martes, 31 de julio de 2018

ODA A LA BUENA MUERTE


"Oh Señor y Salvador mío, fortaléceme en aquella hora con los brazos vigorosos de tus sacramentos y con la fresca fragancia de tus consuelos. Que se pronuncien sobre mí las palabras absolutorias y que sea signado y sellado con los santos óleos y que tu propio Cuerpo sea mi alimento. Permite que mi ángel me susurre con un mensaje de paz, y que mis gloriosos santos me sonrían: para que en su compañía y por su mediación reciba yo el don de la perseverancia, y muera, tal como deseo vivir, en tu fe, en tu Iglesia, en tu santo servicio, y en tu amor".

John Henry Newman

lunes, 30 de julio de 2018

CIENTOS DE MILES MARCHARON EN ECUADOR CONTRA EL ABORTO Y LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO


Una multitudinaria manifestación simultánea se produjo en diferentes ciudades de Ecuador por la vida y contra la ideología de género. El presidente de Ecuador, Lenin Moreno, está impulsando una agenda proaborto y LGTBI en el país desde su llegada al poder en mayo de 2017.

Cientos de miles de padres de familia marcharon este 28 de julio contra la agenda de ideología de género en la educación promovida por el gobierno de Ecuador, al tiempo que exigen que se archive definitivamente cualquier intento de reforma para legalizar el aborto en el país.

Los organizadores estiman que participaron 200.000 solo en Guayaquil, y las manifestaciones se replicaron en Quito y otras ciudades del país.

Fuente: Actuall

sábado, 28 de julio de 2018

LA LIMOSNA


Para animaros a dar limosna, siempre que vuestras posibilidades lo permitan, y a darla con intenciones puras, solamente por Dios, voy a mostraros las virtudes de la limosna: 1- Cuán poderosa es ante Dios para alcanzar cuanto deseamos; 2- Cómo nos libra del temor del juicio final; 3- Cuán ingratos somos al mostrarnos ásperos con los pobres, ya que, al despreciarlos, es al mismo Jesucristo a quien menospreciamos.

Solamente el día del juicio final llegaremos a conocer plenamente el valor de la limosna. Esta es la razón: la limosna se antepone a todas las demás buenas acciones, porque una persona caritativa ya posee las demás virtudes.

El profeta Daniel nos dice: «Si queremos inducir al Señor a olvidar nuestros pecados, hagamos limosna".

Escuchad lo que el mismo Jesucristo nos dice en el Evangelio: «Si dais limosnas, yo bendeciré vuestros bienes de un modo especial. Dad, nos dice, y se os dará; si dais en abundancia, se os dará también en abundancia». El Espíritu Santo nos dice por boca del Sabio: «¿Queréis haceros ricos? Dad limosna, ya que el sello del indigente es un campo tan fértil que rinde ciento por uno». El Espíritu Santo nos dice que quien desprecie al pobre será desgraciado todos los días de su vida.

Aquellos que hayan practicado la limosna, no temerán el juicio final. Es muy cierto que aquellos momentos serán terribles: el profeta Joel lo llama el día de las venganzas del Señor, día sin misericordia, día de espanto y desesperación para el pecador.

En efecto, Jesucristo, al anunciar el juicio a que nos habrá de someter, habla de la caridad, y de que dirá a los buenos: «Tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; estaba desnudo, y me vestisteis; estaba encarcelado, y me visitasteis. Venid a poseer el reino de mi Padre, que os está preparado, desde el principio del mundo». En cambio dirá a los pecadores: «Apartaos de mi, malditos: tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; estaba desnudo, y no me vestisteis; estaba enfermo y encarcelado, y no me visitasteis».

Ya veis pues cómo el juicio versa sobre la caridad y la limosna.

No cabe duda que la muerte causa espanto a los pecadores y hasta a los más justos, debido a la terrible cuenta que habremos de dar a Dios, quien en aquel momento no dará lugar a la misericordia.

Leemos en los Hechos de los Apóstoles que en Joppe había una viuda muy buena que acababa de morir. Los pobres corrieron en busca de San Pedro para rogarle la resucitara; unos le presentaban los vestidos que les había hecho aquella buena mujer, otros le mostraban otra dádiva. A San Pedro se le escaparon las lágrimas: «El Señor es demasiado bueno, les dijo, para dejar de concederos lo que le pedís». Entonces se acercó a la muerta, y le dijo: «Levántate, tus limosnas te alcanzan la vida por segunda vez». Ella se levantó, y San Pedro la devolvió a sus pobres. No hallaremos ningún tipo de acciones en atención a las cuales haga Dios tantos milagros como a favor de las limosnas.

Ya veis cuán poderosa es la limosna para impedir que el Señor nos castigue a pesar de que repetidamente seamos merecedores de ello.

¿Mas quieres saber por qué los hombres hallan tantos pretextos para eximirse de la limosna? Escucha lo que voy a decirte, que en ello habrás de reconocer la verdad, sino en estos momentos, al menos a la hora de la muerte: la avaricia ha echado raíces en tu corazón; arranca esa maldita planta, y hallarás gusto en dar limosna; quedarás contento al hacerla, cifrarás en ello tu alegría.

¿Sabéis por qué nunca tenemos algo para dar a los pobres, y por qué nunca estamos satisfechos con lo que poseemos? No tenéis con qué hacer limosna pero bien tenéis con qué comprar tierras; siempre estáis temiendo que la tierra os falte. ¡Ah amigo mío, deja llegar el día en que tengas tres o cuatro pies de tierra sobre tu cabeza, entonces podrás quedar satisfecho!

¿No es verdad, padre de familia, que no tienes con qué dar limosna, pero lo posees abundante para comprar fincas? Di mejor, que poco te importa salvarte o condenarte, con tal de satisfacer tu avaricia. ¿No es verdad, madre de familia, que no tienes nada para dar a los pobres, pero es porque has de comprar objetos de vanidad para tus hijas? Ah! me dirás, todo esto es necesario y no pido nada a nadie; no puede enojarse por ello -Madre de familia, que en el día del juicio tengas bien presente que te lo advertí: no pides nada a nadie, es verdad, mas no resultas menos culpable, tanto como si hallases a un pobre y le quitases el poco dinero que lleva.

Por otra parte, la caridad no se practica sólo con el dinero. Podéis visitar a un enfermo, hacerle un rato de compañía, prestarle algún servicio, arreglarle la cama, prepararle los remedios, consolarle en sus penas, leerle algún libro piadoso.

Nos complace que se nos agradezcan las limosnas, que se hable de ellas, que se nos devuelvan con algún favor, y hasta nos gusta hablar de nuestras buenas acciones para manifestar que somos caritativos. Tenemos nuestras preferencias; a unos les damos sin medida, mas a otros nos negamos a darles nada, antes bien los despreciamos.

