jueves, 30 de junio de 2011

PROMESA DEL CORAZÓN DE JESÚS


“Bendeciré las casas en que la imagen de mi Sagrado Corazón se exponga y sea honrada”

Estando como estamos en una época de acción y reacción entre el mal y el bien, las dos tendencias de los espíritus se traducen como nunca en manifestaciones exteriores. Los impíos, furiosos por destruir hasta el nombre de Jesucristo, se afanan en descolgar sus imágenes de todas partes, deseando reducir a Cristo al interior de las iglesias, y en ellas arrasar y destruir su memoria.

En cambio los cristianos poseídos del espíritu contrario sacan cada día más afuera a su Redentor y su Dios, mientras aquéllos lo descuelgan por una parte de los edificios oficiales, éstos lo cuelgan por otra en sus moradas particulares, y lo ostentan como sello en todo lo que cae bajo su dominio.

Ha merecido una especial promesa de Nuestro Salvador generosísimo la imagen de su Sacratísimo Corazón. Releed y meditad las palabras que dijo el mismo Salvador a Santa Margarita María de Alacoque: “Bendeciré las casa en que esté expuesta y sea honrada la imagen de mi Sagrado Corazón”.

¡Se nos promete la bendición del Corazón de Jesús! La bendición del amor, de la generosidad, de la bondad infinita. Con ella tengo bastante, porque con ella tengo todo. Pero para ello es preciso:

1º. Que haya una imagen del Corazón de Jesús.
2º. Que esta imagen esté expuesta.
3º. Y en fin, que esta imagen sea honrada.

La imagen del Corazón de Jesús puede ser del Corazón mismo aislado, o mucho mejor de Jesús presentando su Corazón. ¿Hay imagen de Jesús más atractiva y encantadora que la de Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre ofreciéndome a mí, pobrecillo esclavo suyo, su Corazón, es decir, su amor, su paternidad, su divinidad? Pintadlo amable, sonriente, porque ama y al mismo tiempo suavemente triste, porque se ve ofendido, alegre porque busca mi bien, y triste porque me ve huir al mal, Dios para remediarme y hombre para pagar por mí.

Pero esta imagen debe ser expuesta y pública. No la releguéis, a vuestros aposentos interiores, sino ponedla en la sala más honrosa y visitada, en el sitio más patente y frecuentado, en lo más manifiesto de toda la casa.

Y además debe ser venerada. No la pongáis una vez y después os olvidéis de que la habéis puesto. Honradla con vuestra mirada, con vuestro saludo, con vuestra devoción, con vuestra conducta, con luces, con flores, con afectos y manifestaciones de amor.

Pero al menos ponedlo en vuestras casas. Dentro de ella o fuera. En las puertas o en los huecos, en el sitio más precioso de las fachadas, o sobre la puerta principal, como vuestro escudo nobilísimo.

Si no tenéis más que imágenes de papel, ponedlas de papel; si las tenéis pintadas al óleo ponedlas pintadas; si podéis, colocad una estatua, y que sea muy artística, sobre elegante pedestal, bajo suntuoso dosel y entre preciosos ramos. Sobre todo, que el Amado en su dulce imagen se vea cubierto de cariñosos besos, de dulces miradas, de purísimos afectos.

Una vez pasando por una casa de pobrecitos labriegos de Castilla, vi que en la cocina, única pieza de recibir en la casa, sobre la arqueta en que se volcaba el puchero a la hora de comer, había un corazón de Jesús y otro de María. Eran dos estampas de papel. Se las había regalado un misionero. Y ellos con pajas de su centeno le habían hecho un marco pobre, pero amante.

Otra vez pasando por el tren vi, en un puesto de refrescos, sobre el mostrador y los anaqueles, dominando un bosque de botillería y un montón de azucarillos, otra estampa pegada del Sagrado Corazón de Jesús, con las promesas debajo.

