pierde su encanto y el alma es llamada a cuestionarse: ¿qué he hecho con los bienes que Dios me confió?
2. LA POBREZA COMO RIQUEZA INTERIOR
El materialismo no solo empobrece al espíritu; lo esclaviza. San Agustín lo señala con precisión: “Quien tiene a Dios, lo tiene todo. Quien no lo tiene, aunque posea todo, no tiene nada”. La pobreza del Pesebre revela la verdad de esta sentencia: el verdadero tesoro es el amor divino, y quienes lo poseen no necesitan más.
IV. EL PESEBRE: UN LLAMADO A LA CONVERSIÓN
Ante el pesebre, el alma es invitada a contemplar, a meditar y a cambiar. Cristo no nació en la pobreza por casualidad, sino para mostrarnos el camino de la verdadera libertad: “No se puede servir a Dios y al dinero” (Mt 6, 24).
1. LA POBREZA: CAMINO HACIA DIOS
San Bernardo insiste: “Nada tan grande teme el demonio como a una alma desprendida”. La pobreza no solo nos libera de las ataduras del mundo, sino que abre el corazón a Dios. Es en el vacío de nuestras manos donde Él puede derramar su gracia.
2. LA CARIDAD, FRUTO DE LA POBREZA VERDADERA
El pesebre nos invita no solo a ser pobres, sino a dar. Como decía Santa Teresa de Ávila: “Si tienes amor verdadero, siempre hallas algo para dar”. La pobreza que Cristo nos muestra no es un fin en sí mismo, sino un medio para amar más y mejor.
V. CONCLUSIÓN: LA NAVIDAD, TIEMPO DE RENOVAR NUESTRO ESPÍRITU
El Pesebre de Belén es el grito de Dios a un mundo distraído: “No busques fuera lo que solo puedes encontrar dentro”. Es la denuncia de un amor eterno que se encarna en la pobreza para invitarnos a cambiar nuestras prioridades, a convertirnos, a amar.
San Bernardo, si estuviera entre nosotros, nos exhortaría con sus palabras ardientes: ”¿Por qué temes ser pobre, si la misma pobreza te ha hecho rico en Cristo?”. En esta Navidad, contemplemos el Pesebre con ojos nuevos, con un corazón dispuesto a dejar atrás el materialismo y abrazar la riqueza infinita del amor de Dios. Solo así, como los pastores en aquella noche santa, podremos arrodillarnos ante el Niño, sintiendo que en su pobreza hemos encontrado la verdadera plenitud.
OMO
BIBLIOGRAFÍA
1. San Bernardo de Claraval, Sermones sobre el Cantar de los Cantares.
2. San Francisco de Asís, Escritos completos.
3. San Juan de la Cruz, Subida del Monte Carmelo.
4. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica.
5. San Basilio, Homilías sobre la justicia social.
6. San Agustín, Confesiones.
7. Santa Teresa de Ávila, Camino de Perfección.
8. Catecismo de la Iglesia Católica, números 2443-2449 (Doctrina sobre la pobreza y la justicia).
9. Sagrada Escritura, Evangelios Sinópticos.
miércoles, 25 de diciembre de 2024
martes, 24 de diciembre de 2024
EL NIÑO QUE NOS LLAMA AL CORAZÓN: REFLEXIÓN SOBRE LA ENCARNACIÓN
EL MAESTRO DE LA ORACIÓN
Oh, almas sedientas de Dios, fijaos en el misterio que contemplamos en la cueva de Belén. ¿Qué es lo que vemos? Un Niño, pequeño, indefenso, reclinado en un pesebre. Este Niño es Dios mismo, el Verbo eterno, que no desdeña la debilidad de nuestra carne, sino que la asume para salvarnos. ¿Qué otra cosa podía moverlo a esto sino un amor inefable, un deseo ardiente de cercanía con nosotros? Este es el misterio de la Encarnación: el Dios todopoderoso que se abaja hasta lo más humilde para atraernos a su corazón.
Contempladlo. En su misma pequeñez, el Niño Jesús nos da lecciones profundas. Santa Teresa de Jesús, en su sabiduría celestial, nos invita a aprender de Él: “Quien no halle maestro para enseñarle a orar, tome este Señor tan humano, y verá cuánto aprovecha.” ¿Quién más humano que este Niño? ¿Quién más cercano? Si os falta claridad en vuestra oración, si vuestro espíritu se siente perdido, volved los ojos al pesebre. Mirad sus manitas extendidas, como si ya nos llamaran a descansar en su amor.
