domingo, 16 de diciembre de 2018

COMO UNA INMENSA GRUTA por Alfonso Junco


Viene la Nochebuena. Nos acercamos a Belén.

Acerquémonos con el alma desasida de los fangos de la tierra. No los estrépitos mundanos con que nuestra torpeza suele desnaturalizar la Navidad y sus preludios, consumando la monstruosa paradoja de festejar la buena nueva de Jesús con la mala vejez del paganismo, sino el recogimiento luminoso, la encendida ternura, la espiritual alegría que renueve en nosotros la perdida diafanidad, y nos dé el sentido anunciador y divino de la fiesta.

Sólo de la pureza de María pudo Cristo nacer. Sólo la pureza es divinamente fecunda. Apercibámonos, pues, con amorosa purificación, para lograr que Cristo nazca en nosotros. Y entreguémonos en vehemente irradiación apostólica, cooperando a que Cristo nazca y viva también en nuestros hermanos, en nuestra patria, en la cabal anchura de la tierra.

¡Ah, la ambición divina de los sueños! ¿Veremos algún día esa universal Navidad, en que los himnos de los ángeles y las claridades de los cielos palpiten y fulguren sobre la totalidad del mundo, como sobre una inmensa gruta de Belén?...

Texto tomado de Ábside XXV-1. 

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