Acerca de la autora: La Dra. Zelmira Seligmann es Doctora en Filosofía, Licenciada en Psicología y Profesora de Psicología y Pedagogía
Son cada vez más numerosos los pacientes que debemos atender con esta extraña “patología” como es la incapacidad para la vida matrimonial, si es que ya están casados, o para la realización de un proyecto matrimonial, si es que aún buscan casarse y realizarse en una vida familiar.
A la vez encontramos también muchos fracasos, incluso después de largos años de convivencia, de matrimonios que habían logrado tener una familia con hijos y una cierta estabilidad, y donde nada parecía predecir el triste desenlace de la disolución y disgregación de la familia.
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En todos estos casos ─la imposibilidad de concretar la propia vocación matrimonial, la incapacidad para llevarla adelante tanto sea al comienzo del matrimonio como luego de varios años de convivencia─ puede haber diferentes causas, pero analizaremos la más común, pues se refiere a una cierta mentalidad que aparece “como normal” en nuestra cultura, cada vez más alejada de la ley natural, donde la “libertad” y el capricho subjetivo, parecería ser el único valor por el cual se mueven las personas.
Por eso quiero analizar el problema de la fornicación ─o sea, el mantener relaciones sexuales prematrimoniales, entre varón y mujer, pero sin estar casados─ y sus consecuencias psicológicas, sobre todo en cuanto a la realización o frustración de la propia vocación.
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Habría que hacer primeramente una distinción ─por otro lado, estudiada por Santo Tomás siguiendo a Aristóteles─ entre el incontinente y el intemperante.
En el incontinente la voluntad es arrastrada por la pasión y se arrepiente en cuanto la pasión va desapareciendo. Esto quiere decir que hay gente que fornica dejándose llevar por los impulsos, sin resistirlos debidamente, apartándose así del orden de la razón, pero sabe que está mal y se arrepiente de lo hecho por debilidad. Sin duda, como observa Santo Tomás, la causa está principalmente en el alma (el cuerpo es sólo ocasión del pecado), pues no se propone resistir con firmeza a la tentación, mediante el juicio de la mente[1].
Diferente es la situación del intemperado, que es aquel que no se arrepiente, porque ya tiene el vicio contrario a la templanza. La templanza es una virtud que modera los placeres sensibles sometiéndolos al juicio de la razón. Por eso la intemperancia es un vicio (hoy en día llamado “adicción al sexo”) verdaderamente corruptor de la vida humana, y sobre todo de su vida psíquica. ¿Porqué? Porque la bondad de la virtud moral está en seguir el orden de la razón, ya que “no existe más bien para el hombre que el racional”[2]. En la intemperancia la voluntad se decide a pecar por propia elección porque ya tiene el hábito adquirido por el ejercicio. La persona ya juzga bueno seguir sus pasiones y no le importa refrenarlas. Es más, las justifica.
Ya Santo Tomás cuando estudia la intemperancia dice que es un pecado “pueril”, o sea que es un vicio propio del infantilismo; como los caprichos de los niños[3]. Por eso no cabe duda de que sumerge a la persona en una tremenda inmadurez, con todas las consecuencias que esto supone en las responsabilidades de una persona adulta, principalmente porque ─como afirma Santo Tomás─ es un vicio que al hundir en los placeres animales, obnubila la luz de la razón.
LA INTEMPERANCIA .
Estudiaremos principalmente los efectos nocivos de la intemperancia porque cuando ya está instalado el vicio, las consecuencias son más graves, sobre todo teniendo en cuenta que el vicio es causa de la enfermedad mental y de todos los desordenes patológicos del carácter. También debemos considerar que el problema de la cultura actual es principalmente que se pervierte el orden de la razón ya desde la misma niñez y juventud, pues se ve como negativo el subordinar los impulsos a la razón. Sin lugar a dudas ha sido determinante la influencia del modernismo, y especialmente del psicoanálisis y otras teorías psicológicas, aun aceptadas por los católicos que educan, y donde se pone de relieve el tema de “no reprimir”, el dejar que sean auténticos y espontáneos, el dejar en libertad para manifestar el “amor”, el hecho de que hay que dejar que hagan su propia vida, etc. En la cultura moderna ya no se educa para la virtud y mucho menos para la virtud de la templanza. Y esto trae gravísimas consecuencias a nivel psíquico y social.
