mi pobre cuerpo cuando yo muera,
llevadme por piedad al templo santo
que oyó de niño mi oración primera.
Ahí donde mora mi Virgen hechicera
de tez morena y estrellado manto.
Llevadme junto a Ella, abrid la tapa
de mi negro ataúd y si un gemido
de mi rígido pecho no se escapa,
ni sonríe mi labio enternecido
ni brota el llanto por mi rostro yerto,
llevadme ya a enterrar ¡estoy bien muerto!
Autor: Mons. Vicente María Camacho
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Bellísimo ejemplo de Mons. Camacho. Quiera Dios despertar semejantes vocaciones en nuestro querido México
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