lunes, 18 de agosto de 2014

MONSEÑOR SCHNEIDER: EXISTEN CLÉRIGOS Y OBISPOS TRAIDORES A LA FE

Entrevista con el Obispo Athanasius Schneider, Obispo Auxiliar de Astana, Kazajistán.




  • LA COMUNIÓN EN LA MANO FACILITA EL ROBO DE HOSTIAS Y QUE FRAGMENTOS CONSAGRADOS CAIGAN AL SUELO PARA SER PISOTEADOS
  • OBISPOS Y SACERDOTES PROTEGEN SU CASA PERO NO A JESÚS EN LA EUCARISTÍA
  • CLÉRIGOS TRAIDORES PRETENDEN CAMBIAR LA LEY DE DIOS AL IMPULSAR LA COMUNIÓN PARA DIVORCIADOS DIZQUE VUELTOS A "CASAR"
  • ALGUNOS ESTÁN EN PUESTOS CLAVE
  • LA CRISIS EMPEORARÁ EN LA IGLESIA; LUEGO, ÉSTA RESURGIRÁ RENOVADA 

Mons Schneider: Por mi conocimiento y experiencia, la herida más profunda de la crisis actual de la Iglesia es la herida eucarística; los abusos del Santísimo Sacramento. Muchas personas están recibiendo la Sagrada Comunión en un estado objetivo de pecado mortal … Esto se está extendiendo en la Iglesia, especialmente en el mundo occidental. Hay gente que muy rara vez van a la Santa Comunión con una preparación suficiente. Algunas personas que acuden a la Santa Comunión viven en situaciones morales irregulares, que no se corresponden con el Evangelio. Parejas amancebadas, divorciados vueltos a casar, casados por lo civil, los cuales sin embargo van a recibir la Santa Comunión. Creo que esta es una situación muy, muy grave.

También está la cuestión de la recepción objetivamente irreverente de la Sagrada Comunión. La denominada nueva manera moderna de recibir la Sagrada Comunión directamente en la mano es muy grave, ya que expone a Cristo a una enorme banalidad, por no hablar del hecho grave de la pérdida de fragmentos eucarísticos. Nadie puede negar esto. Y los fragmentos de la hostia consagrada son aplastados por los pies. ¡Esto es horrible! ¡Nuestro Dios, pisoteado en nuestras iglesias! Nadie puede negarlo.