Poned, poned esta Santísima imagen de nuestro Amante y de nuestro Amado en todas partes. Que le vean todos, porque viéndole le amarán y amándole se salvarán. Así sea.
Tomado de la Revista de la Cruzada Eucarística, El Cruzado nº227, Junio 2011 y Apostolado Eucarístico.
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3 comentarios:

  1. ORACIÓN EXPIATORIA
    AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

    Dulcísimo Jesús, cuya caridad derramada sobre los hombres se paga tan ingratamente con el olvido, el desdén y el desprecio, míranos aquí postrados ante tu altar. Queremos reparar con especiales manifestaciones de honor tan indigna frialdad y las injurias con las que en todas partes es herido por los hombres tu amoroso Corazón.

    Recordando, sin embargo, que también nosotros nos hemos manchado tantas veces con el mal, y sintiendo ahora vivísimo dolor, imploramos ante todo tu misericordia para nosotros, dispuestos a reparar con voluntaria expiación no sólo los pecados que cometimos nosotros mismos, sino también los de aquellos que, perdidos y alejados del camino de la salud, rehúsan seguirte como pastor y guía, obstinándose en su infidelidad, y han sacudido el yugo suavísimo de tu ley, pisoteando las promesas del bautismo.

    A1 mismo tiempo que queremos expiar todo el cúmulo de tan deplorables crímenes, nos proponemos reparar cada uno de ellos en particular: la inmodestia y las torpezas de la vida y del vestido, las insidias que la corrupción tiende a las almas inocentes, la profanación de los días festivos, las miserables injurias dirigidas contra ti y contra tus santos, los insultos lanzados contra tu Vicario y el orden sacerdotal, las negligencias y los horribles sacrilegios con que se profana el mismo Sacramento del amor divino y, en fin, las culpas públicas de las naciones que menosprecian los derechos y el magisterio de la Iglesia por ti fundada.

    ¡Ojalá que podamos nosotros lavar con nuestra sangre estos crímenes! Entre tanto, como reparación del honor divino conculcado, te presentamos, acompañándola con las expiaciones de tu Madre la Virgen, de todos los santos y de los fieles piadosos, aquella satisfacción que tú mismo ofrecisté un día en la cruz al Padre, y que renuevas todos los días en los altares. Te prometemos con todo el corazón compensar en cuanto esté de nuestra parte, y con el auxilio de tu gracia, los pecados cometidos por nosotros y por los demás: la indiferencia a tan grande amor con la firmeza de la fe, la inocencia de la vida, la observancia perfecta de la ley evangélica, especialmente de la caridad, e impedir además con todas nuestras fuerzas las injurias contra ti, y atraer a cuantos podamos a tu seguimiento. Acepta, te rogamos, benignísimo Jesús, por intercesión de la Bienaventurada Virgen María Reparadora, el voluntario ofrecimiento de expiación; y con el gran don de la perseverancia, consérvanos fidelísimos hasta la muerte en el culto y servicio a ti, para que lleguemos todos un día a la patria donde tú con el Padre y con el Espíritu Santo vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

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  2. Enhorabuena por el Blog, me ha encantado el articulo del soldado cristero, un abrazo desde España, te dejo mi Blog:

    http://pensamientodisidente.blogspot.com

    VIVA CRISTO REY!

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  3. Todas las mañanas, a las 6, sigo y rezo el "Rosario a la Coronilla de la Divina Misericordia" con el Padre Jesús Orjuela (Padre Chucho):
    "Padre Eterno yo te ofrezco el cuerpo y la sangre, el alma y la divinidad de tu amadisimo hijo, nuestro Señor Jesucrito, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero.
    Por tu dolorosa pasión ten misericordia de nosotros y del mundo entero. (10x5)
    Santo Dios, Santo Fuerte Santo inmortal, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
    Finalmente:
    "Den gracias al Señor,
    porque es bueno,
    porque su amor es eterno,
    porque ha engrandecido sobre nosotros
    su misericordia, su fidelidad
    es para siempre y su gran amor
    se esparcirá por los siglos de los siglos
    amen."

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