Este Niño, aunque no pronuncia palabra, nos enseña con su sola presencia. Su silencio nos habla más alto que cualquier sermón: la oración no consiste en multiplicar palabras, sino en estar en su presencia con corazón abierto. Él es el maestro perfecto, que en la sencillez de su cuna nos muestra el camino a la comunión con Dios.
EL CAMINO DE LA INFANCIA ESPIRITUAL
¿Por qué eligió Dios venir como un niño? Santa Teresita del Niño Jesús responde con luminosa claridad: “Jesús quiso venir como un niño para que nadie temiera acercarse a Él.” Aquí está la razón de su pequeñez: no desea que le temamos, sino que confiemos plenamente en Él. Así como un niño extiende los brazos a su padre, así nos llama a que extendamos el corazón hacia Él.
La Navidad nos invita, como bien comprendió Teresita, a vivir la infancia espiritual. ¿Qué significa esto? Es dejar a un lado la autosuficiencia, reconocer nuestra dependencia de Dios, y abandonarnos en sus brazos como un niño que confía plenamente en el amor de su padre. La grandeza de este camino radica en que, al hacernos pequeños, Dios nos toma y nos eleva hasta Él.
EL AMOR QUE SE HACE PEQUEÑO
Pensad en esto: el mismo Dios que sostiene el universo en su mano se hizo un niño frágil y dependiente. ¡Qué abismo de amor! Él, que no necesitaba nada, quiso necesitarlo todo, para que nosotros aprendiéramos a no temerle. En su pobreza nos ofrece su riqueza; en su pequeñez nos muestra su grandeza. Así, con su sola presencia en el pesebre, nos enseña que no hay nada que temer cuando nos acercamos a Él.
¿Quién podrá contemplar este misterio sin sentirse conmovido? Dios no vino como un rey poderoso que impone, sino como un niño que suplica amor. Este Niño nos llama no con palabras, sino con su misma pequeñez, y nos dice: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11,28). Su misma presencia es descanso para el alma, bálsamo para el corazón.
VENID AL PESEBRE
Acercaos, pues, al pesebre. Mirad al Niño Jesús y dejad que os hable en el silencio de su humildad. Ofrecedle vuestro amor, aunque sea pequeño, porque este Niño no desprecia nada; Él vino precisamente a buscar lo que es pequeño y humilde. Si alguna vez os sentís indignos de acercaros, recordad que este Niño vino no por los justos, sino por los pecadores. Su amor no conoce límites ni condiciones.
Oh, pueblos enteros, escuchad esta llamada: Ved al Niño, ved al Amor hecho carne. Este es el Dios que se abaja para elevarnos, que se hace pequeño para conquistarnos. Contemplad sus ojos, tan llenos de ternura; su sonrisa, tan llena de paz. No es un Dios lejano, sino el Dios que toma nuestra miseria para colmarnos de su riqueza. Su misma pequeñez es un grito que resuena en el alma: “Venid, no temáis; yo soy vuestro descanso, vuestra esperanza, vuestra salvación.”
¿Qué excusa queda para no amarle? ¿Qué obstáculo puede interponerse entre este Niño y vuestro corazón? Al contemplar este pesebre, los cielos se abren y una voz parece susurrar a cada alma: “Amadle, porque Él ya os ha amado primero. Seguidle, porque Él ha venido a buscaros.” Dejad que este Niño encienda en vosotros un fuego que nunca se apague, un amor que nada pueda detener.
Pueblos, almas, corazones: arrodillaos ante este Dios hecho Niño, porque en su debilidad está vuestra fortaleza, en su pobreza está vuestra gloria, y en su ternura se encuentra la plenitud de todo vuestro anhelo. Venid a Belén, porque allí comienza la eternidad. Allí, en la humildad de un pesebre, está el Rey que reinará no desde un trono, sino desde vuestro corazón. Amadle, y seréis suyos para siempre.
OMO
BIBLIOGRAFÍA
• Teresa de Jesús, Libro de la Vida, cap. 22.
• Teresa del Niño Jesús, Manuscrito A, 4v-5v.
