Se refiere a un presunto milagro atribuido a la intercesión de Pío XII que podría llevar, en tiempos relativamente breves, a la beatificación al Papa Pacelli. Se trata de la curación de una joven madre de un linfoma maligno. El caso está siendo atentamente analizado por la postulación de la causa y por la diócesis de Sorrento-Castellammare di Stabia, donde ha ocurrido.
Tornielli narra el siguiente suceso:
Poco tiempo después de la muerte del Papa Wojtyla. Una joven pareja que ya ha tenido dos niños, espera un tercero. Para la madre de treinta y un años, que es maestra, el embarazo se presenta difícil: tiene fuertes dolores y los médicos no logran inicialmente comprender el origen de sus molestias. Finalmente, después de muchos análisis y una biopsia, se le diagnostica un linfoma de Burkitt, tumor maligno del tejido linfático más bien agresivo, que frecuentemente aparece en los huesos mandibulares y se extiende a las vísceras del abdomen y la pelvis y al sistema nervioso central. La espera de la nueva vida que la mujer lleva en su seno se transforma en un drama. El marido de la mujer comienza a rezar al Papa Wojtyla, fallecido poco tiempo atrás, para pedirle que interceda por su familia. Una noche, el hombre ve en sueños a Juan Pablo II. “Tenía el rostro serio. Me dijo: «Yo no puedo hacer nada, debéis rezar a este otro sacerdote...». Me mostró la imagen de un sacerdote delgado, alto, flaco. Yo no lo reconocí, no sabía quién era”. El hombre permaneció preocupado por el sueño pero no pudo identificar al sacerdote que Wojtyla le indicó. Pocos días después, abriendo casualmente una revista, encontró una foto del joven Eugenio Pacelli que llamó su atención. Era el que había visto retratado en el sueño.
Se pone en marcha una cadena de oración para pedir la intercesión de Pío XII. Y la mujer se sanó, después de los primeros tratamientos. El resultado es considero tan importante que los médicos piensan en un posible error en el diagnóstico inicial. Pero los exámenes y las carpetas clínicas confirman la exactitud de los resultados de los primeros análisis. El tumor desapareció, la mujer está bien, tuvo su tercer hijo, y volvió a su trabajo y escuela. Luego de dejar pasar un poco de tiempo, es ella quien se dirige al Vaticano para señalar su caso.
Una confirmación del vicario general de la diócesis de Sorrento-Castellammare di Stabia, don Carmine Giudici: “Es todo cierto – ha declarado a Petrus -, la Santa Sede nos ha comunicado un milagro por intercesión de Pío XII. El arzobispo Felice Cece ha decidido, por lo tanto, instituir en días el correspondiente Tribunal diocesano”. Este tribunal será el que examine el caso para formular una primera sentencia. Si es positiva, los documentos pasarán a Roma, a la Congregación para las Causas de los Santos: aquí deberán ser estudiados primero por la Consulta médica, llamada a pronunciarse sobre la imposibilidad de explicar la curación. Si también los médicos que colaboran con la Santa Sede dicen sí, el caso de la madre sanada será discutido primero por los teólogos de la Congregación, luego por los cardenales y obispos. Sólo después de haber superado estos tres grados de juicio, el dossier sobre el presunto milagro llegará al escritorio de Benedicto XVI, que decidirá sobre el reconocimiento final. Entonces, y sólo entonces, el Papa Pacelli podrá ser beatificado.
La institución de un Tribunal diocesano y la eventual llegada de la documentación al dicasterio que estudia los procesos de beatificación y canonización no significan ningún reconocimiento sino sólo que el caso en cuestión es juzgado interesante y digno de atención. Por lo tanto, es totalmente prematuro predecir desarrollos, aún más imaginar fechas. Lo que impresiona, en la historia de la familia de Castellammare di Stabia, es el rol que tuvo en el asunto el Papa Wojtyla, que en sueños habría sugerido al marido de la mujer rezar a aquel “sacerdote delgado”, que luego se revelaría como Pacelli.
Hasta aquí la cita de Andrea Tornielli.
