lunes, 20 de septiembre de 2010

RESPUESTA A UN PASTOR PROTESTANTE de Alfonso Junco


Leo el artículo "Desguadalupanización" -palabra tan fea-, que se ha servido usted dedicarme en público y remitirme en privado. El tono tranquilo que usted emplea me invita a presentarle a mi vez algunas tranquilas consideraciones.

¿Cuál es la posición del incrédulo y cuál la del católico ante el prodigio del Tepeyac?

El incrédulo adopta una actitud dogmática: "No puede haber milagros". Y sentado sobre ese dogma, naturalmente sale baldía y hasta absurda cualquier discusión crítica sobre el caso guadalupano.

El católico adopta una actitud crítica: sabe, en general, que puede haber milagros, pero estudia, en particular, si en esta ocasión determinada lo hubo o no lo hubo. Y aquí entra, con plena legitimidad y libertad, al examen histórico.

En ese examen histórico, el católico Icazbalceta dijo que no encontraba documentos originales y fehacientes anteriores a 1648; y en ese examen histórico el católico García Gutiérrez presenta el depurado catálogo de documentos indígenas y españoles anteriores a esa fecha (Primer Siglo Guadalupano, Méjico, 1931).

Ante esas pruebas, el católico puede optar: actitud abierta y crítica. Ante esas pruebas, el incrédulo tiene que seguir perpetuamente negando: actitud cerrada y dogmática.

Ningún historiógrafo guadalupano confunde el hecho de la aparición con el hecho del culto a la Virgen del Tepeyac. Ambos hechos tienen una estricta conexión, pero son distintos. La aparición es una realidad histórica de orden sobrenatural, en que se implican convicciones religiosas. El culto es una realidad histórica de orden natural, que ningún hombre enterado, así sea ateo, puede poner en duda.
Por lo demás, históricamente puede evidenciarse que ese culto excepcional tuvo siempre por base el origen excepcional de la imagen.

Usted, no como incrédulo sino como pastor protestante, se declara al propio tiempo contra la aparición y contra el culto. Contra la aparición, porque la gradúa de "mentira"; contra el culto, porque lo gradúa de "pagano".

En cuanto a lo primero, ¿puede alguien demostrar que se trata de una mentira? ¿Quién y cuándo la fraguó? ¿Dónde están las pruebas históricas y razones convincentes de que hubo mentira?

En cuanto a lo "pagano" del culto, es posible que exista en desviaciones de la ignorancia: no existe en la doctrina y la práctica de la Iglesia. Y lo único que procede es ilustrar, católicamente, a los ignorantes: no impedirles esa ilustración ni quitarles su catolicismo.

El catolicismo manda adorar exclusivamente a Dios y prohibe cuanto huela a idolatría. Sin confundir jamás al Creador con la criatura, el catolicismo venera a la Virgen y a los santos. Y rinde reverencia a sus imágenes, sin confundir jamás el original con el trasunto.

No en sentido propio, sino traslaticio, puede y suele decirse que México "adora" a la Virgen de Guadalupe, de igual modo que puede y suele decirse que un hijo adora a su madre: pero sería torpe quien tomara a la letra la expresión y acusara de idólatra al buen hijo.

Por otra parte, el católico besa una estatua de María como besa un retrato de su madre: homenaje y amor a la persona representada, no al palo o cartón.

Es necesario que los propagandistas protestantes comprendan estas cosas elementales y no insistan en las inepcias que eternamente repiten, con simultáneo agravio de los católicos y de la verdad.

Usted proclama categórico y yo agradezco la franqueza: "Los protestantes somos antiguadalupanos". Pero, ¿por qué? He aquí su extraña explicación: "La última palabra para los protestantes es el parecer de las Sagradas Escrituras, y a la luz de este libro sagrado y bendito, que es la Revelación de Dios, hemos emprendido con entusiasmo la noble y patriótica tarea de desguadalupanizar a México".

Vamos a ver. ¿Dicen algo las Sagradas Escrituras contra la Virgen de Guadalupe? Claro es que no.