Podría decirse aún más, y es que en la cultura actual hay una “disposición” para el desenfreno y la fornicación. No sólo por las costumbres corruptas de nuestra sociedad (incentivadas por los poderosos medios de comunicación), que incluso las confirma con leyes humanas positivas, sino también y principalmente por la educación deficiente que reciben nuestros jóvenes. Aún la educación en ámbitos católicos.
Las nuevas generaciones ya no ven como malo no sólo el tener relaciones sexuales ocasionales con el “novio” y a veces hasta en la primera salida, sino que ya por principio no conciben una vida de castidad, y les parece muy normal irse a convivir con su “pareja”. A veces hay planes matrimoniales a largo plazo pero, en la mayoría de los casos, no existe ningún proyecto y se cambia de pareja con mucha frecuencia. Por eso podemos afirmar que hoy en día la fornicación no se da por el sólo hecho de un desborde pasional ─el “incontinente” para Aristóteles─ sino que ya existe la convicción de que hay derecho a vivir con esa libertad. Y en la mayoría de las familias se acepta este desorden, generalmente porque justifica problemas de los padres mismos.
Pero me parece interesante al análisis que hace Santo Tomás de este vicio, porque lo primero que observa es que es un pecado que sumerge a la persona en una gran inmadurez, porque son actos semejantes a los de los niños, y esto por tres razones:
1º) en cuanto al objeto apetecido, la concupiscencia tiende a algo torpe, bajo, con acciones que no son razonables, que no se ordenan a un fin más elevado, “no escuchan la voz de la inteligencia” como ya decía Aristóteles (en el Libro VII de la Ética).
2º) respecto de las consecuencias, el que fornica es como el niño que si se le dejan realizar sus caprichos, crecen cada vez más sus deseos desordenados. Así la concupiscencia al verse satisfecha exige cada vez más, estructurándose una personalidad que no sabe poner límites a sus impulsos y deseos desordenados;
3º) en cuanto al remedio, así como al niño hay que corregirlo, la concupiscencia debe ser refrenada para disminuir su poder, sometiéndola al régimen de la razón.
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Vive continuas frustraciones afectivas |
ATRAE DIVERSOS MALES
La fornicación trae también sus consecuencias[4] en la inteligencia y en la voluntad: por ejemplo la “ceguera de la mente”, o sea que la persona no percibe la bondad del fin y por lo tanto no puede deliberar y poner los medios adecuados a ese fin (es corruptora de la prudencia, según Aristóteles). Y así cae fácilmente en la precipitación, en los juicios errados, en la inconstancia, por lo cual también se equivoca mucho respecto de las situaciones y las personas que involucra en su vida. Esto lo lleva a vivir continuas frustraciones afectivas y ─a medida que pasan los años─ se va truncando también la vocación matrimonial a la que pueden estar llamados. A cierta edad, cuando la juventud se va yendo y también las posibilidades concretas de la maternidad y paternidad, esto trae grandes depresiones pues se enfrentan al dolor de la no-deseada y tan temida vida en soledad.
No son menos los estragos que hace la fornicación en la voluntad, pues la persona se hace cada vez más egoísta, crece su amor propio, en esa búsqueda del placer desordenado que, no sólo lo aleja de los demás, sino que también lo separa de Dios. Como muy bien observa Santo Tomás, el amor a las cosas de la vida presente donde se encuentra el placer, lo hacen desesperar de la vida futura, porque quien no reprime los placeres carnales no sólo no se puede ocupar de los espirituales, sino que hasta siente fastidio por ellos.
