martes, 30 de junio de 2020

ES UNA OBLIGACIÓN PARA EL CATÓLICO MANTENER ÍNTEGRA SU FE


Símbolo Quicumque (o Symbolum Athanasianum) recibe ese nombre por la palabra con que inicia:

"Quien quiera salvarse, antes que nada es necesario que mantenga la fe católica; pues si una persona no ha mantenido esta fe íntegra e inviolada, sin duda perecerá eternamente".

"Quicumque vult salvus esse, ante omnia opus est ut teneat Catholicam fidem; quam nisi quisque integram inviolatamque servaverit, absque dubio in aeternum peribit".

Reproducimos solo un párrafo de este símbolo que alcanzó tanta autoridad en la Iglesia, tanto occidental como oriental, que entró en el uso litúrgico y ha de tenerse por verdadera definición de fe.

lunes, 29 de junio de 2020

EL PUDOR DETESTA TODA CONDUCTA Y VESTIMENTA INMODESTA


“El pudor advierte el peligro inminente, impide exponerse a él e impone la fuga en determinadas ocasiones. El pudor no gusta de palabras torpes y vulgares, y detesta toda conducta inmodesta, AUN LA MÁS LEVE; evita con todo cuidado la familiaridad sospechosa con personas de otro sexo, porque llena plenamente el alma de un profundo respeto hacia el cuerpo que es miembro de Cristo (cf. 1 Cor 6:15) y templo del Espíritu Santo”.

-S. S. Pío XII, Encíclica Sacra Virginitas.

viernes, 26 de junio de 2020

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL CONCILIO Y LA CRISIS ACTUAL DE LA IGLESIA


S. E. Mons. Athanasius Schneider publicó el 24 de junio de 2020 un documento titulado “Algunas reflexiones sobre el Concilio Vaticano II y la crisis actual de la Iglesia” a fin de esclarecer su posición sobre el Concilio y disipar toda confusión entre los fieles. En algunos temas, Mons. Schneider profundiza algunas de las reflexiones ya presentadas en su libro-entrevista Christus Vincit: Christ’s Triumph Over the Darkness of the Age.

Mons. Schneider dio la versión oficial del documento en exclusividad a Corrispondenza Romana en italiano, a Correspondencia Romana en español, a The Remnant en inglés y al Blog de Jeanne Smits en francés. Todos los derechos reservados.

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ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL CONCILIO Y LA CRISIS ACTUAL DE LA IGLESIA

Por Mons. Athanasius Schneider

En las últimas décadas no únicamente algunos modernistas declarados sino también teólogos y fieles que aman a la Iglesia han tenido una actitud que se parecía a una suerte de defensa ciega de todo aquello que había sido dicho en el Concilio Vaticano II. Tal actitud a veces parece requerir verdaderas acrobacias mentales y una “cuadratura del círculo”. También hoy la mentalidad de los buenos católicos lleva a considerar como totalmente infalible cada palabra del Concilio Vaticano II y cada palabra y gesto del Pontífice. Este género de malsano centralismo papal estaba ya presente en varias generaciones de católicos de los últimos dos siglos. Una crítica respetuosa y un debate teológico sereno, sin embargo, estuvieron siempre presentes y permitidos en el interior de la Iglesia, en conformidad con su gran tradición, ya que es la Verdad y la fidelidad a la revelación divina como también la tradición constante de la Iglesia lo que se debe buscar, lo que de suyo implica el uso de la razón y de la racionalidad evitando acrobacias mentales. Algunas explicaciones de ciertas expresiones obviamente ambiguas que inducen al error, contenidas en textos del Concilio, parecen artificiales y poco convincentes, especialmente cuando se reflexiona sobre los mismos, de un modo intelectualmente más honesto, a la luz de la doctrina ininterrumpida y constante de la Iglesia.

Instintivamente, se ha reprimido todo argumento razonable que pudiera, incluso mínimamente, colocar en discusión cualquier expresión o palabra en los textos del Concilio. Sin embargo, un comportamiento semejante no es sano y contradice la gran tradición de la Iglesia, como se observa en los Padres de la Iglesia y en los grandes teólogos de la Iglesia a lo largo de dos mil años. Una opinión diferente de la que ha enseñado el Concilio de Florencia sobre la materia del sacramento del Orden, es decir de la traidito instrumentorum, se permitió en los siglos posteriores a este Concilio y dio lugar al pronunciamiento del Papa Pío XII en el año 1947 en la Constitución Apostólica Sacramentum Ordinis, con la cual corrigió la enseñanza no infalible del Concilio de Florencia, estableciendo que la única materia estrictamente necesaria par la validez del sacramento del Orden es la imposición de las manos del Obispo. Con este acto, Pío XII hizo no un acto de hermenéutica de la continuidad sino, precisamente, una corrección, porque esta doctrina del Concilio de Florencia no reflejaba la doctrina constante y la praxis litúrgica de la Iglesia universal. Ya en el año 1914 el Cardenal G.M. van Rossum había escrito respecto a la afirmación del Concilio de Florencia sobre la materia del sacramento del Orden, que aquella doctrina del Concilio es reformable y que incluso hay que abandonarla (cfr. De essentia sacramenti ordinis, Freiburg 1914, p. 186). Entonces,, en este caso concreto no había margen para una hermenéutica de la continuidad en este caso concreto.

Cuando el Magisterio Pontificio o un Concilio Ecuménico han corregido alguna doctrina no infalible de Concilios Ecuménicos precedentes– aunque esto ha ocurrido raramente–, con ese acto no han minado los fundamentos de la fe católica ni tampoco opusieron el magisterio de mañana al de hoy, como lo demuestra la historia. Con una Bula del año 1425 Martín V aprobó los decretos del Concilio de Costanza e incluso el decreto “Frequens” de la 39a  sesión (del 1417), un decreto que afirma el error del conciliarismo, es decir, de la superioridad del Concilio sobre el Papa. Sin embargo, su sucesor, el Papa Eugenio IV, declaró en el año 1446 que aceptaba los decretos del Concilio Ecuménico de Costanza excepto aquellos (de las sesiones 3, 5 y 39) que perjudican los derechos y el primado de la Sede Apostólica” (absque tamen praeiudicio iuris, dignitatis et praeeminentiae Sedis Apostolicae). El dogma del Concilio Vaticano I sobre el primado del Papa rechazó definitivamente el error conciliarista del Concilio Ecuménico de Costanza. El Papa Pío XII, como ya fue mencionado, corrigió el error del Concilio de Florencia respecto a la materia del sacramento del Orden. Con estos no frecuentes actos de corrección de precedentes afirmaciones del Magisterio no infalible no fueron minados los fundamentos de la fe católica, no se han minado los fundamentos de la fe católica, precisamente porque dichas afirmaciones concretas (como por ejemplo las del Concilio de Costanza y de Florencia) no habían tenido carácter infalible.

