- La actual mentalidad hedonista y relativista no ayuda a discernir el bien del mal
- Se ha perdido el sentido del pecado
- Es necesario volver "habitar" el confesionario
- La “crisis” del Sacramento de la Penitencia, interpela a los sacerdotes y a su gran responsabilidad de educar
- El sacerdote debe dedicarse generosamente a la escucha de las confesiones
- Hay que guiar con coraje a la grey para que ésta no se adapte a la mentalidad del mundo
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Otorgar el perdón y la gracia de Dios es
una de las responsabilidades fundamentales
que no deben descuidar nunca los sacerdotes | | |
Todos los sacerdotes hemos de considerar como dirigidas personalmente a nosotros aquellas palabras que él, [el Cura de Ars] ponía en boca de Jesús: “Encargaré a mis ministros que anuncien a los pecadores que estoy siempre dispuesto a recibirlos, que mi misericordia es infinita”. Del Santo Cura de Ars, los sacerdotes podemos aprender no sólo una confianza inagotable en el Sacramento de la Penitencia, que nos anima a colocarlo en el centro de nuestras preocupaciones pastorales, sino también el método del “diálogo de salvación” que en él se debe desarrollar. ¿Dónde se hunden las raíces de la heroicidad y la fecundidad, con las que San Juan María Vianney vivió su propio ministerio de confesor? Ante todo en una intensa dimensión penitencial personal. La conciencia del propio límite y la necesidad de recurrir a la Misericordia Divina para pedir perdón, para convertir el corazón y para ser sostenido en el camino de santidad, son fundamentales en la vida del sacerdote: sólo quien ha experimentado primero la grandeza puede ser convincente anunciador y administrador de la Misericordia de Dios. Todo sacerdote se convierte en ministro de la Penitencia por la configuración ontológica a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, que reconcilia a la humanidad con el Padre; sin embargo, la fidelidad al administrar el Sacramento de la Reconciliación es confiada a la responsabilidad del presbítero.
Vivimos en un contexto cultural marcado por la mentalidad hedonista y relativista, que tiende a suprimir a Dios del horizonte de la vida, no favorece la adquisición de un marco claro de valores de referencia y no ayuda a discernir el bien del mal ni a madurar un justo sentido de pecado. Esta situación hace todavía más urgente el servicio de administradores de la Misericordia Divina. No debemos olvidar, de hecho, que hay una especie de círculo vicioso entre el ofuscamiento de la experiencia de Dios y la pérdida de sentido de pecado. Sin embargo, si tenemos en cuenta el contexto cultural en el que vive san Juan María Vianney, vemos que, por varios aspectos, no era tan diferente al nuestro. También en su tiempo, de hecho, existía una mentalidad hostil a la fe, expresada en fuerzas que buscaban incluso impedir el ejercicio del ministerio. En esas circunstancias, el Santo Cura de Ars hace “de la iglesia su casa”, para conducir a los hombres a Dios. Él vivía con radicalidad el espíritu de oración, la relación personal e íntima con Cristo, la celebración de la S. Misa, la Adoración eucarística y la pobreza evangélica, mostrando a sus contemporáneos un signo tan evidente de la presencia de Dios, que empujaba a muchos penitentes a acercarse a su confesionario. En las condiciones de libertad en las que hoy es posible ejercer el ministerio sacerdotal, es necesario que los presbíteros vivan en “alto grado” la propia respuesta a la vocación, porque sólo quien se convierte cada día en presencia viva y clara del Señor puede suscitar en los fieles el sentido de pecado, dar ánimo y suscitar el deseo del perdón de Dios.
Queridos hermanos, es necesario volver al confesonario, como lugar en el que celebrar el Sacramento de la Reconciliación, pero también como lugar en el que “habitar” más a menudo, para que el fiel pueda encontrar misericordia, consejo y consuelo, sentirse amado y comprendido por Dios y experimentar la presencia de la Misericordia Divina, junto a la Presencia real en la Eucaristía. La “crisis” del Sacramento de la Penitencia, de la que a menudo se habla, interpela en primer lugar a los sacerdotes y a su gran responsabilidad de educar al Pueblo de Dios en las radicales exigencias del Evangelio. En particular, les pide dedicarse generosamente a la escucha de las confesiones sacramentales; guiar con coraje a la grey, para que no se conforme a la mentalidad de este mundo (cf. Rm 12,2), sino que sepa tomar decisiones también a contracorriente, evitando adaptaciones o compromisos. Por eso es importante que el sacerdote tenga una permanente tensión ascética, alimentada por la comunión con Dios, y se dedique a una constante actualización en el estudio de la teología moral y de las ciencias humanas.
