Tras un siglo de lucha, hoy se ha matado el pudor en millones de mujeres, que no dudan en exhibirse semidesnudas (con tres trapitos malcubriendo sus “vergüenzas”) todos los veranos, a lo que deben agregarse otros -hombres y mujeres- que se desnudan por precio en los sets de televisión y en los estudios de los pornógrafos. El resultado es un mar de carne convertida en un pingüe negocio al alcance —cine, televisión e internet mediante— de todos los bolsillos y de todas las edades.
A quienes son responsables de la corrupción de los niños se les debe recordar las palabras de Cristo:
"Cualquiera que escandalizarse a alguno de estos pequeñitos que creen en Mí, mucho mejor le fuera que le ataran al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y le echaran al mar". Mc 9: 42.
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