viernes, 18 de septiembre de 2009

EL LIBERALISMO: UN ENEMIGO MULTIFACÉTICO

“Sin hacerse criminales las sociedades humanas, no pueden proceder como si Dios no existiera, o no cuidarse de la Religión, como si fuera cosa para ellas extraña o inútil… Grande y pernicioso error es excluir a la Iglesia, obra de Dios mismo, de la vida social, de las leyes, de la educación de la juventud y de la familia” Papa León XIII (Encíclica Immortale Dei. 1895 en E.P. p. 1075-1076, n° 27).
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Las Bases Conceptuales

Veamos brevemente el efecto de los dos primeros enemigos de la familia para continuar después, inmediatamente, con este tercer enemigo.

El humanismo (primer enemigo) le quitó el fervor, o la piedad intensa, a las sociedades y familias de Europa a finales de
a edad media (siglo XV) y el protestantismo (segundo enemigo) logró quitarles o diminuir en ellas, en gran medida, la confianza y adhesión a la Santa Madre Iglesia, a principios y durante la edad moderna (1453-1789). El camino estaba preparado y el ambiente familiar y social suficientemente abonado para asestar el siguiente golpe y así se llevó a cabo la Revolución Francesa con los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad, principios que fueron propagados rápidamente por la masonería, en el mundo entero.

De estos tres principios es el primero, la libertad, como el sostén de los otros dos, como el punto de partida, como la doctrina en la que se basan los demás y es por ello que nos proponemos revisarla más a fondo, con el objeto de explicarles a ustedes el por qué decimos que el tercer enemigo de la familia y de la sociedad es el Liberalismo.

Hablar de libertad puede ser muy sencillo o muy complejo, dependiendo de si se tiene la Fe en Dios bien asentada y se ven las cosas desde la óptica de Dios o si no se tiene fe o ésta es muy pobre y se quieren ver las cosas sólo d
esde el punto de vista humano; sin embargo, intentémoslo.

Libertad y libertinaje

Existe una libertad física externa que consiste en la libertad de estar o de moverse de un lugar a otro. Es común o corresponde al hombre, a los animales e incluso a los seres inferiores: Ejemplos de los que no tendrían esta libertad: un hombre preso, un perro con correa, o un arbolito “bonsai”.

Existe una opción para elegir internamente llamada libre albedrío, que consiste, precisamente, en una elección utilizando la inteligencia; es entonces, la facultad de determinarse hacia tal o cual cosa. Ésta le corresponde sólo al hombre. La existencia del libre albedrío hace que el hombre sea verdaderamente causa y dueño de sus actos y en consecuencia, responsable de los mismos. Ejemplo: un hombre puede decidir dónde vivir, a qué dedicarse en su vida, pero puede también decidir entre matar o no matar a otro hombre, o sea cometer o no un pecado, amar o no a Dios, salvar o no su alma, irse al Cielo o al Infierno.

Si un hombre no tuviera libre albedrío, no sería responsable de sus actos, no podría ser bueno o malo, no podría ser premiado (la gloria) o castigado (el infierno). “Dios que te creó sin ti, no puede salvarte sin ti”. –dijo San Agustín, el obispo de Hipona- y tiempo después agregó San Juan de la Cruz: “Al final de tu vida se te examinará en el amor”, es decir, si amas a Dios: te salvas, si no lo amas: te condenas. Sí, el amor es un acto de la inteligencia y de la voluntad que requiere que haya libre albedrío. Dios, que nos dio esa opción, nos respeta esa facultad siempre, sin importar cómo la utilicemos. No hay determinismo como creen los protestantes. Cada quien se gana o pierde el cielo por sus actos y cada quien tiene el libre albedrío para hacer o dejar de hacer esos actos.