Cuando viven con este pecado se alejan de Dios y de los sacramentos, y aquí nos referimos a los que son católicos. Cuando conviven porque saben que están en falta y, en el fondo, sólo les importa vivir esos momentos de placer, de “estar bien” con su pareja. Pero también cuando están solos, si bien quisieran volver a los sacramentos, muchas veces no lo hacen porque saben que no pueden confesarse porque no se arrepienten de lo que han hecho ni tienen propósito de enmienda, pues si volvieran a encontrar otra persona, volverían a fornicar. Por eso dice muy bien Santo Tomás que es un problema del alma y no del cuerpo. Es que mentalmente ya están dispuestos a la fornicación como si fuera algo normal, si bien ven claramente que choca con su conciencia por lo cual no pueden fácilmente volverse a Dios y a la vida sacramental. Se sumergen en un ateísmo práctico.
La ceguera de la mente, el desorden respecto de la razón, y la voluntad herida por el vicio, con toda la carga de egoísmo que supone, comprometen seriamente su vida futura y su proyecto vocacional. Porque no sólo eligen mal sus amistades y sus parejas (que muchas veces los “usan” o se “usan” mutuamente) sino que también eligen mal la persona con quien luego se casan, y el riesgo de fracaso matrimonial es muy alto. Se les hace muy difícil el discernimiento, porque su apego a lo sensible obnubila la razón. Y el problema no se plantea sólo por la mala elección, sino también por las patologías del carácter que llevarán luego a la vida comunitaria y que pueden hacerla insoportable, involucrando luego a los hijos, si es que los hay. Por supuesto estas situaciones traen consecuencias muy negativas para la sociedad en general.
ADICCIÓN AL SEXO
La fornicación al hacerse vicio (“adicción al sexo”), estructura la personalidad de manera que pone en peligro el matrimonio, sus fines y la realización vocacional en este estado de vida. Por eso requiere de una rectificación y purificación de la vida, para la realización de una buena familia.
Ciertamente muchas veces es necesario hacer una “reeducación” del carácter y una adaptación al matrimonio y sus fines, debido a los malos hábitos que ya han conformado la personalidad. En estas personas, es necesario reducir la impulsividad sin límites, desarraigar los caprichos y deseos egoístas que entorpecen la vida en común, desarrollar la capacidad de razonar, de enfrentarse a la realidad, de asumir responsabilidades adultas; es necesario también llevar a la persona a vencer el miedo a las relaciones estables y duraderas, el miedo a los abandonos, y a veces, hasta es necesario desarrollar la sensibilidad y el afecto, que se han endurecido y enfriado por el vicio. La mayoría de las veces hay que hacer una adaptación a los fines del matrimonio: corregir la inmadurez para la vida en común, despertar el deseo de los hijos y, lo que es más difícil, que tomen conciencia de la responsabilidad en su cuidado y educación.
Y en esto no podemos dejar de considerar las gravísimas consecuencias de la anticoncepción en sí misma (como principio que rige estos actos desordenados) y de los métodos contraceptivos usados en las relaciones sexuales prematrimoniales. Es más, en muchos casos se recurre directamente al aborto provocado, que es un crimen aborrecible. Es en estas circunstancias en que realmente se juega la vida y la muerte. El tema del aborto y sus consecuencias psíquicas para toda la vida, están hoy en día muy bien estudiados y hay mucha bibliografía al respecto (Cf. por ejemplo “Miriam ¿porqué lloras?” Pius Stössel, Combel, 2004). Y no sólo en la mujer sino también en el varón, que no solamente frustra su paternidad, sino que además se convierte en el homicida de su propio hijo. Ya sabemos cuán graves son los efectos del aborto y de la anticoncepción, que además de provocar problemas orgánicos (hormonales, de esterilidad, etc) se le suman los trastornos psíquicos, como depresiones, angustia, intentos de suicidio, sentimiento de culpa, fobias, incomprensión de la pareja, soledad, tristeza, problemas de comunicación, etc.
Ya Santo Tomás advertía sobre la gravedad de la fornicación en este sentido, porque es un pecado cometido directamente contra la vida humana, “infiere un daño evidente a la vida de quien ha de nacer, por el acto cometido”[5]. Por esto va contra el derecho natural, que exige la estabilidad del matrimonio para la procreación y educación de la prole.