Y esto está sucediendo a gran escala. Para una persona con fe y amor a Dios es un fenómeno muy grave. No podemos seguir como si Jesús como Dios no existiera, como si sólo existiera el pan. Esta práctica moderna de la Comunión en la mano no tiene nada que ver con la práctica de la Iglesia antigua (haz clic AQUÍ). La práctica moderna de la recepción de la Comunión en la mano contribuye gradualmente a la pérdida de la fe católica en la presencia real y de la transubstanciación. Un sacerdote y un obispo no pueden decir que esta práctica no está mal. Aquí está en juego lo más santo, lo más divino y concreto que hay en la tierra.
Pregunta: ¿No considera que usted está sólo defendiendo esto?
Mons Schneider: Estoy realmente triste sintiéndome como alguien gritando en el desierto. La crisis eucarística por el uso moderno de la Comunión en la mano es tan evidente. No es una exageración. Es hora de que los obispos eleven sus voces por Jesús Eucarístico, quien no tiene voz para defenderse. Esto es un ataque contra el Santo de los santos, un ataque a la fe eucarística.
Por supuesto que hay personas que reciben la Santa Comunión en la mano con mucha devoción y fe, pero son una minoría. La gran masa, sin embargo, están perdiendo la fe a través de esta forma tan banal de tomar la Santa Comunión como si fuera un alimento común, como una patata o un pastel. Tal manera de recibir la sagrada comunión aquí en la tierra no es sagrada, y destruye con el tiempo la profunda toma de conciencia y la fe católica en la presencia real y  la transubstanciación.
Pregunta: ¿está yendo la Iglesia en la dirección opuesta hacia la que usted va?
Mons Schneider: Parece que la mayor parte del clero y los obispos están contentos con este uso moderno de la Comunión en la mano y no se dan cuenta de los peligros reales relacionados con esta práctica. Para mí esto es increíble. ¿Cómo es posible esto, cuando Jesús está presente en cada partícula de la Hostia? Un sacerdote y un obispo deben decir: “Tengo que hacer algo, por lo menos para reducir gradualmente esto. Haré todo lo que pueda hacer”. Lamentablemente, sin embargo, son miembros del clero los que están haciendo propaganda del uso moderno de la Comunión en la mano y, a veces, prohíben recibir la Comunión en la boca y de rodillas. Incluso hay sacerdotes que discriminan a los que se arrodillan para recibir la Santa Comunión. Esto es muy, muy triste.
También hay un robo cada vez mayor de Hostias a causa de la distribución de la Comunión directamente en la mano. Hay una red, un negocio, del robo de Sagradas Hostias y esto se ve grandemente muy facilitado por la Comunión en la mano.
¿Por qué yo, como sacerdote y obispo, expongo a Nuestro Señor a tal peligro, a tal riesgo? Cuando estos obispos o sacerdotes [que aprueban de la Comunión en la mano] tienen algún objeto de valor nunca lo exponen a un gran peligro de que se pierde o sea robado. Protegen su casa, pero que no protegen a Jesús y permiten que sea robado fácilmente.
Pregunta: Respecto al cuestionario previo al sínodo de la familia, la gente está esperando grandes cambios.
Mons. Schneider: Hay en este asunto mucha propaganda de los medios de comunicación de masas. Tenemos que ser muy cuidadosos. Existen medios de comunicación  oficialmente anti-cristianos en todo el mundo. En casi todos los países las noticias tienen el mismo contenido, con la excepción quizás de los países africanos y asiáticos o en el Este de Europa. Sólo a través de Internet pueden expresarse tus propias ideas. Demos gracias a Dios que existe internet.
La idea de los cambios en el matrimonio y las leyes morales que se harían en el próximo sínodo de obispos en Roma, en su mayoría provienen de los medios de comunicación anti-cristianos. Y algunos del clero y  católicos están colaborando con ellos en la difusión de las expectativas del mundo anticristiano de cambiar la ley de Dios sobre el matrimonio y la sexualidad. Es un ataque por el mundo anti-cristiano y es muy trágico y triste que algunos clérigos estén colaborando con ellos. Para argumentar a favor de un cambio de la ley de Dios utilizan en una especie de sofisma con el concepto de misericordia. Pero en realidad esto no es misericordia, es crueldad.
No es misericordia, por ejemplo, si alguien tiene una enfermedad que lo dejemos en un estado miserable. Esto es crueldad. Yo no le daría, por ejemplo, azúcar a un diabético, sería cruel de mi parte. Me gustaría tratar de sacar a alguien de esta situación y darle otras comida. Tal vez a ellos no les guste, para empezar, pero será mejor para ellos. Aquellos clérigos que quieren admitir a los divorciados casados ​​de nuevo a la Santa Comunión operan con un falso concepto de la misericordia. Es comparable con un médico que da azúcar al paciente, aunque sabe que lo matará. El alma es más importante que el cuerpo.
Si los obispos admiten a los divorciados vueltos a casar a la Santa Comunión, estarían confirmándolos en sus errores a los ojos de Dios.  Los obispos cerrarán así la voz de sus conciencias, empujándolos aún más en la situación irregular en que viven sólo por el bien de esta vida temporal, olvidando que después de esta vida, sin embargo, vendrá el juicio de Dios.
Este tema será discutido en el sínodo. Esto está en la agenda. Pero espero que la mayoría de los obispos que todavía tienen mucho espíritu católico y fe rechacen la propuesta de referencia y no acepten esto.
Pregunta: ¿Cuál es la crisis que menciona?
Mons. Schneider:  Es una crisis más amplia que la recepción del Santísimo Sacramento. Creo que esta cuestión de la recepción de la Sagrada Comunión por los divorciados vueltos a casar va a explotar y mostrar la verdadera crisis en la Iglesia. La verdadera crisis de la Iglesia es el antropocentrismo, olvidando el cristocentrismo. De hecho, este es el mal más profundo, cuando el hombre o el clero están poniéndose a sí mismos en el centro cuando están celebrando la liturgia y cuando están cambiando la verdad revelada de Dios, por ejemplo, relativa al Sexto Mandamiento y la sexualidad humana.
La crisis se manifiesta también en la manera en que el Señor eucarístico es tratado. La Eucaristía es el corazón de la Iglesia. Cuando el corazón está débil, todo el cuerpo es débil. Así que cuando la práctica en torno a la Eucaristía es débil, entonces el corazón y la vida de la Iglesia es débil. Y cuando las personas no tienen una visión más sobrenatural de Dios en la Eucaristía y  empieza la adoración del hombre, y luego también la doctrina cambiará según el deseo del hombre.
Esta crisis es cuando nos ponemos, incluidos los sacerdotes, en el centro y cuando Dios se pone en una esquina y esto está sucediendo también materialmente. El Santísimo Sacramento está a veces en un sagrario lejos del centro, mientras que la silla del sacerdote está en el centro. Ya hemos estado en esta situación durante 40 o 50 años y existe el peligro real de que Dios y sus mandamientos y leyes se pongan en en el lado y el hombre por deseo natural en el centro. Hay conexión causal entre la Eucaristía y la crisis doctrinal.
Nuestro primer deber como seres humanos es adorar a Dios, no a nosotros, sino a Él. Por desgracia, la práctica litúrgica de los últimos 40 años ha sido muy antropocéntrica. La participación en la liturgia, en primer lugar, no se trata de hacer cosas, sino orar y adorar, amar a Dios con toda nuestra alma. Esta es la verdadera participación, estar unidos con Dios en tu alma. La participación exterior no es esencial.
La crisis es realmente esto: no hemos puesto a Cristo o Dios en el centro. Y Cristo es Dios encarnado. Nuestro problema hoy es que guardamos la encarnación. La hemos eclipsado. Si Dios permanece en mi mente sólo como una idea, esto es gnóstico. En otras religiones, por ejemplo, judíos, musulmanes, Dios no se encarna. Para ellos, Dios está en el libro, pero Él no es concreto. Sólo en el cristianismo, y realmente en la Iglesia Católica, la encarnación es plenamente efectiva y tenemos que hacer hincapié de esto, por tanto, también en cada punto de la liturgia. Dios está aquí y realmente presente. Así que cada detalle tiene un significado.
Estamos viviendo en una sociedad no cristiana, en un nuevo paganismo. La tentación de hoy para el clero es adaptarse al nuevo mundo para el nuevo paganismo, ser colaboracionistas. Nos encontramos en una situación similar a la de los primeros siglos, cuando la mayoría de la sociedad era pagana y el cristianismo fue objeto de discriminación.
Pregunta: ¿Piensa usted que puede ver esto por su experiencia en la Unión Soviética?
Mons. Schneider: Sí, sé lo que es ser perseguido por dar testimonio de que eres cristiano. Somos una minoría. Estamos rodeados de un mundo pagano muy cruel. La tentación y el reto de hoy en día se pueden comparar con los primeros siglos. Se pidió a los cristianos aceptar el mundo pagano y mostrar esto quemando un grano de incienso frente a la estatua del emperador o de un ídolo pagano. Pero esto era idolatría y ningún buen cristiano ponía ningún grano de incienso allí. Preferían dar la vida, incluso niños y laicos fueron perseguidos y dieron sus vidas. Lamentablemente hubo en el primer siglo miembros del clero y hasta obispos que ponían granos de incienso en la estatua del emperador o de un ídolo pagano, e incluso que entregaron los libros de la Sagrada Escritura para ser quemados. Tales cristianos y clérigos colaboracionistas fueron llamados en aquellos tiempos “thurificati” o “traditores”.