• La Sagrada Biblia, Mt 11,28; 2 Cor 8,9.
lunes, 23 de diciembre de 2024
EL ÁRBOL QUE NO PIDE, PERO LO DA TODO (DIÁLOGO ENTRE SAN JOSÉ Y EL NIÑO)
—¿QUIÉN SOY YO, HIJO, EN ESTA NOCHE INMENSA
QUE HUELE A HENO, A ESTRELLAS, A INFINITO?
¿QUIÉN ES ESTE HUMILDE QUE CON MANOS DE BARRO
CUSTODIA TU FUEGO COMO SI FUERA CENIZA?
—PADRE, ERES MÁS QUE HUMILDE, ERES MI TEMPLO.
EN TU SILENCIO HE ALZADO EL REFUGIO DEL MUNDO.
ERES EL ÁRBOL QUE NUTRE SIN EXIGIR FRUTOS,
EL CAMINO QUE SE ENTREGA SIN BUSCAR GLORIA.
—PERO, HIJO, EN MI PECHO LATE EL TEMOR
DE SER TAN PEQUEÑO ANTE LO TAN GRANDE.
TU SUSPIRO ME QUIEBRA COMO EL VIENTO AL OLIVO,
Y EN TUS MANOS PEQUEÑAS PESA TODO EL UNIVERSO.
—PADRE, NO TEMAS. EL PESO QUE SIENTES
NO ES DE LA GLORIA, SINO DE MI AMOR.
TU MANO CALLOSA ES MÁS SUAVE QUE LAS NUBES,
Y TU CORAZÓN, MÁS FUERTE QUE TODOS LOS REINOS.
—¿POR QUÉ, ENTONCES, SUEÑAN MIS NOCHES
CON CRUCES QUE SE ALZAN COMO TORRES DE FUEGO?
¿POR QUÉ SIENTO EN TU CUERPO PEQUEÑO
EL LATIDO DE UNA HERIDA QUE NO PUEDO DETENER?
—PADRE, LA CRUZ NO ES TUYA, ES MI ENTREGA.
PERO TU AMOR ME FORJÓ EN LA HUMILDAD
DE UNA CASA DONDE LA MADERA CANTA
Y EL TRABAJO ES LA ORACIÓN MÁS PURA.
—¡OH, HIJO! SI YO PUDIERA LLEVAR TU PESO,
SERÍA COMO EL CARPINTERO QUE LEVANTA LA VIGA.
SI LA CRUZ TE ESPERA, QUE SEA EN MIS HOMBROS,
Y NO EN TU FRAGILIDAD, QUE ES LUZ Y ESPERANZA.
—PADRE, MI PESO SERÁ LIGERO
PORQUE TU SOMBRA ME SIGUE COMO UN ESCUDO.
ERES MÁS QUE UN HOMBRE, ERES EL JUSTO
QUE DIOS ESCOGIÓ PARA CUSTODIAR SU ALIENTO.
—ENTONCES, SERÉ TU SOMBRA Y TU LUZ,
EL CAMINO QUE TE LLEVE A EGIPTO Y BELÉN.
EN MIS SUEÑOS TE VERÉ REY Y CORDERO,
Y MIS MANOS TE GUARDARÁN COMO A UNA LLAMA.
—PADRE, NO HAY REY MÁS GRANDE QUE TÚ,
QUE EN TU SILENCIO HABLA EL AMOR PERFECTO.
ERES EL TRIGO QUE SOSTIENE MI VIDA,
EL ÁRBOL QUE NO PIDE, PERO LO DA TODO.
—ENTONCES, HIJO, SI MI VIDA TE PERTENECE,
QUE MIS MANOS SEAN TU MADERO Y TU LUZ.
SERÉ EL ECO DE TU SUSURRO EN LA TIERRA,
Y CUANDO MUERA, TE ESPERARÉ EN EL CIELO.
Y EL NIÑO, CON SU ROSTRO INFINITO Y HUMANO,
SONRIÓ AL JUSTO QUE DIOS HABÍA ESCOGIDO.
Y EN AQUEL ABRAZO, DONDE LO DIVINO Y LO HUMANO
SE FUNDIERON EN UN SILENCIO MÁS ELOCUENTE QUE EL CANTO,
SAN JOSÉ ENTENDIÓ QUE NO HABÍA MAYOR GLORIA
QUE SER LA SOMBRA QUE SOSTIENE LA LUZ,
EL HUMILDE QUE, SIN SABERLO,
ERA EL TRONO DONDE DESCANSABA EL REY DEL UNIVERSO.
