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domingo, 31 de mayo de 2009
LA NIÑA DEL CARACOL
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Ahí frente a un mar que robaba al cielo su infinita gama de tonalidades crepusculares, se encontraba la niña sentada en la virginal playa. Desde los albores de su adolescencia observaba extasiada el ocaso. Ahí ante la puesta del sol, su mirada se perdía en el horizonte y ella se sentía testigo y parte del cósmico espectáculo. Sus pies desnudos eran ocasionalmente bañados por el roce de las olas, mientras que, por efecto de la brisa, su cabello y su amplio vestido daban la impresión de ser parte del viento
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La niña estaba extasiada. Intuía lo que de eternidad existe en todo ocaso. Estaba absorta. Conforme el tiempo pasaba, aumentaba su comunión con lo creado, viendo el dinámico cuadro de luces, sombras y tonalidades que segundo a segundo adquiría nuevos matices sin permitirle distinguir en que momento era más bello.
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De un momento a otro, pasó del más profundo hechizo estético a sensaciones superiores: una genuina y clara vivencia de que un Dios-Creador existe. Una vivencia contrastante por lo dulce y por lo enérgica, por la fuerza interna jamás experimentada, que sacudía toda su naturaleza y desbordaba su capacidad de azoro. "¡Dios existe!" , le decía en su lenguaje el océano que estrellaba sus agitadas aguas contra las rocas del cercano acantilado. "¡Dios es creador!", le gritaba la naturaleza entera. Esas leyes impresas con tanta perfección en el cosmos, que le habían brindado ese embrujo estético, le hablaban de ese Ser necesario que no sólo las había creado, sino que las mantenía operantes y vigentes. De pronto, la niña advirtió en lo alto a una gaviota y pensó que en su noble vuelo se escribía la necesidad de una amorosa y paternal providencia.
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Todo le hablaba de Dios. Aún más: era la percepción clara de Dios mismo. Sin incurrir en el elemental yerro de confundir la creación con su Hacedor, supo que Dios estaba ahí y en todas partes. Pero más que saberlo, lo vivió. Percibió claramente al Omnipotente Creador, al Alfa y Omega, al Principio y Fin, a la Verdad y el Amor. Era la evidencia de una realidad hecha presencia.
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Y así, envuelta en esa Divina Dulzura operante, embriagada por la más viva exultación de sentirse amada, perdió el sentido del tiempo y su dimensión, mientras brotaban en el firmamento miles de astros y estrellas que concurrían como elementos dinámicos en las vivencias y pensamientos de la extasiada niña. Eran ecos de eternidad que irrumpían en la temporalidad del mundo.
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Poco a poco, toda esa carga de sensaciones indescriptibles se fue diluyendo, suave y dulcemente, hasta que al fin, la niña recobró conciencia de sí misma. Se sentía feliz, inmensamente feliz. Advirtió que estaba llorando. Ese llanto era el reflejo de una gran dicha. Todavía, en el último roce de la brisa con su rostro, alcanzó a adivinar la suave caricia de Dios.
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Al día siguiente, la niña no olvidaba lo ocurrido en ese momento único. Sólo la aquejaba la inquietud de atesorarlo para siempre. Quería perpetuar de algún modo esa experiencia plena de enseñanzas teológicas. Caminando en el lindero del océano con la playa, el mar le dio la respuesta. Rodando, envuelto en la espuma, se depositó ante sus pies un gran caracol. Era un regalo. Fue un hallazgo inesperado. En él se encerraba el embrujo, el hechizo de lo eterno. No requería de modernas tecnologías ni de complejos sistemas. Ahí, aprisionados se encontraban los sonidos de las olas, de la brisa sobre las palmas y de las imponentes aguas que se agitan.
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Pasó el tiempo, y la niña, ya en su hogar, lejos de aquella playa, tenía un recurso tan antiguo como bello. Ahí, la distancia no hacía mengua a sus recuerdos. Ahí, con el caracol al oído, escuchaba embelesada el mar, en comunión con lo eterno.
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Las arenillas del reloj cruzaron las viejas bombillas, de un extremo hacia el otro, de un día al siguiente, año tras año, lustro tras lustro. ¡Ocho décadas ha de aquella inolvidable experiencia! Las manos se han vuelto torpes, sobre su frente han nacido profundos surcos, el cabello se ha platinado quizá tanto como su alma, la mirada noble y dulce, el espíritu -viejo amigo del confesionario- ya preparado se encuentra en silenciosa espera, el pulso es tembloroso y débil, pero los dedos son ágiles al desgranar las cuentas de su rosario. Y a pesar del tiempo, la hermosa anciana conserva aquel caracol de cuando niña. Ahora, rodeada de nietos les muestra su aprisionada acústica y les explica su teologal sabiduría. Luego, al llegar la hora crepuscular toma su caracol y a la terraza se aleja. Ahí, en su viejo sillón, bajo el umbral de la eternidad, escucha complacida el mar en un éxtasis divino.
.Lic. Oscar Méndez Casanueva
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No he leido todo, solamente la niña del caracol que comente recien y no se si ustedes la veran. Mi abuelita tenia una concha inmensa de grande, era rosada y nacarada, todos la mirabamos con ganas de tocarla, un dia llamaron desde Concepcion donde yo vivia pero estabamos viviendo ya desde 1960 en los ultimos dias de Diciembre en Santiago de Chile, la llamada era para decir que nuestra abuelita se moria y querria vernos, pero desgraciadamente yo estaba en la Clinica con un problema de cancer al pecho izquiero, me parece y me quede obligatoriamente hospitalizada y adolorida de tanto que me trajinaron,llego mi hermana que fue con mi madre a Concepcion y me trajo un anillo de compromiso de mi abuelita y mi hermana se fue ya que me bajo mucho llanto y estaba recien operada de cancer o de otra cosa, ya no recuerdo bien ya que tambien me operaron de las trompas de falopio y otras cosas como los ovarios. Mi hermana se quedo con el recuerdo de mi abuelita mas joyas que eran y son muy antiguas pero carisimas. Es bueno que ella haya quedado con esas cosas ya que segun mi madre decia que era la unica que tenia donde ir y lucir las joyas y que vieran en su casa la hermosa concha que fue disfrutada por todos en la niñez.
ResponderEliminarantoniacabrera.cabreracorrea@gmail.com
Estimada hermana en Jesús:
ResponderEliminarMuchas gracias por escribirnos y contarnos esas experiencias personales. Qué interesante que coincida el caracol que tenía su abuelita con el que se comenta aquí en este escrito.
Nos da mucho gusto que entre a nuestro blog. Ojalá lo lea con frecuencia. Puede acceder a muchos temas ya escritos en él y los que diariamente van apareciendo. Asimismo, puede disponer de nuestros posts para copiarlos y publicarlos.
Agradeciéndole su bello comentario, le enviamos un afectuoso saludo en Cristo.
Atte
CATOLICIDAD