Antes de referirnos a esta noticia, como es nuestra costumbre en estos casos, hemos esperado el tiempo suficiente para cualquier aclaración de la Santa Sede o cualquier condenación del Papa a los gravísimos sucesos ocurridos en el mismo Vaticano y que aquí señalaremos. Lamentablemente no hubo ni una cosa ni la otra por parte de quienes deberían haberlo hecho. Solo el director del Centro de Información de la diócesis de Helsinki (Finlandia) ha emitido un comunicado en el que recuerda que solo los católicos en estado de gracia pueden recibir el sacramento católico de la Eucaristía y en el que, además, señala que "no todas las personas que reparten la Comunión conocen cada punto de la enseñanza y la práctica de la Iglesia y es posible que se cometan errores", refiriéndose a lo sucedido en el Vaticano.
¿Y qué es lo que ocurrió en el Vaticano?
A un grupo de luteranos finlandeses se les ofreció la Santa Comunión por parte de sacerdote(s) católico(s) en una misa celebrada en el Vaticano tras una reunión de aquellos con el papa Francisco. Después de la audiencia papal, la delegación estuvo presente en una celebración de la misa católica. De acuerdo con el "obispo" luterano (recuérdese que realmente no son obispos, sino personas común y corrientes, pues no tienen sucesión apostólica), Samuel Salmi, que estaba presente en el momento de la comunión, los no católicos colocaron la mano derecha sobre el hombro izquierdo, una forma tradicional que indica que ellos no cumplían los requisitos para recibir la Eucaristía (ser católicos, tener la fe católica en la Eucaristía y estar en gracia santificante, confesados). Sin embargo, el sacerdote o los sacerdotes que celebraban insistieron en que la recibieran y los luteranos accedieron a ello.
Grupo luterano en Roma encabezado por Samuel Salmi |
Es decir que los mismos sacerdotes católicos forzaron a comulgar el Cuerpo de Cristo a quienes no solo no pertenecen a la Iglesia Católica, sino que tampoco creen en la presencia real de Cristo en la Sagrada Eucaristía y niegan la transubstanciación. Además, se les eximió de una condición que tiene todo católico al comulgar (pues de lo contrario comete sacrilegio): el estado de gracia conservado tras la última confesión bien hecha, pues los luteranos no creen ni practican el sacramento de la Penitencia.
La Iglesia Católica enseña que SÓLO A QUIENES PERMANECEN EN EL CUERPO DE LA IGLESIA LES APROVECHAN PARA SU SALVACIÓN LOS SACRAMENTOS (Concilio de Florencia. Denz. 714). Además que se requiere la fe en lo que se está recibiendo y los luteranos no creen que Cristo esté realmente presente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en la hostia consagrada, pues niegan la transubstanciación. ¿Por qué se les invita a recibir en lo que no creen y a cometer semejante sacrilegio? Aunado a que no habían tampoco acudido al sacramento de la Confesión en el que, por supuesto, tampoco creen. Con esto se provocó la abominación de la desolación en el corazón mismo de la Iglesia.
No pueden tampoco invocar -para tratar de justificar lo sucedido- la rendija que lamentablemente se abrió en el pontificado de Pablo VI en casos "extraordinarios" (para ciertos no católicos, principalmente ortodoxos, que sí crean en la presencia real y en condiciones muy particulares y precisas) que también contraviene al Concilio de Florencia y a lo dicho y hecho por la Iglesia durante dos mil años, rendija que fue atinadamente rechazada mayoritariamente por los mismos ortodoxos (no católicos). Toda puerta entreabierta al error termina abriéndose totalmente como ahora ha sucedido. Es la dialéctica propia del error.
Tampoco pueden invocar la sola fe, porque en principio no la tienen en la Presencia Real y si la tuviesen se les aplica lo dicho por el Concilio dogmático de Trento: "Si alguno dijere que la sola fe es preparación suficiente para recibir el sacramento de la santísima Eucaristía, sea anatema."
Y es ese mismo Concilio el que recuerda que "a quienes grave la conciencia de pecado mortal, por muy contritos que se consideren, deben necesariamente hacer previa confesión sacramental", pues de lo contrario lo recibirán "indignamente y, por ende, para muerte y condenación" y que quien pertinazmente sostenga lo contrario queda excomulgado. De hecho el sacrosanto Concilio está recordando la doctrina establecida en la Palabra de Dios explicada por san Pablo. En la Primera Carta del Apóstol a los Corintios leemos: "De modo que quien comiere el pan o bebiere el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor...Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación." (11, 27-29).
Luego si los luteranos no creen en el sacramento de la Penitencia, se les eximió de una ley que se le impone a todo a quien comulga. ¿O van inventar que un no católico está exento de lo que se exige al católico? Sería entonces mejor la condición del no católico, lo que es absurdo. Además el Concilio Trento enseña dogmáticamente: "Si alguno dijere que la confesión sacramental o no fue instituida o no es necesaria para la salvación por derecho divino...sea anatema"(Denz. 916). Y que "Si alguno dijere que para la remisión de los pecados en el sacramento de la penitencia no es necesario de derecho divino confesar TODOS y CADA UNO de los pecados mortales de que con debida y diligente premeditación se tenga memoria, aun los ocultos... y las circunstancias que cambian la especie de pecado...sea anatema" (Denz. 917).
Una semana ha pasado y la Santa Sede no ha dicho nada sobre este gravísimo sacrilegio en el corazón mismo de la Iglesia ni sancionado a quien o quienes lo propiciaron. Increíble. El mundo debió haber crugido y haberse cimbrado ante tan bárbara profanación del Cuerpo de Cristo entregado sacrílegamente; sin embargo, fuera de las declaraciones de diócesis de Helsinki, nada se dijo oficialmente ni nadie fue recriminado ni severamente sancionado. ¡¿Por qué?!
La ingenua disculpa de la diócesis de Helsinki diciendo que "no todas las personas que reparten la Comunión conocen cada punto de la enseñanza y la práctica de la Iglesia y es posible que se cometan errores", es absurda y no disculpa nada.
Mucha razón tuvo el P. Amorth al decir: "El humo de Satanás ha entrado a todas partes. ¡A todas partes! Quizá fuimos excluidos de la audiencia del Papa, porque tenían miedo de que tantos exorcistas consiguieran expulsar a las legiones de demonios que se han instalado en el Vaticano" (Ver cita AQUÍ).
En realidad, no parece existir mucha diferencia de fondo entre este "regalo" y el que Judas hizo a los Sumos Pontífices; regalo que deshonró a otorgante y receptores. En el caso de la comunión sacrílega, los otorgantes hicieron comer su propio juicio a los receptores, mismos que aceptaron el regalo no creyendo en él y sabiéndose indignos, como ellos inicialmete lo reconocieron.
Todo esto nos hace recordar las gravísimas palabras de Cristo: "Pero cuando vuelva el Hijo del hombre, ¿hallará por ventura fe sobre la tierra?" (Lc. XVIII, 8).
¡Perdónanos por estas ofensas y sacrilegios, y ven pronto, Señor!
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