Y ASÍ, ENTRE EL ALIENTO DE LOS ÁNGELES Y LA HUMILDAD DE LA TIERRA,
EL AMOR SE HIZO ETERNO EN EL SILENCIO DEL JUSTO.
OMO
sábado, 21 de diciembre de 2024
ADVIENTO: EL DESIERTO QUE FLORECE
BIBLIOGRAFÍA
1. La Historia de un Alma, Santa Teresita del Niño Jesús.
2. Subida al Monte Carmelo, San Juan de la Cru
viernes, 20 de diciembre de 2024
jueves, 19 de diciembre de 2024
EL EMOCIONALISMO LUTERANO-MODERNISTA: SU IMPACTO DESTRUCTIVO EN LA FE Y EL ORDEN CRISTIANO
INTRODUCCIÓN
El emocionalismo, entendido como la exaltación desordenada de la experiencia subjetiva en la vida religiosa, tiene raíces profundas en la ruptura doctrinal de Lutero y se consolida con las filosofías modernas que inspiran el modernismo teológico. Este fenómeno no solo corrompe la fe, sino que también desintegra el orden social y político fundado en principios cristianos. Este artículo analiza el impacto destructivo del emocionalismo en el ámbito espiritual, doctrinal y político, y propone una restauración basada en la Tradición católica.
EL EMOCIONALISMO LUTERANO Y SU SUBJETIVISMO RELIGIOSO
La ruptura protestante de Lutero marcó una disociación radical entre la fe y la razón. Al proclamar la sola fide y la sola scriptura, Lutero redujo la fe a un acto subjetivo de confianza personal, desligado de las buenas obras, la mediación sacramental y la autoridad de la Iglesia.
El rechazo de la objetividad de la fe y la sustitución de la autoridad eclesial por la interpretación privada de las Escrituras generaron un subjetivismo religioso que ha fragmentado la unidad doctrinal y social de la Cristiandad. En este modelo, la salvación se basa únicamente en un “sentimiento de confianza” y no en la adhesión a las verdades reveladas y vividas en la Iglesia.
En el ámbito político, la ruptura luterana dio lugar a la subordinación de la religión al poder temporal, fomentando el surgimiento del Estado moderno y la progresiva secularización de la sociedad. Este proceso despojó al orden político de su fundamento divino y condujo a la proliferación de ideologías basadas en la autonomía humana.
EL MODERNISMO COMO HEREDERO DEL EMOCIONALISMO LUTERANO
El modernismo, definido como la tendencia a reinterpretar la fe conforme a los principios filosóficos modernos, es una prolongación del subjetivismo religioso iniciado por Lutero. Al igual que el protestantismo, el modernismo convierte la fe en una experiencia personal desligada de la verdad objetiva, abriendo las puertas al relativismo.
Las principales características del modernismo incluyen la exaltación de la experiencia religiosa individual como criterio de verdad, la negación de la inmutabilidad de los dogmas, y la subordinación de la Revelación divina a la conciencia humana. Según esta perspectiva, el dogma ya no es expresión de una verdad eterna, sino una construcción simbólica que evoluciona según las necesidades del hombre.
Estas ideas han debilitado la autoridad de la Iglesia y han introducido una profunda confusión doctrinal. La fe objetiva y sobrenatural es reemplazada por un sentimentalismo antropocéntrico que busca agradar al hombre más que glorificar a Dios.
LAS CONSECUENCIAS POLÍTICAS DEL EMOCIONALISMO Y EL MODERNISMO
El emocionalismo y el modernismo no solo afectan la fe, sino también el orden social y político. El subjetivismo religioso trasciende al ámbito jurídico y político, promoviendo la disolución de un sistema basado en la ley natural y divina.
En el plano jurídico, estas corrientes fomentan un relativismo legislativo donde las leyes se rigen por la voluntad cambiante de las mayorías, en lugar de buscar el bien común conforme a principios universales. Esto ha contribuido a la destrucción de los vínculos comunitarios naturales como la familia, las parroquias y las naciones.
El antropocentrismo inherente al modernismo niega la soberanía de Dios en el ámbito político y favorece la instauración de un orden secular centrado en el hombre. Este proceso de secularización ha despojado a la sociedad de su dimensión trascendente, conduciendo al predominio del materialismo y el utilitarismo.
