En 1516, cuando Íñigo tenía ya 25 años, su huésped y protector cayó en desgracia de Carlos I de España, fue desposeído de su cargo y de la tenencia del palacio real de Arévalo en que hospedaba a Íñigo, y poco después murió. Su viuda, no pudiendo dejar a Íñigo acomodado, lo presentó a su pariente, el Duque de Nájera, que era Virrey de Navarra, junto al cual Íñigo se asentó como gentil hombre de corte.
El recorrido de la Santa Casa de Loyola nos proporcionará más adelante la ocasión de contar con mayor detalle cómo fueron el nacimiento, la infancia y juventud de Íñigo hasta que en 1521 se convirtió a Dios. Pero la trascendencia de esta conversión personal consiste en que a partir de ella Íñigo se fue transformando en un carismático jefe de grupos, un maestro espiritual, el fundador de una Orden religiosa de presencia tan larga, ancha y dramática en la vida de la Iglesia como la Compañía de Jesús.
Al final de la visita a la Santa Casa veremos a Íñigo salir de Loyola con el propósito de peregrinar a Jerusalén en busca de Cristo. Después de velar en Montserrat su sayo de tela de saco y su bordón de peregrino como sus nuevas armas, se retiró por 11 meses (mayo 1522 - marzo 1523) a Manresa donde, a partir de sus experiencias espirituales, empezó a elaborar ese método de búsqueda de la voluntad de Dios que es el Libro de los Ejercicios Espirituales.
En abril de 1523, Íñigo peregrinó a Tierra Santa que estaba bajo el dominio de Solimán II el Magnífico. Impedido de permanecer en ella, y convencido de que podía hacer algún bien a los demás, comienza su tardía pero larga vocación de estudiante, que lo llevará a Barcelona, Alcalá de Henares, Salamanca y París. En esta última universidad, Íñigo, obligado a latinizar su nombre, empieza a llamarse Ignacio. En torno a él se forma un grupo de 7 compañeros, que hacen voto de trasladarse a Palestina para ser allí misioneros o, si no logran ir allá al cabo de un año, ponerse a las órdenes del Papa. Pronto el grupo aumentó hasta 10. Ordenados sacerdotes en Venecia mientras aguardan inútilmente la oportunidad de trasladarse a Tierra Santa, acaban cumpliendo la segunda parte de su voto y se ponen a las órdenes del Papa Paulo III, el cual en 1540 aprueba la Compañía de Jesús.
Ignacio es elegido por sus compañeros primer Superior de la Orden, y en los 16 años de vida que le quedan se dedicará a gobernarla y a escribir sus Constituciones.
El estilo de su gobierno, y las Constituciones de la Compañía de Jesús que redacta personalmente, darán el perfil definitivo a la Orden por él fundada.
Cuando Ignacio de Loyola muere en 1556 con 65 años, la Compañía de Jesús fundada por él cuenta ya con un millar de jesuitas, que viven en un centenar de casas y colegios, distribuidos en 12 provincias religiosas.
En 1609, el Papa Pablo V beatificó a Ignacio y a Francisco Javier, el misionero del Lejano Oriente que era otro de los siete primeros compañeros. En 1622 el Papa Gregorio XV los canonizó.
Este es un apretado resumen de la aventura humana de aquel "soldado desgarrado y vano" que acabó convirtiéndose en el Fundador de la Compañía de Jesús.
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