«Predica la palabra de Dios con toda fuerza y valentía, insiste con ocasión, y sin ella; reprende, ruega, exhorta con toda paciencia, y DOCTRINA. Porque vendrá tiempo en que los hombres no podrán sufrir la SANA DOCTRINA, sino que, teniendo una comezón extremada de oír doctrinas que lisonjeen sus pasiones, recurrirán a una caterva de doctores propios para satisfacer sus desordenados deseos, cerrarán sus oídos a la verdad, y los aplicarán a las fábulas. Tú, entretanto, vigila en todas las cosas, soporta las aflicciones, desempeña el oficio de evangelista, cumple todos los cargos de tu ministerio, vive con templanza.»
(II Tim 4,2-5)
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