A la muerte de Juan Pablo II muchas personas exclamaban en Roma “¡Santo súbito!”. Indudablemente el carisma que irradiaba el Papa Wojtyla y el cariño del pueblo romano hacia él, los llevaba a casi exigir su canonización. La Santa Sede se vio presionada por ello. Se inició de inmediato la causa que lo llevó, luego, a ser nombrado recientemente –junto a Pío XII- como venerable. El nombramiento de “venerable” es el primer paso que en todo proceso precede a la beatificación y, luego, si Dios lo dispone, a la canonización. No todo venerable ni todo beato alcanza necesariamente la canonización. Sólo hasta ésta la Iglesia declara que alguien se encuentra gozando de la visión de Dios por toda la eternidad. Para que el Papa Pacelli fuese nombrado venerable pasó más de medio siglo, lo que contrastó con el expedito proceso de Juan Pablo II de sólo cuatro años. Mientras que el último Papa santo, Pío X, tardó cuarenta años en ser canonizado.
La Iglesia siempre ha actuado con suma prudencia y sin prisa en estos procesos, pues sabe que el estudio sobre la santidad de una persona requiere no sólo tiempo sino, también, el suficiente paso del mismo para tener una mejor perspectiva y un análisis más exacto. En realidad no se trata ni de medir popularidades, cariños o admiraciones del pueblo, sino de conocer y estudiar la vida y la santidad personal de cada persona.
Recordamos que en alguna ocasión el papa Juan Pablo II, ante una multitud, entonó –en polaco- alguna canción que su madre le cantaba cuando niño, al terminar el pueblo lo aclamó vehementemente. El Papa les dijo: “Aplauden pero no entienden”. Hemos llegado a pensar si el Papa no sólo hablaba del idioma polaco que desconocían sus oyentes, sino que aprovechó esta circunstancia para decir algo de más fondo: gran parte de esas multitudes que lo aclamaban, paradójicamente lo desobedecían en aspectos tan fundamentales como la contracepción y las relaciones prematrimoniales, y muchos ponían en duda las enseñanzas dogmáticas de la Iglesia. ¡Aplaudían pero no entendían o no querían entender! Tan es así, que en algún encuentro con jóvenes –no recordamos ya la nación- les preguntó: “¿renuncian al sexo?” (se refería a las relaciones fuera del matrimonio) y la multitud de jóvenes le contestó que ¡no! Pensó el Papa que tal vez había planteado mal su pregunta y que no había sido bien interpretado, y volvió a reformularla ¡para recibir de nuevo la misma contundente respuesta! La tristeza y el desconcierto se sembraron en el rostro del Pontífice.
Lo anterior viene a colación por los gritos de “¡santo súbito”! de multitudes que aclamaban pero, que en su mayoría, en realidad no seguían en todo al Papa. Varias encuestas entre los propios católicos practicantes lo demuestran (más aún en aquellos que se dicen creyentes pero no practicantes). ¿Cuántos de quienes se emocionaban hasta las lágrimas ante la presencia carismática de Juan Pablo II eran realmente seguidores y creyentes de todas las enseñanzas morales y de los dogmas que la Iglesia enseña? Sin duda había muchos, pero eran la minoría.
De ahí que nos preguntamos el significado que pueda tener la aparición entre sueños del Papa Wojtyla diciendo: «Yo no puedo hacer nada, debéis rezar a este otro sacerdote...», mostrando una imagen de Papa Pacelli. Aparición que parece comprobarse como fidedigna por la realización de lo que sería –falta el juicio de la Iglesia- un verdadero milagro de S.S. Pío XII.
No parece lógica una deferencia entre pontífices en el Cielo. Esas atenciones se realizan sólo en la tierra y no parecen propias de hechos sobrenaturales. No resulta creíble una simple deferencia natural (“después de ti…”) de un papa hacia otro -por voluntad unilateral- en apariciones preternaturales. «Yo no puedo hacer nada...», dijo. ¿Quién puede obrar un milagro? Sólo Dios. Los santos son sólo intercesores. Lo dicho por Juan Pablo II parece referirse a que él no lograría ese milagro de Dios y que a quien debería de solicitársele su intercesión era a un predecesor suyo: Pío XII. Esta petición es de creerse que lógicamente expresaba, sobre todo, la voluntad divina. ¿Dios quería que el intercesor fuese el Papa Pacelli de quien después de más de medio siglo se había mantenido su causa en punto y coma, y que hasta ahora toma de nuevo un encauzamiento al ser nombrado venerable por Benedicto XVI? ¿Es un signo de que el proceso “súbito” –algo fuera de lo común- de S.S. Juan Pablo II debería seguir un curso de tiempo normal, para que se haga un análisis -con la debida distancia histórica- como los realizados con otros papas canonizados? Dice Andrea Tornielli que “casi parecería que Juan Pablo II hubiese querido, de algún modo, ayudar a la causa de su predecesor”. No parece lógica ésta conjetura por lo ya dicho. ¿Meras deferencias y atenciones naturales en fenómenos preternaturales?