Ahora, en nuestros días la persecución es más sofisticada. Católicos o miembros del clero no están pidiendo que pongamos un poco de incienso delante de un ídolo. Sería sólo material. Ahora, el mundo neo-pagano quiere que tomemos sus ideas, como la disolución del sexto mandamiento de Dios, con el pretexto de la misericordia. Si algunos clérigos y obispos comienzan a colaborar con el mundo pagano hoy en esta disolución del sexto mandamiento y en la revisión de la forma en que Dios creó al hombre y la mujer, entonces son traidores a la fe, que están participando en última instancia, en el sacrificio pagano.
Pregunta: ¿Se puede ver venir una división en la Iglesia?
Mons. Schneider: Desgraciadamente, desde hace algunas décadas algunos clérigos han aceptado estas ideas del mundo. Ahora, sin embargo ellos están siguiéndolas públicamente. Si esto continúa, creo, habrá una división interior de la Iglesia de los que son fieles a la fe de su bautismo y de la integridad de la fe católica. Habrá una división con los que están asumiendo el espíritu de este mundo y será una clara división, creo. ¿Puede uno imaginarse que los católicos que permanecen fieles a la verdad católica inmutable puedan, por un tiempo, ser perseguidos o discriminados, incluso en nombre de los que tiene el poder en las estructuras exteriores de la Iglesia? Pero las puertas del infierno, es decir, de la herejía, no prevalecerán contra la Iglesia y el Magisterio Supremo seguramente emitirá una declaración doctrinal inequívoca, rechazando cualquier tipo de colaboración con las ideas neo-paganas de cambiar, por ejemplo, el sexto mandamiento de Dios, el significado de la sexualidad y de la familia. Entonces algunos “liberales”, y muchos colaboradores con el espíritu de este mundo, muchos modernos “thurificati et traditores” saldrán de la Iglesia. Porque la verdad Divina sin resistencia trae la aclaración, nos hará libres, y se separará en medio de la Iglesia a los hijos de la luz divina y los hijos de la de la pseudo-luz de este mundo pagano y anticristiano. Puedo presumir que tal separación afectará a cada nivel de los católicos: laicos e incluso sin excluir el alto clero. Esos clérigos que aceptan hoy el espíritu del mundo pagano en la moral y la familia se declaran católicos e incluso fieles al Papa. Incluso declaran  extremistas los que son fieles a la fe católica o aquellos que promueven la gloria de Cristo en la liturgia.
Pregunta. ¿Que siente cuando declaran que usted es un extremista?
Mons. Schneider: No he sido declarado oficialmente como tal. Yo diría que estos clérigos no se encuentran en la mayoría, sino que han adquirido una gran influencia en la Iglesia. Se las arreglaron para ocupar algunos puestos clave en algunas oficinas de la Iglesia. Sin embargo, este no es el poder a los ojos de Dios. Verdaderamente poderosos son los más pequeños en la Iglesia, los que conservan la fe.
Estos pequeños de la Iglesia han sido abandonados y descuidados. Han mantenido la pureza de su fe y representan el verdadero poder de la Iglesia a los ojos de Dios, y no los que están en la administración. Gracias a Dios, el número de estos pequeños está creciendo.
Hablé por ejemplo, con los jóvenes estudiantes en Oxford y estaba impresionado por estos estudiantes, estaba muy contento de ver la pureza de la fe y sus convicciones, y la mente católica clara. Estos ejemplos y grupos están creciendo en la Iglesia y esta es la obra del Espíritu Santo que renovará la Iglesia. Así que me siento confiado y esperanzado también respecto de esta crisis en la Iglesia. El Espíritu Santo va a ganar esta crisis con este pequeño ejército.
No estoy preocupado por el futuro. La Iglesia es la Iglesia de Cristo y Él es la cabeza real de la Iglesia, el Papa sólo es el Vicario de Cristo. El alma de la Iglesia es el Espíritu Santo y Él es poderoso. Sin embargo ahora estamos experimentando una profunda crisis en la Iglesia como ocurrió varias veces en dos mil años.
Mons. Schneider con los estudiantes de Oxford
Mons. Schneider con los estudiantes de Oxford
Pregunta. ¿Va a empeorar antes de mejorar?
Mons. Schneider: Tengo la impresión de que va a ser peor. En algún momento las cosas tienen que ir a las profundidades y luego se verá el colapso de este sistema antropocéntrico, de oficina, que está abusando del poder la administración eclesiástica, abusando de la liturgia, abusando de los conceptos de Dios, abusando de la fe y la piedad de los más pequeños en la Iglesia.
Entonces veremos el resurgir de una Iglesia renovada. Esto ya se está preparando. Entonces este edificio clerical liberal se colgará hacia abajo porque no tienen raíces ni frutos.
Pregunta. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que se renueve a la Iglesia?
Mons. Schneider: Yo no soy un profeta. Sólo podemos suponer. Pero, si nos fijamos en la historia de la Iglesia, la crisis más profunda fue en el siglo IV, que era el arrianismo. Esta fue una tremenda crisis, todo el episcopado, casi todos, colaboraron ​​con la herejía. Sólo algunos obispos se mantuvieron fieles, se podían contar con los dedos de una mano. Esta crisis duró más o menos 60 años.
Veamos también la terrible crisis del llamado siglo oscuro, el siglo 10, cuando el papado fue ocupado por algunas familias romanas muy malas e inmorales. Ellos ocuparon la silla papal con sus hijos corruptos, y fue una crisis terrible.
El próximo período de daño ha sido el llamado exilio de Aviñón y fue muy perjudicial para la Iglesia, provocando el gran cisma occidental. Todas estas crisis duraron de 70 a 80 años y fueron muy dañinas para la Iglesia.
Ahora estamos, diría yo, en la cuarta gran crisis, en una tremenda confusión en la doctrina y la liturgia. Ya llevamos así 50 años. Tal vez Dios tenga misericordia de nosotros dentro de 20 o 30 años. Sin embargo, tenemos toda la belleza de las verdades divinas, del amor divino y la gracia en la Iglesia. Nadie puede quitarme esto, ningún sínodo, ningún obispo, ni siquiera un Papa puede quitar el tesoro y la belleza de la fe católica, de Jesús Eucaristía, de los sacramentos. La doctrina inmutable, los principios litúrgicos inmutables, la santidad de la vida constituye el verdadero poder de la Iglesia.
Pregunta. Nuestro tiempo es visto como una era mucho más liberal en la Iglesia.
Mons. Schneider: Tenemos que orar para que Dios guíe a su Iglesia en esta crisis y nos dé apóstoles de la Iglesia valientes y santos. Necesitamos defensores de la verdad y defensores de Jesús Eucaristía. Cuando un obispo está defendiendo a las ovejas y defendiendo a Jesús en la Eucaristía,  este obispo está defendiendo a los más pequeños en la Iglesia, no a los poderosos.
Pregunta. ¿Que opina de compartir la Santa Comunión con los anglicanos y los demás?
Mons. Schneider: Esto no es posible. Hay diferentes religiones. La Sagrada Comunión no es un medio para lograr la unidad. Es el último paso (luego de la conversión), no el primer paso. Sería una profanación del Santísimo. Por supuesto, tenemos que ser uno. Sin embargo, tenemos diferencias en las creencias, algunas diferencias sustanciales. La Eucaristía es un signo de la unidad más profunda. Sería una mentira, sería contradictorio con la lógica compartir la Santa Comunión con los no católicos.
El ecumenismo es necesario para estar en contacto con nuestros hermanos separados, para amarlos. En medio del desafío del nuevo paganismo, podemos y tenemos que colaborar con no católicos serios defendiendo la verdad divina revelada (en aquello en que la creen) y la ley natural creada por Dios.
Sería mejor no tener una estructura de este tipo cuando el Estado rige la vida de la Iglesia, tales como el nombramiento de los clérigos u obisposEsta práctica de una iglesia estatal sería perjudicial para la propia IglesiaEn Inglaterra, por ejemplo, el estado gobierna la Iglesia de Inglaterra. Tal influencia estatal puede corromper la iglesia espiritual y teológicamente, entonces es mejor no ser una Iglesia de Estado.
Pregunta. Y las mujeres en la Iglesia.
Mons. Schneider: Las mujeres son llamadas el sexo débil, dado que son físicamente más débiles, sin embargo, son espiritualmente fuertes y más valientes que los hombres. Es valiente para dar a luz. Por lo cual Dios le dio a la mujer un coraje que un hombre no tiene.
Por supuesto, ha habido muchos hombres valientes en las persecuciones. Sin embargo, Dios ama a elegir los más débiles para confundir a los poderosos. Por ejemplo, las mujeres Eucarística, del que ya os hablé en mi libro Dominus est, trabajaron en sus familias y ayudando a los sacerdotes perseguidos de una manera muy excepcional. Ellas nunca se hubieran atrevido a tocar a la sagrada Hostia con sus dedos. Ellas se niegan a leer incluso una lectura durante la Misa. Mi madre, por ejemplo, que todavía vive en Alemania, 82 años de edad, cuando fue por primera vez a Occidente, ella se sorprendió, escandalizada, ver a las mujeres en el presbiterio durante la Santa Misa. El verdadero poder de la mujer cristiana y católica es el poder de ser el corazón de la familia, Iglesia doméstica, tener el privilegio de ser la primera que da el alimento para el cuerpo de su hijo y también para ser la primera que da el alimento a las almas de los niños, la enseñanza de la primera oración y las primeras verdades de la fe católica. La profesión más prestigiosa y hermosa de una mujer es ser madre, y sobre todo ser una madre católica.
Entrevista del Catholich Herald  realizada por la periodista Sarah Atkinson. Traducción: Adelante la Fe. Agradecemos a un lector el envío de esta interesantísimo material.