Lo poco que damos, démoslo de corazón, con la mira de agradar a Dios y de expiar por nuestros pecados. El que tiene verdadera caridad no guarda preferencias de ninguna clase, lo mismo favorece a sus amigos que a sus enemigos, con igual diligencia y alegría da a unos que a otros. Si alguna preferencia hubiésemos de tener, sería para con los que nos han dado algún disgusto.

El pobre no es más que un instrumento del cual Dios se sirve para impulsaros a obrar bien.

¿Qué debemos sacar de todo esto? Vedlo que la limosna es de gran mérito a los ojos de Dios, y tan poderosa para atraer sobre nosotros sus misericordias, que parece como si asegurase nuestra salvación. Mientras estamos en este mundo, es preciso hacer cuantas limosnas podamos; siempre seremos bastante ricos, si tenemos la dicha de agradar a Dios y salvar nuestra alma; mas es necesario hacer la limosna con la más pura intención, esto es: todo por Dios, nada por el mundo.

¡Cuán felices seríamos si muchas limosnas hechas durante nuestra vida nos acompañasen delante del tribunal de Dios para ayudarnos a ganar el cielo! Esta es la dicha que os deseo.

viernes, 27 de julio de 2018

QUERIDA OXANA SHACHKÓ


Querida Oxana Shachkó:

Me he enterado de tu muerte en el día de ayer. Ante este trágico episodio, muchos reaccionan de distintas maneras. Los amigos lloran, los enemigos se alegran, los indiferentes lo lamentan o lo ignoran. Tú siendo cofundadora de “Femen”, aunque no eras enemiga directa mía, lo eras ya que los enemigos de Dios y de la Iglesia Católica son mis enemigos.

Sin embargo, no me alegro de tu muerte. No estoy contento de que te hayas quitado la vida. Estoy profundamente apenado, ya que fuiste engañada por el demonio y sus secuaces. No conociste el amor misericordioso de Dios que recibe en su seno al pecador arrepentido. No tuviste la gracia de ver al Redentor, a Aquel que le dijo a la mujer pecadora: “yo tampoco te condeno, vete, y de ahora en más no peques”. No sentiste en carne propia las palabras del Dios hecho hombre quien le dijo a San Dimas, el ladrón arrepentido crucificado a su derecha: “yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.

El demonio te enseñó que “eres la dueña de tu cuerpo”, y que por lo tanto tienes derecho a abortar al niño. También te enseñó a ignorar lo que dice la ciencia cuando la biología remarca claramente que el bebé en tu vientre no es un órgano de tu cuerpo sino un individuo distinto a ti. A su vez también Satanás te dijo que el aborto es signo de modernidad, puesto que lo tienen los países más avanzados. Pero el diablo no te explicó que los países “desarrollados” tienen el mayor índice de suicidios, de depresión, que Europa está siendo invadida por culturas hostiles gracias al egoísmo e individualismo que lleva a evitar la concepción y los hijos, etc. El Maligno te instruyó diciéndote que eres igual al hombre y que por lo tanto puedes llevar una vida promiscua como él, que no hay diferencia entre el varón y la mujer. Sin embargo, el Tentador no te habló de que no somos iguales en todo (la mujer puede quedar embarazada, el hombre no. La mujer tiene cromosomas XX, el hombre XY, la mujer percibe más los detalles, el hombre menos. Por lo general el hombre es físicamente más fuerte, y la mujer en su cuerpo tiene períodos biológicos que el hombre no padece, etc.). En fin... el demonio te enseñó muchas cosas, y lo peor fue que te susurró al oído que Dios no existe, que solo existe esta vida, que no hay paraíso ni infierno ni tampoco premio y castigo, que somos un conjunto de moléculas y la muerte es la disolución de las mismas. Satanás TE ENGAÑÓ querida Oxana, como ENGAÑA A TANTOS HOMBRES Y MUJERES, PUES ÉL ES EL PADRE DE LA MENTIRA Y NO BUSCA NUESTRA SALVACIÓN SINO NUESTRA CONDENACIÓN ETERNA.




Estoy realmente muy dolido por la decisión que tomaste de quitarte la vida. Aunque no te he conocido personalmente, lloro tu muerte, porque tu vida vale la misma sangre de Cristo quien se inmoló en la cruz buscando tu salvación eterna. Me hubiese gustado haber estado allí para impedírtelo, para hablarte de esa fe que quizás nunca conociste o que rechazaste, pero ya es tarde. Solo queda rezar por tu alma y pedirle a Dios que te tenga misericordia.

Rescato que al menos antes de morir dijiste la verdad. Dijiste que el feminismo es “un fraude”.

Mujeres, que la muerte de esta pobre chica sirva para algo. No se dejen engañar por la mentira y el fraude “Femen”. El feminismo no dignifica a la mujer, y me refiero al feminismo bolchevique representado en las doñas de pañuelos verdes. Lo único que dignifica a la mujer es el amor de Dios y el respeto de la naturaleza humana.

Mujer, eres muy digna y eres un tesoro para la humanidad. No arruines tu figura con el femibolchevismo ni buscando asesinar a los no nacidos. No necesitas ni una cosa ni la otra. Si eres lo que debes ser, es decir una mujer, serás respetada y honorada. Si en cambio pretendes ser lo que no eres (un hombre con polleras), terminarás como Oxana, aún cuando no te suicides, pues el femibolchevismo es un suicidio espiritual.

Recemos por el alma de Oxana, y recemos para que no haya más víctimas de esta ideología demoníaca y absurda.

En Cristo y María Santísima:

Padre Tomás A. Beroch

jueves, 26 de julio de 2018

ORACIÓN DEL PAPA CLEMENTE XI


Creo, Señor, pero afirma mi fe; espero en Ti, pero asegura mi esperanza; te amo, pero inflama mi amor; me arrepiento, pero aumenta mi arrepentimiento.

Te adoro como primer principio; te deseo como mi fin último; te alabo como mi bienhechor perpetuo; te invoco como mi defensor propicio.

Dirígeme con tu sabiduría, conténme con tu justicia, consuélame con tu clemencia, protégeme con tu poder.

Te ofrezco, Dios mío, mis pensamientos para pensar en Ti, mis palabras para hablar de Ti, mis obras para actuar según tu voluntad, mis sufrimientos para padecerlos por Ti.

Quiero lo que tú quieres, porque tú lo quieres, como tú lo quieres, y en tanto tú lo quieras.

No me inficione la soberbia, no me altere la adulación, no me engañe el mundo, no me atrape en sus redes el demonio.

Concédeme la gracia de depurar la memoria, de refrenar la lengua, de recoger la vista, y mortificar los sentidos.

Te ruego, Señor, ilumina mi entendimiento, inflama mi voluntad, purifica mi corazón, santifica mi alma.

Que llore las iniquidades pasadas, rechace las tentaciones futuras, corrija las inclinaciones viciosas, cultive las virtudes necesarias.

Concédeme, oh buen Dios, amor a Ti, odio a mí, celo del prójimo, desprecio del mundo.

Que procure obedecer a los superiores, asistir a mis inferiores, favorecer a mis amigos, perdonar a mis enemigos.

