domingo, 8 de noviembre de 2009

LA PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO: JESÚS ENSEÑA LA CARIDAD Y QUIÉN ES EL PRÓJIMO - EL EXÁMEN DIARIO DE CONCIENCIA


¿Qué se debe hacer para ganar la vida eterna? Al igual que hace XX siglos hoy continuamos preguntándonos lo mismo. Con esto, nos percatamos que no todo termina en esta vida. Esperamos y sobre todo buscamos aquella vida que nos hará eternos. ¿Cuántas películas y cuántos libros se han escrito sobre personajes que quisieran vivir para siempre? Porque en esta vida nos podremos esforzar por superar cualquier dificultad pero a la muerte, ¿quién sino Cristo la puede vencer?

Si a algo temen los hombres en esta vida es precisamente a la muerte. No resistimos a morir y a que otros seres queridos mueran. Y es que la muerte es como un coche con velocidades en donde una vez que avanzamos ya no podemos volver a la vida. Imposible volver a vivir a no ser que venga la resurrección de los muertos. Hoy Cristo nos muestra un camino que puede vencer a la muerte y que nos hará ganar la vida eterna: el amor. Imposible que el hombre pueda vivir sin amor. Estamos hechos para amar y el día que no amemos entonces ese día comenzaremos a morir. No permitamos que nuestro amor se convierta en un amor seco a nosotros mismos.

Amemos a nuestro prójimo como Cristo nos amó, hasta el punto de dar su propia vida. Con este ejemplo de Jesús, ¿nosotros seremos capaces de pensar bien de los demás y de hacerlos felices con palabras y acciones? La caridad no es algo para sentirnos superiores y ufanarnos de nuestra "calidad moral"; la caridad es algo que debe brotar de inmediato del corazón, la caridad no es entregar las sobras ni ofrecer lo que no cuesta trabajo, la caridad es algo genuino que nace de manera espontánea. La que da lo que quisiéramos recibir si estuviesemos en la misma condición del prójimo. La caridad no se presume ni se ostenta pues nuestra mano izquierda no debe saber lo que hace nuestra diestra. La caridad es el amor mismo, es la cualidad que distingue al verdadero cristiano. Quien no ama al prójimo como a sí mismo, no puede llamarse seguidor de Jesucristo. Él dijo que sus discípulos se distinguirían por ello: en cómo se aman los unos a los otros.






La Parábola del Buen Samaritano es una de las parábolas de Jesús más importantes, relatada solamente en el Evangelio de Lucas 10,25-37. La parábola es narrada por Jesús a fin de ilustrar que la piedad es un sentimiento muy importante y que cumplir el espíritu de la ley es tan importante como cumplir la letra de la ley. En esta parábola, Jesús amplía la definición de prójimo.
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Al término de la parábola, Jesús le pregunta al doctor de la ley cuál de los tres había visto al prójimo en el hombre robado. Él no responde directamente "el samaritano", pero indirectamente le dice "Áquel que usó con él de misericordia". Jesús concluye: "Pues anda, y haz tú otro tanto". Consejo que es universal y Cristo nos lo dice a cada uno de nosotros.
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Propósitos a realizar diariamente: el exámen de conciencia y el acto de contrición perfecta
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Recordemos que al atardecer de nuestra vida seremos juzgados en el amor. Por ello, para que en ese juicio final no aparezcamos con saldo deudor ante el Divino Juez, examinémonos desde ahora, diariamente, luego de nuestras oraciones nocturnas antes de dormir. Reflexionemos cómo hemos obrado ese día con relación al amor(*) y -con verdadero dolor de corazón- corrijamos lo que haya menester de cambiar y actuemos, día a día, conforme al más dulce mandato de Cristo: amaos los unos a los otros. Él como cordero pendiente de un leño, como víctima propiciatoria de todos nosotros, nos dio el ejemplo más elocuente a seguir.
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(*) NOTA IMPORTANTE: La Iglesia siempre recomienda el diario exámen de conciencia antes de dormir que conlleva, también, el arrepentirse -por amor a Dios- de nuestros pecados, con el propósito de luchar por jamás ofenderlo nuevamente y en caso de falta grave, la intención de confesarse a la brevedad posible. Un acto de contrición perfecta, así -como dijimos- POR AMOR A DIOS, nos libra del pecado, reconciliando nuestra alma con Dios al recobrar la gracia santificante, y en caso de morir nos permite llegar al Cielo. Ese acto no nos exime de la posterior confesión sacramental. Conviene señalar que la atrición (esto es, el arrepentimiento y el propósito de enmienda no por amor a Dios sino por temor al infierno), no borra los pecados por sí misma, pero es suficiente para la confesión sacramental de los mismos y en el sacramento de la Penitencia quedan borrados. Ningún católico debería dormirse teniendo conciencia de falta grave sin antes no haber realizado ese acto de contrición perfecta por amor a Dios. Acostumbrémonos, pues, a realizar ese exámen diariamente.
Fuentes: Catolicidad, YouTube y Catholic net
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