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domingo, 17 de agosto de 2014

TESTIMONIO DE FE: JOVEN AFRICANA SIN PIERNAS GATEABA 4 KILÓMETROS PARA IR A MISA


La Agencia Zenit informó que desde  hace cuatro años, un grupo de religiosas de la congregación Hermanitas de los Ancianos Desamparados atiende a una joven que carece de piernas y que gateaba cuatro kilómetros todos los domingos para asistir a misa en Mozambique, país situado al sureste de África, a orillas del océano Índico.

         Las religiosas promovieron la compra -por parte de un benefactor de la congregación- de una silla de ruedas (especie de triciclo que opera con las manos) para la joven, llamada Olivia, entonces de 25 años de edad, quien la estrenó el día de su bautizo, según explicaron a la agencia de noticias de la archidiócesis de Valencia AVAN fuentes de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados.
 

         Antes de disponer de la silla de ruedas,  “la arena del camino le quemaba las palmas de las manos en la época más calurosa del año”, pero aun así  acudía gateando a la Santa Misa, “dando un testimonio de superación y de fe heroico”.

         Las religiosas, al poco tiempo de desplazarse hasta Chissano, coincidieron con Olivia en un camino de la localidad africana tras “ver a lo lejos que algo se movía serpeando” y comprobar, “para nuestra sorpresa, que era una joven”, han recordado. “Pudimos entablar conversación con ella a través de una señora que pasaba por allí y que nos traducía al portugués lo que ella nos relataba” en dialecto changana. 

        Para preparar a Olivia para recibir el sacramento del Bautismo, el párroco envió de forma periódica a un catequista hasta el domicilio de la mozambiqueña. En la ceremonia, un benefactor de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados ejerció como padrino y, después, dispuso su casa para organizar un convite.

sábado, 16 de agosto de 2014

“NO SER CAMINO, NI PEDREGAL, NI CARDOS, SINO TIERRA BUENA"


En el Evangelio (Mt 13, 1-23) escuchamos que Jesús se sentó junto al mar y se le acercó tanta gente para oír su palabra que hubo de subirse a una barca para hablarles desde ella. Y comenzó a enseñarles: Salió un sembrador a sembrar, y la semilla cayó en tierra muy desigual, produciendo frutos muy diversos en calidad y en cantidad.

Podemos meditar esta parábola desde una doble perspectiva. La semilla que se siembra y el terreno que acoge dicha semilla. Qué representan la semilla y los diversos tipos de tierra y que aplicación debemos hacer a nuestra vida cristiana.

No olvidemos que Jesús llama a entrar en el Reino a través de las parábolas, rasgo típico de su enseñanza. Por medio de ellas invita, pero exige también una elección radical para alcanzar el Reino, es necesario darlo todo; las palabras no bastan, hacen falta obras. Las parábolas son como un espejo para el hombre: ¿acoge la palabra como un suelo duro o como una buena tierra? ¿Qué hace con los talentos recibidos (cf. Mt 25, 14-30)?. Las palabras de Jesús nos muestran con toda fuerza la responsabilidad que tiene el hombre de disponerse para aceptar y corresponder a la gracia de Dios.

I. “Este sembrador es el Hijo de Dios, que ha venido a sembrar entre los pueblos la palabra de su Padre” (San Jerónimo). “Muchas veces y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros antepasados por medio de los profetas, ahora en este momento final nos ha hablado por medio del Hijo” (Heb 1, 1-2).