Quizá se podría pensar en que Dios quería que la causa de Pío XII se desbloquease (el nombramiento de “venerable” fue posterior al milagro -arriba comentado- que se le atribuye y que quizá podría ser definitivo para declararlo beato) y que se hicieran a un lado las calumnias que quieren pesar en contra de su proceso y las inconformidades de muchos judíos que las sostienen. Tal vez sea un llamado, también, a que los procesos se sigan con el tiempo –sin prisa- acostumbrado tradicionalmente por la Iglesia y que se hagan a un lado las presiones y las simpatías de multitudes que muchas veces siguen más el carisma, el liderazgo y la cualidades de una personalidad, que la doctrina que sustenta y enseña la Iglesia (¡aplauden pero no entienden!). ¿No convendría seguir la habitual prudencia que siempre ha habido… si, además, en las canonizaciones no se trata de un mero asunto de simpatías particulares por alguna persona, por muchas cualidades que haya tenido y que la muchedumbre admire? Fundamentalmente la Iglesia no debe tener prisa en estas cuestiones ni sentirse presionada.
Citas: http://la-buhardilla-de-jeronimo.blogspot.com/2010/01/el-milagro-de-pio-xii-y-el-rol-de-juan.html
Ver comentarios
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Oremos por la beatificación de S.S. Pío XII. Encomendémonos a él en nuestras necesidades.
ResponderEliminarConsidero que en caso de que se compruebe, por parte de la Iglesia, el milagro, en efecto, la voluntad divina estaría señalando la necesidad de destrabar un proceso (de Pío XII) detenido y dando señales para que se desarrolle la causa S.S. Juan Pablo II sin premuras. Todo para mayor honra y honor de nuestra Santa Madre la Iglesia.
ResponderEliminarJosé Francisco Gallardo
Conmovedora la anecdota de Juan Pablo Segundo cantando. Es cierto muchos aplauden sin entender. Cuantos han echo su religion a su gusto
ResponderEliminarBendiciones por su blog
Gloria
Catolicidad
ResponderEliminarEl tema del cual tengo duda es el referente a la supuesta papisa Juana, ya que proximamente saldra una pelicula sobre este tema y es de facil prediccion lo que sucedera. Espero pueda ayudarme. Un abrazo desde San Luis Potosi, abrazo que debio ser dado en noviembre.
PD Disculpe las faltas de ortografia, en especial los acentos, esta computadora no los tiene
La leyenda sobre un papa mujer, quien más tarde llevó el nombre de Johanna (Juana), apareció por primera vez a mediados del siglo XIII. Esta supuesta papisa es por completo un invento de la imaginación.
ResponderEliminarEn el siglo XV, tras el despertar del criticismo histórico, algunos estudiosos como Aeneas Silvius (Espist., I, 30) y Platina (Vitae Pontificum, No. 106) encontraron que la historia no tenía sustento. Desde el siglo XVI historiadores católicos empezaron a negar la existencia de la papisa, ejemplos de ello fueron Onofrio Panvinio (Vitae Pontificum, Venecia, 1557), (Vitae Pontificum, Venice, 1557), Aventinus (Annales Boiorum, lib. IV), Baronius (Annales ad a. 879, n. 5) y otros.
Valoración protestante. También algunos protestantes, como Blondel ("Joanna Papissa", 1657) y Leibniz ("Flores sparsae in tumulum papissae" in "Bibliotheca Historica", Göttingen, 1758, 267 sq.) admitieron que la papisa jamás existió. Sin embargo, numerosos protestantes hicieron uso del mito en sus ataques al papado. Todavía en el siglo XIX, cuando lo insostenible de la leyenda fue reconocido por historiadores serios, algunos protestantes intentaron, con un espíritu anti-romano, probar la existencia de la papisa. Incluso Hase no pudo reprimir escribir una nota llena de rencor y carente en absoluto de valor histórico sobre este tema.
PRUEBAS DE SU CARÁCTER MÍTICO.
Las pruebas principales del carácter enteramente mítico de la papisa son:
1.Ninguna fuente histórica contemporánea entre las historias de los papas tiene conocimiento de ella; tampoco se hace mención de ella hasta la mitad del siglo XIII. Resulta increíble que la aparición de una "papisa", si hubiera sido un hecho histórico, no hubiera sido notada por ninguno de los numerosos historiadores de entre los siglos X y XIII.