Algunas expresiones del Concilio no pueden ser tan fácilmente reconciliables con la constante tradición doctrinal de la Iglesia, como por ejemplo las expresiones del Concilio sobre el tema de la libertad religiosa (en el sentido de un derecho natural y por lo tanto positivamente querido por Dios, de practicar y difundir una religión falsa, que puede abarcar también idolatrías o cosas peores), sobre una distinción entre la Iglesia de Cristo y la Iglesia Católica (el problema del “subsistit in” da la impresión de la existencia de dos realidades: por una parte la Iglesia de Cristo y por otra la Iglesia Católica), de la conducta ante la confrontación de las religiones no cristianas y de la conducta frente a las confrontaciones del mundo contemporáneo.

Aunque la Respuesta la Congregación para la -Doctrina de la Fe a estos aspectos acerca de la doctrina sobre la Iglesia (29 de junio de 2007) dio una explicación del “subsistit in”, lamentablemente ha evitado decir con toda claridad que la Iglesia de Cristo es verdaderamente la Iglesia Católica, o sea, ha evitado de declarar explícitamente la identidad entre la Iglesia de Cristo y la Iglesia Católica. Permanece, de hecho, un tono de indeterminación.

También se observa una actitud que rechaza a priori todas las posibles objeciones a las discutibles afirmaciones de los textos conciliares. Se presenta, en cambio, como única solución el método llamado “hermenéutica de la continuidad”. Desafortunadamente no se toman en serio las dudas con respecto a los problemas teológicos inherentes a aquellas afirmaciones conciliares. Debemos tener siempre presente el hecho de que la principal finalidad del Conciliar era de carácter pastoral y que el Concilio no tenía la intención de proponer sus propias enseñanzas de un modo definitivo.

Las declaraciones de los Papas antes del Concilio, también aquellos del siglo XIX y del siglo XX, reflejan fielmente a sus predecesores y a la constante tradición de la Iglesia de un modo ininterrumpido. Los Papas de dos siglos, decimonoveno y veinte, es decir después de la Revolución Francesa, no representan un período “exótico” con relación a la tradición bimilenaria de la Iglesia. No se puede reivindicar ninguna ruptura en las enseñanzas de aquellos Papas respecto al Magisterio anterior. En lo que dice respecto a la realeza social de Nuestro Señor Jesucristo y a la objetiva falsedad de las religiones no cristianas, por ejemplo, no se puede encontrar una significativa ruptura entre las enseñanzas de los Papas desde Gregorio XVI a Pío XII por un lado y a las enseñanzas del Papa Gregorio el Grande (siglo VI) y sus predecesores y sucesores por el otro.

Verdaderamente se puede ver una línea continua sin ninguna ruptura desde la época de los Padres de la Iglesia hasta Pío XII, especialmente en temas como la realeza también social de Cristo, la libertad religiosa y el ecumenismo en el sentido de que existe un derecho natural positivamente deseado por Dios de practicar exclusivamente la única verdadera religión que es la fe católica. Antes del Concilio Vaticano II no existía la necesidad de hacer un esfuerzo colosal para presentar voluminosos estudios a fin de demostrar la perfecta continuidad de la doctrina entre un Concilio y otro, entre un Papa y sus predecesores, pues la continuidad era evidente. El hecho en sí de la necesidad, por ejemplo, de la “Nota explicativa previa” al documento Lumen Gentium demuestra que el mismo texto de la Lumen Gentium en el nº 22 es ambiguo respecto al tema de las relaciones entre el primado y la colegialidad episcopal. Los Documentos esclarecedores del Magisterio en la época post-conciliar, como por ejemplo las encíclicas Mysterium Fidei, Humanae Vitae, il Credo del Popolo di Dio de Paulo VI fueron de gran valor y ayuda, pero los mismos no aclararon las afirmaciones ambiguas del Concilio Vaticano II antes mencionadas.

Frente a la crisis que surgió con Amoris Laetitia y con el documento de Abu Dhabi estamos obligados a profundizar estas consideraciones sobre el necesario esclarecimiento o rectificaciones de algunas de las afirmaciones conciliares anteriormente mencionadas. En la Suma Teológica Santo Tomás presentaba siempre objeciones (“videtur quod”) y contra-argumentaciones (“sed contra”). Santo Tomás era intelectualmente muy honesto; las objeciones deben ser permitidas y tomadas en serio. Deberíamos utilizar su método respecto a algunos puntos controvertidos de los textos del Concilio Vaticano II que fueron discutidos durante casi sesenta años. La mayor parte de los textos del Concilio está en continuidad orgánica con el Magisterio anterior. En última instancia, el Magisterio Pontificio debe esclarecer de modo convincente algunas expresiones específicas de los textos del Concilio, lo que hasta ahora no siempre fue hecho de una manera intelectualmente honesta y convincente. Si fuera necesario, un Papa o un futuro Concilio Ecuménico deberían agregar explicaciones (algo así como notas explicativas posteriores) o presentar incluso modificaciones de esas expresiones controvertidas dado que no fueron presentadas por el Concilio como una enseñanza infalible y definitiva, como lo declaró también Paulo VI diciendo que el Concilio: “evitó de dar definiciones dogmáticas solemnes, empeñando la infabilidad del magisterio eclesiástico” (Audiencia General, 12 de enero de 1966).

La historia nos lo dirá a distancia. Estamos a solo cincuenta años del Concilio. Seguramente lo veremos más claramente después de otros cincuenta años. Sin embargo, del punto de vista de los hechos, de las pruebas, desde un punto de vista global, el Vaticano II no ha traído un verdadero florecimiento espiritual en la vida de la Iglesia. Y aún cuando antes del Concilio ya existían problemas en el Clero, sin embargo, honestamente y por amor a la justicia, se debe reconocer que los problemas morales, espirituales y doctrinales del Clero antes del Concilio no estaban difundidos en una escala tan vasta y con una intensidad tan grave como lo fue en el período postconciliar hasta los días de hoy. Tomando en cuenta que ya antes del Concilio existían algunos problemas, la primera finalidad del Concilio Vaticano II debería haber sido, precisamente, establecer normas y doctrinas lo más claras posibles e incluso privadas de toda ambigüedad, como lo hicieron en el pasado todos los Concilios empeñados en reformas. El plan y las intenciones del Concilio eran principalmente pastorales, sin embargo, a pesar de su propósito pastoral, le siguieron consecuencias desastrosas que aún hoy estamos viendo. Ciertamente, el Concilio tiene varios textos hermosos. Pero las consecuencias negativas y los abusos cometidos en nombre del Concilio fueron tan significativos que obscurecieron los elementos positivos que se encuentran en él.

He aquí los elementos positivos que aportó el Vaticano II: es la primera vez que un Concilio Ecuménico hizo un solemne llamamiento a los laicos a tomar en serio sus votos bautismales para aspirar a la santidad. El capítulo de Lumen Gentium sobre los laicos es bello y profundo. Los fieles son llamados a vivir su bautismo y su confirmación como valientes testigos de la fe en la sociedad secular. Este llamamiento fue profético. Sin embargo, después del Concilio, este llamamiento a los laicos fue utilizado de un modo abusivo por el establishmentprogresista en la Iglesia y también por muchos funcionarios y burócratas eclesiásticos. Frecuentemente los nuevos burócratas laicos (en determinados países europeos) no eran ellos mismos testigos sino que ayudaban a destruir la fe en los consejos parroquiales y diocesanos y en otros consejos oficiales. Desafortunadamente estos burócratas laicos eran a menudo engañados por el Clero y los Obispos.