PROPUESTA DE RESTAURACIÓN BASADA EN LA TRADICIÓN
Para contrarrestar el impacto destructivo del emocionalismo luterano-modernista, es necesario un retorno a los principios inmutables de la Tradición católica.
Primero, es fundamental restaurar la unidad espiritual y doctrinal de la Iglesia, reafirmando la autoridad del Magisterio y la fidelidad a la enseñanza tradicional. La fe católica no puede ser adaptada a las tendencias del mundo moderno, sino que debe ser vivida y defendida en su integridad.
Segundo, el orden político y jurídico debe volver a fundarse en el derecho natural y divino, reconociendo que toda autoridad legítima proviene de Dios. Las leyes deben estar orientadas al bien común y conformes a la verdad objetiva.
Finalmente, la reconstrucción de la Cristiandad exige un esfuerzo común para restaurar un orden social donde Cristo sea reconocido como Rey. Este ideal no es una utopía, sino la base sobre la cual se edificó la verdadera civilización cristiana.
CONCLUSIÓN
El emocionalismo luterano-modernista ha causado estragos tanto en la Iglesia como en la sociedad. Su exaltación de la subjetividad destruye la fe objetiva y desintegra el orden político basado en principios cristianos. La solución a esta crisis no está en adaptarse al espíritu del mundo, sino en regresar a las fuentes de la Tradición.
Solo un retorno al derecho natural, a la doctrina perenne y a la soberanía de Cristo puede restaurar el orden destruido por el subjetivismo y el relativismo. La verdadera reforma es aquella que, en palabras de los santos, busca “instaurar todas las cosas en Cristo”.
OMO
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BIBLIOGRAFÍA
1. Pascendi Dominici Gregis (1907).
2. Commonitorium, San Vicente de Lerins.
3. Summa Theologiae, Santo Tomás de Aquino.
4. Cornelio Fabro, voz “Modernismo” en la Enciclopedia Cattolica.
5. Ernst von Lasaulx, Über die Verfassungsformen der Kirche.
6. Miguel Ayuso, El estado en su laberinto.
miércoles, 18 de diciembre de 2024
ESTE ES EL TIEMPO
ESTE ES EL TIEMPO
Señor, este es el tiempo de pujar la cizaña,
de que todos te nieguen, de que triunfe el impío;
por eso, ante la ira del vulgo que se ensaña
contra tu omnipotencia, tu dolor se hace mío.
Yo sé que más que nunca te llueven los insultos,
que más que en otros tiempos te hiere la blasfemia
y que –promocionados por malévolos cultos–
el vicio y la injusticia se han vuelto una epidemia.
Hasta los que se dicen tu Iglesia son aliados
del mundo, al que despojan de tu divina fe
al tratar displicentes tus benditos legados
cual si fueran cenizas de un tiempo que se fue.
Ésta, mi Dios amado, es una amarga hora
que nos asoma al fondo del mal. La apostasía
florece ante el misterio de tu santa demora
y no sabemos cuando volverás todavía.
Repugna la crecida de bajezas humanas
y nuestros enemigos –milicias y legiones–
persisten enfrascados en sus empresas vanas
buscando amedrentarte con ruinosos torreones.
Por eso, Cristo –en medio de este dolor profundo
cuyo único consuelo proviene de tu mano–
mientras se desmoronan los cimientos del mundo,
te ruego que bendigas mi lucha de cristiano.
J. DORÉ
martes, 17 de diciembre de 2024
LAS POSADAS
lunes, 16 de diciembre de 2024
¿QUÉ SON LAS OCASIONES PRÓXIMAS DE PECADO?
Por Jesús Urones y Yasmin Oré
Se dice que la persona que está en peligro de ofender a Dios es porque se encuentra en una situación que lo conduce al pecado; es decir, en circunstancias que suponen para él una facilidad e incitación a pecar. La ocasión próxima de pecado puede proceder de personas que le incitan con su mal ejemplo o de cosas que atraen su voluntad al mal.
Por ello, no siempre debemos pensar que es fruto de malas compañías, también son hábitos o lugares que frecuentamos que nos llevan al mal camino. Para entender esto, podemos poner de ejemplo aquellos amigos que nos invitan a participar de actividades que incitan la lujuria, la embriaguez, la vanidad, etc. o ciertos lugares no recomendables para el católico por su alto contenido de tentación hacia los vicios o pecados de la carne tal como son las discotecas, disco-pubs, tabernas (cantinas), casinos, etc.
