VIDA NATURAL Y VIDA SOBRENATURAL.
Como preámbulo, recordemos algunas verdades fundamentales al respecto.
En el orden natural, el hombre es un conjunto de alma y cuerpo como lo enseña nuestro catecismo. El cuerpo es el principio material que es informado, vivificado y unificado por un principio espiritual: el alma. El alma cuenta con algunas potencias que le permiten actuar: la inteligencia para orientarse hacia lo verdadero, la voluntad para buscar el bien. Con sus facultades espirituales, el hombre puede tener cierto conocimiento natural de Dios (pues siempre hay algo del Creador en su creación) y un cierto amor. Pero todo eso queda en el plano natural.
Ahora bien, gratuitamente y sin mérito previo por parte del hombre, Dios quiso elevar a nuestros primeros padres desde su creación a la vida sobrenatural. ¿En qué consiste esta vida sobrenatural? Primero consiste en un conocimiento de Dios que sobrepasa todo lo que nuestras facultades naturales podrían permitirnos. En lugar de conocer a Dios sólo a partir de la creación, el conocimiento sobrenatural nos hará ver que en Dios hay tres personas y que mientras vivamos en estado de gracia, estas tres personas moran en nuestra alma. En lugar de amar a Dios sólo como Sumo Bien conocido por nuestra inteligencia natural, lo amaremos por la caridad, pues al final y al cabo lo veremos cara a cara por toda la eternidad (1 Cor. 13, 12).
EDUCACIÓN, HACIA LAS VIRTUDES SOBRENATURALES.
Después de este repaso respecto a la diferencia esencial que existe entre vida natural y vida sobrenatural, hagamos algunas aplicaciones de esto a la educación.
Es evidente que después de la elevación de nuestros primeros padres a la vida sobrenatural, ningún hombre puede pretender vivir al nivel simplemente natural. Si Dios nos ha llamado a una vida que sobrepasa todas las posibilidades y exigencias de la vida natural, nadie puede prescindir de ella: ni los adultos ni los niños.
Por lo tanto, es de capital importancia educar a nuestros hijos en un ambiente sobrenatural. La oración de la mañana con el ofrecimiento de todo el día a Dios no será más que un nuevo día bajo la mirada de Dios. El ofrecimiento de las incomodidades y de las dificultades de la vida, realizará aquella unión del cristiano con Jesucristo crucificado. Los actos de caridad con sus hermanos en la casa y sus compañeros de la escuela, fortalecerán su unión diaria con Dios que es caridad (1 Jn. 4, 8). La búsqueda de la voluntad de Dios en todos los acontecimientos favorables o contrarios, fáciles o difíciles, no será más que una profesión de fe continua en la divina Providencia.
Aquí vemos el papel nefasto que puede jugar en la educación sobrenatural del niño la televisión y la casi totalidad de las películas contemporáneas. Sin entrar en el detalle de los temas y malos ejemplos que ofrecen, el mayor reproche que podemos hacerles es el enseñarnos una vida atea, agnóstica o indiferente. ¿En qué programa de televisión se da la visión cristiana de la historia? ¿En qué película, Dios es omnipresente como lo es en la vida real? ¿Qué producción recuerda la necesidad de la oración diaria y de la mortificación?
Si se reduce la vida a su aspecto natural, si se esteriliza en toda la vida todo germen de vida sobrenatural, ¿quién no ve los daños para una educación verdaderamente cristiana y equilibrada de nuestros hijos?
EDUCACIÓN, HACIA LAS VIRTUDES NATURALES.
El hecho de haber insistido en el aspecto sobrenatural de la educación no nos debe hacer olvidar el aspecto natural que también es indispensable.
¿Cómo rezar cuando falta la mortificación en el beber, en el comer y en el dormir? ¿Cómo enseñar la sumisión a Dios dónde faltan las señales más elementales de respeto a las autoridades humanas? ¿Cómo rendir a Dios el culto que le debemos cuando faltan las mínimas reglas de la cortesía? ¿Cómo hacer su examen de conciencia diario si no hay ninguna lealtad con el prójimo?
Nuestra vida sobrenatural, el mismo término lo dice, se funda en una base natural. No puede haber vida sobrenatural donde falta la vida natural. Por otro lado, la doctrina católica nos enseña que la primera función de la gracia es la de curar la naturaleza. De ahí que no podemos dispensarnos de un trabajo a nivel de las virtudes naturales.
La lealtad, el sentido del honor, el gusto del trabajo bien hecho, la cortesía, la puntualidad, la veracidad y muchas otras virtudes son virtudes naturales antes de ser elevadas al plano sobrenatural por la caridad.
Si bien es cierto que organizar la vida y la educación sin referencia a Dios que nos ha llamado a contemplarlo cara a cara, es falso; sería también vano educar nuestros hijos a los actos de la vida sobrenatural (caridad, esperanza, fe, penitencia, oración…) omitiendo el trabajo a nivel natural (honestidad, rectitud, veracidad, lealtad…).
HACER ESO SIN OMITIR AQUELLO.
Del mismo modo que Nuestro Señor no vino a destruir la Ley Antigua sino a perfeccionarla (Mat. 5, 17); asimismo, la gracia no destruye la naturaleza sino que la perfecciona (I, 1, 8, ad.2). La educación es un trabajo complejo donde hay que trabajar a todos los niveles simultáneamente.
El conocimiento de los caracteres y temperamentos no sirve de nada si se omite el ejercicio de las virtudes propiamente sobrenaturales; tampoco sirven ésas si no se toma en cuenta lo que es el hombre a nivel natural.
Como dice la Sagrada Escritura: “Hay que hacer eso sin omitir aquello.” (Mat. 23, 23).
Un sacerdote católico.
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