El período después del Concilio nos dio la impresión de que uno de los principales frutos del mismo fuera la burocratización. Esta burocratización mundana en las décadas posteriores al Concilio a menudo paralizó el fervor espiritual y sobrenatural en una considerable medida y, en lugar de la primavera anunciada, llegó un momento de invierno espiritual. Bien conocidas e inolvidables permanecen las palabras con las cuales Paulo VI diagnosticó honestamente el estado de la salud espiritual de la Iglesia después del Concilio: “Se creía que, después del Concilio, el sol habría brillado sobre la historia de la Iglesia. Pero en lugar del sol, han aparecido las nubes, la tempestad, las tinieblas, la incertidumbre. Predicamos el ecumenismo y nos distanciamos cada vez más de los otros. Buscamos cavar abismos en vez de colmarlos.” (Homilía del 29 de junio de 1972).

En este contexto, el Arzobispo Marcel Lefebvre, en particular, fue quien a una escala más amplia y con una franqueza comenzó (si bien no fue el único que lo hizo) en un ámbito más vasto y con una franqueza similar a la de algunos de los grandes Padres de la Iglesia, a protestar contra el debilitamiento y la dilución de la Fe católica, particularmente en lo que dice respecto al carácter sacrificial y sublime del rito de la Santa Misa, que se estaba difundiendo en la Iglesia, sustentado, o al menos tolerado, también por las autoridades de alto rango de la Santa Sede. En una carta dirigida al Papa Juan Pablo II al comienzo de su Pontificado, el Arzobispo Lefebvre describe de manera realista y apropiada en una breve síntesis la verdadera magnitud de la crisis de la Iglesia. Impresiona la perspicacia y el carácter profético de la siguiente afirmación: “El diluvio de novedades en la Iglesia, aceptado y alentado por el Episcopado, un diluvio que devasta todo en su camino: la fe, la moral, la Iglesia institución: no podían tolerar la presencia de un obstáculo, de una resistencia. Tuvimos entonces la oportunidad de dejarnos llevar por la corriente devastadora y de unirnos al desastre, o de resistir al viento y a las olas para salvaguardar nuestra fe católica y el sacerdocio católico. No podemos dudar. No podíamos dudar. Las ruinas de la Iglesia están aumentando: el ateismo, el abandono de las iglesias, la desaparición de las vocaciones religiosas y sacerdotales son de tal magnitud que los Obispos están comenzando a despertarse” (Carta del 24 diciembre de 1978). Estamos ahora asistiendo a la culminación del desastre espiritual en la vida de la Iglesia que el Arzobispo Lefebvre ya señaló tan vigorosamente hace cuarenta años.

Al acercarnos a cuestiones relativas al Concilio Vaticano II y a sus documentos se deben evitar interpretaciones forzadas o el método de la “cuadratura del círculo”, manteniendo naturalmente todo el respeto y el sentir eclesiástico (sentire cum ecclesia). El principio de la hermenéutica de la continuidad no puede ser utilizado ciegamente a los efectos de eliminar a priori eventuales problemas evidentemente existentes o para crear una imagen de armonía, mientras persisten en la hermenéutica de la continuidad matices de incertidumbre. En efecto, tal enfoque transmitiría de manera artificial y no convincente el mensaje de que cada palabra del Concilio Vaticano II es inspirada por Dios, infalible y a priorien perfecta continuidad con el Magisterio precedente. Dicho método infringiría la razón, la evidencia y la honestidad y no rendiría honor a la Iglesia.

Tarde o temprano – tal vez después de cien años – la verdad será declarada tal como es. Existen libros con fuentes documentadas y demostrables que suministran profundizaciones históricamente más realísticas y reales sobre los hechos y las consecuencias respecto al evento del mismo Concilio Vaticano II, a la redacción de sus documentos y al proceso de interpretación y aplicación de sus reformas en las últimas cinco décadas. Son por ejemplo recomendables los siguientes libros que pueden ser leídos con provecho: Romano Amerio, Iota Unum: un estudio sobre los cambios en la iglesia católica en el siglo XX (1996); Roberto de Mattei, El Concilio Vaticano II: una historia nunca escrita (2010); Alfonso Gálvez, El invierno Eclesial (2011).

Los temas siguientes: el llamado universal a la santidad, el papel de los laicos en la defensa y el testimonio de la fe, la familia, como iglesia doméstica y la enseñanza sobre María Santísima– son los que se pueden considerar contribuciones verdaderamente positivas y duraderas del Concilio Vaticano II.

En los últimos 150 años la vida de la Iglesia fue sobrecargada con una insana papolatría a tal punto que ha surgido una atmósfera en la cual se atribuye un papel de centralidad a los hombres de la Iglesia en lugar de a Cristo y a Su Cuerpo Místico, y esto representa a su vez un antropocentrismo escondido. De acuerdo con la visión de los Padres de la Iglesia, la Iglesia es únicamente la luna (mysterium lunae), y Cristo es el sol. El Concilio fue una demostración de un rarísimo “Magisterio-centrismo”, pues con el volumen de sus prolijos documentos superó de lejos a todos los otros Concilios. Sin embargo, el Concilio Vaticano II también suministró una bellísima descripción de lo que es el Magisterio, que nunca antes había sido dada en la historia de la Iglesia. Está en el documento Dei Verbum, n. 10, donde está escrito: “Este Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve”

Por “Magisterio-centrismo” se entiende a los elementos humanos y administrativos, especialmente la producción excesiva y continua de documentos y frecuentes forums de discusión (con la consiga de la “sinodalidad”) que fueron colocados en el centro de la vida de la Iglesia. Si bien los Pastores de la Iglesia deben siempre ejercitar con celo el munus docendi, la inflación de los documentos y con frecuencia de los documentos prolijos, se reveló sofocante. Documentos menos numerosos, más breves y concisos habrían tenido un mejor efecto.

Un ejemplo clarísimo del malsano “Magisterio-centrismo”, donde representantes del Magisterio no se comportan como siervos sino como dueños de la tradición, es la reforma litúrgica de Paulo VI. En cierto sentido, Paulo VI se colocó por encima de la Tradición -no de la Tradición dogmática (lex credendi), sino de la gran Tradición litúrgica (lex orandi). Paulo VI se atrevió a iniciar una verdadera revolución en la lex orandi. Y en cierta medida, actuó en desacuerdo con la afirmación del Concilio Vaticano II el cual en Dei Verbum, n. 10 afirma que el Magisterio solo es el servidor de la Tradición. Debemos colocar a Cristo en el centro, Él es el sol: lo sobrenatural, la consistencia de la doctrina y de la liturgia y toda la verdad del Evangelio que Cristo nos ha enseñado.

A través del Concilio Vaticano II, y ya con el Papa Juan XXIII, la Iglesia comenzó a presentarse al mundo, a coquetear con el mundo y a manifestar un complejo de inferioridad con relación a él. Sin embargo, los clérigos, en particular los Obispos y la Santa Sede, tienen el deber de mostrar a Cristo al mundo, no a sí mismos. El Vaticano II dio la impresión de que la Iglesia Católica había comenzado a mendigar simpatía al mundo. Esto ha continuado en los pontificados postconciliares. La Iglesia pide la simpatía y el reconocimiento del mundo; eso no es digno de ella y no ganará el respeto postconciliar. La Iglesia pide la simpatía de quienes verdaderamente buscan a Dios. Debemos pedir simpatía a Cristo, a Dios y al cielo.