En tercer lugar, existe la libertad moral que es el uso del libre albedrío pero limitado o perfeccionado sólo en el terreno del bien, en el terreno de Dios. El Papa León XIII la define magníficamente: “La libertad moral –dice- es la facultad de moverse en el bien ” ( encíclica Libertas, 1888. En E.P., pag 358, n° 6) y Santo Tomás de Aquino hace una reflexión muy interesante sobre el tema : “Todo ser es lo que le conviene ser por su propia naturaleza. Por consiguiente, cuando es movido por un agente exterior, no obra por su propia naturaleza, sino por un impulso ajeno, lo cual es propio de un esclavo. Ahora bien, el hombre por su propia naturaleza, es un ser racional. Por tanto, cuando obra según la razón, actúa en virtud de un impulso propio y de acuerdo con su naturaleza, en lo cual consiste precisamente la libertad. Pero cuando peca obra al margen de la razón y actúa entonces lo mismo que si fuese movido por otro y estuviese sometido al domino ajeno. Por esto es que el que comete pecado es siervo del pecado” (In Joannem 8, lect.4, n. 3).

Así, de acuerdo al fin para el que fuimos creados, nuestra libertad consiste en poder elegir de entre varias cosas buenas la que consideremos que más agrada a Dios. No tenemos libertad para hacer el mal (no tendríamos un castigo si hubiera libertad para ello). Hacer el mal es lo que llamamos LIBERTINAJE. No hay libertad para hacer el mal, repito, pero si hay un libre albedrío para decidir entre libertad y libertinaje. Entre ser libre (porque no se es esclavo del pecado) o ser esclavo (porque está uno atado a las pasiones).

Tratando de resumir diremos que: el hombre ha recibido de Dios la facultad del libre albedrío para utilizar su libertad (elegir entre las cosas buenas) o para hacer uso del libertinaje (elegir algo malo).

Ahora bien, la definición de lo que es bueno o malo, ya está escrito en las leyes (la Ley Divina -los diez mandamientos- y grabada en cada hombre en lo que llamamos la ley natural). Además, existe la ley eclesiástica, esto es la de Iglesia Católica, -cinco mandamientos-.

Ahora dejemos que sea el Papa León XIII con su encíclica “Libertas” -escrita en 1888 - el que le de el punto final a este asunto, con un broche de oro: “Por tanto, la naturaleza de la libertad humana, sea en el campo en que la consideremos, individual o social, en los gobernantes o en los gobernados, incluye la necesidad de obedecer a una razón suprema y eterna, que no es otra cosa que la autoridad de Dios. Y este justísimo dominio de Dios sobre los hombres está lejos de suprimir o debilitar siquiera la libertad humana. Lo que hace es precisamente todo lo contrario: defenderla y perfeccionarla; porque la perfección verdadera de todo ser creado consiste en tender a su propio fin y alcanzarlo. Ahora bien, el fin supremo al que debe aspirar la libertad humana no es otro que el mismo Dios”.

Liberalismo:

No es fácil definirlo. El liberalismo es un conjunto de ideas filosóficas falsas sobre la libertad humana y sus consecuentes acciones políticas y económicas. Las ideas falsas corresponden a una confusión de los principios filosóficos revisados en el capítulo anterior. No quieren aceptar la libertad moral. El liberalismo hace del libre albedrío un fin en sí mismo, todo en nombre de la "libertad". Se revela contra la ley de Dios y no admite límites. En pocas palabras, el liberalismo es una rebelión del hombre contra el orden concebido por el Creador, que culmina, en el orden natural, en una sociedad individualista, igualitaria y centralizadora, y, en el orden sobrenatural, en la destrucción del reinado de Jesucristo tanto en el individuo, como en las familias y en la sociedad.

Pero vayamos paso a paso.

Orígenes del Liberalismo:

El término “Liberalismo” es relativamente reciente, parece debido a Madame de Staël, poco tiempo después de la revolución francesa de 1789, aunque en realidad, el liberalismo ha existido siempre. El primer liberal, el padre del liberalismo, es el mismo Satanás, el primer rebelde: “Non serviam; no serviré” Mas sin embargo; es hasta el siglo XVI con Lutero que se ha intentado establecerlo como sistema y formularlo como doctrina. Lutero proclama el “Libre examen” y con ello ha abierto el camino a las infinitas variaciones, a las dudas y a las negaciones sobre las materias más importantes” -dijo León XIII.

Desde ahí, el liberalismo fue extendido como una doctrina fi
losófica por Descartes y Kant y como una corriente social y política por Rousseau y Tolstoi. El protestantismo se encargó de su difusión y desarrollo.

