I. Las almas del purgatorio sufren la pena de daño, porque están privadas de la vista de Dios. ¡Qué cruel es esta separación! La naturaleza y la gracia los impulsan violentamente hacia Dios, pero no pueden llegar hasta Él. Lo que les causa más pena es ver que su dicha es aplazada porque, en la tierra, gozaron de algunos leves placeres que les estaban prohibidos. Ten piedad de estas almas y, con tus mortificaciones, trabaja por retirarlas de esta triste morada.
II. Estas almas son atormentadas por el mismo fuego que atormenta a los condenados, su pena es la misma; la única diferencia está en que los condenados sufrirán toda la eternidad y las almas del purgatorio solamente un tiempo. Puedes abreviar este tiempo con tus oraciones, ayunos y limosnas. ¿Negarás esta caridad a tus padres, a tus hermanos cristianos que te la piden? Oye su queja: ¡Tened piedad de mí, tened piedad de mí, por lo menos vosotros que fuisteis mis amigos!
III. Estas santas almas, sin embargo, tienen consuelos en medio de sus suplicios, porque están resignadas a la voluntad de Dios que en ellas se cumple para purificarlas, y porque ven, por un lado, el infierno que evitaron, y por el otro, el cielo que las espera. Cristianos, aprended de ellas cómo hay que sufrir y pasad lo más que podáis vuestro purgatorio en esta vida; sufrid con la misma fortaleza y la misma esperanza que las almas del purgatorio. Señor, purificadme en esta vida, a fin de que después de esta vida escape de las llamas del purgatorio (San Agustín).
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La devoción a las almas del purgatorio.
Orad por su liberación.
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