SOBRE LA TRAGEDIA AÉREA
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IMPORTANTE ACLARACIÓN: Hasta donde estamos enterados, este piloto era católico aunque luego -después de publicado este post- supimos que posteó algunos errores doctrinales. Ciertamente no comulgamos con ellos ni lo estamos poniendo como un santo o un ejemplo a seguir en todo. Oremos por su alma. |
El mundo amaneció (el 29 de noviembre) con la trágica noticia del accidente aéreo que ha cobrado la vida de, hasta el momento, 76 personas. En la aeronave viajaba el equipo brasileño de fútbol ‘Chapecoense’. Se dirigían hacia la ciudad de Medellín en donde disputarían los primeros 90 minutos de la final de la copa sudamericana de fútbol ante el Atlético Nacional.
Alguien me decía hace unos momentos, a propósito de esta tragedia, ¿Por qué pasan estas cosas? Bueno, pasan porque la vida humana sobre la tierra es breve, fugaz, pasajera e impredecible. Hoy estamos, mañana no lo sabemos. Lo único seguro en este barro terrenal es que moriremos, pero cuándo, cómo y dónde, no lo sabe nadie, excepto Dios.
Y es que precisamente existe una doble mirada sobre estos acontecimientos, y en general sobre toda la vida humana. Una es la mirada que podríamos llamar naturalista, que es una mirada finita, intrascendente, limitada, terrena, desesperanzada. Surge del hecho de considerar la realidad humana como contenida por completo dentro de los límites de lo material, en el sentido más elemental de ese término. Se ve entonces la vida como un instante suspendido entre dos nadas: la nada de donde venimos y la nada hacia donde nos dirigimos.
Es una visión empobrecida de la realidad humana, que no puede menos que conducir a la desesperación, y que durante el instante fugaz en que al parecer consiste nuestro paso por la tierra, no produce como fruto más que una existencia sin sentido, sin significado, sin sustancia, una mera carrera contra el tiempo por ‘gozar’ lo más posible, sufrir lo menos y llegar al sepulcro con el estómago satisfecho para no tener mucho que lamentar. Actitud que bien resume ese antiguo adagio latino que invita a gozar del momento presente, pues no hay otro: ¡Carpe diem!*
Afortunadamente no es esa la única alternativa ante el espectáculo de la insuficiencia humana y de la fugacidad de su existencia. Está la mirada del que se sabe criatura, salido de las manos de un Creador que es no solo omnipotente y sabio, sino igualmente padre amoroso y Dios de misericordia y perdón. Así las cosas la existencia humana ya no es un instante fugaz suspendido entre dos nadas, sino un instante, sí, pero salido de las manos de un Dios y que tiene en ese padre de amor y misericordia su final, que al mismo tiempo es su verdadero comienzo. Con esto cambia del todo el panorama, pues de naturalista que era la mirada sobre la vida humana, sobre sus idas y venidas, se hace predominantemente sobrenatural, se le mira “sub specie aeternitatis”, es decir, bajo una mirada de eternidad. Por lo mismo nuestra mirada ya no es finita, encerrada en los estrechos límites de una materialidad ciega, sorda y muda, sino que se abre generosa y esperanzada hacia horizontes bañados de infinitud, cuyo destino no es el vacío silencioso del sepulcro, sino la dicha de ver cara a cara eternamente a Aquél por cuyo amor somos y somos lo que somos, en una espiral interminable de felicidad, plenitud y gloria.
Muchos hoy optan por la primera mirada, encuentran quizá en ella un modo de vida que les procura cierta comodidad temporal, y ellos les basta y les sobra. Diríamos que son almas de mirada corta, águilas que se creen gallinas, y no vuelan para no perder la comodidad del gallinero. Son legión.
A pesar de ello, siempre han existido, existen y existirán almas de mayor generosidad, de mirada más alta, de alcances trascendentes, que han escuchado el llamado del Nazareno y han decidido aceptar su invitación:
¡Duc in altum!** (Lucas 5, 4)
¡Ve más allá! ¡No te quedes en la orilla del lago, enamorado de la aparente seguridad de sus playas!
Dios nos conceda a todos aceptar esa invitación y mirar siempre más allá, hacia lo alto, lejos del alcance de la desesperación y del vacío.
Una oración por las almas de los futbolistas fallecidos (y las de la tripulación y los demás pasajeros). Para Dios no hay tiempo:
Ave Maria, gratia plena, Dominus Tecum.
Benedicta Tu in mulieribus, et benedictus
fructus ventris Tui, Iesus. Sancta Maria, Mater
Dei, ora pro nobis peccatoribus, nunc, et in ora
mortis nostræ. Amen.
Leonardo Rodríguez V.
* Aprovecha el día
**Guía adelante, (hacia lo profundo).
Fuente
La gloria es para los santos. Dios no comparte su gloria con cualquiera que haya vivido según sus criterios, una cosa es que se salve otra es que tengan gloria. Ese paraguayo seguro era protestonto, ellos predican la salvación de todos con tal que hayas creído sin ver como vivieron, ese error es luterano y ustedes no lo ven?
ResponderEliminardesafortunadamente el piloto Paraguayo también decía en sus frases que la religión no importa. Entonces hay que tener cuidado!! Que estas clases de mensaje y publicidad de alguna forma y de una manera sutil cambia lo realmente importante que no es el de aspirar el cielo solamente si no también el de serle fiel a Dios cumpliendo sus mandamientos y aceptando la salvación que nos ha dado por medio de su Santa Iglesia. Si hay que orar por su alma y que Dios tenga misericordia de él. Pero no relativizar lo que es de Dios.
ResponderEliminarIMPORTANTE ACLARACIÓN: Hasta donde estamos enterados, este piloto era católico aunque luego -después de publicado este post- supimos que posteó algunos errores doctrinales. Ciertamente no comulgamos con ellos ni lo estamos poniendo como un santo o un ejemplo a seguir en todo. Oremos por su alma.
ResponderEliminarHemos colocado esta aclaración bajo su fotografía. Gracias por señalarnos esto.