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Se vuelve más egoísta e infantil |
Otro aspecto que me parece importante resaltar es que, cuando llegan a situaciones de crisis, no pueden superarlas, porque buscan siempre soluciones en el aspecto sensible y ─ frente a nuevas frustraciones ─ las crisis se profundizan. Obviamente, en esto influye el hecho de que no saben usar la razón.
PROBLEMAS DE COMUNICACIÓN
También sabemos por experiencia que suelen tener graves problemas de comunicación, porque el desorden interior se lleva a los actos exteriores, principalmente la palabra. Y en esto coincide Santo Tomás, cuando siguiendo a San Isidoro, dice que es por cuatro causas: en cuanto a la materia del discurso, sólo saca las “torpezas” de su interior; en cuanto a la precipitación e inconsideración, se precipita en palabras sin pensar y habla de cosas “tontas”; en cuanto al fin, porque busca el placer y el quedar bien delante de los demás, con expresiones muchas veces desubicadas; y en cuanto a la ceguera de la mente propia del que fornica, prorrumpe en necedades y estupideces, cambiando el sentido de las palabras para expresar sus concupiscencias[6].
La templanza es una virtud que se requiere para vivir bien la vida presente y ordenar y moderar las necesidades vitales, pero el fin propio de la templanza es la felicidad, a la que subordina estas necesidades. Por eso los que fornican y no refrenan los impulsos de sus concupiscencias, no sólo se sumergen en una profunda tristeza sino que además viven perturbados e intranquilos. La inseguridad los tortura, pues al no ser capaces de someter sus pasiones a la razón y hacer su vida “razonable”, las cosas presentes se les escapan de las manos. Tienen consciencia de que muchas situaciones los desbordan y que no pueden manejarlas. Sin duda alguna, porque si no pueden controlar sus propios impulsos, tampoco pueden resolver debidamente los problemas que se les presentan cotidianamente.
Otro aspecto que no podemos dejar de lado, también por las consecuencias negativas en la vida en común, es la ira. El inmaduro caprichoso responde con enojo a aquellas cosas que no le gustan como son. El que fornica, al tener una gran debilidad en el control de sus emociones y el egoísmo siempre creciente, se irrita con frecuencia cuando algo lo disgusta, y por eso hace la convivencia insoportable. Esto es también otro aspecto de la inestabilidad de los concubinatos. Hay estudios estadísticos recientes que demuestran que el matrimonio estable reduce notablemente el stress en las personas.
Por último quiero reflexionar sobre las posibles causas de este fenómeno moderno que es la fornicación como un vicio “aceptable” socialmente, como si fuera algo normal.
Una primera causa ─y muy importante por cierto─ considero que es el grave problema educativo que vivimos en la actualidad. Principalmente la falta de buena doctrina y la enseñanza de las verdades más fundamentales, ya que ni siquiera se enseñan los Mandamientos de la Ley de Dios y la gravedad de su transgresión, no sólo ante Dios, sino también como causa de enfermedades mentales. Por supuesto esta crítica involucra a la educación católica que, en muchos lugares, es deficiente.
Otra posible causa son los grupos de pares, los “amigos”, los ámbitos sociales, los medios de comunicación, la cultura en general, el miedo a ser distinto de los demás que tienen los adolescentes (y muchos adultos también) y por lo cual S. S. Benedicto XVI les ha pedido que sean capaces de ir “contracorriente”.
Fundamentándome en mi experiencia como psicoterapeuta, he podido comprobar que hay jóvenes y adultos que ─habiendo tenido una formación adecuada─ consideran que han “claudicado” a sus principios, que han traicionado su consciencia por no quedar mal delante de los demás, por no pasar por “tontos” y reprimidos, por miedo a ser excluidos de los grupos en los que se mueven. Muchas veces este vicio comienza por las exigencias de la pareja y el miedo a perder el afecto.
Desgraciadamente también podemos decir que los padres y a veces hasta los abuelos apoyan la iniciativa de sus hijos de irse a vivir con su pareja. Muchos padres justifican sus propias situaciones irregulares o la vida que llevaron antes del matrimonio, y hasta aprovechan para desligarse de la educación de sus hijos, que siempre es ardua.