A partir del renacimiento y la reforma protestante surgen dos doctrinas que son las precursoras inmediatas y la base conceptual del liberalismo: nos referimos al naturalismo y al racionalismo.

El primero, el naturalismo, consiste en negar todo lo sobrenatural y exaltar sólo lo natural. Tiende metódicamente a eliminar a Dios y su soberanía suprema de las cosas del mundo (la naturaleza). El segundo, el racionalismo, sostiene que sólo es posible considerar como verdadero aquello que la razón admite. En el fondo tiene el mismo objetivo que el naturalismo, por lo que San Pío X no los separa en su condenación en el Syllabus .

El papel de la masonería

Pero no debemos olvidar que las logias masónicas han sido las fábricas en las que se han elaborado las fórmulas del culto naturalista y racionalista y en donde también se ha planeado toda la doctrina y el sistema del liberalismo; tampoco se debe olvidar que gracias a la masonería, el movimiento reformista de 1789 en Francia, se convirtió rápidamente en una parte muy importante de la revolución mundial.

La doctrina general del liberalismo

Sus características principales son:

a- Considera a la persona por encima de todo aspecto social o colectivo (individualismo).
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b- La "libertad" como un derecho inviolable. Una libertad sólo limitada por la libertad de otro individuo. Quitando el daño a terceros todo se vale. Claro que Dios no es ni un individuo ni un tercero. O no existe Dios o no lo toman en cuenta en absoluto los más radicales; o existe, pero ahí, entre cortinas bien escondidito para los menos radicales, o bien existe como Dios con todos sus derechos menos el de reinar en sus corazones, sus familias y menos aún en su sociedad (estos terceros son los católicos liberales de cuya incongruencia hablaremos luego).
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c- Los mismos derechos entre las personas, principalmente en los campos jurídico y político (igualdad)
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d- Respeto a la propiedad privada; sin embargo, promueve el monopolio así como la usura: (Supercapitalismo).
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e- Adopta múltiples formas según las personas, las circunstancias y el terreno en que se encuentra y se acomoda a cualquier partido político o posición social o corriente ideológica o doctrina (fraternidad).
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f- Finalmente quiere proclamar la independencia en todos los ámbitos en los que se encuentre.
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Quiere independencia:
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-del cuerpo respecto al alma (naturalismo).
-del presente respecto al pasado (modernismo). Lo tradicional hay siempre que modernizarlo.
-de la razón respecto a la Fe (racionalismo). Creo sólo lo que entiendo.
-del individuo respecto a la sociedad: el niño de sus padres, la mujer del marido, el ciudadano del Estado, el fiel de la Iglesia (individualismo).
- del obrero respecto al patrón (sólo obreros accionistas, nada que suene a cooperativas).
-independencia del hombre, de la familia y del estado, de Dios, de Jesucristo y de la Iglesia (laicismo).
-independencia del pueblo y sus representantes respecto a Dios (Rechazo de la realeza social de Nuestro Señor Jesucristo).

La manera de enredar los conceptos por los liberales y de cómo un mismo texto puede ser interpretado de dos formas completamente opuestas.

Como dijimos antes, el liberal enreda los conceptos de libertad. Un ejemplo que tiene el Padre Roussel en su magnífico libro “Liberalismo y catolicismo" nos puede ser de gran ayuda:

“Tanto el católico como el liberal preconizan la libertad de conciencia. Pero el católico entiende por esto, la plena facultad de conocer, amar y servir a Dios sin trabas, el derecho de practicar su religión y obtener que las leyes de su país la sostengan y la protejan o sea el derecho de la Iglesia de cumplir su misión en el mundo. El liberal, por su parte, quiere afirmar con ello la plena independencia de todo hombre en el orden religioso, la libertad de creer lo que quiera e incluso no creer, es el derecho al error y a la apostasía. Es el derecho a exigir que las leyes de su país tengan en cuenta su incredulidad".

"Así, cuando la Iglesia reclama la libertad de conciencia o de culto y la República la proclama solemnemente, no podemos dudar que bajo la formula de la proclama se oculta un malentendido radical: con las mismas palabras se puede estar diciendo o escribiendo algo totalmente opuesto”.