Que venza la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la generosidad, la ira con la mansedumbre, la tibieza con la devoción.

Hazme prudente en las determinaciones, constante en los peligros, paciente en las adversidades, humilde en la prosperidad.

Haz, Señor, que sea en la oración fervoroso, en las comidas sobrio, en mis deberes diligente, en los propósitos constante.

Que me aplique a alcanzar la inocencia interior, la modestia exterior, una conversación edificante, una conducta regular.

Que me esfuerce por someter mi naturaleza, secundar a la gracia, observar tu ley y merecer la salvación.

Dame a conocer cuán frágil es lo terreno, cuán grande lo celestial y divino, cuán breve lo temporal, cuán perdurable lo eterno.

Haz que me prepare para la muerte, que tema el juicio, que evite el infierno y que obtenga el paraíso.

Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

* Oración recomendada para después de comulgar, pero no limitada para ese momento.

miércoles, 25 de julio de 2018

SANTIAGO APÓSTOL Y LA CRISTIADA


El siguiente es un relato compartido por un combatiente Cristero; se trata de la primera vez que su grupo se enfrenta con el ejército del masón Elías Calles:

"¿Qué era aquello?, el vigía desde lo alto de la torre divisó por encima del caserío del pueblo, allá algo retirado, una gran polvareda que levantaban las herraduras de los caballos de los federales que venían a greña parada para llegarnos por sorpresa,... el vigía tiró el balazo según lo ordenado, y vio como los jinetes se tendieron a la crin de sus caballos y a toda velocidad cruzaron el poblado con dirección a nosotros...

Nuestra gente sin disciplina militar y sin jefes por el momento, tiraron unos cuantos balazos y se dividieron en tres grupos y echaron a huir...

El grupo de arriba, corriendo, pasándose los alambrados y montecillos llenos de espinas, como que los quieren detener para que el enemigo los aproveche a su gusto; la sed, el hambre, el cansancio, el calor, el susto, los satánicos gritos del enemigo que dicen no corran cristeros mulas, ríndanse fanáticos jijos de la...

Los changos (federales) en sus caballos pronto rodearon a nuestros fugitivos cristeros y los obligaron pelear, haciendo fuego mortal a los enemigos, que los hicieron retroceder perdiendo la vida muchos changos, aunque también murieron 6 mártires de Cristo.

Cuando el gobierno regresó al pueblo dijo: "Cristeros tales, si todos hubieran peleado tan bien como nos peleaba el del caballo tordillo, nos hubieran matado más gente. ¡Qué bien defendía a su gente! Nosotros queríamos matarle siquiera el caballo, pero no pudimos, apenas le matamos a 6 compañeros, pero él nos dio recio".

Cuando algunas personas curiosas en ese pueblo descubrieron que ninguno de aquellos cristeros andaba en caballo tordillo, dijeron que había sido Señor Santiago el que defendía a los soldados de Cristo Rey, y así quedó en la creencia de aquellos lugares".

Testimonio de: Esequiel Mendoza Barragán (Cristero).

martes, 24 de julio de 2018

CAUSA PRINCIPAL DE LA CONDENACIÓN DE LAS ALMAS



Discípulo. —Padre, quiere explicarme ¿el porqué del título de este librito?

Maestro. —Escucha el siguiente caso: Se cuenta de una jovencita, que habiendo caído desgraciadamente en uno de aquellos pecados, que más vergüenza dan confesarlos, vivía muy triste y desconsolada. Así pasaron muchos meses, sin que ninguna de sus compañeras pudiera conocer la causa de tanta aflicción. Entretanto falleció santamente otra muchacha muy virtuosa, íntima amiga suya. Pocos días después de sepultada, una noche, en lo más profundo del sueño, nuestra jovencita oye llamarse por su propio nombre; reconoce la voz de su compañera difunta que le repetía: ––“Confiésate bien... ¡si supieses cuán bueno es Jesús!— Confiésate bien... ¡si supieses cuán bueno es Jesús!”
Tomó como revelación del cielo aquella voz, cobró ánimo; resuelta ya, confesó aquel pecado que tanta vergüenza le daba confesarlo y por el que tanto había llorado. Desde aquel instante experimentó tal alivio y tanto consuelo, que a todos refería lo que le sucedía, repitiendo a su vez: “¡Probadlo y veréis cuán bueno es Jesús!”

D. — ¡Ah, sí! Lo creo enteramente, pues yo mismo he experimentado mil veces tal verdad.

M. —Entonces da rendidas gracias a Dios, y sigue confesándote bien. ¡Ay de aquél que se descarriare por las sendas de los sacrilegios! Será para él la mayor de las desgracias; quién sabe si continuará así hasta la muerte y acabará por perderse eternamente.

D. — ¿Es, pues, un gran mal la confesión mal hecha?

M. —Es la principal causa de la condenación de las almas.

D. — ¿De veras, Padre?

M. —Certísimo. Las Confesiones mal hechas son la causa de la perdición eterna de muchas almas

D. —Padre, usted exagera.

M. —De ningún modo; no soy yo quien lo dice: lo aseguran los santos más duchos en las vías del espíritu; lo contempló en una visión Santa Teresa.
Estaba la Santa en oración y he aquí que al punto ve abrirse ante sus ojos un abismo profundísimo, todo repleto de fuego, encendido en vivas llamas y precipitarse numerosísimas, como los copos de nieve en invierno, las infelices almas. Espantada la santa alza los ojos al cielo y exclama: —“Dios mío, Dios mío”, “Qué es lo que veo— ¿Quiénes son tantas almas pobrecitas? —Seguramente son de pobres infelices, de idólatras, de turcos, de judíos. . .”
—No, Teresa, le responde Dios. Sepas que las almas que ves ahora precipitarse en el infierno, por permisión mía, son todas ellas almas de cristianos como tú.
—Pero serán almas de gente que ni creían ni practicaban la religión, ni frecuentaban los sacramentos.
—No, Teresa, no. —Sepas que todas estas almas son de cristianos, bautizados como tú, que como tú creían y practicaban...
—Más no se habrán confesado nunca, ni en la hora de la muerte...
—Son almas que se confesaban y que se confesaron en el trance de la muerte... -¿Cómo, pues, Dios mío, se condenan?
–– ¡Se condenan porque se confesaron mal!... Vé, Teresa, cuenta a todos esta visión y conjura a todos los obispos y sacerdotes a no cansarse nunca de predicar sobre la importancia de la confesión y contra las confesiones mal hechas, a fin de que mis amados cristianos no vengan a convertir la medicina en veneno y a servir para su daño de este Sacramento, que es el Sacramento de la misericordia y del perdón.