¿Dicen algo las Sagradas Escrituras contra las apariciones en general? Por el contrario, narran y testifican apariciones: así la del Ángel que le anuncia su misteriosa maternidad a María, así la del propio Cristo a los apóstoles después de la Resurrección. En consecuencia, un protestante ilustrado y sincero no puede tener objeción contra la posibilidad de las apariciones en general. Puede tener objeción, en particular, sobre la aparición guadalupana, pero por motivos históricos, no por motivos religiosos. Y puede también por motivos históricos y siguiendo protestante, aceptar el hecho histórico de la Aparición Guadalupana.

Y el otro punto: contra la reverencia y homenaje a la Madre de Cristo, ¿dicen algo las Sagradas Escrituras? Al revés. Consta precisamente en ellas la alabanza del cielo pronunciada por el Ángel: "llena eres de gracia, bendita eres". Consta precisamente en ellas la alabanza de la tierra pronunciada por Isabel: "¿De dónde a mí tanto bien que la Madre de mi Señor venga a mí?"

Consta precisamente en Ellas cómo por acatar la insinuación de María anticipó Cristo, en Caná, su primer milagro. Consta precisamente en ellas que, muerto Jesús, daba calor su Madre a la Iglesia naciente y en el cenáculo perseveraba con los apóstoles cuando bajó el Paráclito. Nada entonces más de acuerdo con las Sagradas Escrituras que rendir reverencia a la que tal reverencia mereció.

Y la Señora que se mostró en el Tepeyac y se estampó en la tilma de Juan Diego, no es otra que la Madre de Jesús. A ella, y no a otra, se endereza el culto guadalupano. ¿Qué objeción puede tener contra ese culto, no pagano sino cristianísimo, un protestante ilustrado y sincero?

En lo patriótico, huelgan palabras. Hay una compenetración vital de cuatro siglos, tan potente y unánime, que hasta los heterodoxos, como Altamirano, la sienten: México es guadalupano.

Sintiéronla todos, absolutamente todos los caudillos de nuestra Independencia, y Morelos tildó de "traidor a la nación" al que no venerase a nuestra madre. Con declararse antiguadalupanos, los protestantes se declaran antimexicanos. Su exotismo se acusa en agresivos relieves. Y el no percibir lo antinacional de su actitud, denuncia cómo tienen extraviados la intuición y el instinto de lo nacional.


Respuesta periodística reproducida en su obra El Milagro de las Rosas, donde Alfonso Junco muestra un sólido y maduro punto de vista no sólo sobre la Aparición Guadalupana, sino sobre el culto que en la Iglesia recibe la Santísima Virgen María.

Leer comentarios:
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1 comentario:

  1. A los pastores protestantes:

    Lean Cap XXI de San Juan Vs. 25:

    "Muchas otras cosas hay que hizo Jesús, que si se escribieran una por una, me parece que no cabrían en elmundo los libros que se habrían de escribir".

    Luego hay una serie de hechos y enseñanzas de Jesús que no aparecen en la Biblia. Esta es la otra fuente de la Revelación que tiene la Iglesia y que llamamos Tradición.

    Ambas deben ser interpretadas por una autoridad dejada por Dios: El Magisterio de la Iglesia.

    Ambas se complementan y se enriquecen entre sí.

    Quien sólo tiene una parte adolece de los elementos de la otra y además la interpreta a su personal entender y saber. La interpretación personal ha dado pie a mil interpretaciones de cada protestante o de cada una de las sectas protestantes. No basta la sola Escritura ni es viable la interpretación que cada quien hace de Ella. Pues Dios no da la iluminación a cada hombre, tan es así que todos los protestantes divergen entre sí en cuanto a interpretaciones.

    Luego hay que considerar las dos fuentes de la Revelación interpretadas por el Magisterio de la Iglesia, pues sólo a Ella dejó Jesucristo el don de explicar su genuino sentido.

    Dios no desea la confusión que acarrea la libre interpretación de cada quien.

    Atte.
    CATOLICIDAD

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