Surgen voces que proponen legalizar las drogas en México. En conferencias y mesas redondas de algunos jóvenes y profesores universitarios, han relanzado este tema.
Desde el PRD se ha llegado a decir que ese partido buscará realizar las reformas correspondientes para lograr la legalización de algunas drogas, particularmente la marihuana, “con el fin de terminar con el negocio que representa el tráfico, no para disminuir el consumo”.
Se comentó, también, que si se legalizan los estupefacientes, entonces bajarán de precio y que esta medida sería un modo de combatir el narcotráfico.
Otros argumentos se centran en el siguiente aspecto: si se permite el consumo de alcohol y los tranquilizantes para dormir, ¿por qué se prohiben las drogas en nuestra sociedad?, ¿no estamos viviendo una situación de hipocresía que continúa con un enfoque tradicionalista?
Lo primero que hay que preguntarles a estas personas es si han visitado –aunque sea alguna vez– una clínica de desintoxicación de adicciones. Tengo algunos conocidos que –hace ya bastantes años– fueron internados por consumir drogas. Se quedan muy pobres las palabras para describir a fondo el cúmulo de sus sufrimientos físicos y morales. Lo que presencié fue un verdadero infierno en esas vidas.
Dentro del plan de rehabilitación está –habitualmente–, el irles bajando las dosis de los narcóticos. Como consecuencia de ello, sufren convulsiones, desesperación, intensas angustias, fobias, insomnios permanentes, alteraciones en la conducta, deseos de morirse o de suicidarse, vómitos, pérdida de apetito, irritabilidad o ataques de cólera.
En la parte psíquica, requieren de psicoterapia individual y colectiva. En muchos casos, es típica la frase: “Yo en realidad no soy drogadicto y puedo dejar las drogas cuando yo quiera. Simplemente lo hago por sentirme bien”.
En estas clínicas todo ese tipo de excusas caen por tierra y asoma su cara la dura realidad: sin una eficaz ayuda médica, es imposible que salgan del pozo profundo en que están sumidos. Y si abandonan la clínica e interrumpen su tratamiento, la recaída suele ser mucho peor.
Recuerdo a un compañero de la preparatoria que consumía marihuana. Era un líder nato, simpático, inteligente, con una gran capacidad para hacer amigos. Algunas veces yo le hacía ver que aficionarse a esa droga acabaría afectándole seriamente. Teníamos fuertes discusiones, pero él sostenía firmemente que esta droga no le causaba ningún daño.
Soy testigo de que en pocos meses bajó drásticamente su rendimiento escolar, disminuyó su capacidad de concentración, perdió en forma considerable la memoria, entró en un estado de confusión de las coordenadas espacio-temporales (por ejemplo, olvidaba la fecha en que estábamos viviendo), tuvo importantes trastornos en su conducta (perdió su liderazgo, tenía frecuentes conflictos con sus padres y hermanos), comenzó a vestir con notorio desaliño, etc.
Con los años, empezó a consumir otras drogas más fuertes. Comenzó la carrera de Psicología pero nunca se pudo realizar profesionalmente por la sencilla razón de que psíquicamente ya no era una persona normal, y casi nadie contrataba sus servicios.
Se casó y al poco tiempo se divorció, en buena parte debido a sus constantes variaciones de estados de ánimo. Murió bastante joven de una pancreatitis. Dejé de verlo por algunos años. Personas muy cercanas a él me comentaron que las drogas le fueron deteriorando su salud y acabaron con su vida.
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Zedillo, a favor de la legalización |
Conozco, de primera mano, otros casos de jóvenes que se aficionaron también a las drogas. Por ejemplo, Ricardo (seudónimo) murió de una sobredosis. Comenzó con marihuana y terminó consumiendo cocaína y heroína.
Es decir, una primera conclusión que podemos sacar es que la idea generalizada en ciertos ambientes de que la marihuana no produce adicción ni conduce a experimentar con drogas más fuertes, es falsa o un mito. Esto cualquier psicoterapeuta lo puede confirmar por la vía de los hechos y las estadísticas.
Otro caso, Bernardo (seudónimo) tomó dos pastillas de LSD en menos de 48 horas y su cerebro resultó seriamente dañado, al punto que hasta la fecha ha quedado en un estado semi-vegetativo. En su casa, sus padres lo tienen que asear, vestir, darle de comer, cuidarle (porque sale a la calle y se extravía). Ha perdido la noción de la realidad y de su identidad. Su daño es irreversible.
