sábado, 1 de mayo de 2010

LA SABIA ORACIÓN DEL NIÑO

Había un niño que siempre finalizaba sus oraciones de este modo:

"Señor:
A los malos, hazlos buenos;
Y a los buenos ¡SIMPÁTICOS!"
.
.
-EL CATÓLICO DEBE SER LEVADURA Y SAL, Y NO HIEL Y VINAGRE-
.
El católico es normal y puede ser simpático (no todos tiene ese don, los hay que son más serios o tiesos, o hasta insoportables, como todo quisque). Nada más lejos de la piedad que la piadositis, nada más lejos de la santidad que la santurronería. El que atrae es Cristo, no nosotros, no yo, que soy la mayoría de las veces un estorbo. Y Cristo quiere unos cristianos alegres, poetas de su trabajo, zambullidos en su familia y demás relaciones sociales. Y en medio de todo y de todos hacer oración y vivir de fe. En esa reunión o en los semáforos. Con gracia humana y con gracia divina. Sin esforzarnos por parecer lo que no somos, o disimular el alma entre los avatares de la jornada. Todo lo contrario. Orgullosos de ser lo que somos y levantando bien alto el pabellón de nuestros ojos enamorados de Dios. Esa mirada limpia, que por sí sola es toda una catequesis. Esa mirada católica, tan amable con el prójimo y tan inconformista con el mal y con el pecado. Esa mirada que sólo con mirar reza y comprende, e imanta a muchas otras para seguir los pasos de Cristo.

Fuentes: CATOLICIDAD (adaptación) y Catholic. net "No hagamos raro lo cristiano" de Guillermo Urbizu
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