jueves, 17 de mayo de 2012

ANSIOSA BÚSQUEDA DE DIOS (COMO OVEJAS SIN PASTOR) por el P. Manuel Robledo

Jesús se compadeció de ellos 


"Los Apóstoles, pues, reuniéndose con Jesús le dieron cuenta de todo lo que habían hecho y enseñado. El les dijo: venid a retiraros conmigo en un lugar solitario, reposaréis un poquito; porque eran tantos los que iban y venían, que ni aun tiempo de comer les dejaban. Embarcándose, pues, fueron a buscar un lugar desierto para estar allí solos. Mas como al irse los vieron y observaron muchos, de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel sitio, y llegaron antes que ellos. En desembarcando  vio Jesús la mucha gente y enterneciéronsele con tal vista las entrañas, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a instruirlos en muchas cosas." (Evangelio según San Marcos, Cap. VI, vers. 30-34).

Después de haber cumplido la Misión que Jesús les había encomendado, los Apóstoles "volvieron a reunirse" con Él. ¡Qué alegría volver a verlo! ¡Qué gozo y algazara para referirle cómo habían recorrido los poblados y aldeas anticipando a sus pobladores la Buena Nueva del Reino de los Cielos! ¡Y qué admiración al narrarle cómo habían ejercido los poderes sobrenaturales que Él les había conferido para confirmación de su Palabra! La impresión más fuerte que todos llevaban era que hasta los demonios se hablan rendido a los conjuros que habían hecho ellos en el Nombre de Jesús.

Amable y Cariñoso los recibió el Señor, pero con una sombra de tristeza en su divino rostro. Mientras los Apóstoles predicaban de dos en dos por los pueblos y Él mismo predicaba solo por las aldeas circunvecinas a Cafarnaúm, donde el Tetrarca Herodes, impúdico adúltero y déspota criminal, había mandado degollar a San Juan Bautista para obsequiar los caprichos de la hija de su amasia. (Mth. XIV-1-12; Mc. VI-14-19; Luc. IX-7-9).

Los Evangelistas introducen la repugnante figura del reyezuelo con una escena palaciega: la fama de Jesús ha llegado hasta la corte del Tetrarca y todos comentan, atemorizados, los milagros del Divino Taumaturgo. Unos opinaban que Ese Personaje era Elías vuelto al mundo, otros que un Profeta; pero otros aseguraban que era el mismo Juan Bautista redivivo. La tronante voz del criminal interviene para jactarse de haber matado al Bautista, pero mirando con ojos torvos, receloso y tremulento, la pujante personalidad de Jesús. Así informa San Lucas (IX-7-9). San Mateo y San Marcos añaden que el mismo Herodes decía entre dudoso y angustiado que Jesús era el mismo Juan Bautista resucitado, y por este resurgimiento post mortem gozaba de la facultad de hacer milagros. (Mth. XIV-2; Ittc. VI-14-16).

Todos estos acontecimientos, así como el ir y venir de forasteros a Cafarnaúm por motivo de la próxima peregrinación pascual, aconsejaban prudencia y cautela. Pero sobre todo la formación espiritual de los Apóstoles aconsejó un retiro. Ellos debían aprender prácticamente el equilibrio de las almas misioneras entre la acción y la contemplación, entre el darse a la multitud y el retirarse al desierto, entre la recepción de la gracia en la oración y el comunicarla a las almas de los demás como canales de lo sobrenatural.

Las turbas "no le dejan un momento libre, ni siquiera para comer". Jesús les invita a pasar a la otra orilla, cerca de Betsaida, donde había un paraje solitario y acogedor, y zarparon muy de mañana hacia el noreste.

Pero la gente no podía desprenderse de Jesús, que se había prolongado en sus Apóstoles y llenaba toda esa tierra con su fama. No sólo gran multitud de cafarnaítas, sino también muchísimos forasteros, calculando la traza de la travesía, corrieron por tierra en número superior a cinco mil (Mc. VI-44). San Mateo sostiene ese número y añade que "sin contar las mujeres y los niños" (Mth. XIV-21).

Cuando Nuestro Señor desembarcó, encontró a la ingente muchedumbre: era un mundo de gente de todas las regiones circunvecinas, de todas les clases sociales, predominando los pobres, quienes le miraban con profunda esperanza, con humilde y halagüeña actitud. Para ellos había desaparecido el mundo y sus preocupaciones: su objetivo único era contemplar a Aquel cuyo rostro desean contemplar los ángeles (Cf. I-Petr. 1-12); escuchar la Palabra del Padre, manifiesta en Jesús, Idea Substancial de la Divinidad, presentada a los hombres en forma sensible mediante la Encarnación (Cf. Jn. 1-14). Parecían repetir con sus hechos y actitud las palabras del Salmista: "Oh Dios, Tú eres mi Dios, por ti madrugo; mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti como tierra reseca, agostada, sin agua...." (Ps. LXII-2).

El movimiento de aquella colorida variedad se aquieta; el bullido se torna en silencio cuando el Señor desciende majestuoso de la barca. Dos lágrimas de ternura infinita debieron desprenderse de sus divinos ojos al contemplar la profunda necesidad de aquellas almas: "se compadeció de ellos porque andaban como ovejas sin pastor".

¡Como ovejas sin pastor! Bien había escrito Ezequiel Profeta (XXXIV-5): "se han dispersado faltas de pastor". Se cumplía la profecía: "Yo suscitaré sobre ellos un Pastor que las apaciente"... "He aquí que Yo mismo cuidaré de mi ganado y lo visitaré". (Ib. 23; 11).

Amorosamente Jesús se olvida del reposo que buscaba y emprende la ardua tarea de hacerse oír del gentío, les instruye, cura a sus enfermos, bendice a sus niños... Las turbas no se sacian de Jesús y Jesús no se cansa de prodigarse, cumpliéndose en Él estas palabras del Sagrado Libro de los Proverbios: "mis delicias es estar con los hijos de los hombres" (VIII-31), y en las turbas, que con diligencia e ingenio habían atajado el camino de Jesús, estas otras del Libro de la Sabiduría: "(La Sabiduría —el Verbo Divino—) fácilmente se deja ver de quienes la aman y es hallada de quienes la buscan". (Sap. VI-12).

¡Oh, si los pueblos de nuestro tiempo, empedernidos y descarriados por el materialismo, no corrieran en pos de los satisfactores de este mundo ni pusieran su confianza en las vanas promesas de los falsos redentores! ¡ ...Si los hombres tuvieran ansias de Dios, como aquellas turbas...!

"Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?". (Luc. XVIII-8).

P. Manuel Robledo Gutiérrez,  E.D.
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