El Rey recibió al segundo de los dos mensajeros que también había regresado, pero después de reseñar, en pocas palabras, la respuesta de la Reina, comenzó a hablar cordialmente de su belleza: "En verdad, mi Señor -dijo-, la Reina es la mujer más hermosa y bella que he visto, y vos debeís sentiros feliz y bendecido de contar con ella por ser vuestra cónyuge".
En eso el Rey se enojó y dijo: "Siervo malvado, ¿cómo te atreviste a poner tu mirada en mi cónyuge real? Creo que es posible que hayas codiciado lo que tan curiosamente contemplabas".
Entonces mandó llamar al otro mensajero que había enviado y le dijo: "¿Qué piensas tu de la Reina?".
Él respondió: "Ella, humildemente, escuchó con mucho gusto el mensaje de mi Rey y lo respondió con la mayor prudencia".
Pero el monarca le volvió a preguntar: "Pero ¿qué piensas tú de su rostro? ¿Acaso no te pareció justamente muy bello, más que el de cualquier otra mujer?".
El criado le respondió: "Mi Señor, yo no sé nada de la belleza de la Reina. Ya sea que sea justo o no lo que Su Majestad pregunta, eso sólo vos lo debeís conocer y juzgar. Mi deber era sólo transmitir vuestro mensaje para ella".
El Rey le respondió: "Has contestado bien y sabiamente. Tú que tiene unos ojos tan castos y modestos será mi chambelán. En la pureza de tus ojos veo la castidad de tu alma. Tú eres digno de que te sean confiados y tener el cuidado de los aposentos reales".
Luego, volviéndose hacia el otro mensajero, le dijo: "Pero tú, que tienes unos ojos tan inmortificados, salid del palacio. Tú no debes permanecer más en mi casa, porque no te tengo ya confianza por tu falta de virtud".
Traducción de CATOLICIDAD.
Texto con fundamento en: The Works of the Seraphic Father St. Francis of Assisi, (Las Obras del Seráfico Padre San Francisco de Asís). London: R. Washbourne, 1882, pp. 254-255.
Qué bello y sabio ejemplo pone San Francisco.
ResponderEliminarGracias al equipo de CATOLICIDAD por traducirlo.
Bendiciones.