Recordemos que las consecuencias negativas de la fornicación están principalmente en el cumplimiento de los fines del matrimonio: la procreación, la educación de la prole y la ayuda mutua. Esta última herida se lleva por largo tiempo.
En este papel central de la educación, es muy importante el testimonio de la familia y sobre todo el ejemplo de los padres. Muchos jóvenes de hoy en día no encuentran directivas claras de los padres con respecto al comportamiento sexual. Esta es una negligencia y un abandono gravísimo de su misión. Y aquí tendríamos que involucrar a todos los que educan: docentes, sacerdotes, etc.
APOYO ESPIRITUAL
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Y para terminar quisiera presentar la causa principal de este problema y es la ausencia de la vida sacramental. Ya un gran educador de la juventud como fue Don Bosco, fundamentaba su sistema preventivo (para prevenir del pecado) en tres pilares: el amor, la razón y la religión. El más importante es la vida religiosa (porque incluye a los otros dos), la oración y la frecuencia de los sacramentos: la confesión y la Eucaristía. Se puede educar en la castidad pero si no se recurre a la oración y la gracia de los sacramentos, no se tiene fuerza para vencer las tentaciones que son cada vez más fuertes en la sociedad en que vivimos.
Pero por el contrario –y esto es una gran esperanza– muchos jóvenes hoy en día no sólo consagran su vida a Dios con voto de castidad, sino que también hay muchos que prometen vivir su virginidad hasta el matrimonio, y hasta hay movimientos de jóvenes que se comprometen a empezar nuevamente, una vida más plena y feliz con una renovada castidad. Pero todos ellos saben que necesitan una fuerza especial, que no viene de la propia naturaleza herida y asediada por tantas tentaciones del medio ambiente, viene sólo de Dios.
Hoy en día debemos recordar a los padres de santa Teresita, los beatos Louis y Zélie, quienes supieron formar un matrimonio santo y dar frutos de santidad. Una familia digna de ser imitada.
[1] Cf. Santo Tomás de Aquino, Suma de Teología, II-II q. 156.
[2] Pseudo-Dionisio Areopagita, De div. Nom, cap 4. Citado en S. Th II-II q. 141 a. 6 corpus.
[3] Cf. S. Th. II-II q. 142 a. 2
[4] Cf. S. Th. II-II q. 153 a. 5: Si están bien clasificadas las hijas de la lujuria.
[5] S. Th. II-II q. 154 a. 2 corpus.
[6] S. Th. II-II q. 153 a. 5 ad 4.
Fuente: ecclesiaprimus
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como obtener un verdadero arrepentimiento perfecto?
ResponderEliminarLa contrición perfecta procede de la caridad: Duele haber ofendido a Dios por ser quien es y porque se le debe amar sobre todas las cosas. Pero la contrición es ineficaz si no va unida a la intención de recurrir al sacramento de la Confesión. Esta contrición perdona las faltas veniales y obtiene también el perdón de los pecados mortales (esto último siempre que comprenda la firme resolución de recurrir tan pronto sea posible a la confesión sacramental). El sacramento de la Confesión es necesario para recibir los demás sacramentos de vivos como lo es la Comunión, no basta la pura contrición. Sin embargo, quien muere luego de una Contrición perfecta, alcanza su salvación eterna.
ResponderEliminarLa contrición imperfecta se llama Atrición. Esta surge de la consideración de la fealdad del pecado, y del miedo a las penas del infierno. La atrición no incluye necesariamente el amor a Dios, es sin embargo, un movimiento bueno y útil que dispone a la gracia pero sin el sacramento de la Penitencia o Confesión no puede justificar (perdonar los pecados), pero con el sacramento (de la Confesión) sí basta para la justificación. Por lo tanto, por sí misma la contrición imperfecta no alcanza el perdón de los pecados graves.
