No desprecies al que padece hambre, ni exasperes al pobre en su necesidad.
No aflijas el corazón del desvalido, ni dilates el socorro al que se halla angustiado.
No deseches el ruego del atribulado, ni tuerzas tu rostro al menesteroso.
No apartes tus ojos del mendigo, irritándole, ni des ocasión a los que te piden, de que te maldigan por detrás.
Porque escuchada será la imprecación del que te maldijere en la amargura de su alma; y oírle ha su Creador.
Muéstrate afable a la turba de los pobre; humilla tu corazón ante el anciano, y baja tu cabeza delante de los grandes.
Inclina sin desdén tu oído al pobre; paga tu deuda, y respóndele con benignidad y mansedumbre.
Libra de la mano del soberbio al que sufre injuria, y no se te haga esto gravoso.
En el juzgar sé misericordioso con los huérfanos, como padre, y cual esposo de su madre.
Y serás como un hijo obediente al Altísimo, y Éste será para contigo más compasivo que una madre.
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