Las conquistas del Liberalismo en nuestra sociedad y en nuestras familias

a) Libertad de conciencia y de cultos. Actualmente, en la mayoría de los países del mundo, existen ya las leyes apoyando la libertad de conciencias y la libertad de cultos, con la interpretación y aplicación del pensamiento liberal.

En México, las nuevas generaciones ya no son predominantemente católicas. Las nuevas familias ya utilizan el libertinaje de la conciencia y del culto, dentro de ellas.

b) Libertad de expresión y de prensa. Los medios de comunicación siempre deben tener la libertad de mostrar los hechos verdaderos, pero no la libertad absoluta de publicar errores, falsas ideas, etc. Tiene que haber restricciones de acuerdo a la ley de Dios. Desgraciadamente en nuestros países poco a poco esta libertad de expresión sin límites para el mal, el error y el engaño se va volviendo una realidad.

En las familias, cada vez más, el niño pueden decir lo que quiera y a la hora que sea, no importa que sea una mentira, una palabrota, algo inoportuno, que interrumpa a un adulto o que revele aspectos íntimos de alguno de sus miembros.

c) Libertad de enseñanza (laicismo). Nuestros hijos en México han tenido que asistir desgraciadamente a colegios “laicos”. Y los colegios católicos no han tenido la libertad de educar como se debe, han tenido que camuflajearse como si fueran laicos. Como hemos comentado en otras ocasiones, la familia es una sociedad imperfecta que no puede, por sí misma completar la educación de los hijos (aunque depende en gran parte de ella), así que la escuela tiene un lugar muy importante para reforzar la Fe y la Moralidad católicas

d) Separación de la Iglesia y el Estado. La Iglesia en México ha sido separada del Estado desde las leyes de Reforma de 1864 por Benito Juárez, siguiendo las consignas masónicas y en base a sus ideas liberales.

En las familias hay un efecto directo sobre el concepto de autoridad. Ésta no viene directa de Dios. Los padres deben de cuidar a sus hijos, pero sin tener autoridad resulta que los hijos se convierten en los verdaderos reyes del hogar y en unos niños o jóvenes descarriados.

e) La tolerancia con el error (no con el que yerra, como predica Santo Tomás de Aquino). Cuántas familias católicas actuales toleran o aceptan el error, en la práctica. Por ejemplo, admiten que sus hijos se casen con divorciados, toleran la homosexualidad, las relaciones prematrimoniales o el amor libre y hasta algunos consideran como normal la infidelidad.

f) La destronización de Jesucristo como Rey. Para explicar este último punto antes hace falta explicar a ustedes lo que es el Liberalismo Católico o el Catolicismo Liberal.

¿Qué es un católico liberal?

Como hemos dicho, el liberalismo adopta las formas más diversas de acuerdo con las distintas personas y conforme a las circunstancias. Nunca se muestra al desnudo en toda su fealdad. Se disfraza con arte e ingenio y frecuentemente se pone una máscara de verdad y de virtud.

También señalábamos, al inicio de este artículo, tres tipos de liberales:

1.- El liberal absoluto o radical. Partiendo del ateísmo o panteísmo desemboca en el Estado-Dios. Se opone claramente a la Iglesia Católica, a los derechos de Dios y a los principios fundamentales de la moral social y familiar.

2.- El liberalismo moderado o mitigado. Aceptan los principios religiosos y morales fundamentales, pero rehúyen las consecuencias, al menos las más extremas. Aunque no niegan a Dios, “el Estado está sobre todo”. Son católicos en forma privada pero en forma pública se comportan como verdaderos ateos.

3.- El Católico Liberal. Nació este funesto “personaje” de un deseo de conciliar dos doctrinas que son enemigas inconciliables. El liberalismo es el dogma de la independencia absoluta de la razón individual y social; mientras que el catolicismo es el dogma de la sujeción absoluta de la razón individual y social a la ley de Dios. Para los católicos liberales el Estado como tal no debe tener religión. Así pues, el ciudadano particular debe sujetarse a la doctrina de N.S. Jesucristo; sin embargo, el hombre público debe comportarse como si tal doctrina no existiera. De ahí la célebre fórmula -entendida a su modo- de liberalismo: “La Iglesia libre en un Estado libre”.