En efecto, Dios ha hablado. Por amor, se ha revelado y se ha entregado al hombre. De este modo da una respuesta definitiva y sobreabundante a las cuestiones que el hombre se plantea sobre el sentido y la finalidad de su vida.

Más allá del testimonio que Dios da de sí mismo en las cosas creadas, se manifestó a nuestros primeros padres. Más tarde, eligió a Abraham y selló una alianza con él y su descendencia. De él formó a su pueblo, al que reveló su ley por medio de Moisés y preparó por los profetas para acoger la salvación destinada a toda la humanidad.

Dios se ha revelado plenamente enviando a su propio Hijo, en quien ha establecido su alianza para siempre. El Hijo es la Palabra definitiva del Padre, de manera que no habrá ya otra Revelación después de El (CATIC, 50-73). Pero el mismo Jesús dice a los Apóstoles: “Quien a vosotros oye, a mí me oye; quien a vosotros desprecia, a mí me desprecia; y quien a mí me desprecia, desprecia al que me ha enviado” (Lc 10, 13-16). Por eso “sabemos las verdades que Dios ha revelado por medio de la santa Iglesia, que es infalible: esto es, por medio del Papa, sucesor de San Pedro, y por medio de los Obispos, sucesores de los Apóstoles, los cuales fueron, enseñados por el mismo Jesucristo” (Catecismo Mayor).

II. La respuesta adecuada a la revelación de Dios es la fe del hombre. Obedecer ("ob-audire") en la fe, es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios, la Verdad misma. La fe es una gracia, pero también un acto humano

“No es culpable el sembrador de que se pierda la mayor parte de la siembra, sino la tierra que la recibe, es decir, el alma, porque el sembrador, al cumplir su misión, no distingue al rico ni al pobre, ni al sabio ni al ignorante, sino que habla indistintamente a todos, en previsión, sin embargo, de lo que había de resultar” (San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, 44,3).

* * *

Dios cuenta con el buen uso de la libertad y la personal correspondencia de cada uno de nosotros. Espera que seamos un buen terreno que acoja su palabra y dé frutos: “Lo único que nos importa es no ser camino, ni pedregal, ni cardos, sino tierra buena” (San Juan Crisóstomo, ibid.).

A su vez, si queremos y somos dóciles, el Señor está dispuesto a cambiar en nosotros todo lo que sea necesario para transformarnos en tierra buena y fértil. Hasta lo más profundo de nuestro ser, el corazón, puede verse renovado si nos dejamos arrastrar por la gracia de Dios, siempre tan abundante.

Examinemos si estamos correspondiendo a las gracias que el Señor nos está dando, si aplicamos el examen de conciencia y la Confesión frecuente. Si preparamos el alma para recibir las inspiraciones de Dios...

Y para ello acudimos a los méritos y la intercesión de la Virgen María, que acogió a la palabra de Dios en sus entrañas purísimas y la meditaba en su corazón, y a la de todos los santos que –a lo largo de los siglos- han sido transformados por su correspondencia a la gracia divina.

P. Ángel David Martín R.


viernes, 15 de agosto de 2014

LA ASUNCIÓN DE LA DULCÍSIMA VIRGEN MARÍA

  • SUBIÓ AL CIELO EN CUERPO Y ALMA
  • ESTE DOGMA SE CELEBRA EL 15 DE AGOSTO (FIESTA DE PRIMERA CLASE)
"Con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado, que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”. (S.S. Pío XII, Bula Munificentissimus Deus)".




¡Oh Virgen Inmaculada, Madre de Dios y Madre de los hombres!

Nosotros creemos con todo el fervor de nuestra fe, en tu Asunción Triunfal en cuerpo y alma al cielo, donde eres aclamada Reina de todos los coros angélicos y de todos los ejércitos de los Santos; nos unimos a ellos para alabar y bendecir al Señor, que te ha ensalzado sobre todas las demás puras criaturas, y para ofrecerte las aspiraciones de nuestra devoción y de nuestro amor.

Sabemos que tu  mirada, que maternalmente acariciaba la humanidad abatida y doliente de Jesús en la tierra, se sacia en el cielo con la vista de la humanidad gloriosa de la Sabiduría increada, y que la alegría de tu espíritu al contemplar cara a cara a la adorable Trinidad, hace a tu Corazón estremecerse de beatificante ternura; y nosotros, pobres pecadores, nosotros a quienes el cuerpo corta el vuelo del alma, te suplicamos que purifiques nuestros sentidos, para que aprendamos desde aquí abajo, a gustar a Dios, a Dios solo, en el encanto de las criaturas.

S.S. Pío XII

jueves, 14 de agosto de 2014

VANIDAD DEL MUNDO por San Alfonso María de Ligorio



¿De qué le vale al hombre conquistar el mundo entero, si pierde su alma? ¡Oh máxima poderosa, que tantas almas ha llevado al cielo y tantos santos ha dado a la Iglesia! ¿De qué sirve ganar todo este mundo, que muere, si se pierde el alma, que es eterna?

¡El mundo! ¿Qué es el mundo, sino una ficción, una jornada de comedia, que luego pasa? Llega la muerte, cae el telón, se acaba la comedia y se acabó todo.

¡Ay de mí! En la hora de la muerte, a la luz de la candela, ¿cómo verá el creyente las cosas del mundo?

Aquella vajilla de plata, aquel dinero acumulado, aquellos muebles lujosos y vanos, ¡qué pronto los ha de dejar!

Jesús mío, haced que de hoy en adelante mi alma sea toda vuestra y no ame más que a Vos. Quiero desprenderme de todo antes que la muerte me desprenda a la fuerza.

Escribía Santa Teresa: «Dé a cada cosa su valor, y como lo que ha de acabar tan presto, lo estime». Procuremos, pues, la ganancia que sobrevive al tiempo. ¿De qué sirve ser feliz durante cuatro días si es que puede haber felicidad fuera de Dios al que ha de ser desgraciado por siempre jamás?

Dice David que en la muerte todos los bienes terrenos parecerán un sueño. ¡Qué desilusión, encontrarse tan pobre como antes, después de haber soñado uno que era rey!

