Se hallaba el niño Jesús o el joven Jesús (pues tenía ya doce años) en una parte del templo, donde los rabinos explicaban la ley a la multitud que aquellos días se apretujaba en el lugar santo. Jesús estaba con los maestros de Israel, oyéndoles, preguntándoles y contestándoles a su vez. En estas circunstancias entran María y José. A Ella le saltaría de gozo el corazón al ver a su Hijo, después de las congojas de las pasadas noches, y del corazón le vinieron a los labios estas palabras: Hijo, ¿por qué lo haz hecho así con nosotros?. Mira que tu padre y yo, acongojados, te buscábamos.
Fijémonos en la respuesta del Niño: ¿Por qué me buscabais?, -les dice-: ¿No sabíais que yo he de ocuparme en las cosas de mi Padre?. (1)
¡Respuesta en verdad divina¡ ¡Yo he de ocuparme en las cosas de mi Padre! Y ¿Cuáles son las cosas de su Padre? Son las cosas de Dios. Es el pensamiento de Dios sobre Jesús; son los destinos que por orden de Dios debe llenar Jesús; es la orientación que debe tomar la vida de Jesús, en orden al cumplimiento de la voluntad de Dios.
Pues bien: a mí me parece, padres y madres, que mientras ustedes se afanan por moldear a sus hijos según sus deseos, sin preocuparse quizás del pensamiento de Dios sobre ellos, del fondo del corazón de vuestros vástagos sube una voz que les dice: ¿Por qué se afanan, padres míos en lo que tal vez sea secundario en mi vida, presente y futura? ¿No sabéis que yo he de ocuparme en las cosas de mi Padre? ¿No sabéis que tengo un alma que salvar; que tengo unos caminos que Dios me ha señalado, que no son los de otro, sino que son los míos; que si hallo todas las cosas del mundo pero no hallo a Dios estoy perdido? ¿No sabéis que cada criatura tiene una relación con su Dios, que a cada cual ha señalado Dios una ruta, y que entrar en esa ruta es la gran ciencia del tiempo y de la eternidad? ¿Por qué, padres míos, no me ayudan a hallar la luz de Dios, la ruta de Dios, la fuerza de Dios, ustedes que me dieron el ser como instrumentos de Dios, ustedes que en nuestra casa representan a Dios?
Esta es la voz de Jesús, y esta es la voz de sus hijos, padres y madres. Escúchenla. Consideren su posición ante sus hijos. Pongan manos a la obra. Preocúpense con sus hijos de las cosas de Dios: buscad, para ellos y para ustedes, ante todo, el reino de Dios, les diré con el mismo Jesús, y lo demás se os dará por añadidura.
Tomado de: Cardenal GOMÁ, La Familia. Editorial Casulleras - Barcelona. Sexta Edición. 1952
p. 233 – 235.
(1) Lc 2,48 - 49
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