San Juan María Vianney sabía entablar con los penitentes un verdadero y apropiado “diálogo de salvación” mostrando la belleza y la grandeza de la bondad del Señor y suscitando ese deseo de Dios y del Cielo, del que los santos son los primeros portadores. Él afirmaba: “El Buen Dios sabe Todo. Incluso antes de que os confesarais, ya sabía que pecaríais y sin embargo os perdona. ¡Es tan grande el Amor de nuestro Dios, que llega hasta olvidar voluntariamente el futuro, para perdonarnos!” (Monnin, A., Il Curato d’Ars. Vita di Gian-Battista-Maria Vianney, vol. I, Torino 1870, p. 130). Es tarea del sacerdote favorecer esa experiencia de “diálogo de salvación”, que, naciendo de la certeza de ser amados por Dios, ayuda al hombre a reconocer el propio pecado y a introducirse, progresivamente, en esa estable dinámica de conversión del corazón, que lleva a la radical renuncia al mal y a una vida según Dios.
Queridos sacerdotes, ¡qué extraordinario ministerio nos ha confiado el Señor! Como en la Celebración Eucarística Él se pone en manos del sacerdote para continuar estando presente en medio de su Pueblo, análogamente, en el Sacramento de la Reconciliación Él se confía al sacerdote para que los hombres hagan la experiencia del abrazo con el que el padre acoge a su hijo pródigo, devolviéndole la dignidad filial y volviéndolo a constituir plenamente en heredero (cf. Lc 15,11-32). La Virgen María y el Santo Cura de Ars nos ayuden a experimentar en nuestra vida la amplitud, la longitud, la altura y la profundidad del Amor de Dios (cf. Ef 3,18-19), para ser fieles y generosos administradores. Os doy las gracias a todos de corazón y de buen grado os imparto mi Bendición.
Audiencia a los participantes de un curso de la Penitenciaría Apostólica, marzo de 2010.
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Lamentablemente muchos sacerdotes han perdido la conciencia de su deber en este aspecto fundamental de su ministerio. El Cura de Ars pasaba horas y horas en el confesionario. Asi se santifico y santifico a muchos.
ResponderEliminarUrge que haya sacerdotes en el confesionario y que desde el pulpito hagan conciencia en los fieles de la necesidad de que se acerquen a este sacramento que les permitira vivir en gracia y alcanzar el Cielo.
¿Como ir al Cielo si no nos arrepentimos y confesamos los pecados cometidos con el proposito de no volver a pecar?
El pueblo ha perdido la conciencia de ello y gran parte es culpa de aquellos sacerdotes que no lo concientizan en esto o no estan casi nunca en el confesionario.
Naturalmente que hay excepciones pero uno de los grandes males de hoy en dia es la ausencia de confesores y por lo mismo de penitentes.
Quiera Dios que muchos -fieles y sacerdotes- hagan caso de esta admonicion del Papa.
¡Como no va a haber crisis si la gracia de Dios no fluye en el alma de los fieles catolicos! Gravisima omision es no acercarse a el o no impartir este sacramento tan NECESARIO a todo mundo.
Dios pedira cuentas de estas omisiones.
¿ciencias humanas deben estudiar? uf mas de eso, si eso sobreabunda, mas vale seria ciencias sagradas.
ResponderEliminarHola, hoy me cofese, confese los pecados mortales y cuando llege a casa, cumpli con mi penitencia pero creo que no hice una confecion completa, cuando estaba en el confesionari, sentia mucha precion, nose porque estaba nerbioso. Pienso comulgar en la siguiente misa y mi pregunta es: Si siento que no hice una buena confecion o confecion completa, puedo comulgar o me confieso denuevo? (perdon por mi mala autografia). Rodolfo
ResponderEliminarAnaliza si cumpliste con todos los pasos que se explican en el post siguiente:
ResponderEliminarcatolicidad-catolicidad.blogspot.com/2012/03/cinco-pasos-que-se-requieren-para.html
Si lo hiciste así (si cumpliste con los cinco pasos) y no callaste deliberadamente ningún pecado grave, no importa que estuvieras nervioso y sintieras mucha presión. Tu confesión fue buena y bien hecha, pues hubo arrepentimiento y propósito de enmienda. Tus pecados han sido perdonados y puedes comulgar.
Incluso, si hubieses OLVIDADO INVOLUNTARIAMENTE confesar un pecado grave, éste quedó perdonado, pero deberás confesarlo NECESARIAMENTE la siguiente vez que tengas que ir a confesarte. Mientras podrías comulgar.
Lo que hace inválida una confesión es callar deliberadamente un pecado grave. No sólo es inválida sino sacrílega y pecaminosa en ese caso.
Sólo que no hubieses tenido arrepentimiento de tus pecados o un propósito de enmienda, deberías confesarte de nuevo antes de comulgar.
Estar nervioso o presionado no hace inválida la confesión.
Un abrazo en Cristo