Emilio (seudónimo) era un joven de posición acomodada, que tenía en su hogar todas las comodidades y solía llevar bastante dinero para sus gastos personales. Era muy alegre, pero se hizo amigo de otros compañeros drogadictos. Pronto se aficionó a las drogas. Tenía escasos 17 años cuando murió por un problema cardiovascular como consecuencia de una sobredosis.
Me decía un psicoterapeuta, amigo mío, que trabaja en una clínica de desintoxicación de adicciones, que aproximadamente desde el año 2000 a la fecha, la mayoría de los pacientes que recibe son adolescentes que se metieron en el mundo de las drogas. Comenzaron a beber bebidas energetizantes, mezcladas con alcohol, que se venden sin ningún control en los antros.
“No entiendo –comentaba– cómo las autoridades de la Secretaría de Salud no ponen un freno a este abuso, porque un alto porcentaje de estos jóvenes en pocos fines de semana se pueden convertir en adictos a estas ‘mezclas’ y, después, quieren experimentar con drogas más fuertes. Es una pena, porque sacarlos de su adicción es un proceso sumamente doloroso para ellos”.
Por otra parte, me parece un despropósito el pretender acabar con el narcotráfico y, para ello, buscar legalizar las drogas. Es como si para pretender terminar con los robos, se legalizaran de igual forma. Porque lo que es intrínsecamente malo y perverso, no puede conducir a ningún bien.
¿Por qué no sacar experiencia de lo que ha ocurrido en otros países “modernos” que han legalizado las drogas? En Holanda, por ejemplo, de 1984 a 1996 el uso de drogas en adolescentes holandeses aumentó en un 200 por ciento. En Inglaterra tan sólo 22 mil jóvenes están bajo tratamiento por consumir marihuana.
Robin Murria, profesor de Psiquiatría en el Instituto de Psiquiatría de Londres, sostiene que al menos 25 mil de los 250 mil esquizofrénicos del Reino Unidos podrían no estar enfermos si no hubieran consumido cannabis.
“En Estados Unidos –comenta el periodista Gerardo Ochoa– el 28 por ciento de los homicidas y el 20 por ciento de los violadores cometieron sus delitos bajo influencia de drogas. En el 80 por ciento de los casos de maltrato infantil en que el niño murió, el agresor se encontraba bajo influencia del crack”.
Adicionalmente, si una persona requiere de medicamentos para conciliar el sueño siempre está bajo vigilancia del médico y es por un periodo temporal y, sobre todo, es una solución médica a su problema de insomnio.
Es evidente, de igual manera, que el exagerado consumo de alcohol es altamente nocivo para el organismo y causa de no pocas enfermedades y muertes. Por ello, las insistentes recomendaciones médicas a beber con moderación.
Sin embargo, nunca se podrá comparar con el efecto devastador de las drogas, su alta peligrosidad en el ámbito individual, familiar o social. Además de que su recurrente crecimiento exponencial, muchas veces conduce al suicidio.
En conclusión, las drogas son substancias que deben permanecer prohibidas, ya que si se aumenta su disponibilidad, más jóvenes y niños pueden caer en la adicción. Los legisladores deben calcular, también, el daño social en la moralidad pública.
En lugar de buscar legalizar las drogas, se debe brindar una mayor educación que enseñe a las personas a encontrar el verdadero sentido de la vida, a fundamentar bien sus valores, comenzando por los valores de la vida y el amor.
Es imprescindible ayudar especialmente a los jóvenes a que aprendan a divertirse de modo natural (en el deporte, en el contacto con la naturaleza, en las fiestas...) y se percaten que pueden estar alegres y de buen humor sin el recurso artificial y esclavizante de las drogas o el excesivo consumo de alcohol.
Fuente: Temas de Actualidad. Autor: Raúl Espinoza.
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LAS DROGAS NO SON PELIGROSAS POR SER ILEGALES... SON ILEGALES POR SER PELIGROSAS.
ResponderEliminarPropuesta (lamentablemente) esperada... que forma parte de la espiral degenerativa en la que ha entrado la política y los políticos modernos.
Si el lobby gay (con su enorme poderío económico) pudo sacar adelante una Ley antinatural y antirracional (y de forma antidemocrática)... ¡como no iba a poder el narco legalizar las drogas!
(Lamentablemente vivimos en una tiranía democrática; es decir... una tiranía que ejerce una minoría privilegiada -que controla el poder y manipula a la opinión pública- FALSEANDO -de hecho y de derecho- LA RAZÓN y LA VERDAD con la finalidad -supongo- de beneficiarse o lucrarse personal y partidísticamente).
Una vergüenza.