Cuando el tumulto se alejó, desapareció en la noche, los olivos hablaron:
-Nosotros le vimos penetrar en el Huerto.
-Yo recogí una rama para no rozarlo
-Yo la incliné para que me tocara.
-¡Todos le miramos, con una sola y estremecida mirada!
-Cuando habló a los discípulos, yo, el más próximo, conocí toda la dulzura de la voz humana.
-Nosotros enlazamos apretándolos los follajes, cuando bajaba el ángel con el cáliz, para que no lo bebiera.
-Y cuando lo apuró, la amargura de su labio traspasó los follajes y subió hasta lo alto de las copas. ¡Ningún ave nos quebrará más la hoja amarga, ahora más amarga que el laurel!
- En su sudor de sangre bebieron nuestras raíces. ¡Todas han bebido!
-Yo dejé caer una hoja en el rostro de Pedro, que dormía.
Apenas se estremeció. Desde entonces sé, ¡oh hermanos!, que los hombres no aman, que hasta cuando quieran amar no aman bien.
-Cuando le besó Judas, veló Él la luna, porque nosotros, ¡árboles!, no viéramos el beso de un hombre.
-Pero mi rama lo vio, y está quemada sobre mi tronco con vergüenza.
-¡Ninguno de nosotros hubiera querido tener el alma en ese instante!
-Nunca le vimos antes; los lirios de las colinas lo miraron pasar. ¿Por qué no sombreó ninguna siesta junto a nosotros?
-Si le hubiéramos visto alguna vez, ahora también quisiéramos morir.
-¿Dónde ha ido? ¿Dónde está a estas horas?
-Un soldado dijo que lo crucificarían mañana sobre el monte.
-Tal vez nos mire en su agonía, cuando ya se doble su cabeza;
-Quizás lleve muchas heridas; acaso se halle a estas horas como uno de nosotros vestido de heridas.
-Mañana le bajarán al valle para sepultarle.
-¡Que descienda todo el aceite de nuestros frutos, que las raíces lleven un río de aceite bajo la tierra, hasta sus heridas!
-Amanece. ¡Han emblanquecido todos nuestros follajes!.
De la misma escritora: http://www.catolicidad.com/2012/08/reflexion-ante-la-cruz.html
¿Gabriela Mistral era católica o atea? porque escribió un verso muy lindo que para mi es como si lo hubiera escrito para el niño Jesus.
ResponderEliminarPIECECITOS
A doña Isaura Dinator.
Piececitos de niño,
azulosos de frío,
¡cómo os ven y no os cubren,
Dios mío!
¡Piececitos heridos
por los guijarros todos,
ultrajados de nieves
y lodos!
El hombre ciego ignora
que por donde pasáis,
una flor de luz viva
dejáis;
que allí donde ponéis
la plantita sangrante,
el nardo nace más
fragante.
Sed, puesto que marcháis
por los caminos rectos,
heroicos como sois
perfectos.
Piececitos de niño,
dos joyitas sufrientes,
¡cómo pasan sin veros
las gentes!