La contrición, en general, "es el dolor del alma y la detestación del pecado cometido junto con el propósito de no pecar en adelante, de tal modo, que el hombre querría con toda su alma no haber pecado: es un acto libre y voluntario" (Dezinger, índice sistemático, XI, E, a, 2-a). Para la absolución de los pecados, el motivo de la contrición debe ser sobrenatural. La contrición debe manifestarse al confesor y debe dar la esperanza fundada de una enmienda; en especial debe hacerse el propósito de huir de una libre ocasión próxima al pecado (Cf. Ibid)
en verdad, la fornicación y la impureza, en CUALQUIERA de sus formas daña la virtud que se encuentra en el individuo.¿Se puede, de alguna manera,restaurar esa virtud corrompida?
ResponderEliminarQuien pierde esa virtud difícilmente la recupera, porque su alma se apega a los bajos instintos. Sin embargo, la experiencia de muchos muestra que con la ayuda de Dios, la oración y los sacramentos sí es posible apartarse de esa senda que arrastra a muchas almas a su perdición eterna. Se requiere una decisión firme y pedir mucha ayuda a Dios y la intercesión de su dulcísima Madre que es la persona más pura y sin mancha en la creación.
ResponderEliminarHay testimonio de ello por parte de muchos. En la etiqueta TESTIMONIOS (que se halla en la columna derecha del blog) podrás encontrar algunos ejemplos.
Un abrazo en Cristo
Atte
CATOLICIDAD
Disculpen, sé que el comentario a continuación no está directamente ligado al tema, pero¿Cuando uno debe enamorarse? y en caso de de que una relación sea no muy bienvenida por los padres, ¿que hacer?. De antemanos gracias y los felicito por su blog.
ResponderEliminar¿que hacer cuando uno siente pasión por algo, o en este caso, por alguien?Además quisiera saber que es mejor ¨escuchar al corazón o a la razón¨. Gracias de antemano y que Dios los bendiga.
ResponderEliminarEn la elección deben estar presentes ambos aspectos: corazón y razón. Pues se debe buscar alguien que realmente satisfaga nuestros ideales como futuro matrimonio y nos llene realmente como persona por sus virtudes morales y cualidades humanas, pero no debe estar el sentimiento y la atracción (o peor aún, la pasión) por encima de la razón.
ResponderEliminarIndudablemente hay que hacer caso a las neuronas y no a las hormonas.En la elección se busca a la futura madre o al futuro padre de nuestros hijos. Alguien que sabrá formarlos en nuestra fe y prepararlos para que un día alcancen la bienaventuranza eterna. El compañero o la compañera futura de nuestro matrimonio debe ser alguien que nos ayude a vivir conforme a nuestra fe y a superarnos material y espiritualmente. Sobre todo esto último debe estar en las cualidades que tenga nuestro futuro(a) cónyuge. Los dos deben ayudarse para llegar un dçía, finalmente, a Dios.
Hay que buscar las cualidades del alma, ante todo, aunque naturalmente también debe existir la legítima atracción y empatía.
¿Cuándo debe uno enamorarse? preguntas. Cambiaríamos este cuestionamiento así: ¿Cuándo se debe iniciar una relación de noviazgo? Cuando se ha elegido bien a alguien que consideramos pueda ser un buen cónyuge y se está preparado material y psicológicamente para realizar un próximo matrimonio por ambas partes. El noviazgo confirmará o no si la elección es correcta, pero debe iniciarse con una alta probabilidad de que lo sea. Muchas veces ya enamorados los novios no terminan aunque debieran, pues el amor nubla -en muchísimas de las veces- el buen juicio y la razón. ¿Cómo elegir correctamente? Analizando si la otra parte comparte nuestros ideales religiosos, morales y humanos. Evaluando si su carácter es compatible con el nuestro y si su educación, intereses y nivel es semejante, a fin de que no existan choques de cultura o educación durante el matrimonio. O lo que es peor, discordancia de valores morales y de principios religiosos.