Algunos que critican al Concilio Vaticano II afirman que, si bien tiene aspectos buenos, es como una torta con un poco de veneno, y entonces todo el pastel tiene que ser desechado. Pienso que no podemos seguir ese método y ni siquiera el método de «tirar al bebé con el agua sucia». Con relación a un Concilio Ecuménico legítimo, aunque existían puntos negativos, debemos mantener una actitud global de respeto. Debemos valorar y estimar todo aquello que es verdadero y verdaderamente bueno en los textos del Concilio, sin cerrar irracionalmente y deshonestamente los ojos de la razón a aquello que es objetiva y evidentemente ambiguo en algunos de los textos y a aquello que puede inducir al error. Es necesario recordar siempre que los textos del Concilio Vaticano II no son la inspirada Palabra de Dios, ni son juicios dogmáticos definitivos o declaraciones infalibles del Magisterio, porque el mismo Concilio no tenía esa intención.

Otro ejemplo es Amoris Laetitia. Ciertamente existen muchos punto que deben criticarse doctrinalmente. Pero existen algunas secciones que son muy útiles, verdaderamente buenas para la vida familiar, como por ejemplo sobre los ancianos en la familia: de suyo son muy buenos. No se debe rechazar todo el documento sino recibir aquello que es bueno. Lo mismo vale para los textos del Concilio.

Aunque antes del Concilio todos tenían que hacer el juramento anti-modernista, promulgado por el Papa Pío X, algunos teólogos, sacerdotes, obispos e incluso cardenales lo hicieron con reservas mentales, tal como lo demostraron los hechos históricos posteriores. Con el pontificado de Benedicto XV, comenzó una lenta y cauta infiltración de eclesiásticos con un espíritu mundano y parcialmente modernista a altos cargos en la Iglesia. Esta infiltración creció sobretodo entre los teólogos a tal punto que después el Papa Pío XII debió intervenir condenando algunas ambigüedades y errores de importantes teólogos de la llamada “nouvelle théologie” (Chenu, Congar, De Lubac, etc.), publicando en 1950 la encíclica Humani generis. Sin embargo, del pontificado de Benedicto XV en adelante, el movimiento modernista estaba latente y en continuo crecimiento. Y así, en la vigilia del Concilio Vaticano II, una parte considerable del episcopado y de los profesores en la facultad teológica y de los seminarios estaba embebida de una mentalidad modernista, que es esencialmente relativismo doctrinal y moral, como así también mundanismo, amor por el mundo. En la vigilia del Concilio, estos cardenales, obispos y teólogos adoptaron la “forma” – el modelo de pensamiento– del mundo (cfr. Rm. 12, 2), queriendo complacer al mundo (cfr. GAL. 1, 10). Demostraron un claro complejo de inferioridad con relación al mundo.

También el Papa Juan XXIII demostró una suerte de complejo de inferioridad con relación al mundo. No tenía una mentalidad modernista, pero tenía un estilo político de ver al mundo y extrañamente mendigaba simpatía al mundo. Tenía seguramente buenas intenciones. Convocó el Concilio que después abrió un enorme portón hacia el interior de la Iglesia al movimiento modernista, protestantizante y mundano. Muy significativa es la aguda observación hecha por Charles de Gaulle, Presidente de Francia desde 1959 a 1969, respecto al Papa Juan XXIII y al proceso de reformas iniciado con el Concilio Vaticano II: “Juan XXIII abrió las puertas y aún no ha podido cerrarlas. Era como si un dique se hubiera derribado. Juan XXIII fue superado por aquello que desencadenó.” (ver Alain Peyrefitte, C’était de Gaulle, París, 1997, 2, 19).

El discurso de “abrir las ventanas” antes y durante el Concilio era una suerte de ilusión y una causa de confusión. Estas palabras causaron en mucha gente la impresión de que el espíritu de un mundo no creyente y materialista, ya evidente en aquel tiempo, podía transmitir algunos valores positivos para la vida de la Iglesia. Por el contrario, la autoridad de la Iglesia en aquellos tiempos habría debido declarar expresamente el verdadero significado de la expresión “abrir las ventanas”, que consiste en abrir la vida de la Iglesia al aire fresco de la belleza y de la claridad inequívoca de la verdad divina, a los tesoros de la santidad siempre joven, a la luz sobrenatural del Espíritu Santo y de los Santos, a una liturgia celebrada y vivida con un sentido siempre más sobrenatural, sacro y reverente. A lo largo del tiempo, durante la era post-conciliar, los portones parcialmente abiertos dejaron espacio para un desastre que provocó daños enormes a la doctrina, a la moral y a la liturgia. Hoy, el agua de la inundación que entró está alcanzando niveles peligrosos. Estamos viviendo el auge del desastre.

Hoy el velo fue levantado y el modernismo reveló su verdadero rostro, que consiste en la traición a Cristo y en el volverse amigo del mundo, adoptando al mismo tiempo su modo de pensar. Una vez terminada la crisis en la Iglesia, el Magisterio tendrá el deber de rechazar formalmente todos los fenómenos negativos de las últimas décadas en la vida de la Iglesia. La Iglesia lo hará porque es divina. Lo hará con precisión y corregirá los errores que se han acumulado, comenzando con algunas expresiones ambiguas en los textos del mismo Concilio Vaticano II.

El modernismo es como un virus escondido, escondido en parte también en algunas afirmaciones del Concilio, pero que ahora se ha manifestado plenamente. Después de la crisis, después de esta grave infección espiritual, la claridad y la precisión de la doctrina, la sacralidad de la liturgia y la santidad de la vida del Clero resplandecerán más intensamente. La Iglesia lo hará de un modo inequívoco, como lo ha hecho en épocas de grave crisis doctrinal y moral en los últimos dos mil años. Enseñar claramente la verdad del depósito divino de la fe, defender a los fieles del veneno del error y conducirlos de un modo seguro a la vida eterna pertenece a la misma esencia de la misión divinamente confiada al Papa y a los Obispos.

El documento Sacrosanctum Conciliumdel Concilio Vaticano II nos ha recordado la genuina naturaleza de la verdadera Iglesia, “de suerte que en ella lo humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación y lo presente a la ciudad futura que buscamos. ” (n. 2).

S. E. Mons. Athanasius Schneider
Obispo Auxiliar de Astana


Mons. Schneider nació en Tokmok, (Kirghiz, Antigua Unión Soviética). En 1973, poco después de recibir su primera comunión de la mano del Beato Oleksa Zaryckyj, presbítero y mártir, marchó con su familia a Alemania. Cuando se unió a los Canónigos Regulares de la Santa Cruz de Coimbra, una orden religiosa católica, adoptó el nombre de Athanasius (Atanasio). Fue ordenado sacerdote el 25 de marzo de 1990. A partir de 1999, enseñó Patrología en el seminario María, Madre de la Iglesia en Karaganda. El 2 de junio de 2006 fue consagrado obispo en el Altar de la Cátedra de San Pedro en el Vaticano por el Cardenal Angelo Sodano. En 2011 fue destinado como obispo auxiliar de la Archidiócesis de María Santísima en Astana (Kazajistán), que cuenta con cerca de cien mil católicos de una población total de cuatro millones de habitantes. Mons. Athanasius Schneider es el actual Secretario General de la Conferencia Episcopal de Kazajistán.

