Suplico, pues, Dios mío, a esa generosidad y largueza, sobre toda largueza y liberalidad, que cure mis enfermedades, sane mis heridas, lave mis manchas, alumbre mis tinieblas, socorra mis necesidades, vista mi desnudez y gobierne mis potencias, sentidos y facultades.
Concédeme, Señor, que dignamente reciba este Pan de los Angeles, Rey de Reyes, Señor de los Señores, Creador de todo lo creado, gozo, consuelo, remedio de todas las criaturas.
Recíbete, Señor, con tanta reverencia y humildad, con tanta contrición, con tan pura intención y tierna devoción, con tan constante fe, cierta esperanza, ardiente caridad y con tan profunda humildad, que mi alma sea sana y salva.
Concédeme, Señor, te suplico, que no sólo reciba el Sacramento del Cuerpo y de la Sangre del Señor, sino también el efecto y la virtud de este Sacramento.
Piadoso Dios, dame el cuerpo de tu Hijo Unigénito, nuestro Señor Jesucristo, ese cuerpo que tomó en el seno de la Virgen María; haz que lo reciba de tal manera que merezca ser incorporado a su Cuerpo místico y contado entre sus miembros.
Padre amantísimo, concédeme, por fin, poder contemplar cara a cara en la eternidad a tu Hijo muy amado que me dispongo a recibir ahora bajo los velos que le cubren aquí abajo. Y vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
Amén.
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