D. — ¡Jesús mío!— ¿Son, pues, tantas las confesiones mal hechas?

M. —San Alfonso, San Felipe Neri, San Leonardo de Porto Mauricio están de acuerdo en afirmar que, ciertamente las confesiones mal hechas son sin número. Los que pasan su vida en el confesonario y a la cabecera de los moribundos, saben que dicen la pura verdad.
Y nosotros, en nuestras correrías apostólicas, predicando ejercicios y misiones, debemos afirmar lo mismo. El padre Sarnelli, en su obra “El Mundo Santificado”, exclama:
“Verdaderamente, son sin número las almas que hacen confesiones sacrílegas; lo saben en parte los misioneros que tienen larga experiencia y lo sabremos todos con sumo estupor en el valle de Josafat. Y no sólo en las grandes ciudades, sino también en las pequeñas poblaciones, en las mismas comunidades; entre gentes que pasan por piadosas y devotas; se cometen a montones los sacrilegios”.

El Padre Tranquilini, de la Compañía de Jesús, habiendo sido llamado para asistir a una señora gravemente enferma, marcha con solícita premura y la confiesa: más al tiempo de ir a darle la absolución, siente una mano de hierro que se lo impide.
—Señora, le dice, tal vez se habrá olvidado usted alguna cosa...
—No, Padre, hace ocho días que me estoy preparando.
Habiendo orado brevemente el Padre, de nuevo intenta absolverla, mas, de nuevo, la misma mano se lo impide.
—Dispense, señora, insiste el Padre, tal vez no se atreve a confesar algún pecado...
–– ¿Cómo? Usted me ofende ¿quiere usted suponer que me atreva a cometer un sacrilegio?
Por tercera vez pretende el Padre absolverla y por tercera vez la misma mano se lo impide.
No pudiendo comprender qué misterio se ocultaba en un hecho tan extraordinario, se arrodilla y llorando ruega a la señora que no se engañe a sí misma, que no quiera condenarse.
–– ¡Padre, dice entonces, hace quince años que me confieso mal!
He aquí cómo es fácil encontrar casos de malas confesiones.

D. —No siga, Padre; tiemblo de espanto.

M. —Más vale temblar aquí, que arder allá. Y aquí viene muy a propósito la aseveración de San Juan Bosco, quien en uno de sus opúsculos, sobre la confesión, dice textualmente: “Os aseguro que mientras escribo, me tiembla la mano al considerar el número de cristianos que se condenan solamente por haber callado o por no haber confesado sinceramente, ciertos pecados”.

D. — ¿Solamente por no haber confesado sinceramente ciertos pecados?

M. —Sin duda. —Quien, por ejemplo, se confiesa de malos pensamientos, habiendo cometido también acciones, o sea actos impuros; quien se confiesa de haber cometido tales actos sólo, siendo así que los cometió con otros; quien calla el número determinado de los pecados o las circunstancias; quien, interrogado por el confesor, responde falsamente; etc. Todos éstos se confiesan mal.

D. — ¿Qué piensan estos infelices?

M. —Creen que más adelante podrán remediarlo todo, es decir, se confiesan para vivir como antes, cuando toda confesión se debe practicar como si fuese la última de la vida.
Cierto día se confesó con un célebre misionero una mujercilla del vulgo. De vuelta de confesarse, por casualidad, pasó sobre la losa que cubría una tumba. Gastada por el tiempo, la losa cedió el peso de la mujer, la cual de golpe se cayó dentro de la fosa entre cráneos y huesos. Imagínense el espanto de los circunstantes y, sobre todo, el terror y los gritos de aquella pobrecilla.
—Cuando, después de muchas fatigas fue sacada de allí abajo, aunque casi incólume, sin pérdida de tiempo corre al confesonario de nuevo y le dice al Padre: hasta ahora me he confesado para vivir, más ahora que he visto la muerte cara a cara, quiero confesarme para morir. Y reparó con una buena confesión la que antes había hecho mal.

D. — ¡Oh, cuánto es terrible el pensamiento de la muerte!

M. —Terrible es, pero muy saludable, y precisamente por esto debemos tenerle presente cada vez que vamos a confesarnos.

Entre los muchísimos casos maravillosos que se cuenta de San Juan Bosco se lee el siguiente: Se estaban practicando en el Oratorio Salesiano de Turín los santos ejercicios espirituales, y mientras todos, alumnos y conversos, con gran seriedad y piadosa circunspección procuraban sacar fruto espiritual para sus almas, un joven reacio a toda buena exhortación y a los más solícitos cuidados de Don Bosco y de los otros Superiores, se obstinaba en no quererse confesar en aquella circunstancia. Toda clase de recursos habían tentado aquellos buenos Padres para reducirlo a mejor consejo, más inútilmente. El repetía siempre la misma cantinela: “Otra vez, ahora no... Después lo pensaré... No me puedo decidir, ahora”.
Con estas excusas se llegó hasta el último día; entonces Don Bosco recurre a una estratagema. Tomando una hoja de papel escribió estas palabras: “¿Y si me muriera esta noche?”... y se fué a depositarla entre la sabana y la almohada del pobrecito. Llegada la noche, todos se fueron a dormir; también nuestro joven distraídamente se desnuda; más he aquí que al querer meterse en la cama, se encuentra con aquel papel. ––Una exclamación de estupor se escapa de sus labios; toma luego el papel, lo mira, lo desdobla y viendo que hay algo escrito, aguza los ojos y lee: “¿Y si me muriera esta noche?... Don Bosco”.— ¡Don Bosco!, exclama, y Don Bosco es un santo.., sabe lo que tiene que suceder... ¡Quién sabe si sucederá lo que él teme! ¿Y si me muriera esta noche? Yo no quiero morirme, quiero vivir, lo quiero con toda mi alma... Entretanto, para no ser notado de sus compañeros, se acuesta, se tapa y procura con todo ahínco dormirse.
Pero ¡qué! ¿Dormir en aquel estado?... ¿con aquellas palabras que le punzan como aguda espina?... ¡Imposible!—Da vueltas y más vueltas en la cama, cierra bien los ojos... todo inútil; oye siempre muy vivamente el sonido de aquellas palabras, le parece ver el infierno abierto, a Jesús, que le condena, y dice para sí: “¡Pobre de mí! ¡Si realmente me hubiera de morir!”... Un escalofrío lo invade, suda a mares... ––Ah, no, exclama, no quiero ir al infierno, quiero confesarme!... —Se encomienda a María Auxiliadora, a su Ángel Custodio, y en seguida, resueltamente se viste, sale despacio, baja la escalera, atraviesa los corredores, sube a la habitación de Don Bosco y llama.
Don Bosco, que como buen padre esperaba, abre y pregunta.
–– ¿Quién es?— Qué desea a estas horas?
Oh, Don Bosco! quiero confesarme.
—Pasa, adelante, ¡si supieses con cuanto anhelo te esperaba!
Introducido en la antesala, se arrodilla, se confiesa con la más dolorosa y sincera confesión. Lleno del mayor consuelo, con el perdón que Jesús le ha otorgado, se vuelve feliz y tranquilo a la cama. —Se acabó el miedo; ya no le espanta el pensamiento de la muerte. — “¡Oh!, dice, ¡qué contento estoy! Aunque hubiera de morirme esta noche, no me importa, experimento la gracia de Dios, soy amigo de Jesús”. ––Se duerme plácidamente y sueña... que tiene el Paraíso abierto, los Ángeles regocijados vuelan a su derredor cantando los más bellos loores, los más dulces himnos.