Es importante saber, que consentir las ocasiones de pecado, es similar a “amar el peligro”, pues estas poniendo en riesgo tu alma a caer en la tentación. Acercarnos al pecado (ocasión próxima) es dejarnos morder por la serpiente. La Escritura dice:
El corazón endurecido temerá al final el mal, y el que ama el peligro perecerá en él. Eclesiástico 3:27
"Como de serpiente huye del pecado, porque, si te acercas, te morderá. Dientes de león son sus dientes, que quitan la vida a los hombres. "Eclesiástico, 21:2
Por ello, debemos aprender a evitar estas ocasiones, o lo que viene a ser lo mismo “no ponernos en tentación”. La tentación es una solicitud, instigación o estímulo, interior o exterior, para cometer algún pecado. Decimos es interior cuando proviene de nuestra concupiscencia (egoísmo, soberbia, impaciencia, la carne), el apóstol Santiago enseña que: Cada uno es tentado por sus propias concupiscencias, que le atraen y seducen” (Santiago 1,14). Pero también existen tentaciones externas, en este sentido coincidirían con las ocasiones próximas de pecado: Sugestiones del mundo, o del demonio. Muchas de las tentaciones que sufrimos en el transcurso de nuestra vida provienen de las sugestiones e insinuaciones del demonio y del mundo. En este caso la propia escritura nos recomienda huir de lo que ocasionará el pecado:
Y si tu ojo derecho te escandaliza, sácalo y échalo de ti. Porque te conviene que se pierda uno de tus miembros, antes que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te escandaliza córtala y échala de ti; porque te conviene que se pierda uno de tus miembros, antes que todo tu cuerpo sea echado al infierno "Mateo 5: 29-30
Este texto, no debe entenderse literalmente sino la enseñanza que de éste se deriva y es que cuando estamos ante una ocasión próxima de pecado, debemos actuar rápidamente evitando todo diálogo con ella o darle gusto, alejándonos de la tentación, en definitiva, cortar toda relación con lo que nos va a generar esa tentación que nos incitará a pecar.
Evidentemente la división en los dos tipos de tentaciones se debe a que existen tres enemigos del alma: el demonio, la carne y el mundo. Los tres actúan juntos, nos inducen al pecado y a la condenación, por eso es fundamental conocer quiénes son los enemigos del hombre en su progreso espiritual y su camino de santidad para poderlos hacer frente.
Cuando en teología se habla de “ocasión de pecado”, se suele diferenciar entre “ocasión próxima” y “ocasión remota”. Son próximas las que ponen en un peligro serio y grave; es decir, un peligro tal que prudentemente se ha de temer que hará sucumbir a la persona de quien se trata. Son remotas las que conllevan un peligro ligero, que pide cautela, pero que se supone fácilmente superable.
Ejemplos prácticos de ocasión próxima de pecado:
Pongamos algunos ejemplos de ocasión próxima de pecado: digamos que tengo la costumbre de murmurar sobre la gente, hablando a sus espaldas. Digamos que Dios me da la gracia de arrepentirme de ese pecado, de confesarlo y de sentir un fuerte deseo de romper ese hábito. Para hacerlo, será de ayuda evitar situaciones que tienden a fomentar el chisme (esas situaciones son las “ocasiones de pecado” que estamos considerando). Quizás almorzar en el club de tenis es una situación en la que los chismes tienden a dominar la conversación. O tal vez salir a tomar algo con amigos que tienen esta mala costumbre y nos incitan a ello. Evitar ir a estos lugares frecuentemente o no pasar mucho tiempo con esas personas puede ser una buena elección. Me ayudarían a evitar situaciones (ocasiones) en las que tiendo a ceder a la tentación del chisme.
Otro ejemplo, sé que me entra la tentación por la vista, pues a los hombres la tentación de la carne, del sexo , de la excitación les entra por los sentidos en concreto el de la vista, si yo conozco que tengo esa tentación evitaré comprar revistas que me generen dicha tentación, evitaré ver películas de contenido erótico o sexual, e incluso ir a lugares donde estaré siendo tentado, como son las discotecas, playas, disco-pubs etc.
¿Cómo evitar las tentaciones y las ocasiones próximas de pecado?