Dios mío, ¿quién sabe si esta meditación es para mí la última llamada? Dadme fuerza para desasir mi corazón de todos los afectos terrenos, antes que tenga que partir de este mundo. Y hacedme comprender la desgracia que fue para mí el haberos ofendido y el dejaros por amor de las criaturas: Padre, no merezco llamarme hijo, tuyo. Me arrepiento de haberos vuelto la espalda; no me rechacéis ahora que vuelvo a Vos.

En la muerte no serán para un religioso ningún consuelo ni los oficios honrosos, ni la magnificencia de las fiestas del monasterio, ni las diversiones, ni las honras recibidas; no tendrá más consuelo que el amor que haya tenido a Jesucristo y lo poquito que haya padecido por su amor.

Felipe II exclamaba al morir: «¡Ojalá hubiera sido simple lego de un convento antes que rey!» Felipe III decía también: «¡Oh! Si hubiera vivido en un desierto, me presentaría ahora con más confianza en el tribunal de Dios». Así hablaban al morir los que pasan por los más afortunados de la tierra.

Sí; todas las cosas terrenas vienen a resumirse en la hora de la muerte en remordimientos de conciencia y en temores de condenación eterna. ¡Dios mío -dirán entonces muchos religiosos-, abandoné el mundo, pero seguí amando sus vanidades y viviendo según sus máximas! ¿De qué me sirve haber dejado el mundo; para llevar una vida desgraciada que no fue ni para el mundo ni para Dios? ¡Qué loco he sido! Podía haberme hecho santo con tantos medios y tanta facilidad como tenía; podía haber llevado una vida feliz en la unión con Dios; pero ¿qué es lo que me queda de la vida pasada?

Todo esto lo dirán cuando ya va a terminar la escena y están para entrar en la eternidad, próximos al momento supremo del que depende el ser felices o desgraciadas por toda la eternidad.

Señor, tened piedad de mí. No he sabido amaros en lo pasado. De hoy en adelante, Vos seréis mi único bien. «¡Dios mío y todas mis cosas!» Vos sólo merecéis todo mi amor, y a Vos sólo quiero amar.

¡Oh grandes del mundo! Ahora que estáis en el infierno, ¿qué provecho os dan vuestras riquezas y vuestros honores? Y responden, llorando: «¡Ninguno, ninguno; aquí no encontramos más que tormentos y desesperación. Pasó el mundo, pero nuestra pena no pasará jamás!».

¿Qué nos aprovecha nuestra soberbia? -dirán los miserables-. ¿De qué nos sirve el orgullo de nuestras riquezas? Todo pasó como una sombra, y no ha quedado de todo aquello más que tormentos eternos. Ay, ¡sí!, En la hora de la muerte el recuerdo de las prosperidades mundanas no nos producirá confianza, sino temor y confusión.

¡Pobre de mí! En tantos años de vida y de religión, ¿qué he hecho hasta ahora por Dios? Señor, tened piedad de mí, y no me arrojéis de vuestra presencia.

La hora de la muerte es la hora de la verdad; entonces se ve que todo lo de este mundo es vanidad, humo, ceniza. ¡Oh Dios mío! ¡Cuántas veces os he cambiado por nada! Ya no me atrevería a esperar el perdón si no supiera que habéis muerto por mí. Ahora os amo sobre todas las cosas, y aprecio más vuestra gracia que todos los reinos del mundo.

La muerte es un ladrón: Aquel día viene como un ladrón; es un ladrón que nos despoja de todo: de todo, de hermosura, de dignidades, de parientes, y hasta de nuestra misma carne.

Se le llama también a aquel día de ruina; en él perdemos todos los bienes y todas las esperanzas de este mundo.

Poco me importa, Jesús mío, perder los bienes de la tierra, con tal que no os pierda a Vos, bien infinito.

Ensalzamos a los santos que por amor de Jesucristo despreciaron todos los bienes de la tierra, y, sin embargo, nosotros nos apegamos a ellos con tanto peligro de condenación.

Tan avisados como somos para las ganancias terrenas, ¿cómo descuidamos tanto las ganancias eternas?

Iluminadme, Dios mío; hacedme comprender la nada que son las criaturas, y el todo infinito, que sois Vos. Haced que todo lo deje por conquistaros a Vos; sólo a Vos quiero, Dios mío, y nada más.

Decía Santa Teresa que todos los pecados y todos los apegos a las cosas terrenas suponen una falta de fe. Reavivemos, pues, la fe; un día lo tenemos que dejar todo y entrar en la eternidad. Dejemos ahora con mérito lo que tendremos que dejar un día a la fuerza. ¡Ni riquezas, ni honores, ni parientes! ¡Dios, Dios! Busquemos sólo a Dios, y Dios lo suplirá todo.

La gran sierva de Dios Margarita de Santa Ana, hija del emperador Rodolfo, y religiosa descalza, decía: ¿Para qué sirven los reinos en la hora de la muerte?

La muerte de la emperatriz Isabel hizo que San Francisco de Borja renunciara al mundo y se entregase del todo a Dios; en presencia de aquel cadáver, exclamó: « ¡Así acaban las grandezas y las coronas de este mundo!».

¡Oh, siempre os hubiera amado, Dios mío! Haced que sea todo vuestro antes que me sorprenda la muerte.

Gran fuerza secreta de la muerte ¡Cómo hace desvanecerse todas las ilusiones del mundo! ¡Cómo hace ver el humo y el engaño de las grandezas terrenas! Miradas desde el lecho de muerte, las cosas más ambicionadas por el mundo pierden todo su encanto. La sombra de la muerte empaña el brillo de todas las bellezas.

¿Para qué las riquezas, si no ha de quedar de ellas más que un sudario para el cadáver? ¿Para qué la belleza del cuerpo, si ha de reducirse a un puñado de gusanos? ¿Para qué los altos cargos, si han de sepultarse en el olvido de una fosa?

Exhorta San Juan Crisóstomo: «Vete al sepulcro; mira el polvo y los gusanos; llora y piensa: En eso me he de convertir yo, y no lo pienso, y no me doy a Dios.» ¡Ah! ¿Quién sabe si los pensamientos que ahora leo no son para mí la última llamada?

Amado Redentor mío, yo acepto la muerte tal cuál os plazca enviármela; pero antes de llamarme ajuicio dadme tiempo para llorar las ofensas que os he hecho. Os amo, Jesús mío, y me pesa de haberos menospreciado.