Fuente: Adelante la Fe

jueves, 25 de junio de 2020

¿QUIÉN TE LLAMÓ, SEÑORA, QUE NO LO OYESES? por Fray Luis de Granada


No me desampare tu amparo,
No me falte tu piedad,
No me olvide tu memoria.
Si tú, Señora, me dejas, ¿quién me sostendrá?
Si tú me olvidas, ¿quién se acordará de mí?
Si tú, que eres estrella de la mar y guía de los errados, no me alumbras, ¿dónde iré a parar?
No me dejes tentar del enemigo,
Y si me tentare, no me dejes caer,
Y si yo cayere, ayúdame a levantar.
¿Quién te llamó, Señora, que no le oyeses?
¿Quién te pidió, que no le otorgases?

FRAY LUIS DE GRANADA

miércoles, 24 de junio de 2020

24 DE JUNIO: SAN JUAN BAUTISTA, MÁRTIR DE LA INDISOLUBILIDAD MATRIMONIAL

Lo que se diga en contrario, dígalo quien sea, contradice la fe de la Iglesia Católica. Nunca te es lícito separarte de tu legítimo cónyuge para formar una nueva unión.


martes, 23 de junio de 2020

LA CRUZ EN EL MATRIMONIO


Según la tradición croata, cuando una pareja se prepara para casarse, en la Iglesia no les dicen que han encontrado a la persona perfecta. ¡No! En lugar de eso, el sacerdote les dice: "Has encontrado tu cruz. Es una cruz para amarla, para llevarla contigo, una cruz que no se tira sino que se atesora.”

En Herzegovina, la Cruz representa el amor más grande y el crucifijo es el tesoro de la casa.

Cuando los novios entran a la iglesia el día de su boda, llevan el crucifijo con ellos. El sacerdote bendice el crucifijo. Cuando llega el momento de intercambiar sus votos, la novia pone su mano derecha sobre el crucifijo y el novio pone su mano sobre la de ella, de manera que las dos manos están unidas a la cruz.

El sacerdote cubre las manos de ellos con su estola mientras proclaman sus promesas, según el rito de la Iglesia, de ser fieles el uno al otro, en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, hasta la muerte.

Acto seguido los novios no se besan sino que ambos besan la cruz. Los que contemplan el rito pueden comprender que si uno de los dos abandona al otro, abandona a Cristo en la Cruz.

Después de la ceremonia, los recién casados llevan el crucifijo a su hogar y lo ponen en un lugar de honor. Será para siempre el punto de referencia y el lugar de oración familiar. En tiempo de dificultad no van al abogado ni al psiquiatra sino que van juntos ante la cruz en busca de ayuda de Jesús. Se arrodillarán y tal vez llorarán y abrirán sus corazones pidiendo perdón al Señor y mutuamente. Van a dormir en paz en el Corazón porque han recibido perdón del único que tiene poder para salvar.

Los esposos enseñarán a sus hijos a besar la cruz cada día y a no irse a dormir como los paganos, sin dar gracias primero a Jesús. Saben que Jesús los sostiene en Sus brazos y no hay nada que temer.

lunes, 22 de junio de 2020

LA VIRIL CASTIDAD. LO QUE OPINA DE ELLA LA MUJER.


Es muy raro que una mujer mire con desprecio a un chico que quiera proteger la inocencia de la relación. Para probar esto, les hice a las mil chicas de mi encuesta la siguiente pregunta: “Si estuvieras llegando muy lejos con un chico y él te diera un beso en la frente y te dijera: ‘Creo que debemos calmarnos. Yo te respeto demasiado como para seguir haciendo todo esto contigo y quiero enamorarme de ti por las razones correctas’, ¿lo encontrarías más o menos atractivo?”.

Casi el cien por ciento de las chicas —995— dijeron que encontrarían más atractivo al chico. Una chica dijo que es “porque él estaba pensando más en nosotras y no sólo en sí mismo”.

A estas mismas chicas les hice una última pregunta: “Algunos chicos piensan que ser virgen es vergonzoso. ¿Cómo te sentirías tú si un chico guardase su virginidad para ti, que en el futuro serás su esposa?”. Nuevamente, las respuestas expresaron abrumadoramente el atractivo de la pureza. He aquí algunas de sus respuestas:

- “Él es el tipo de chico que yo tendría que alcanzar antes de que lo hagan las otras miles de millones de chicas”.
- “Deja de preocuparte por lo que dicen los demás. ¡Significa tanto si tú esperas!”.
- “¡Eso es apasionado!”.
- “¡Está bien ser virgen! De hecho, la mayoría de las chicas lo prefieren”.
- “¡Exige mucho a un chico mantenerse virgen, y a mí me encantan los chicos así, que no se dejan llevar por lo que piensen las demás personas!”.
- “Él es más varonil que la mayoría de los chicos”.
- “No deberían estar avergonzados. Yo no lo estoy”.
- “Su esposa será muy afortunada”.
- “Gracias a Dios por chicos como él”.
- “Muchas chicas como yo piensan que es tonto cuando un chico teme ser virgen. ¡Debería de estar orgulloso!”.
- “Yo me sentiría como una verdadera princesa, porque así me quiero sentir en mi noche de bodas”.
- “¡Yo lo querría más!”.
- “Eso es la cosa más bella que un hombre le puede regalar a su esposa. Es la esencia de ser hombre resumida en una sola decisión. Él ha prometido todo su ser, incluyendo su cuerpo”.
- “¡Impresionante! No sentiré que estoy con todas sus novias anteriores”.
- “Él podrá respetarte más si se respeta a sí mismo”.

(J. Evert - Masculinidad Pura)

sábado, 20 de junio de 2020

QUE LOS OTROS NO TE MANTENGAN EN ESCLAVITUD, SÉ LIBRE


Escucha a Dios, no a tus propios miedos.

"No devolváis mal por mal ni maldición por maldición, sino al contrario bendecid; porque para esto sois llamados, a fin de que poseáis la herencia de la bendición (celestial)" 1 Pedro 3:9.

"A nadie devuelvan mal por mal, procurando obrar bien no sólo delante de Dios, sino también delante de todos los hombres" Romanos 12:17.

