sábado, 3 de marzo de 2012

LAS CONSECUENCIAS DE LA LUJURIA

Autor: Fr. Melchor Cano O.P. 
(Tarancón, Cuenca 1509 - Madridejos, Toledo, 30 de septiembre de 1560), fraile dominico, teólogo y obispo.

"...Pues veamos ahora cuántos son los males que de este solo mal proceden. Primeramente hace a los hombres, hombres de noche, que como lechuzas u otros animales nocturnos, no pueden alzar los ojos a ningún resplandor ni hermosura celestial. Item, hácese el hombre inconsiderado, que ni teme daño ni vergüenza, ni tiene respeto al bien que pierde ni al mal en que incurre; porque el vicio a que está atado le trae en torno cubierta la vista como a bestia de noria, o como a Sansón los filisteos, sacados los ojos en la tahona. Finalmente, de tal suerte se ciega la razón, que todo el afecto que se había de emplear en Dios, se revuelve al mundo, y todo el cuidado que se había de poner en el alma, se traspasa al cuerpo; ni se sabe ya imaginar otro paraíso, salvo revolcarse en el cieno del lujurioso deleite, y si alguna vez levanta el corazón a Dios, es para le demandar o gracias mundanas o bienes temporales; que otros ni los desea ni los estima, y aún a las veces este abominable vicio trae al hombre a un fastidio de Dios y de las cosas divinas, y sólo aquello le cae en gracia, que no desdice a sus torpes deseos.

La lección de santos libros le aborrece, las buenas prácticas le enfadan, la oración le da en el rostro, de la santidad propia desespera, la ajena le amohína, los humanos consejos le importunan, las divinas inspiraciones le remuerden. En fin, toda buena consideración le es molesta; porque el miserable deleite le tiene tan cautiva el alma, que le hace tener odio a todo lo que pone embargo en los placeres de la carne; y así le pesa que haya leyes en contrario, que haya infierno, que se le recuerden sus pecados, que haya inmortalidad del alma y eternidad de siglo venidero, con breve término y conclusión de toda su felicidad presente. Donde viene que la fe no les es más que una hiel en la miel de sus carnalidades, y cuando le representa, o la eterna bienaventuranza de los buenos, o la perpetua mala ventura de los malos malditos, cae en una mortal accidia*, y comienza a vacilar en la firmeza de la fe con una confusión de varios pensamientos, que es la Babilonia, la cual edificó el amor propio, creciendo de día en día, hasta venir al desprecio de Dios y de sus divinos preceptos. Tal es la cola de esta monstruosa serpiente, que luego tan halagüeño y blando rostro nos muestra. Tal es el remate del vicio de la lujuria, que poco a poco vino a asolar la fábrica de la virtud hasta los fundamentos de ella."

*Accidia. Según santo Tomás, consiste en “entristecerse del bien divino” y es una especie de embotamiento espiritual que impide iniciar el bien.

Fuente: TRATADO DE LA VICTORIA DE SÍ MISMO, de Fr. Melchor Cano, O.P.
____________________________________________________________________________________

3 comentarios:

  1. excelente exposicion...conozco personas que han destruido familias, amistades,todo por este vicio. no les ha importado nada, solo vivir comodos en la mentira de este cancer espiritual que borra totalmente la vision sobrenatural y el gusto por las virtudes. pobres los que se topen con esta clase de personas. solo buscan el camino que lo llevan al abismo de la perdicion, el amor que nos enseña satanas.

    ResponderEliminar
  2. una persona que haya tenido sexo prematrimonial, puede amar igual que uan que no lo haya hecho

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tu frase es muy genérica. Dependerá de muchos aspectos.

      Indudablemente quien haya sido casto por amor a Dios y a su futura esposa, sin dudad estará en un nivel espiritual mucho más alto. Y eso habla de una amor más grande.

      No se diga del que es lujurioso de por sí. Generalmente lo será antes y durante su matrimonio.

      Quien se desborda en la lujuria, será sin duda siempre alguien egoísta. Defecto contrario al amor. A no ser que rectifique el camino. Algo que también es posible -aunque difícil- sólo con la gracia de Dios y mucha determinación y voluntad.

      Eliminar