Por último, os dejo algunas enseñanzas de sacerdotes que han tratado este tema más ampliamente:
Jose Maria Iraburu :
La tentación hay que combatirla desde el principio, desde que se insinúa. Hay que apagar la chispa del fuego inmediatamente, antes de que haga un incendio. Hay que aplastar la cabeza de la Serpiente tentadora en cuanto asoma, al punto, sin entrar en diálogo, sin darle ninguna opción.
Royo Marin en su obra “Teología de la perfección cristiana”:
Durante la tentación. - La conducta práctica durante la tentación puede resumirse en una sola palabra: resistir. No basta mantener una actitud meramente pasiva (ni consentir ni dejar de consentir), sino que es menester una resistencia positiva. Pero esta resistencia positiva puede ser directa o indirecta.
a) RESISTENCIA DIRECTA es la que se enfrenta con la tentación misma y la supera haciendo precisamente lo contrario de lo que ella sugiere. Por ejemplo: empezar a hablar bien de una persona cuando nos sentíamos tentados a criticarla, dar una limosna espléndida cuando la tacañería trataba de cerrarnos la mano para una limosna corriente, prolongar la oración cuando el enemigo nos sugería acortarla o suprimirla, hacer un acto de pública manifestación de fe cuando el respeto humano trataba de atemorizarnos, etc. Esta resistencia directa conviene emplearla en toda clase de tentaciones, a excepción de las que se refieren a la fe o a la pureza, como vamos a decir en seguida.
b) RESISTENCIA INDIRECTA es la que no se enfrenta con la tentación, sino que se aparta de ella, distrayendo la mente a otro objeto completamente distinto. Está particularmente indicada en las tentaciones contra la fe o la castidad, en las que no conviene la lucha directa, que quizá aumentaría la tentación por lo peligroso y resbaladizo de la materia.
Adolfo Tanquerei en su obra “Compendio de Teologías ascética y mística”:
Para vencer las tentaciones y hacerlas redundar en provecho de nuestra alma, hemos de procurar tres cosas principales: 1º prevenir la tentación; 2º pelear con ella valientemente; 3º dar gracias a Dios después de la victoria, o levantarnos después de la caída.
Fuente: ReL
Nota: Es conveniente saber y tener presente que exponerse voluntaria y deliberadamente, Y SIN NECESIDAD ALGUNA, a una ocasión próxima de pecado mortal (aunque no se incurra en el mismo), es ya en sí misma una falta grave.
sábado, 14 de diciembre de 2024
MEDITACIÓN SOBRE TRES CLASES DE CONVERSIONES
I. Hay algunos que se dan a Dios desde su tierna juventud y que parece hubieran bebido la piedad con la leche. Dichoso aquél que lleva el yugo del Señor desde su adolescencia, porque el hábito de practicar la virtud trócase para él en una segunda naturaleza. Da a Dios las primicias de tu vida; desde muy temprano hazle el sacrificio de ti mismo; tu cruz te parecerá más ligera a medida que tengas más edad.
II. Existen otras personas que dan al mundo la flor de su vida y que, después de haber experimentado la vanidad de sus placeres, se disgustan de ellos y se dan a Dios. Si estás entre éstos, llora con la amargura de tu alma los años que sacrificaste al mundo; con fervor debes suplir el poco tiempo que te queda. Si todavía no has comenzado a servir a Dios, apúrate a hacerlo: comienza desde hoy, porque Dios ha prometido el perdón al arrepentido, pero no ha prometido el mañana al pecador que aplaza su penitencia (San Agustín).
III. En fin, hay personas que, al comienzo de su conversión, son todo fuego para los ejercicios de piedad pero poco a poco su celo se enfría y terminan por volver a sus antiguos placeres. Si por desgracia fueras tú uno de éstos, compara, por favor, las dulzuras y la tranquilidad de que gozabas en aquel entonces, con la turbación y los remordimientos que te inquietan ahora. Piensa en los motivos que te habían excitado al servicio de Dios: las mismas causas producirán los mismos efectos.
La penitencia.
Orad por la conversión de los herejes.
ORACIÓN
Señor, que la intercesión del bienaventurado Mesmín, abad, nos haga agradables a vuestra Majestad, a fin de que obtengamos por sus oraciones lo que no podemos esperar de nuestros méritos.
Por J. C. N. S.