miércoles, 3 de junio de 2020

EMPLEAR EL SENSUS FIDEI


El médico aunque enferme puede curar. Los ministros de Cristo no son todos santos. El confesor si peca, también se confiesa y ello no le quita el poder de perdonar. Quien cura el alma de otros con la absolución, también puede enfermarse espiritualmente -que es peor que físicamente- por el pecado. Por supuesto, nada justifica la ofensa a Dios, porque el pecado como tal nunca tiene justificación en nadie. Todo ser humano puede pecar por su naturaleza caída que lo hace proclive a caer en las tentaciones del maligno. El sacerdocio no elimina la humanidad del ministro, aunque le exige -más que a nadie- una vida de santidad. Pero los defectos y errores humanos no quitan que Jesús les delegó ese poder de remitir los pecados ajenos, cuando dijo: ‘A quienes perdonen sus pecados, serán perdonados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos’. Jn 20.23. Además, debe saberse que todos somos pecadores y que los sacerdotes confiesan a menudo sus pecados, pues hasta los más santos tienen faltas veniales e imperfecciones.

El catolicismo es la única y verdadera religión fundada por Cristo-Dios y su veracidad no depende del comportamiento -bueno, malo o regular- de sus ministros, como la ciencia médica no es falsa por los malos médicos. Él proclamó: ‘Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás’. Juan 11, 25-26. ‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida’. Juan 14, 1-6. Sólo el débil pierde la fe por el comportamiento de los ministros de Dios. Otro asunto es que pueda y deba huir de los malos pastores, sobre todo de aquellos que con sus prédicas destruyen la fe o la moral contraviniendo las enseñanzas de la propia Iglesia y que alejan a los fieles del genuino magisterio. Sólo el jacobino de mala fe -con la arrogancia de quien muchas veces se ostenta como perfecto- descalifica la veracidad del catolicismo en función de los defectos humanos, como si la Verdad revelada por Dios dependiera de éstos y como si dichos jacobinos fueran un dechado de santidad y virtudes (cuando debieran empezar por juzgar la viga en el ojo propio).

Así que resulta una falacia impugnar la veracidad de la religión católica con el sólo pretexto del pésimo comportamiento de algunos ministros (en diversas congregaciones, que además están traicionando a Cristo y a su Iglesia) como esa lamentable MINORÍA de pederastas (que existen también, y en mayor medida, en todos los estratos y en todos los medios seculares de la sociedad, como también en general en otras religiones), lo que equivaldría a negar la veracidad de una ciencia por sólo la mala conducta de los malos científicos. Además, generalizar el pésimo y condenable comportamiento de unos cuantos es verdaderamente una actitud diabólica con fines -arteros e inconfesables- de calumniar a todos para atacar a la Iglesia de Cristo. De este modo, los médicos criminales -que los hay- no descalifican la medicina como tal. De igual manera, no confesarse con un ministro designado por Dios para perdonar los pecados con el pretexto de que es un hombre pecador igual que nosotros, es una falacia semejante a la ridiculez de no querer ir a curarse con un médico porque los médicos también padecen enfermedades o existiera, entre ellos, quien fuera criminal.

Es urgente destruir los mitos que esgrimen los ENEMIGOS DE DIOS y que, lamentablemente, hay que reconocerlo, convencen a algunos ingenuos y débiles en la fe que no han escuchado más que lo que dicen estos sofistas sin realizar siquiera, por sí mismos, un más profundo análisis y razonamiento, empleando el sensus fidei o, por lo menos, el sentido común.

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