sábado, 12 de septiembre de 2009

MÁRTIR DE LA CONFESIÓN: SAN JUAN NEPOMUCENO



San Juan Nepomuceno nació en Bohemia (Checoslovaquia) hacia el año 1250, en un pueblo llamado Nopomuc y de ahí se le puso el sobrenombre Nepomuceno.

Fue párroco de Praga y obtuvo el doctorado en la Universidad de Padua. Después ocupó el alto puesto de Vicario General del Arzobispado (o sea el segundo después del Arzobispo) lo cual significa que era un hombre de total confianza para el prelado.

El rey de Praga, Wenceslao, se dejaba llevar por dos terribles pasiones, la cólera y los celos y dicen las antiguas crónicas que siendo Juan Nepomuceno confesor de la reina, se le ocurrió al rey que el santo le debía contar los pecados que la reina le había dicho en confesión, y al no conseguir que le revelara estos secretos se propuso obtener sus propósitos por medio de la tortura.

Entonces el rey mandó que lo martirizaran pero como el sacerdote decía: "Jamás consentiré en tal sacrilegio. Mandad cualquier otra cosa. En esto digo lo mismo que San Pedro: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres", al padre Juan -por orden del Rey- lo ataron doblado, con la cabeza pegada sobre los pies, y lo lanzaron al río Moldava. Fue en el año 1393. Los vecinos recogieron el cadáver y le dieron santa sepultura.

Desde su muerte siempre San Juan Nepomuceno fue considerado patrono de los confesores, porque prefirió morir antes que revelar los secretos de la confesión.
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Como no resulta fácil acercarse al sacramento de la penitencia, por eso Dios da una gracia especial al sacerdote para guardar el secreto de la confesión.

También ha sido considerado Patrono de la buena fama, porque prefirió el martirio a permitir que la buena fama de una penitente fuera destrozada.

Su epitafio, en la catedral de San Vito, de Praga, dice así: "Yace aquí Juan Nepomuceno, confesor de la Reina, ilustre por sus milagros, quien, por haber guardado el sigilo sacramental fue cruelmente martirizado y arrojado desde el puente de Praga al río Moldava, por orden de Wenceslao IV, el año 1393". Su lengua se conserva incorrupta.

En 1725 (más de 300 años después de su muerte) una comisión de sacerdotes, médicos y especialistas examinó la lengua del mártir que estaba incorrupta, aunque seca y gris. Y de pronto, en presencia de todos, empezó a esponjarse y apareció de color de carne fresca, como si se tratara de la lengua de una persona viva. Todos se pusieron de rodillas y este milagro, presenciado por tantas personas y tan importantes, fue el cuarto milagro para declararlo santo. Fue canonizado por Benedicto XIII en el año 1729.

En Praga, en el puente desde el cual fue echado al río, se conserva una imagen de este gran santo, y muchas personas, al pasar por allí le rezan devotamente.

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