Cuando la relación no es aceptada por los padres, hay que analizar con verdadera objetividad las razones que ellos exponen. En la inmensa mayoría de los casos su opinión sólo busca el bien del hijo(a) y prevenir un futuro fracaso matrimonial. Muchos matrimonios no hubieran sido un fracaso si los hijos hubiesen escuchado las razones de sus padres sobre su relación con tal o cual novio o novia. Pero hemos dicho "analizar" sus razones, pues en algunas ocasiones pueden ser infundadas. Ese análisis debe ser muy sincero, y en caso de duda acudir a personas maduras y de buen criterio que nos ayuden a realizarlo, como pudiera ser un sacerdote SABIO y PRUDENTE o algún pariente maduro que comparta nuestros ideales católicos y cuyo criterio sepamos que es justo y sabio.
Naturalmente, esta respuesta que aquí hacemos es muy breve, por lo que te aconsejaríamos buscar algún buen libro sobre noviazgo en alguna librería católica.
Sin otro particular, agradecemos tu confianza al realizarnos estas preguntas.
Un abrazo en Cristo.
Atte
CATOLICIDAD
P.D. Te aconsejamos estos posts:
ResponderEliminarhttp://catolicidad-catolicidad.blogspot.com/2009/06/rehacer-tu-vida.html
y
http://catolicidad-catolicidad.blogspot.com/2011/04/prueba-de-amor.html
Además, en la columna derecha (verde) podrás hallar en ETIQUETAS la que se llama MATRIMONIO, haciendo click sobre ella podrás leer diversos posts que te serán de ayuda.
Yo felizmente elegi a la mujer de mi vida pensando en alguien que educara a mis hijos con mis mismos valores morales y religiosos si yo llegara a faltar, y mira que me dio un excelente resultado. Llevamos muchos años de matrimonio.
ResponderEliminarTe paso la receta..
Saludos.
Saludos a los lectores y editores de catolicidad:
ResponderEliminarQuisiera agregar que no solo esas consecuencias son debidas a la fornicación, sino al propio consentimiento de actos y deseos impuros. De todos los pecados cometidos contra Dios, me atrevo a decir que este es uno de los peores. Yo estuve muy alejado de Dios, completamente perdido y apartado. Para mi Dios no existía, o si existía yo no entraba en sus planes ni yo en los suyos. Me aleje de una manera tal que hice cosas horribles cuyas consecuencias me atormentan hoy en día. Confieso que yo, católico de siempre, había olvidado tan siquiera el cómo persignarme. Pequé contra Su Santo nombre, contra todo lo que ha hecho, su palabra y contra mi propio cuerpo, templo del Espíritu Santo. Pequé de una manera que me avergüenza tan siquiera el recordarlo y aunque sé que la misericordia de Dios es infinita, en MI corazón no hay perdón para mi por haberlo ofendido.
Pero la Gracia del Señor es infinita y puedo dar testimonio que el Señor tuvo verdadera misericordia de mí, rescatándome de ese vacío en donde me encontraba. Cuando más odio tenía y con los puños cerrados lo esperaba llegó e inundó todo mi ser como si un océano cubriera una hormiga. El Señor me abrió los ojos y realmente dijo mi nombre. Doy testimonio que donde más abunda el pecado, más abunda Su Gracia. Mi conversión llegó como un ladrón, sin darme cuenta. Cómo una mecha prendida en donde hay completa oscuridad. Jamás olvidaré ese dolor intenso de mi arrepentimiento, como si hubiera una llama dentro de mi que infinitamente me consumía, que me hacía llorar y temer de Dios. Una completa sensación de pequeñez, un aniquilamiento total a todo lo que soy. Tenía miedo de Dios al darme cuenta de lo inmenso que es Él y vivía "escondiéndome" y lleno de vergüenza puesto que a pesar de que los confesores me hablaban de la misericordia de Dios al yo confesar una y otra vez los mismos pecados el remordimiento me consumía de saberme que no soy digno ni siquiera de pensarlo. Fue ahí cuando entró María a mi vida y a mi corazón. Aquella Santísima Virgen María que yo veía tan lejana. Entró en mi vida haciéndome ver que si yo no era digno, Ella me haría digno de Dios en su Inmaculado Corazón y finalmente tomé el rosario como mi bandera, alabando a Dios y dándole gracias por ser tan bueno conmigo. Ella me anima a perseverar en Cristo recordándome la conversión de San Agustín y estas palabras que a mis 30 años hacen un resumen de mi vida:
"¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y ves que tú estabas dentro de mí y yo fuera, Y por fuera te buscaba; Y deforme como era, Me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo mas yo no lo estaba contigo. Me retenían lejos de ti aquellas cosas Que, si no estuviesen en ti, no serían. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera: Brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera; Exhalaste tu perfume y respiré, Y suspiro por ti; Gusté de ti, y siento hambre y sed; Me tocaste y me abrasé en tu paz."