¿Cómo reaccionas cuando alguien te ataca? Si pagas mal por mal, ese 'ajuste de cuentas', lejos de liberarte, por lo general, produce resultados más trágicos. El Señor nos muestra el camino correcto; perdonar y no devolver mal. No permitas que otro, con sus actitudes te mantenga en esclavitud. Cuando uno paga con la misma moneda, realmente está siendo controlado por quien cometió la falta. El débil se somete y busca pagar igual, los fuertes siguen la sabiduría de Dios, no permiten que los afecte lo exterior, pues su convicción los mantiene libres y firmes. Tú eres responsable de cómo reaccionas, no permitas que alguien más te controle, vive la libertad plena de la Palabra de Dios en ti.

viernes, 19 de junio de 2020

FIESTA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


Vanas son las esperanzas del mundo y desgraciado quien fía en ellas. Pasa la juventud, se cambia la fortuna, caen las ilusiones, se entibia la amistad, nada, en una palabra, queda en pie de cuanto parece algunas veces halagar al hombre en su breve paso sobre la tierra.

Y sin embargo, el pobre corazón humano necesita algo firme y permanente a qué arrimarse, para no caer en los horrores de la desesperación. ¿En qué podrá, pues, fijar su esperanza? ¡Ah! Todo se pasa, ha dicho Santa Teresa de Jesús, todo se pasa, es verdad; pero Dios no se muda. He aquí, pues, el centro fijo en que podemos colocar nuestras esperanzas los que deseamos colocarlas en algo seguro e inmutable.

¡Oh Corazón Divino de mi amantísimo Jesús! ¡Todo se escapa y desaparece a nuestro amor, dejándonos vacíos y desolados! Sólo Vos permanecéis eternamente como faro de luz y norte resplandeciente para el corazón que os ama. ¡Que me falte todo, Dios mío, pero que no me faltéis Vos! ¡En Vos pongo mi esperanza, y no Seré confundido.

Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.

jueves, 18 de junio de 2020

MEDÍTALO, AHORA QUE AÚN HAY TIEMPO


Yo soy un padre de familia, que morí, que fui juzgado, y que estoy ya condenado. ¡O qué tres cosas! ¡Cuán presto se dicen, y cuán acerbamente se experimentan. Morí. No tenéis que cansaros, porque ni puede entenderse, ni explicarse cuánto es lo que aflige a una conciencia descuidada una inopinada muerte.

Suponed que un hombre que jamás vio toros, se viera en un recinto angosto sobre un indómito caballo, que tampoco los hubiera visto, y que improvisadamente se arrojase contra él un ferocísimo toro: ¿No os parece que la vista solo de tan espantosa novedad lo sacaría de sí, y del caballo, y que caído del bruto, como de ánimo, uno y otro serían triunfo despedazado de aquella fiera? Pues más fiera es la muerte que la fiera más fiera, porque estas matan por acaso, y la muerte por esencia. Mi cuerpo, que era el caballo, no había visto la muerte porque no la había padecido; mi alma, que era el jinete, tampoco la conocía, porque jamás la había considerado; con que al dar sobre mí esta fiera en el recinto de una cama, fue tan espantoso el susto de su cercana vista que al punto me hizo caer de ánimo; y turbándome el uso del alma, y cuerpo fueron uno y otro indefenso despojo de su furia.

Esto nació de no haber puesto en mi vida los ojos en mi muerte, pues no me espantara vista entonces si la tuviera prevista antes; pero mientras viví el mismo vivir me engañaba; mientras enfermé me engañó mi familia; mientras empeoré me engañó el médico; pues no pudiendo negar el mal, me negó el peligro, consolándome con que no era enfermedad de muerte. ¡O crueldad temeraria! Esto solo puede decirlo el que una vez lo dijo que fue el Hijo de Dios: Infirmitas hec non est ad morten.

¡Al ay que me muero! decían los amigos, era imaginación, que no pensara en eso, que antes de un mes había de cazar con ellos. Decíame la mujer: hijo, no te desconsueles, que esto no es cosa de cuidado. Decíame el hijo: Padre, anímese usted, y no se adelante el mal con esa aprehensión. Decíanme los asistentes: Con este remedio irá usted por puntos mejorando. Así me ayudaron todos a mal morir.

Como este engaño caía sobre lo que yo tanto deseaba, y lo afirmaban todos, y lo confirmaba el mismo obligado al desengaño que era el médico; con esto yo (¡ay de mí!) lo creí, y no supe de mi muerte hasta después de mi muerte. Ad nihilum redactus sum, et nescivi. Psal. 72. Y si estremeció a los monjes, que todo el discurso de su vida emplearon la vida, y el discurso, no sólo en esperar la muerte, sino en apetecerla, ved que haría en mí, que ni por pensamiento me la figuré jamás, y que siempre huía de ella como de ella misma; ¿qué haría en mí, cuando de improviso se me representó su horrible formidoloso (temible) ceño, su ejecutivo irreparable impulso, su eterna calamitosa consecuencia, y todo a un tiempo, y de un golpe todo?

Lo que hizo fue helarme el susto la sangre, apretarme la congoja el corazón, estancármela urgencia el aliento, enajenarme la angustia los sentidos, confundirme la prisa el entendimiento, ofuscarme el tropel de cuidados la memoria, y desesperarme la falta de tiempo, y sobra de culpas la voluntad: y como con esta había de agenciar (ingeniarme) el perdón de mis pecados, espiré, y morí (¡ay de mí!) con ellos, y sin él: así espirarán, y morirán cuántos me sigan en no tener su muerte muy presente, por ideársela siempre muy distante, en no acabarlo de creer, ni aun cuando empiezan a enfermar, en oír gratamente a quien les diga lo contrario; y en fin, en criar una familia tan infiel, e indevota, que por no asustar al dueño con un desengaño breve quiera despeñarlo a un abismo tan largo como eterno

Esta fue (según se me hizo saber en el juicio) pena correspondiente a mi culpa. Fue mi culpa no velar por el bien de las almas de mi familia, y fue mi pena, que esta familia en la muerte me despintase la muerte desatendiendo a mi alma, en castigo de haber yo descuidado de las suyas.

Fue mi culpa el no velar para ver el mal que de noche podían obrar criados, y criadas, y ahora es mi pena (como el Tema dice) el velar siempre para ver siempre. Y lo que veo siempre, es el siempre que he de penar; que no solo es el mayor tormento de la eternidad, sino toda la eternidad junta, porque estoy viendo siempre su interminable siempre, sin olvidarlo nunca.

Esta vista es la que (como dice David) me hace rabiosamente crujir, bramar, y perecer sin acabar, y la que hace que perezcan todos mis deseos.

Uno de mis deseos es que tu perezcas como yo, y para que aun este deseo perezca en mí, me compele Dios a que te desengañe, (para que te preserves) que los mas que mueren de larga enfermedad mueren de repente, por no creer que de aquella han de morir. El mozo, porque por mozo ha de resistir: El viejo, por lo que hasta entonces ha resistido; y unos, y otros, y todos por las esperanzas de vida que se toman, y que les dan: por esto hacen más mal los médicos con retardar estos desengaños, que los demonios con todos sus engaños; tanto porque que los demonios no son creídos, y los médicos sí, como porque los engaños que pervierten una vida son curables, pero irreparables los que desgracian una muerte; por esto influye Satanás con tanto ahínco confianza de vivir en el enfermo, y pusilanimidad (falta de valor) para sacarlo de ella en el médico, en los amigos, y en los asistentes; todos los cuales hicieron aleve (alevosa) alianza contra mí para despeñarme con más ímpetu y ser eterno tizón de estas hogueras.