D. –– ¡Dichoso joven!

M. —Y dichosos también aquellos que creen y se aprovechan debidamente del gran tesoro que poseemos en la confesión, que seguramente se librarán del infierno. Muy de otro modo le pasó a la miserable del suceso que voy a referir.

Habiendo sido llamado San Leonardo de Porto Mauricio para asistir a una moribunda, fuese allá inmediatamente, acompañado de un hermano lego. Confesada la enferma sale tranquilo en busca del compañero que le esperaba en la antesala. Ya se disponía el santo a marcharse, cuando el hermano, muy triste y asustado, le dice:
––Padre Leonardo, ¿qué significa lo que he visto?
–– ¿Qué cosa?
–– He visto una mano horrendamente negra, que se movía en la antecámara, y apenas salió usted se entró con la rapidez del rayo en el aposento de la enferma.
A tal relato San Leonardo vuelve atrás, se dirige hacia la moribunda y ¡oh terrible escena! aquella mano negra ahogaba a la desgraciada que con los ojos exorbitados y la lengua fuera, moría gritando: “¡Malditos sacrilegios, malditos sacrilegios!”

D. —Oh Padre, verdaderamente las malas confesiones son la causa principal de la condenación de las almas.

M. —Guerra, pues a la mentira, y guardemos siempre candorosa sinceridad en la confesión.

Pbro. Luis José Chiavarino
CONFESAOS BIEN

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lunes, 23 de julio de 2018

LA MUERTE por San Alfonso María de Ligorio


Preciso se hace, sobre todo, que nos unamos a la voluntad de Dios por lo que toca a nuestra muerte, sea en razón del tiempo o del modo que Dios se sirva determinarla.

Santa Gertrudis, al subir un día una escarpada cuesta, resbaló y cayó rodando hasta el valle. Sus compañeras preguntáronle si había tenido miedo de morir sin sacramentos. La Santa contestó: “Mucho deseo no verme en mi última hora privada de los sacramentos; pero estimo más lo que Dios quiere; porque estoy persuadida de que la mejor disposición que puede guardarse para morir bien es someterse a la voluntad de Dios. Así, pues, yo deseo el género de muerte que el Señor se sirva enviarme”.

Léese en los Diálogos de San Gregorio, que, habiendo los vándalos condenados a muerte a un sacerdote apellidado Sanctulus, dejáronle la facultad de designar el género de suplicio que prefería sufrir; pero este hombre renunció a pronunciarse sobre el particular diciendo: “Entre las manos de Dios me encuentro, y recibiré la muerte que El permita que me impongáis; ninguna otra que ésta quiero yo”. Un acto tal de conformidad fué al Señor tan agradable, que, habiendo el bárbaro resuelto decapitar al condenado, detuvo el brazo del verdugo. En vista de este milagro, decidiéronse á respetar la vida del virtuoso sacerdote.

De este mismo modo, en cuanto a la manera de morir, debemos creer que la mejor para nosotros es la que Dios tenga determinada. Cada vez que en la muerte pensemos, digamos siempre: Señor, puesto que Vos nos salváis, dadnos la muerte que os plazca.

Mostrémonos igualmente resignados por lo que toca al tiempo de nuestra muerte. ¿Qué más es esta Tierra que una cárcel en la cual debemos sufrir y estamos en continuo peligro de perder a Dios? Esto es lo que obligaba a David a exclamar: Señor, dignaos librar a mi alma de esta triste prisión.

Del mismo temor penetrado Santa Teresa de Jesús, suspiraba sin cesar, y, al oír dar el reloj una hora, se regocijaba pensando que había pasado una hora más de su vida, una hora de peligro de perder a Dios.

Según San Juan de Ávila, quienquiera que se encuentre en medianas disposiciones debe desear la muerte, a causa del peligro que corre de perder la gracia de Dios. ¿Qué existe, en efecto, más precioso y deseable para nosotros que adquirir, por medio de una buena muerte, la seguridad de no perder ya más la amistad de nuestro Dios?

Pero yo, podréis decir, nada he hecho, nada he adquirido para mi alma. Y si quisiese Dios que terminara vuestra vida instantáneamente, ¿qué haríais prolongándola contra su voluntad? ¡Quién sabe si más tarde tendríais la buena muerte que ahora podéis esperar! ¡Quién sabe si, cambiando de voluntad, incurriríais en otros pecados que os llevasen a la condenación! Después de todo, no podríais vivir sin cometer nuevas faltas, a lo menos ligeras, como, gimiendo, lo acreditaba San Bernardo: Y es cierto, pues, que un solo pecado venial disgusta más a Dios de lo que podrían agradarle todas las buenas obras de que somos capaces.

Debo decir, además, que, quien no desea la posesión del Paraíso, muestra con ello su poco amor a Dios. Cuando uno ama, desea, ante todo, la presencia del objeto amado; no podemos nosotros, por consiguiente, ver a Dios sin dejar la Tierra; también todos los santos han suspirado por la muerte, y esto para ir a gozar de la presencia de su adorado Bien y Señor. Tales eran los sentimientos de San Agustín de David y tantos santos.

Tales fueron siempre los suspiros de las almas inflamadas en el divino amor.

Léese en un autor que, hallándose un gentilhombre cazando en un bosque, oyó la voz de un hombre cantando con sorprendente dulzura. Aproximóse el cazador, y encontróse frente a frente de un pobre leproso, medio consumido ya por la enfermedad. Preguntóle si era él quien cantaba. — Sí, hermano mío, contestó el enfermo; yo soy. —Pero ¿cómo podéis conservar la alegría en medio de esos sufrimientos que amenazan arrebataros la vida? — ¡Ah! exclamó: es que entre Dios y yo no existe otra separación que esa muralla de cieno, ese miserable cuerpo que aquí me retiene; cuando de él me encuentre libre, iré a gozar de mi Dios. Actualmente, de día en día, lo contemplo más próximo a la ruina, y esto es lo que me tiene alegre y me mueve a cantar mi alegría.

sábado, 21 de julio de 2018

NO TE QUEDES TIRADO



“Cuando tu corazón caiga, levántalo suavemente, humillándote mucho en la presencia de Dios con el conocimiento de tu miseria, sin asombrarte de tu caída, pues no es de admirar que la enfermedad sea enferma, la flaqueza sea flaca y la miseria miserable. Pero detesta con todo tu corazón la ofensa que has hecho a Dios, y lleno de valor y de confianza en su misericordia, vuelve a emprender el camino de la virtud que habías abandonado”.