2.En la historia de los papas no hay lugar en donde encaje esta figura legendaria. Entre León IV y Benedicto III, donde Martinus Polonus la coloca, no es posible insertarla porque León IV falleció el 17 de julio del año 855 e inmediatamente después de su muerte Benedicto III fue elegido por el clero y por el pueblo de Roma; solo que a causa del advenimiento de un antipapa en la persona del cardenal depuesto Anastasius, Benedicto III fue consagrado hasta el 29 de septiembre. Existen monedas con las imágenes de Benedicto III y del emperador Lotario I, quien murió el 28 de septiembre del año 855; por lo tanto, Benedicto III debió haber sido reconocido como Papa antes de esta fecha; el 7 de octubre del año 855, Benedicto III emitió una carta para el monasterio de Corbie. Hinemar, arzobispo de Reims, informó a Nicolás I de que un mensajero que había enviado a León IV se enteró de la muerte de este Papa y por lo tanto dirigió su petición a Benedicto III, quien la resolvió (Hinemar, ep. xl in P.L., CXXXVI, 85). Todas esos testigos prueban que las fechas dadas en las vidas de León IV y Benedicto III eran correctas y que no hubo interrupción de la línea de sucesión entre estos dos papas, de modo que en este lugar no hay espacio para la supuesta papisa.
3.Más adelante es aún menos probable que una papisa pudiera insertarse en la lista de papas cercanos al año 1100, entre Víctor III (1087) y Urbano II (1088-1099) o Pascual II (1099-1110) como se sugiere en la crónica de Jean de Mailly.
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ORIGEN DE LA LEYENDA
ResponderEliminarEsta leyenda de una papisa romana parece haber tenido una contraparte previa en Constantinopla. En efecto, en su carta a Miguel Caerularius (1053), León IX dice que él no creería lo que había oído, refiriéndose a que la Iglesia de Constantinopla ya había visto eunucos, de hecho una mujer, en su silla episcopal (Mansi "Concil.", XIX, 635 sq.).
Respecto al origen en sí de la leyenda de la Papisa Juana, se han establecido diferentes hipótesis.
Bellarmine (De Romano Pontifice, III, 24) cree que la historia fue llevada desde Constantinopla a Roma.
Baronius (Annales ad a., 879, n. 5) conjetura que la muy criticada debilidad afeminada del Papa Juan VIII (872-882) en su trato con los griegos pudo dar lugar a la historia. Mai ha mostrado (Nova Collectio Patr., I, Proleg., xlvii) que Proteo de Constantinopla (De Spir. Sanct. Myst., lxxxix) en tres ocasiones se refiere enfáticamente a este Papa como "el viril", como quitándole el estigma de afeminado.
Otros historiadores apuntan a la degradación del papado en el siglo X, cuando además tantos papas llevaron el nombre de Juan; parecía por lo tanto un nombre ideal para la legendaria papisa. De este modo Aventinus ve en la historia una sátira a Juan IX; Blondel, una sátira a Juan XI; Panvinio (notae ad Platinam, De vitis Rom. Pont.) la aplica a Juan XII, mientras que Leander (Kirkengesch., II, 200) la entiende como aplicable en general a la venenosa influencia femenina que durante el siglo X hubo sobre el papado.
Otros investigadores se esforzaron por encontrar en varios acontecimientos y reportes una base definitiva para el origen de la leyenda. Leo Allantius (Diss. Fab. de Joanna Papissa) la relacionó con la falsa profetisa Theota, condenada en el Sínodo de Mainz (847); Leibniz revivió la historia de un supuesto obispo Johannes Anglicus que llegó a Roma y ahí fue reconocido como mujer. La leyenda también fue relacionada con los Pseudodecretos Isidorianos, por estudiosos como Karl Blascus ("Diatribe de Joanna Papissa", Naples, 1779) y Gfrörer (Kirchengesch., iii, 978).