Para explicar mejor lo que es un católico liberal, expondremos dos ejemplos históricos, uno, de hace 2,000 y el otro, de apenas hace 35 años, los cuales son más didácticos que muchas palabras:

El primero es el de Pilato, referido por Jean Ousset (Para que ÉL reine. Ed: Speiro. Madrid. 1972. Cap.II Realeza no de este mundo sino sobre este mundo”.p. 19):

“Herodes representa el liberalismo crapuloso del libertinaje; Pilato, el liberalismo de la gente correcta, amiga de “lavarse las manos”, de respetar las formas. Pilato es el liberalismo de la gente tenida por honorable. Pilato es el Cristiano Liberal (el Católico Liberal) que, en el fondo, trata de salvar a Jesús, pero que empieza por hacerle flagelar, para enviarlo luego a la muerte, ante el creciente tumulto que tanto su demagogia como su falta de carácter fueron incapaces de contener”.

El segundo ejemplo es una conversación sostenida en el año 1976 por un obispo católico y el Nuncio Apostólico de Berna, Mons. Marchioni :

- Obispo: “Se pueden ver claramente cosas peligrosas en el Concilio (…) En la Declaración sobre la libertad religiosa hay cosas contrarias a la enseñanza de los papas: ¡se decide que ya no puede haber Estados católicos!”
- El Nuncio: “¡Pero sí, es evidente!”
- Obispo: “¿Cree usted que esta supresión de los Estados católicos va a ser un bien para la Iglesia?”
- El Nuncio: “Ah, pero, usted comprende que si se hace eso, ¡se obtendrá una mayor libertad religiosa entre los soviéticos!”
- Obispo: “Pero, ¿qué pasa con el Reino Social de Nuestro Señor Jesucristo?”
- El Nuncio: “Usted sabe, ahora es imposible; quizás en un futuro lejano....Actualmente ese reino está en los individuos; hay que abrirse a la masa"
- Obispo: “Pero, ¿Qué pasa con la encíclica Quas Primas?”
- El Nuncio: “Ah, hoy día el Papa ya no la escribiría!”
- Obispo: “Sabe que en Colombia fue la Santa Sede quien pidió la supresión de la constitución cristiana del Estado?”
- El Nuncio: “Sí, aquí también.”
- Obispo: “¿En Valais?”
- El Nuncio: “Sí, en Valais . Y ahora, vea, me invitan a todas las reuniones.”
- Obispo: “Entonces, ¿usted aprueba la carta que Mons. Adam (Obispo de Sión en Valais) escribió a sus diocesanos para explicarles porqué debían votar por la ley de separación de la Iglesia y el Estado?”
- El Nuncio: “Vea usted, el Reino Social de Nuestro Señor, es algo difícil actualmente…” (Le destronaron. Edit. Voz en el Desierto. Pgs. 121 y 122)

Ahora sí podremos entender el porqué de la aseveración que hacemos: El liberalismo ha destronado a Nuestro Señor Jesucristo de casi todas las sociedades del mundo y de una gran parte de las familias católicas del mismo. Y eso lo han logrado, gracias al católico liberal, sin convertir en ateos a todo el mundo, siguen siendo católicos pero ya Cristo no es Rey. El Rey es, o quieren que sea, el hombre y nadie por encima de él. Se olvidan de la sentencia del Papa Pío XI en su encíclica “Quas Primas” en 1925:

“En el juicio final, Jesucristo acusará a quienes lo expulsaron de la vida pública y, en razón de semejante ultraje, aplicará la más terrible venganza”.

Es muy probable -amable lector, que has tenido la paciencia de seguirme hasta aquí- que tu familia esté ya contaminada con liberalismo, o sea: que sus miembros hagan muchas cosas que no son del agrado de Dios, aunque crean en Él. Es muy probable, también, que en tu familia no reine Cristo verdaderamente.

Por ello, lo que debemos hacer es lo que dice el lema del pontificado de Su Santidad San Pío X -el último Papa Santo- “Restaurar todo en Cristo”. Sí, esa tiene que ser nuestra labor como padres o hijos de una familia, restaurar todas las costumbres que hagan que Él reine en nuestro hogar . Sólo así, evitarás que tu familia caiga ante el cuarto enemigo de la familia, que trataremos, Dios mediante, en otra ocasión.

Autor: Dr. Héctor Guiscafré

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