No solo estoy aquí velando siempre para ver siempre mi oprobrio, (como dice el Tema) sino que velan contra mí los mismos demonios, que me guardaron el sueño para que no viese lo que de noche obraba mi familia; y porque estas fieras que me comen a bocados nunca duermen tampoco yo dejo nunca de velar: Qui me comedunt non dormiunt. Job. 30. ¿Pero qué mucho, si hasta el mismo Dios está para mi mal en vela? Pondera cual será mi desdicha, pues para mi mal está desvelado todo un Dios; ¿y cuándo será mi alivio, pendiendo de que duerma quien nunca puede dormir, ni aun dormitar?

¡Ah! que alguna vez ya me hirió alguna luz de esta eternidad, pero temí perder el juicio si cavaba en ella, y ahora conozco que era el único medio para recobrarlo. ¿Pudo ser mayor mi locura, que no temer estar en el infierno siempre, y temer pensar en el infierno un rato? Cosa increíble es que quisiera yo ponerme en este estado, pero más increíble es que haya quien me oye, y se mantenga en él, siendo todos los padres de familias, que no se apartan del camino, o descamino por donde yo he llegado a este término sin término.

Ya, pues, oh padre de familia, que ves en mi cabeza, que por descuidar yo en vida de las almas de mi familia, quiso Dios que en mi muerte esta familia descuidase de mi alma: ya que ves, que por haberlos yo creído, y no pensar en mi muerte me hallé muerto sin pensar; ya que ves, que en pena de no haber velado en mi casa por la honra de Dios, como por la mía, estoy aquí siempre velando, y Dios, y sus verdugos se están desvelando en mi deshonra; ya ves, que este velar yo siempre, es para ver el siempre que aquí ha de penar, y que ahí nunca medité, haz de todo esto, que fue veneno para mí, triaca (remedio) para tí, obrando lo contrario, si no quieres hallarte tan pensadamente burlado como yo; desvélate siempre en ver siempre este siempre para tu bien, si no quieres velar aquí siempre para ver siempre tu mal eterno, y tu eterno oprobio, como te amenaza el Tema: “Si no velas vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora llegaré sobre ti” Apoc. III Vers. 3.

(Dedicado a los que están en Pecado Mortal).

Dr. José Boneta

Visto en Adelante la fe. 

martes, 16 de junio de 2020

MILITEMOS EN EL EJÉRCITO DE CRISTO por el padre Castellani


Tengo miedo de los grandes castigos colectivos que amenazan nuestros crímenes colectivos. Este país está dormido, y no veo quién lo despierte. Este país está engañando, y no veo quién lo desengañe. Este país está postrado y no se veo quién va a levantarlo. Pero este país todavía no ha negado a Cristo; y sabemos, por tanto que hay alguien capaz de levantarlo...

Podemos ser soldados de un gran Rey; nuestras pobres y efímeras vidas pueden unirse a algo grande, algo triunfal, algo absoluto. Arranquemos de ellas el egoísmo, la malicia, la mezquindad de nuestros pequeños caprichos, ambiciones y fines particulares. El que pueda hacer caridad, que se sacrifique por su prójimo, o sólo, o en su parroquia... El que pueda hacer apostando, que ayude a Nuestro Cristo Rey en la Acción Católica o en las congregaciones. El que pueda enseñar, que enseñe, el que pueda quebrantar la iniquidad , que la golpeé y que la persiga, aunque sea con riesgo de vida. Y para ésto purifiquémonos cada uno de faltas y de errores de nuestra vida.

Acudamos a la Inmaculada Madre de Dios, Reina de los ángeles y de los hombres, para que se digne elegirnos para militar con Cristo, no solamente ofreciendo nuestra persona al trabajo, como decía el capitán Loyola, sino para distiguirnos y señalarnos en esa misma campaña del Reino de Dios, contra las fuerzas del Mal, campaña que es el eje de la historia del mundo, sabiendo que nuestro Rey es invencible, que su Reino no tendrá fin, que su triunfo y Venida no está lejos y que su recompensa supera todas las vanidades de este mundo, y más todavía, todo cuanto el ojo vio, y el oído oyó y la mente humana pudo soñar de hermoso y de glorioso".

Padre Leonardo Castellani

sábado, 13 de junio de 2020

¡QUÉDATE CON NOSOTROS, SEÑOR!


Quédate con nosotros, Señor. Que baje del cielo tu misericordia sobre el mundo, alivia desde los sagrarios de la tierra la prolongada noche de sufrimiento y pena.

Quédate con nosotros para guardar a los inocentes, para sostener a los tentados, para levantar a los caídos, para subyugar el poder del demonio, para impedir el pecado.

Quédate con nosotros, Señor, para consolar a los que sufren, para bendecir a los que yacen en el lecho del dolor, para dar Contrición Perfecta a los que mueren, para recibir en los brazos de tu misericordia a las miles de almas que se presentarán ante ti esta noche para ser juzgadas.

¡Oh buen Pastor! Quédate con tus ovejas, defiéndelas de los peligros que las rodean y las amenazan. Pero sobre todo, quédate con los que sufren y con los agonizantes.

Danos una noche tranquila. Y, cuando llegue el día y el momento, una muerte serena y poder morir en tu gracia, acompañados de tus sacramentos o, al menos, de una Contrición Perfecta por amor a ti.

Amén.

viernes, 12 de junio de 2020

ORACIÓN AL CORAZÓN TRASPASADO DE JESÚS


Oh mi amadísimo y gentil Jesús, deseo con todos los afectos de mi corazón, que todas las criaturas te alaben, honren y glorifiquen eternamente por la sagrada llaga de Tu costado. Yo deposito y encierro en la llaga abierta de Tu Corazón, mi corazón y todos mis sentimientos, pensamientos, deseos, intenciones y todas las facultades de mi mente. Te ruego, por la preciosa Sangre y Agua que brotaron de Vuestro preciosísimo Corazón, que tomes entera posesión de mí, que me guíes en todas las cosas. Consúmeme en el fuego ardiente de Tu santo Amor, para que sea de tal modo absorto y transformado en Ti que ya yo no sea sino uno Contigo.

(Del libro de San Juan Eudes).

JACULATORIAS AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

V. Jesús manso y humilde de corazón,

R. Haz mi corazón semejante al tuyo.


V. Sagrado Corazón de Jesús,

R. En Vos confío.


V. Sagrado Corazón de Jesús,

R. Perdónanos y se nuestro Rey.


V. Corazón de Jesús,

R. Que os ame y os haga amar.


V. Corazón divino de Jesús,

R. Convierte a los pecadores, salva a los moribundos, libra a las almas santas del purgatorio.


V. Sagrado Corazón de Jesús,

R. Protege nuestras familias.


V. En los cielos y en la tierra sea para siempre alabado,

R. El corazón amoroso de Jesús Sacramentado.


V. Sea por siempre bendito y adorado Cristo, Nuestro Señor Sacramentado,

R. Nuestro Rey por los siglos de los siglos.

jueves, 11 de junio de 2020

FIESTA DEL JUEVES DE CORPUS CHRISTI (DE PRECEPTO, AL MENOS EN MÉXICO, EN OTROS PAÍSES EL FIEL DEBE INVESTIGAR)


La Iglesia celebra jubilosa el Jueves de Corpus Christi 60 días después del Domingo de Resurrección para conmemorar la institución de la Sagrada Eucaristía.