La explicación de Döllinger ha encontrado en general mayor aprobación ("Papstfabeln", Munich, 1863, 7-45). Él reconoce que la leyenda de la Papisa Juana es un vestigio de alguna tradición del folklore romano ligada originalmente con ciertos monumentos antiguos y costumbres peculiares. Una antigua estatua descubierta en tiempos de Sixto V en una calle cercana al Coliseo, la cuál muestra una figura con un niño, fue considerada por el pueblo como la representación de la papisa. En la misma calle fue descubierto un monumento con una inscripción, al final de la cuál aparece la bien conocida fórmula P.P.P. (proprie pecuniâ posuit) junto con un nombre con prefijo que dice: Pap. (?Papirius) pater patrum. Esto pudo fácilmente haber dado origen a la inscripción mencionada por Jean de Mailly (ver arriba). También se observaba que el papa en procesión solemne no transitaba por esta calle (quizás porque era muy angosta). Más adelante se destacó con ocasión de la inauguración formal de la Basílica de Letrán que el recién electo Papa siempre estuvo sentado en una silla de mármol. Esta silla era un antiguo mueble de baño de los que había tantos en Roma; el Papa la usó realmente para descansar. Pero la imaginación popular llevó a pensar que así se probaba el sexo del Papa, con el fin de evitar que, de ahí en adelante, una mujer alcanzara el Trono de San Pedro.
Explicaciones equivocadas - como las que con frecuencia fueron inventadas en la Edad Media ligadas con monumentos antiguos - y la imaginación popular fueron las originalmente responsables del mito de "La Papisa Juana" que cronistas acríticos, desde mediados del siglo XIII, dignificaron al consignarlo en sus páginas.
Espero que estos datos sirvan. En tanto es posible, el abrazo puede ser virtual y enviado con mucho afecto hasta aquella tierra bendita.
Atentamente
CATOLICIDAD
Muchas gracias por la respuesta, como siempre ayuda mucho y fomenta el interes de investigar màs. Se recibe con mucho cariño el abrazo y se repartirà a los demàs miembros de la familia, en especial a una jovencita que dice ser su ahijada.
ResponderEliminarEspero nos veamos pronto.
Hola,
ResponderEliminarYosoñé a Juan Pablo II el Sábado 28 de Marzo 2010, previo a Domingo de Ramos, El iba dentro de mi auto y me dijo " Dios está contingo, ten paciencia " y me dio un beso en la mejilla derecha se bajo de mi auto diciendo debo irme y se dirigió a otro vehículo más grande que el mío en donde iba mucha gente. Desperté eran como las 2:00am y me volvi a dormir y en la mañana cuando desperté me sentía muy contenta y tenía una sensación extrañ en la mejila derecha.
1 DE MAYO DEL 2011
ResponderEliminaryO SENTI MIENTRAS DORMIA COMO SI UNA MANO CON UNA FRAGANCIA MUY AGRADABLE SE COLOCARA DELANTE DE MI NARIZ Y PRENDI EL TELEVISOR Y EL PAPA ACTUAL ESTABA EN LA ELEVACION DE LA HOSTIA EN LA MIS DE BEATIFICACION DEL PAPA JUAN PABLO II.
TAMBIEN EL DIA DE SU MUERTE A LA HORA QUE EL FALLECIO SOÑE QUE LA CRUZ QUE LLEBAVA COMO BACULO CON LA IMAGEN DE CRISTO SE CAI ROTA COMO UN GRAN TRONCO Y SENTI GRAN TRISTEZA Y AL PRENDER EL TELEVISOR SE ANUNCIABA SU MUERTE. qUISIERA QUE ME AYUDARAN AINTERPRETAR ESTAS MANIFESTACIONES DE JUAN PABLO II
BETTY
De niño nos toco a mi en brazos y a mi mama la bendicion de JPII a tan solo unos metros...
ResponderEliminarEn 15 años yo no me acerque a la iglesia y tenía un grave y profundo rencor y odio contra Dios casi diabolico... No iba a misa, y si era obligado a ir por alguna boda, literalmente me quedaba en la puerta sin pasar y cuando era obligado a entrar tampoco me hincaba frente a la eucaristia en la consagración, a veces fingía una lesión de rodilla... actuando totalmente como niño malcriado...
Misa de Juan Pablo II de beatificación y prendiendo la televisión por casualidad, recuerdo que iba a cambiarle pero por alguna razón le deje... en plena misa sentí un profundo e incontrolable deseo de doblar rodilla para Dios en la consagración... después de 15 años de estar alejado de Él... habiendo olvidado el persignarme y del padre nuestro ni hablemos... de la nada, sin meditarlo ni darme cuenta mis rodillas tocaron piso, fue devastador para mi, el rebelde... llamenlo como quieran no me interesa... burlense de mi si gustan, adelante... Solo yo se lo que pasó ahi y con eso me es suficiente... Juan Pablo me daba la muestra y me decia, así es como se hace mi amigo...
De aqui fue el inicio de mi conversión
Para Gloria a Dios...