jueves, 14 de septiembre de 2017

LA VIRGEN DE GUADALUPE ES INCULTURACIÓN, NO SINCRETISMO

  • A propósito de la escultura blasfema de Guadalajara sobre la que crece, día a día, con mayor fuerza, el repudio de la sociedad tapatía.
  • Un eclesiástico verdaderamente preparado tapa la boca a Solalinde, monaguillo de Coatlicue.

Fragmento de la Homilía de Mons. Eduardo Chávez Sánchez, Teólogo Magistral Guadalupano, proclamada el 6 de septiembre de 2017, en la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe.

«Hijos, entre los indígenas no había este concepto de un Dios bueno, de un Dios que sana, de un Dios que salva, de un Dios que hace una nueva civilización en el Amor. No tenían este concepto. Ni Ometéotl, ni Huitzilopochtli, ni Quetzalcóatl, ni ninguna de sus deidades, tenían conceptos ni de “Vida eterna” ni de “sanación”, ninguno, ni Ometéotl, así que… digo para que no ignoremos, porque después decimos puras cosas incoherentes. La Virgen de Guadalupe, no es madre de Ometéotl, es madre de Jesucristo nuestro Señor. Ella sólo toma algunas características, no toma la idolatría, ninguna idolatría. Toma algunas características, que pueden ser aplicadas a Jesús… Tloque Nahuaque, Ipalnemohuani, Teyocoyani, Moyocotlotzin… El Dios verdaderísimo, por quien se vive. El Dios del culto, del cerca, del que nada se le escapa. El dueño del cielo y de la tierra, queda perfecto para Jesús. Pero nunca dice que es la madre de Ometéotl, ni de Quetzalcóatl, ni de Huitzilopochtli, nada de eso.

Por eso cuando comparan a la Virgen de Guadalupe con la idolatría de la Coatlicue, pues simplemente no saben, no saben lo que están diciendo. La Virgen de Guadalupe no es ninguna continuación de ninguna idolatría…no señor. Aquí en el Tepeyac, lo que ella toma, lo que ella recoge, es solamente esas semillas del Verbo, eso bueno y verdadero. Lo que ella recoge en el Tepeyac es el ambiente materno, nada más. Pero ella no es, ninguna continuidad de ninguna "diosa" Coatlicue ¡jamás! Y eso quiero que quede claro. No es un sincretismo. La Virgen de Guadalupe no es un sincretismo, es decir, tratar de unir, aunque sean incoherencias, aunque sean cosas que no vayan con la verdad, pero todo sea por ganarse el corazón y la buena voluntad de la gente indígena. ¡No! Eso del sincretismo, no va con la Virgen de Guadalupe, es una inculturación, es decir, toma solamente lo bueno y verdadero que ya sembró Dios, el verdadero Dios, en el corazón de todo ser humano.

En cualquier cultura, en cualquier religión, un padre, de cualquier cultura de cualquier religión, ama a su hijo. ¡Punto! Eso es lo que toma la Virgen santísima, lo que está sembrado en el corazón, por parte del verdadero Dios y lo lleva a la plenitud, no en Ometéotl, sino en Jesucristo nuestro Señor.

Imagínate tú, si lo indígenas ya creían en Ometéotl ¿para qué viene la Virgen Santísima con Jesucristo en su inmaculado vientre? ¡Si ya lo tenían! ¡Si ya sabían de Ometéotl, que supuestamente es el dios verdadero! Entonces ¿para qué la Virgen Santísima viene? ¡Absurdo, absurdo! ¡No! La Virgen Santísima viene porque no conocían al verdaderísimo Dios por quien se vive. Un Dios que ama, un Dios que sana, un Dios que salva, un Dios que te da la Vida eterna. Eso no lo tenían en la mente de ningún indígena sabio.

Acuérdate cómo, cuando en el primer momento de la conquista, en 1524, llegan los primeros franciscanos, los doce primeros franciscanos y hay un diálogo entre los sacerdotes franciscanos católicos y los sacerdotes indígenas y los sabios nobles indígenas, en otras palabras, aquellos que habían llegado a pensar en Ometéotl (porque solamente eran los sabios) y cuando estaban en ese coloquio, en ese diálogo, los indígenas le dicen a los sacerdotes franciscanos: “¡Déjennos morir! Si ya nuestros dioses murieron ¡Déjennos morir!” Ometéotl no es el Dios de la vida eterna. Estaban en tal situación los indígenas, en tal depresión, que ellos que creían en Ometéotl decían: “Ya murió, ¡Déjennos morir!”.

Así que, ¡cuidado con eso, eh! La Virgen de Guadalupe hace una perfecta inculturación y precisamente a ellos, a estos indígenas en esa depresión, en esa situación tan difícil, en esa enfermedad, ella viene con Aquel que verdaderamente da la Vida, que sana, que salva, tomando algunos de los aspectos, características que ellos conocían, llevándolos a la plenitud de Jesucristo nuestro Señor. ¡Inculturación, no sincretismo!»

M. I. Sr. Canónigo Dr. Rómulo Eduardo Chávez Sánchez, Doctorado en Historia.




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