San Francisco de Sales, Introducción a la vida devota.

jueves, 19 de julio de 2018

CONCILIÁBULO REALIZADO POR LUCIFER CON SUS DEMONIOS EN EL INFIERNO, TRAS LA MUERTE DE CRISTO NUESTRO SEÑOR por la Venerable Sor María de Jesús de Ágreda


La caída de Lucifer con sus demonios desde el monte Calvario al profundo del infierno, fue más turbulenta y furiosa que cuando fue arrojado del cielo. Y aunque siempre aquel lugar es tierra tenebrosa y cubierta de las sombras de la muerte, de caliginosa (tenebrosa) confusión, de miserias, tormentos y desorden, como dice el santo Job: pero en esta ocasión fue mayor su infelicidad y turbación; porque los condenados recibieron nuevo horror y accidental pena con la ferocidad y encuentros que bajaron los demonios, y el despecho que rabiosos manifestaban. Cierto es que no tienen potestad en el infierno para poner las almas a su voluntad en lugares de mayor o menor tormento; porque esto lo dispensa el poder de la divina justicia, según los deméritos de cada uno de los condenados, porque con esta medida sean atormentados. Pero, a más de la pena esencial, dispone el justo Juez que puedan sucesivamente padecer otras penas accidentales en algunas ocasiones; porque sus pecados dejaron en el mundo raíces y muchos daños para otros que por su causa se condenan, y el nuevo efecto de sus pecados no retratados les causa estas penas. Atormentaron los demonios a Judas con nuevas penas, por haber vendido y procurado la muerte a Cristo. Y conocieron entonces que aquel lugar de tan formidables penas, donde le habían puesto, era destinado para castigo de los que se condenasen con fe y sin obras, y los que despreciasen de intento el culto de esta virtud y el fruto de la redención humana. Y contra estos manifiestan los demonios mayor indignación, como la concibieron contra Jesús y María.

Luego que Lucifer tuvo permiso para esto y para levantarse del aterramiento en que estuvo algún tiempo, procuró intimar a los demonios su nueva soberbia contra el Señor. Para esto los convocó a todos, y puesto en lugar eminente les habló, y dijo: A vosotros, que por tantos siglos habéis seguido y seguiréis mi justa parcialidad en venganza de mis agravios, es notorio el que ahora he recibido de este nuevo Hombre y Dios, y como por espacio de treinta y tres años me ha traído engañado, ocultándome el ser divino que tenía, y encubriendo las operaciones de su alma, y alcanzando de nosotros el triunfo que ha ganado con la misma muerte que para destruirle le procuramos. Antes que tomara carne humana le aborrecí, y no me sujeté a reconocerle por más digno que yo de que todos le adorasen como superior. Y aunque por esta resistencia fui derribado del cielo con vosotros, y convertido en la fealdad que tengo, indigna de mi grandeza y hermosura; pero más que todo esto me atormenta hallarme tan vencido y oprimido de este Hombre y de su Madre. Desde el día que fue criado el primer hombre los he buscado con desvelo para destruirlos; y si no a ellos, a todas sus hechuras, y que ninguna le admitiese por su Dios ni le siguiese, y que sus obras no resultasen en beneficio de los hombres. Estos han sido mis deseos, estos mis cuidados y conatos; pero en vano, pues me venció con su humildad y pobreza, me quebrantó con su paciencia, y al aún me derribó del imperio que tenía en el mundo con su pasión y afrentosa muerte. Esto me atormenta de manera, que si a él le derribara de la diestra de su Padre, donde ya estará triunfante, y a todos sus redimidos los trajera a estos infiernos, aun no quedara mi enojo satisfecho, ni se aplacara mi furor.

¡Es posible que la naturaleza humana, tan inferior a la mía, haya de ser tan levantada sobre todas las criaturas! ¡Que ha de ser tan amada y favorecida de su Criador que la juntase a sí mismo en la persona del Verbo eterno! ¡Que antes de ejecutarse esta obra me hiciese guerra, y después me quebrantase con tanta confusión mía! Siempre la tuve por enemiga cruel; siempre me fue aborrecible e intolerable. ¡Oh hombres tan favorecidos y regalados del Dios que yo aborrezco, y amados de su ardiente caridad! ¿Cómo impediré vuestra dicha? ¿Cómo os haré infelices cual yo soy, pues no puedo aniquilar el mismo ser que recibisteis? ¿Qué haremos ahora, o vasallos míos? ¿Cómo restauráremos nuestro imperio? ¿Cómo cobraremos fuerzas contra el hombre? ¿Cómo podremos ya vencerle? Porque si de hoy mas no son los mortales insensibles ingratísimos, si no son peores que nosotros contra este Hombre y Dios que con tanto amor los ha redimido, claro está que todos le seguirán a porfía; todos le darán el corazón y abrazarán su suave ley; ninguno admitirá nuestros engaños; aborrecerán las honras que falsamente les ofrecemos, y amarán el desprecio; querrán la mortificación de su carne, y conocerán el peligro de los deleites; dejarán los tesoros y riquezas, y amarán la pobreza que tanto honró su Maestro; y a todo cuanto nosotros pretendamos aficionar sus apetitos, les será aborrecible por imitar a su verdadero Redentor. Con esto se destruye nuestro reino, pues nadie vendrá con nosotros a este lugar de confusión y tormentos; y todos alcanzarán la felicidad que nosotros perdimos; todos se humillarán hasta el polvo, y padecerán con paciencia, y no se logrará mi indignación y soberbia.

¡Oh infeliz de mí, y qué tormento me causa mi propio engaño! Si le tenté en el desierto fue darle ocasión para que con aquella victoria dejase ejemplo a los hombres, y que en el mundo le hubiese tan eficaz para vencerme. Si le perseguí, fue ocasionar la enseñanza de su humildad y paciencia. Si persuadí a Judas que le vendiese, y a los judíos que con mortal odio le atormentasen y pusiesen en la cruz, con estas diligencias solicité mi ruina, y el remedio de los hombres, y que en el mundo quedase aquella doctrina que yo pretendí extinguir. ¿Cómo se pudo humillar tanto el que era Dios? ¿Cómo sufrió tanto de los hombres, siendo tan malos? ¿Cómo yo mismo ayudé tanto para que la redención humana fuese tan copiosa y admirable? ¡Oh qué fuerza tan divina la de este Hombre, que así me atormenta y debilita! Aquella mi enemiga, Madre suya, ¿cómo es tan invencible y poderosa contra mí? Nueva es en pura criatura tal potencia, y sin duda la participa del Verbo eterno, a quien vistió de carne. Siempre me hizo grande guerra el Todopoderoso por medio de esta Mujer tan aborrecible a mi altivez, desde que la conocí en su señal o idea. Pero si no se aplaca mi soberbia indignación, no me despido de hacer perpetua guerra a este Redentor, a su Madre y a los hombres. Ea, demonios de mi séquito, ahora es el tiempo de ejecutar la ira contra Dios. Llegad todos a conferir conmigo por qué medios lo haremos, que deseo en esto vuestro parecer.

