Hace algunos días, un empleado de una tienda de mascotas en México -contra la política de la misma- realizó un video, que subió a la red, en el que tratando de hacerse el "gracioso" golpeaba y lastimaba a un pequeño perrito. Se convirtió en viral y con muchísimos comentarios justamente reprobatorios.
Hasta ahí muy bien, lo extraño es que la mayoría de esas voces que claman -con razón- por defender a un animal tratado cruelmente (no fue asesinado ni se le dañó de manera permanente), callan y no protestan cuando un ser humano es asesinado -de la peor manera- en el seno de quien debería amarlo y protegerlo.
¿Por qué se emplean dos medidas tan distintas? Una, si se trata de crueldad contra animales y otra, si tiene que ver con el derecho fundamental a la vida de todo ser humano, sobre todo cuando es el ser más pequeño al que pocos dan voz para su defensa.
¿Hemos perdido el juicio y la proporción de las cosas? ¿Es mucho más importante el sufrimiento de un pobre perrito que la vida de un bebé que es un ser humano?
El genocidio a través del aborto ha cobrado más vidas que todas las guerras juntas.
Y casi todos callan...
Son las dos caras del mismo dominó.
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