Si a la juventud de hoy no le damos más que sensibilidad: nos agarramos de la mano, nos queremos mucho y caminamos juntos, nos abrazamos, nos damos besitos y nos contamos
las experiencias de la vida, y nos decimos los unos a los otros: "¡Sonríe, que Dios te ama!"
Esta juventud terminará abandonando la Iglesia o perderá el interés, porque lo que necesita la juventud es una formación más sólida, más profunda. Esos eslóganes, a lo mejor, sirven para el adolescente que se acerca a recibir a Cristo, pero si después no le damos ese alimento sólido, que es la doctrina del Salvador, no podrán sobrellevar con actitud cristiana las dificultades de la vida. Si no les hemos dado un sentido de la vida, una columna vertebral capaz de cargar la cruz, todo eso otro pasa llevado por el bien.
Está bien que a Cristo lo queramos con todos nuestros sentimientos, pero amar a Cristo es mucho más profundo que eso "No son los que me dicen Señor Señor (...) es el que hace la voluntad de mi Padre; el que me ama es el que cumple mis mandamientos" (Mt. 7, 21 - Jn. 14, 21); el que ama a Cristo tiene que escuchar la doctrina de Cristo.
- Padre Alberto Ezcurra.
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