(sigue),,,
(continua del otro comentario... )
ResponderEliminarQuién antes no recordaba ni siquiera persignarse ahora puede rezarle hasta en latín, y como gracias a Su misericordia, le he escrito este fallido intento de soneto/oración, pidiendo especialmente por aquellas almas a las que yo he dejado en pecado mortal:
Postrado esta ante Ti Señor,
el mas terrible pecador,
Pidiendo piedad al Dios
que mostró su Gloria en la creación.
¿Acaso ya no te acordarás de mi, Señor?
¿Acaso me olvidarás?
Misericordia para aquel ser que desafió
la santísima voluntad de amar,
puesto que el amor nunca reconoció
sino cuando en él vió todo su mal
Misericordia mi amado Dios yo te pido
y en un segundo cambiarías mi sentido
Misericordia mi único amor te suplico
para aquél al que como enemigo te ha ofendido
Misericordia mi Hermoso Sol yo te imploro
y en un solo instante habrá Luz en mi camino
Tus ojos de mi no apartes Oh mi Creador!
que en nada quedo y de la nada soy
Misericordia suplico al Padre,
Misericordia le ruego al Hijo,
Misericordia imploro al Santo Espíritu,
Los Tres en Uno: Mi Dios Vivo.
Ahora caigo y me levanto, vuelvo a caer y vuelvo a levantarme pero con ánimo de no ofenderlo más. Ahora me resisto a pedirle algo para mi, aunque el demonio me acecha en mi soledad (que es consecuencia de mis pecados). Estoy lleno de confusiones ya que en mi corazón el dolor de mis pecados continua y siento que no tengo derecho a pedirle algo al Señor, aunque sea de acuerdo a su plan, mi corazón me dice: "¿Quién eres tú para pedirle algo al Señor después de todo lo que has hecho?¿No te das cuenta de todo el mal que has causado?, No pidas nada que con la misericordia de Dios te bastará y hasta te sobrará". Pero mi soledad me consume y me entristece y nada me haría más feliz que el tener una familia: Una esposa que yo aliente y me alimente en la Fé, con una boda en donde el centro sea Cristo Eucaristía y en donde nuestra primera hora de casados sea de Adoración al Santísimo. Unos hijos a quién yo de testimonio de lo maravilloso que es Dios y enseñarles la Fé, la imitación a Cristo y el rosario (que quiero que sea mi bandera) en familia. ¿Será el demonio quien quiere que pida algo a Dios que no me corresponde o será el propio demonio quién me ata en seguir el plan de Dios?.
Sé que es bastante tonta mi pregunta, pero a quienes han tenido una conversión entenderán mi sentimiento. Necesito mucho de sus oraciones. Especialmente que pidan por aquellas personas a quienes he dejado en pecado mortal durante mi vida de rebeldía.
Saludos y uds también estarán en mis oraciones.
Hermano en Cristo:
ResponderEliminarQué bello testimonio. Nos dejas impactados. Seguramente Dios te llenará de bendiciones si sigues esa senda de fidelidad a Él. El camino al cielo es angosto y el de perdición ancho. Es siempre una inmensa gracia que Dios nos permita ver cuál es la verdadera senda y rectificar a tiempo.
Gracias -en verdad- por tu escrito y por tu testimonio.
Cuenta con nuestras pobres oraciones.
Un fuerte abrazo en Cristo
Atte
CATOLICIDAD