¡Oh, Dios mío! ¡Cuántos desgraciados pierden su alma por alcanzar una miseria de la tierra, un placer, una vaciedad! ¡Y con el alma lo perdieron todo!

¿Creemos que hay que morir, y que hay que morir una sola vez? ¿Sí o no? Pues ¿cómo no lo dejamos todo para obtener una buena muerte? Dejémoslo todo, para ganarlo todo.

¿Cómo se puede vivir una vida desordenada, sabiendo que en la hora de la muerte nos ha de causar un pesar inmenso?

Dios mío, os doy gracias por las luces que me dais. ¿Qué es lo que hacéis, Señor? ¡Yo aumentando los pecados, y Vos aumentando las gracias! ¡Pobre de mí, si no sé por fin aprovecharlas!

Tiene que desprenderse del mundo el que tiene que salir de él.

¡Oh, qué paz en la vida y en la muerte el de aquellos religiosos que, desasidos de todo, pueden decir alegremente: ¡Dios mío y todas mis cosas!

Decía Salomón que todos los bienes de esta tierra no son más que vanidad y aflicción de espíritu, puesto que aquel que más favorecido se ve por ellos, más tiene que sufrir.

San Felipe Neri llamaba locos a los que tienen el corazón apegado a las cosas del mundo. Locos verdaderos, puesto que son infelices hasta en la presente vida.

¡Oh Dios mío! ¿Qué me queda de tantas ofensas contra Vos sino dolor y remordimientos, que me torturan y me torturarán más todavía en la hora de la muerte? Perdonadme. Vos me queréis todo vuestro, y yo quiero serlo. Desde ahora mismo me doy todo a Vos. Yo no quiero de Vos más que a Vos mismo.

No creamos que el vivir desprendidos de todo y no amar más que a Dios haga la vida triste. ¿Quién disfruta en este mundo de mayor alegría que aquel que ama a Jesucristo de todo corazón? Buscadme entre todas las reinas alguna más feliz que la religiosa que se ha dado toda a Dios.

Si tuvieras que salir ahora de este mundo alma mía, ¿estarías contenta de tu vida? Pues ¿a qué esperas? ¿A que la luz que Dios te da ahora por su misericordia vaya a ser la acusadora de tu ingratitud en el día de las cuentas?

Jesús mío, yo me desprendo de todo para darme a Vos; ya que me habéis buscado cuando huía, no me rechacéis ahora que os busco.

Vos me amasteis cuando yo no os amaba ni me preocupaba de vuestro amor; no me rechacéis ahora, que no deseo más que amaros y ser amado por Vos. Ya veo, Dios mío, que queréis salvarme; pues yo quiero salvarme, para daros gusto. Todo lo dejo por Vos.

María Madre de Dios, rogad a Jesús por mí.

miércoles, 13 de agosto de 2014

RECORDATORIO DE ORACIÓN DE LOS DÍAS TRECE DE CADA MES


Te recordamos que hoy, como cada mes, oraremos cinco minutos por las intenciones que se explican en el siguiente enlace:

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martes, 12 de agosto de 2014

FIRMES EN LA FE


"Revestíos de la armadura de Dios para que podáis sosteneros ante las asechanzas del diablo. Que no es nuestra lucha contra carne y sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos de los aires. Tomad, pues, la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y, vencido todo, os mantengáis firmes.” (Ef. 6,11-13).


IGNORANCIA


¡Cualquier semejanza con la realidad NO es mera coincidencia!

lunes, 11 de agosto de 2014

IMPORTANCIA DE LA SALVACIÓN por San Alfonso María de Ligorio



El más importante de todos los negocios es el de nuestra eterna salvación, del cual depende nuestra fortuna o nuestra ruina eterna. Una sola cosa es necesaria. No es necesario que seamos ricos, nobles, robustos; pero es necesario que nos salvemos. Es el único fin para el que Dios nos ha puesto en el mundo. ¡Desgraciados si erramos!

Decía San Francisco Javier que en el mundo no había más que un bien: salvarse, y un mal: condenarse. ¿Qué importa que seamos pobres o despreciados o estemos enfermos? Si nos salvamos, seremos siempre felices. En cambio, ¿de qué nos servirá haber sido reyes y emperadores, si somos desgraciados eternamente?

¡Oh Dios mío! ¿Qué será de mí? Puedo salvarme, y puedo condenarme. Y en esa posibilidad de condenarme, ¿por qué no me entrego todo a Vos?

Jesús mío, compadeceos de mí. Yo quiero cambiar de vida. Ayudadme. Disteis Vos la vida por salvarme, ¿y querré yo condenarme? ¿He hecho bastante por mi salvación? ¿Me he asegurado yo contra el infierno?

¿Con qué podrá compensar el hombre la pérdida de su alma? ¿Qué no han hecho los santos para asegurar su salvación? ¡Cuántos reyes y reinas, renunciando a sus coronas, han ido a encerrarse en el claustro! ¡Cuántos jóvenes, dejando su patria, se han sepultado en la soledad del desierto! ¡Cuántas doncellas han renunciado a la mano de los nobles, para ir al martirio por Cristo! ¿Y qué hacemos nos otros? ¡Oh Dios mío! ¡Cuánto hizo Jesucristo por salvarnos! ¡Vivió treinta y tres años entre penas y trabajos! Dio por nosotros su vida, ¿y nosotros nos empeñaremos en perdernos? Os doy gracias, Señor, porque no me enviasteis la muerte cuándo estaba en desgracia vuestra. Si hubiera muerto entonces, ¿qué sería de mí por toda la eternidad?

Dios quiere que todos los hombres se salven. Si nos perdemos, es únicamente por culpa nuestra; ése será nuestro mayor tormento en el infierno. Si, como decía Santa Teresa, cuando por culpa nuestra perdemos cualquier bagatela, una prenda, un anillo, tanta pena sentimos, ¿cuál será la pena del condenado al ver que por culpa suya lo perdió todo, el alma, el paraíso y a Dios?

¡Señor, que la muerte se viene encima! ¿Y qué he hecho yo por la vida eterna?

¡Cuántos años hace que merecía estar en el infierno, donde ya no pudiera arrepentirme ni amaros a Vos! Ya que todavía lo puedo, me arrepiento y os amo. ¿A qué espero? ¿A tener que gritar con los condenados: nos hemos equivocado, y ya no hay para nosotros ni habrá ya nunca remedio?