A esta formidable propuesta de Lucifer respondieron algunos demonios de los más superiores, animándole con diversos arbitrios que fabricaron para impedir el fruto de la redención en los hombres. Convinieron todos en que no era posible ofender a la persona de Cristo, ni menguar el valor inmenso de sus merecimientos, ni destruir la eficacia de los Sacramentos, ni falsificar ni revocarla doctrina que Cristo había predicado; mas que no obstante todo esto convenía que, conforme a las nuevas causas, medios y favores que Dios había ordenado para el remedio de los hombres, se inventasen allí nuevos modos de impedirlos, pervirtiéndolos con mayores tentaciones y falacias. Para esto algunos demonios de mayor astucia y malicia, dijeron: Verdad es que los hombres tienen ya nueva doctrina y ley muy poderosa, tienen nuevos y eficaces Sacramentos, nuevo ejemplar y maestro de las virtudes, y poderosa intercesora y abogada en esta nueva Mujer; pero las inclinaciones y pasiones de su carne y naturaleza siempre son unas mismas, y las cosas deleitables y sensibles no se han mudado. Por este medio, añadiendo nueva astucia, desharemos, en cuanto es de nuestra parte, lo que este Dios y Hombre ha obrado por ellos; y les haremos poderosa guerra procurando atraerlos con sugestiones, irritando sus pasiones, para que con grande ímpetu las sigan, sin atender a otra cosa; y la condición humana, tan tímida, embarazada en un objeto, no puede atender al contrario.

Con este arbitrio comenzaron de nuevo a repartir oficios entre los demonios, para que con nueva astucia se encargasen como por cuadrillas de diferentes vicios en que tentar a los hombres. Determinaron que se procurase conservar en el mundo la idolatría, para que los hombres no llegasen al conocimiento del verdadero Dios ni de la redención humana. Si esta idolatría faltaba, arbitraron se inventasen nuevas sectas y herejías en el mundo; y que para todo esto buscasen los hombres más perversos y de inclinaciones depravadas que primero las admitiesen, y fuesen maestros y cabezas de los errores. Y allí fueron fraguadas en el pecho de aquellas venenosas serpientes la secta de Mahoma, las herejías de Arrio, de Pelagio, de Nestorio, y cuantas se han conocido en el mundo, desde la primitiva Iglesia hasta ahora, y otras que tienen maquinadas, que ni es necesario ni conveniente referirlas. Este infernal arbitrio aprobó Lucifer, porque se oponía a la divina verdad, y destruía el fundamento de la salud humana, que consiste en la fe divina. A los demonios, que lo intentaron y se encargaron de buscar hombres impíos para introducir estos errores, los alabó y acarició, y los puso a su lado.

Otros demonios tomaron por su cuenta pervertir las inclinaciones de los niños, observando las de su generación y nacimiento. Otros de hacer negligentes a sus padres en la educación y doctrina de los hijos, o por demasiado amor, o aborrecimiento, y que los hijos aborreciesen a sus padres. Otros se ofrecieron a poner odio entre los maridos y mujeres, y facilitarles los adulterios, y despreciar la justicia y fidelidad que se deben. Todos convinieron en que sembrarían entre los hombres rencillas, odios, discordias y venganzas, y para esto los moviesen con sugestiones falsas, con inclinaciones soberbias y sensuales, con avaricia y deseo de honras y dignidades, y les propusiesen razones aparentes contra todas las virtudes que Cristo había enseñado; y sobre todo divirtiesen a los mortales de la memoria de su pasión y muerte, y del remedio de la redención, de las penas del infierno y de su eternidad. Y por estos medios les pareció a todos los demonios que los hombres ocuparían sus potencias y cuidados en las cosas deleitables y sensuales, y no les quedaría atención ni consideración de las espirituales, ni de su propia salvación.

Oyó Lucifer estos y otros arbitrios de los demonios, y respondiendo dijo: Con vuestros pareceres quedo muy obligado, todos los admito y apruebo, y todo será fácil de alcanzar con los que no profesaren la ley que este Redentor ha dado a los hombres. Pero en los que la admitan y abracen, dificultosa empresa será. Más en ella y contra estos pretendo estrenar mi saña y furor, y perseguir acerbísimamente a los que oyeren la doctrina de este Redentor y le siguieren; y contra ellos ha de ser nuestra guerra sangrienta hasta el fin del mundo. En esta nueva Iglesia he de procurar sobresembrar mi cizaña, las ambiciones, la codicia, la sensualidad y los mortales odios, con todos los vicios de que soy cabeza. Porque si una vez se multiplican y crecen los pecados entre los fieles, con estas injurias y su pesada ingratitud irritarán a Dios para que les niegue con justicia los auxilios de la gracia que les deja su Redentor tan merecidos; y si con sus pecados se privan de este camino de su remedio, segura tendremos la Victoria contra ellos. También es necesario trabajemos en quitarles la piedad, y todo lo que es espiritual y divino; que no entiendan la virtud de los Sacramentos, o que los reciban en pecado, y cuando no le tengan, que sea sin fervor ni devoción; que como estos beneficios son espirituales, es menester admitirlos con afecto de voluntad, para que tenga más fruto quien los usare. Y si una vez llegaren a despreciar la medicina, tarde recuperarán la salud, y resistirán menos a nuestras tentaciones; no conocerán nuestros engaños, olvidarán los beneficios, no estimarán la memoria de su propio Redentor, ni la intercesión de su Madre; y esta feísima ingratitud los hará indignos de la gracia, e irritado su Dios y Salvador se la niegue. En esto quiero que todos me ayudéis con grande esfuerzo, no perdiendo tiempo ni ocasión de ejecutar lo que os mando.

No es posible referir los arbitrios que maquinó el dragón con sus aliados en esta ocasión contra la santa Iglesia y sus hijos, para que estas aguas del Jordán entrasen en su boca. Basta decir que les duró esta conferencia casi un año entero después de la muerte. de Cristo, y considerar el estado que ha tenido el mundo y el que tiene después de haber crucificado a Cristo nuestro bien y maestro, y haber manifestado su Majestad la verdad de su fe con tantas luces de milagros, beneficios y ejemplos de varones santos. Y si todo esto no basta para reducir a los mortales al camino de la salud, bien se deja entender cuánto ha podido Lucifer con ellos, y que su ira es tan grande, que podemos decir con san Juan: ¡Ay de la tierra, que baja a vosotros Satanás lleno de indignación y furor! Mas ¡ay dolor, que verdades tan infalibles como estas y tan importantes para conocer nuestro peligro, y excusarle con todas nuestras fuerzas, estén hoy tan borradas de la memoria de los mortales con tan irreparables daños del mundo! El enemigo astuto, cruel y vigilante; ¡nosotros dormidos, descuidados y flacos! ¿Qué maravilla es que Lucifer se haya apoderado tanto del mundo, si muchos le oyen, le admiten y siguen sus engaños, y pocos le resisten, porque se olvidan de la eterna muerte que con inculpable indignación y malicia les procura? Pido yo á los que esto leyeren, no quieran olvidar tan formidable peligro. Y si no le conocen por el estado del mundo y sus desdichas, y por los daños que cada uno experimenta en sí mismo, conózcalo a lo menos por la medicina y remedios tantos y tan poderosos, que dejó en la Iglesia nuestro Salvador y Maestro, pues no aplicara tan abundante antídoto, si nuestra dolencia y peligro de morir eternamente no fuera tan grande y formidable.

