Autor: Pbro. Dr. José Manuel Fernández
Juan dijo a Jesús: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros". Pero Jesús les dijo: "No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros. Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar. Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga" (Mc 9,38-48).
Las trampas han sido utilizadas desde la más remota antigüedad. De madera, de bronce y de hierro las han encontrado los arqueólogos en Egipto, Grecia y Roma. Precisamente los griegos para referirse a este saltar hacia arriba de los filos dentados y su ruido característico, utilizaban una onomatopeya: "skándo". Y a ese salto, a ese cerrarse de golpe, le llamaban "skándalon". A poco, este término sirvió para designar a la misma trampa. De allí pasó la palabra paulatinamente a designar cualquier caída o tropiezo en una emboscada. Y el verbo, en voz activa, equivalió a empujar, hacer caer, tropezar. Es el verbo que utiliza la versión griega de la Biblia para traducir los términos "mokesh": lazo, engaño, y "mikshol" y "kashal": trastabillar, caer, quedar entrampado. Pero en este contexto bíblico el vocablo va adquiriendo poco a poco también un sentido figurado: los profetas advierten que hay trampas peores que las que pueden hacerle a uno caer en desgracias de tipo físico; hay tropiezos más trágicos que los que nos tumban por tierra. Y son aquellos que hacen que le hombre se aparte de Dios y de su alianza: "Se mezclaron con los paganos -dice el Salmo 106 hablando de los judíos-, imitaron sus costumbres, rindieron culto a sus ídolos, que fueron para ellos una trampa", y en la versión griega del Antiguo Testamento (los LXX) traducen "skándalon".
El Nuevo Testamento pone de relieve que Jesús mismo es continuamente ocasión de escándalo. Sus discípulos, relata Mateo, se escandalizan ante el anuncio de su pasión, ya que esta humillación extrema del Señor es para ellos algo incomprensible. Juan Bautista se escandaliza, dice Mateo, porque esperaba un Mesías diferente. La salvación que trae Jesús escandaliza porque no responde a las expectativas humanas. Por eso habla Cristo de los escándalos que se multiplicarán al fin de los tiempos; porque muchos no podrán soportar las tribulaciones que vendrán sobre la Iglesia, se extraviarán y renegarán de su Señor. En todo esto es el mismo Cristo, y los incomprensibles planes que tiene sobre nosotros, el que se transforma en trampa para todos aquellos que no tienen fe.
¡Cuántos han dejado la fe -o lo que creían que era fe- cuando los ha alcanzado el sufrimiento, o cuando por seguir a Jesús, debieron sacrificar algo, un negocio, o rehacer su vida, o un cualquier beneficio o placer, cuántos cayeron en la trampa, tropezaron, cuando el Señor les mostró la cruz! Porque Cristo, si no es piedra fundamental de la vida del cristiano, si sólo es un recurso más o menos mágico a la manera de los ídolos paganos para acudir cuando algo nos hace falta o para darnos falsa seguridad o paz, como dice San Pablo a los romanos y Pedro en su primera carta, se transforma tarde o temprano en piedra de escándalo, tropiezo o trampa.
No es éste el escándalo del cual habla Jesús en el evangelio. Más bien son las trampas que ponen aquellos que combaten la fe de los pequeños. Y, cuando Jesús se refiere a los pequeños, no indica solamente a los niños, sino a todos aquellos que de una manera u otra no son capaces de mantener y defender por sí solos su fe, sino que necesitan la defensa que de ella hacen los que pueden y deben hacerla. Así lo entendió la Iglesia cuando no sólo los sacerdotes defendían enérgicamente la verdad y señalaban duramente los errores, sino cuando los príncipes y políticos cristianos impedían que el pueblo fuera engañado y pervertido por la propaganda de las falsas religiones y las ideologías corruptoras. Pero la revolución protestante y luego la liberal terminaron con eso. Cada uno se convirtió en inventor de su "verdad", de sus principios y de sus normas.
El Señor no admite que (ni laicos ni sacerdotes) seamos obstáculos o motivos de escándalo para nuestro prójimo, que tiene derecho a que le demos el testimonio y el ejemplo de nuestra fe y nuestra caridad; y no que con nuestra conducta hagamos de la doctrina de Cristo irrisión de los que nos ven jugando a ser católicos. Peor cuando se es escándalo u obstáculo para los propios hijos, parientes y amigos, o de un sacerdote para sus propios feligreses.
"¿Pues quién no temblará de este pecado; el cual, en cierta manera, podemos decir ser el mayor de los pecados por grandes que sean? Porque todos los otros pecados, aunque sean grandes, no dañan más que al hombre que los hace, mas éste daña a sí y daña a los otros que aparta del camino de Dios. ¿Pues, con qué se satisfará este daño, que es matar una ánima que Cristo compró con su sangre? Porque si oro es lo que oro vale, sangre de Cristo es lo que esa sangre costó" (Fray Luis de Granada "Sermón contra los escándalos en las caídas públicas"*).
Publicado por Edit Liliana Ciotti en MI REFUGIO
Título original: Evitar los escándalos
*Agregado por CATOLICIDAD
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