Para todo otro error puede haber remedio en este mundo; pero la pérdida del alma es un mal sin remedio.

¡Cuántos trabajos y fatigas no se toman los hombres por ganar algún interés, alguna honra o algún placer! Y por el alma, ¿qué hacen? Se diría que la pérdida del alma no significa nada. ¡Cuánta solicitud para conservar la salud del cuerpo! Se buscan los mejores médicos, las mejores medicinas, los climas más sanos, y para el alma todo es negligencia.

¡Dios mío! No quiero resistir más a vuestra voz. ¿Quién sabe si las palabras que ahora leo son la llamada final? ¡Podemos condenarnos para siempre! ¿Y no temblamos? ¿Y dilatamos el arreglo de nuestra conciencia?

San Alfonso Ma. de Ligorio
Piensa, hermano mío, cuántas gracias te ha hecho Dios para salvarte. Te hizo nacer en el seno de la Iglesia, de familia piadosa, te sacó del mundo y te puso en su casa. Y luego, ¡cuántas facilidades para la santidad! Sermones, directores, buenos ejemplos. ¡Cuántas luces, cuántas voces amorosas en los ejercicios espirituales, en la oración y en las comuniones! ¡Cuántas misericordias de Dios! ¡Cuánto tiempo te ha esperado! ¡Cuántas veces te ha perdonado! Gracias que a otras muchas almas no ha hecho el Señor.

¿Qué pude hacer a mi viña que no lo hiciera?. ¿Qué más pude hacer a tu alma para que diera huertos frutos? Y, sin embargo, durante tantos años; ¿qué frutos has dado? Si se hubiera puesto en nuestras manos el escoger los medios para salvarme, ¿pudiéramos haber pensado en otros más seguros y más fáciles?

¡Ah! Si no nos aprovechamos de tantas gracias, servirán ellas para hacernos más desgraciada la muerte. Para hacerse santo no se requieren éxtasis y visiones; basta emplear los medios que la vida religiosa nos proporciona: frecuentad la oración, sed desprendidos, observad la regla, aun en las cosas más menudas, y os haréis santos (N. de la R: Habla el santo a los religiosos. Los laicos deben frecuentar los sacramentos, rezar diariamente, realizar lecturas piadosas y constructivas, cultivar su fe estudiando su religión, no frecuentar malas amistades, etc).

¡Dios mío! De tantos años de vida y de religión, ¿qué provecho he sacado hasta ahora? ¡Oh Jesús!, vuestra sangre y vuestra muerte son mi esperanza. Si tuvierais que morir esta noche, ¿moriríais contentos de vuestra vida? ¡No!

... Pues ¿a qué espero? A que tenga que decir en la hora de la muerte: ¡Ay de mí, que se me acaba la, vida y no he hecho nada!

¡Cómo estimaría un moribundo desahuciado los médicos un año o un mes más de vida! Pues Dios me lo da. ¿Y en qué lo emplearé en adelante?

Señor, ya que me habéis esperado hasta ahora, no quiero ofenderos más: aquí me tenéis; decidme lo que de mí queréis, que yo quiero hacerlo luego. No quiero aguardar, para darme a Vos, al momento crítico en que se acaba el tiempo.

¿A qué otra cosa vine al convento? Para llevar la vida que llevo, ¿merecía la pena de haber dejado el mundo? ¿Qué haré en adelante? Dejé los padres, las comodidades de mi casa, me encerré entre estas cuatro paredes, ¿y voy ahora a poner en peligro mi salvación?

Jesús mío, bastante os he ofendido ya; no quiero emplear mi vida en disgustaros, sino en llorar los disgustos que os he dado y amaros con todo mi corazón, ¡oh Dios del alma mía!

Desde ahora ya, porque la muerte se, acerca. Lo que podamos hacer hoy no lo dejemos para mañana; el tiempo pasa y no vuelve. En la hora de la muerte dicen muchos ¡Oh, si me hubiera hecho santo!...

Pero ¿de qué sirven tales suspiros cuando ya se queda sin aceite la lámpara de la vida?

En la hora de la muerte diremos: ¿Qué nos costaba haber huido de aquella ocasión, sufrir a tal persona, romper tal relación, ceder en aquel puntillo de honra? No lo hice, y ahora, ¿qué será de mí? Señor, ayudadme. Con Santa Catalina de Génova os digo: « ¡Jesús mío, no más pecar; no más pecar!». Renuncio a todo para daros gusto.

Nunca creáis haber hecho demasiado por vuestra salvación. «No hay nunca demasiada seguridad cuando se trata del peligro de perder la eternidad» afirma San Bernardo. No hay seguridad que baste para evitar el infierno. Pues si queremos salvarnos, debemos emplear los medios.

Nada sirve decirlo quisiera, luego lo haré; el infierno está lleno de almas que decían luego, luego. Antes vino la muerte, y se condenaron.

Nos avisa el apóstol: Trabajad por vuestra salvación con miedo y temblor (Fil. 2,12). El, que teme se encomienda a Dios, huye de los peligros y se salva.

Para salvarse hay que hacerse violencia; el cielo no es para los poltrones: Los que se hacen violencia lo consiguen (Mt. 11,44).

¡Cuántas promesas, Señor, os he hecho! Pero cada promesa fue una nueva traición: no quiero repetir las traiciones; ayudadme; dadme la muerte antes que os ofenda.

El Señor dice: Pedid y recibiréis (Jn. 16,24). Así nos muestra el gran deseo que tiene de salvarnos. Cuando le decimos a un amigo: «Pídeme lo que quieras», no le podemos decir más. Pidamos siempre a nuestro Dios, y nos dará sus gracias, y seguramente nos salvaremos.

Amado Jesús mío, poned vuestros ojos en mi miseria y tened compasión de mí. Yo os he olvidado; no me olvidéis a mí. Os amo, Amor mío, con toda mi alma; aborrezco sobre todo otro mal las ofensas que os he hecho. Perdonadme, Jesús mío, y olvidad las amarguras que os he causado. Ya que conocéis mi debilidad, no me abandonéis; dadme luz y fuerza para vencer toda dificultad por vuestro amor. Haced que me olvide de todo, y que sólo me acuerde de vuestro amor y de vuestra misericordia, con que tanto me habéis obligado a amaros.

María, Madre de Dios, rogad a Jesús por mí.