La Fiesta del Jueves de Corpus tuvo como antecedente el milagro que sucedió en Bolsena, Italia, en 1263. Ya que, acorde a diferentes relatos, un sacerdote que oficiaba la Santa Misa vio brotar sangre al elevar la Hostia Consagrada.

Pero, ¿por qué está fiesta religiosa se asocia con las mulas?

Los antecedentes son muchos y muy variados, al menos en nuestro país.

Esta Festividad fue traída a México por los españoles en la conquista y se dice que, aproximadamente desde 1526, la fiesta de Corpus Christi era la más importante fiesta en todo el virreinato de la Nueva España. Y que en este día salían las procesiones con el Santísimo Sacramento, en las que participaban campesinos provenientes del Estado de México, Morelos, Puebla, Tlaxcala, y luego de Querétaro, Guanajuato, San Luis Potosí y Zacatecas que iban con sus mulas y sus cosechas para ofrecérselas a Dios como señal de agradecimiento, en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México.

También cuentan que un hombre, llamado Ignacio, tenía dudas acerca de su vocación sacerdotal y un Jueves de Corpus le pidió a Dios que le enviara una señal. Al estar presente en la procesión, vio pasar el Santísimo Sacramento y pensó que si Dios estaba presente en la Hostia consagrada, hasta las mulas se arrodillarían. En ese mismo instante su mula se arrodilló. Por lo que, Ignacio lo tomó como una señal y entregó su vida al sacerdocio.

De esta manera, nació la tradición de elaborar mulitas con hojas de plátano o barro cargando pequeños guacales con fruta. Estas mulitas representan que los católicos reconocen la presencia de Dios en la Eucaristía y también recuerdan a aquellos campesinos que acudían a la ciudad con sus mulas, como medio de transporte y en las que les colgaban cajas de madera para llevar sus alimentos.

Por otro lado, en este día también se acostumbra vestir a los niños con ropa de manta en alusión a quienes dedican su vida a arar tierras y se presentan en la iglesia en Jueves de Corpus para dar gracias como lo hacían sus antepasados.

También recuerdan aquel milagro con que San Antonio de Padua comprobó ante una mula que Cristo estaba realmente presente en la hostia.

jueves, 4 de junio de 2020

ENFERMERA CELESTIAL


 "De la misma forma que una madre jamás siente disgusto en curar las llagas de su hijo, así María, la enfermera celestial, nunca rehusa cuidar de los pecadores que recurren a Ella". 

 San Alfonso María de Ligorio

miércoles, 3 de junio de 2020

EMPLEAR EL SENSUS FIDEI


El médico aunque enferme puede curar. Los ministros de Cristo no son todos santos. El confesor si peca, también se confiesa y ello no le quita el poder de perdonar. Quien cura el alma de otros con la absolución, también puede enfermarse espiritualmente -que es peor que físicamente- por el pecado. Por supuesto, nada justifica la ofensa a Dios, porque el pecado como tal nunca tiene justificación en nadie. Todo ser humano puede pecar por su naturaleza caída que lo hace proclive a caer en las tentaciones del maligno. El sacerdocio no elimina la humanidad del ministro, aunque le exige -más que a nadie- una vida de santidad. Pero los defectos y errores humanos no quitan que Jesús les delegó ese poder de remitir los pecados ajenos, cuando dijo: ‘A quienes perdonen sus pecados, serán perdonados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos’. Jn 20.23. Además, debe saberse que todos somos pecadores y que los sacerdotes confiesan a menudo sus pecados, pues hasta los más santos tienen faltas veniales e imperfecciones.

El catolicismo es la única y verdadera religión fundada por Cristo-Dios y su veracidad no depende del comportamiento -bueno, malo o regular- de sus ministros, como la ciencia médica no es falsa por los malos médicos. Él proclamó: ‘Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás’. Juan 11, 25-26. ‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida’. Juan 14, 1-6. Sólo el débil pierde la fe por el comportamiento de los ministros de Dios. Otro asunto es que pueda y deba huir de los malos pastores, sobre todo de aquellos que con sus prédicas destruyen la fe o la moral contraviniendo las enseñanzas de la propia Iglesia y que alejan a los fieles del genuino magisterio. Sólo el jacobino de mala fe -con la arrogancia de quien muchas veces se ostenta como perfecto- descalifica la veracidad del catolicismo en función de los defectos humanos, como si la Verdad revelada por Dios dependiera de éstos y como si dichos jacobinos fueran un dechado de santidad y virtudes (cuando debieran empezar por juzgar la viga en el ojo propio).

Así que resulta una falacia impugnar la veracidad de la religión católica con el sólo pretexto del pésimo comportamiento de algunos ministros (en diversas congregaciones, que además están traicionando a Cristo y a su Iglesia) como esa lamentable MINORÍA de pederastas (que existen también, y en mayor medida, en todos los estratos y en todos los medios seculares de la sociedad, como también en general en otras religiones), lo que equivaldría a negar la veracidad de una ciencia por sólo la mala conducta de los malos científicos. Además, generalizar el pésimo y condenable comportamiento de unos cuantos es verdaderamente una actitud diabólica con fines -arteros e inconfesables- de calumniar a todos para atacar a la Iglesia de Cristo. De este modo, los médicos criminales -que los hay- no descalifican la medicina como tal. De igual manera, no confesarse con un ministro designado por Dios para perdonar los pecados con el pretexto de que es un hombre pecador igual que nosotros, es una falacia semejante a la ridiculez de no querer ir a curarse con un médico porque los médicos también padecen enfermedades o existiera, entre ellos, quien fuera criminal.

Es urgente destruir los mitos que esgrimen los ENEMIGOS DE DIOS y que, lamentablemente, hay que reconocerlo, convencen a algunos ingenuos y débiles en la fe que no han escuchado más que lo que dicen estos sofistas sin realizar siquiera, por sí mismos, un más profundo análisis y razonamiento, empleando el sensus fidei o, por lo menos, el sentido común.

lunes, 1 de junio de 2020

EL SIGNIFICADO DE LOS DOGMAS NUNCA PUEDE CAMBIAR NI CONTRADECIRSE


El Concilio Vaticano I, en la Constitución Hijo de Dios, cap. 4, proclamó:

“La doctrina de la fe que Dios reveló, no fue presentada como descubrimiento filosófico a perfeccionar por el ingenio humano, sino transmitida como divino depósito a la esposa de Cristo para que fuera fielmente custodiada e infaliblemente declarada. Por eso debe mantenerse a perpetuidad aquel significado de los sagrados dogmas que por única vez y para siempre declaró la Santa Madre Iglesia, y jamás hay que apartarse de ese sentido".

Luego, en el canon 3º sobre la fe y la razón decreta: “Si alguno afirmara la posibilidad que después de establecidos los dogmas por la Iglesia, alguna vez deba atribuírseles, según el progreso del conocimiento, un significado diferente de aquél que entendió y entiende la Iglesia, sea anatema".

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