A principios de 1848 vive en París un periodista que tiene ya dos hijas y espera el nacimiento de un varón. Se lo participa así a un amigo: “el próximo mes tenemos que preparar una tercera cuna. Ruegue usted a Dios que ponga un varón en ella, y sobre todo que le conceda la más alta de las vocaciones humanas. Que sea un sacerdote , y si es posible un religioso, y si es posible un misionero, y si es posible un mártir. Dios hará de él lo que quiera. y cuanto haga estará bien, pero nuestro primer varón ya le está ofrecido y consagrado en nuestros corazones, pues lo dedicamos a la cruz que salvó al mundo. Se llamará Pedro, para que crea, para que ame, para que su alma quede preservada de toda ponzoña herética”.
“Mi querido Enrique. Agradezco tus palabras. Dios me envió una prueba terrible, mas lo hizo a la manera de un padre, misericordiosamente. Han penetrado en mi corazón más luces y consuelos que las lágrimas que lloré. La fe me enseña que mis hijas viven, y yo lo creo. Hasta me atrevo a decir que yo lo sé. Las contemplo en el cielo. Tengo la certidumbre que me ayudarán en lo que debo hacer para reunirme con ellas. Ante sus tumbas niego la muerte, niego hasta la separación. Sólo el pecado es muerte. Dolores como estos encienden en el alma un fuego que la purifica, consumiendo al pecado. Jamás sufrí tanto, y jámas, también, sentí en mí serenidad más celestial. Dios obra con nosotros como tú procedes con tus enfermos. Les suministras amargos menjurjes; tajas, cortas, quemas para curarlos. La ciencia del Señor no es limitada ni falible. Acércate, mi querido amigo, a estas verdades divinas. Lo son todo, y el hombre no es nada sino por ellas. Purifican la alegría, santifican el dolor, dan la solución de todos los enigmas. Si no las tuviera, arrojaría mi fardo, o quedaría aplastado bajo su peso. Con ellas, lo cargo. Si estuvieras aquí con nosotros comprenderías lo que es la religión, viendo a mi hermana. Verías el colmo del dolor y el colmo del valor. Amaba a mis hijas como una madre. Tuvo que sepultarlas, y sus lágrimas corren desde entonces, pero no muestra al mundo sino un rostro sereno y sonriente. No estamos aplastados, sino de rodillas, pues no tenemos que hacer ningún esfuerzo para someternos a la voluntad de Dios, bendiciéndola y amándola.
“Adiós, mi querido amigo. Saludo fraternalmente a tu mujer, y te abrazo con toda la ternura de mi vieja amistad”.
Como siempre un excelente post...
ResponderEliminarHace poco pasé una de mis frecuentes crisis de Fe, y es extraño puesto que todo mi ser cree, pero todo mi corazón es puesto a prueba al sentirse en el abandono. Como si uno no fuera una prioridad para Dios. Y es una tentación tan fuerte, porque después de ver que Dios le habla a uno en las cosas mas sencillas, que Dios se manifiesta y se revela de una forma personal en las mas completas y excéntricas casualidades, uno siente una terrible soledad cuando "Dios calla". Es un momento terrible que así como uno se siente amado de forma personal y única por Dios llegamos al punto de sentir que existe un abandono y desprecio personal hacia nosotros.
Si alguno de ustedes está en ese momento, le recomiendo la catequesis de nuestro queridísimo papa Benedicto. Es la catequesis del 14 de septiembre del 2011. Salmo 22: Dios está presente en el momento de la angustia. Es fácil de buscar en google.
Además, dos reflexiones me han ayudado a empezar a levantarme de ese desánimo:
San Juan 15, 13: "No hay amor mas grande que dar la vida por los amigos":
y
1a Corintios 13, 4-8: "El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tienen en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás…"
Empecé a meditar lo que significa ser amigo y el querer a alguien. El amar a alguien implica sacrificio, entrega y abandono de lo que es uno. Total entrega. Empecé a pensar en aquella vez que pasé el tiempo en el hospital al lado de la cama de mi hermano, sin dormir y sin comer esperando a que estuviera mejor, a que los doctores pudieran hacerlo mejorar. Haciendo cosas que mi cuerpo por naturaleza no deseaba pero aún así quería hacer con todo mi corazón. Forzándolo a trabajar en el cansancio a estar activo cuando está exhausto. Haciendo las labores de mis padres para que ellos pudieran descansar por unos momentos cuando ya las piernas me estaban matando… Todo por amor… pienso que ellos se dieron cuenta cuánto los amo ante la pregunta implícita del ¿me amas?…
Me di cuenta que cuando Dios "calla" es porque Dios pregunta "¿Me amas?"… y una de las veces empecé a pensar en lo que usualmente le respondo con mis actitudes y acciones… esa vez hice algo diferente, puedo decir, que en el momento de más debilidad, en el momento de la crisis de Fe… le respondí a Dios con ayuno y penitencia y esa vez salí enormemente fortalecido…
El rezo a nuestra querida Madre también nos ayudará muchísimo, pero mas que centrado en nuestra petición (porque muchas veces nos atamos a lo que pedimos y no admitimos como se dan las cosas), centrarnos en el rezo de amor.
Excelente tu comentario, estimado hermano en Cristo Jesús. Gracias, me ayudó mucho.
ResponderEliminarJosé