“MÍSTICA CIUDAD DE DIOS”. Año 1888.

martes, 17 de julio de 2018

17 DE JULIO: CONMEMORAMOS EL MARTIRIO DE LAS MONJAS CARMELITAS

Este video (publicado anteriormente en este sitio) nos muestra el verdadero rostro de la Revolución Francesa: el martirio de las dieciséis monjas carmelitas (incluyendo una novicia) del monasterio de Compiègne el 17 de julio de 1794 en la plaza du Trône-Renversé, actualmente plaza de la Nación en París, por las fuerzas del terror instauradas tras la Revolución Francesa y su Tribunal Revolucionario. Las monjas fueron ejecutadas por negarse a renunciar a sus votos monásticos. No olvidemos nunca este crimen.





lunes, 16 de julio de 2018

12 CLAVES PARA USAR EL ESCAPULARIO DE LA VIRGEN DEL CARMEN

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1 No es un amuleto

No es un amuleto ni una garantía automática de salvación o una dispensa para no vivir las exigencias de la vida cristiana. “Tú preguntas: ¿y si yo quisiera morir con mis pecados? Yo te respondo, entonces morirás en pecado, pero no morirás con tu escapulario”, advertía San Claude de la Colombiere.

2. Era un vestido

Escapulario viene del latín “scapulae” que significa “hombros” y originalmente era un vestido superpuesto que cae de los hombros, usado por los monjes en el trabajo. Los carmelitas lo asumieron como muestra de dedicación especial a la Virgen, buscando imitar su entrega a Cristo y el prójimo.

3.- Es un regalo de la Virgen

Según la tradición, el escapulario, tal como se conoce ahora, fue dado por la misma Virgen María a San Simón Stock el 16 de julio de 1251. La Madre de Dios le dijo: “debe ser un signo y privilegio para ti y para todos los Carmelitas: quien muera usando el escapulario no sufrirá el fuego eterno”. Más adelante la Iglesia extendió este escapulario a los laicos.

4. Es un mini hábito

Es como un hábito carmelita en miniatura que todos los devotos pueden portar como muestra de su consagración a la Virgen. Consiste en un cordón que se lleva al cuello con dos piezas pequeñas de tela color café. Una se pone sobre el pecho y la otra sobre la espalda y se suele usar bajo la ropa.

5. Es uniforme de servicio

San Alfonso María de Ligorio, doctor de la Iglesia, decía: "así como los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, así Nuestra Señora Madre María está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia de la Madre de Dios".

6. Tiene tres significados

El amor y la protección maternal de María, la pertenencia a María y el suave yugo de Cristo que ella nos ayuda a llevar.

7. Es un sacramental

Es reconocido por la Iglesia como un sacramental. Es decir, un signo que ayuda a vivir santamente y a aumentar nuestra devoción. El escapulario no comunica gracias como lo hacen los Sacramentos, sino que dispone al amor del Señor y al arrepentimiento si se recibe con devoción.

8. Lo que le sucedió a un no católico

Cierto día le llevaron a San Stock un anciano moribundo, quien al recobrar el conocimiento le dijo al Santo que no era católico, que usaba el escapulario como promesa a sus amigos y que rezaba una Ave María diariamente. Antes de morir recibió el bautismo y la Extremaunción.

9. Fue visto en una aparición de Fátima

Lucía, la vidente de la Virgen de Fátima reportó que en la última aparición (Octubre de 1917) María se apareció con el hábito carmelita y el escapulario en la mano y recordó que sus verdaderos hijos lo llevaran con reverencia. Asimismo pidió que los que se consagren a ella lo usen como signo de dicha consagración.

10. El escapulario que no se dañó

El Beato Papa Gregorio X fue enterrado con su escapulario y 600 años después, cuando abrieron su tumba, el objeto mariano estaba intacto. Algo similar pasó con San Alfonso María de Ligorio.  San Juan Bosco también lo usaba, y San Pedro Claver investía con el Escapulario a los que convertía y preparaba.

11. Cualquiera no lo puede imponer

La imposición del escapulario se debe hacer preferentemente en comunidad y que en la celebración quede bien expresado el sentido espiritual y de compromiso con la Virgen. El primer escapulario debe ser bendecido por un sacerdote y puesto sobre el devoto con la siguiente oración.

"Recibe este escapulario bendito y pide a la Virgen Santísima que por sus méritos, lo lleves sin ninguna mancha de pecado y que te proteja de todo mal y te lleve a la vida eterna".

12. Solo se bendice el primero que recibes

Cuando se bendice el primer escapulario, el devoto no necesita pedir la bendición para escapularios posteriores. Los ya gastados, si fueron bendecidos, no se deben echar a la basura, sino que se pueden quemar o enterrar como signo de respeto.

CONDICIONES

1. Para la promesa de salvación. Se requiere:

Tener impuesto el escapulario. (Basta hacerlo una sola vez).
Llevarlo puesto. Puede sustituirse por una medalla. Tanto la medalla como el escapulario deben estar bendecidos.

Devoción a María; procurar imitarla; desear ser buenos hijos suyos. El escapulario son dos trocitos de tela que simbolizan una vestimenta. Y quien viste el hábito de María debe vivir como Ella, ejercitando las virtudes cristianas. De modo que el hábito-vestido vaya unido al hábito-virtud.

2. Para el privilegio sabatino*. Se precisa, además de lo anterior:

Guardar la castidad propia de su estado. (La confesión recupera la situación perdida).

Rezar el oficio parvo de nuestra Señora. Este rezo puede sustituirse por la abstinencia de carne los miércoles y sábados. También se mencionan otras posibles sustituciones siempre que sean autorizadas por un sacerdote: el rezo del oficio divino o del Rosario. Para las indulgencias. Se necesitan los requisitos propios de las indulgencias, más las condiciones del escapulario en la promesa de salvación.

La medalla.- 

San Pío X (Santo Oficio, 16.XII.1910) decretó que el escapulario, después de su imposición, puede sustituirse por una medalla de metal que lleve por un lado una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, y por el otro una imagen de la Santísima Virgen (suele ser del Carmen).

* PRIVILEGIO SABATINO: "Si entre los religiosos o cofrades de esta orden hubiese algunos que al morir tengan que purgar sus pecados en la cárcel del purgatorio, yo, que soy la Madre de la misericordia, descenderé al purgatorio el primer sábado después de su muerte, y lo libraré para conducirlo al Monte Santo de la Vida Eterna".