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Con el tiempo la denominación de castúo se ha hecho popular para referirse a las hablas de Extremadura, en España, tanto las que conforman el altoextremeño, como las que siempre fueron castellano meridional de muy ligera influencia leonesa, el medioextremeño y el bajoextremeño (en el oriente o el sur de la Comunidad extremeña), como es el caso de la propia habla en que escribió Luis Chamizo. .
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Presentamos, aquí, en castúo, su poema "La Nacencia", que es todo un canto a la vida nueva, a la paternidad y finalmente a Dios.
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LA NACENCIA
Bruñó los recios nubarrones pardos
la luz del sol que s´agachó en un cerro,
y las artas cogollas de los árboles
d´un coló de naranjas se tiñeron.
A bocanás el aire nos traía
los ruídos d´alla lejos
y el toque d´oración de las campanas
de l´iglesia del pueblo.
Ibamos dambos juntos, en la burra,
por el camino nuevo,
mi mujé mu malita,
suspirando y gimiendo.
Bandás de gorriatos montesinos
volaban, chirrïando por el cielo,
y volaban pal sol qu´en los canchales
daba relumbres d´espejuelos.
Los grillos y las ranas
cantaban a lo lejos,
y cantaban tamién los colorines
sobre las jaras y los brezos,
y roändo, roändo, de las sierras
llegaba el dolondón de los cencerros.
¡Qué tarde más bonita!
¡Qu´anochecer más güeno!
¡Qué tarde más alegre
si juéramos contentos!...
- No pué ser más- me ijo- vaite, vaite
con la burra pal pueblo,
y güervete de priesa con l´agüela,
la comadre o el méico -.
Y bajó de la burra poco a poco,
s´arrellenó en el suelo,
juntó las manos y miró p´arriba,
pa los bruñíos nubarrones recios.
¡Dirme, dejagla sola,
dejagla yo a ella sola com´un perro,
en metá de la jesa,
una legua del pueblo...
eso no! De la rama
d´arriba d´un guapero,
con sus ojos roendos
nos miraba un mochuelo,
un mochuelo con ojos vedriaos
como los ojos de los muertos...
¡No tengo juerzas pa dejagla sola!
¿pero yo de qué sirvo si me queo?
La burra, que rroía los tomillos
floridos del lindero
carcaba las moscas con el rabo;
y dejaba el careo,
levantaba el jocico, me miraba
y seguía royendo.
¿Qué pensará la burra
si es que tienen las burras pensamiento?
Me juí junt´a mi Juana,
me jinqué de roillas en el suelo,
jice por recordá las oraciones
que m´enseñaron cuando nuevo.
No tenía pacencia
p´hacé memoria de los rezos...
¿Quién podrá socorregla si me voy?
¿Quién va po la comadre si me queo?
Aturdio del tó gorví los ojos
pa los ojos reondos del mochuelo;
y aquellos ojos verdes,
tan grandes, tan abiertos,
qu´otras veces a mí me dieron risa,
hora me daban mieo.
¿Qué mirarán tan fijos
los ojos del mochuelo?
No cantaban las ranas,
los grillos no cantaban a lo lejos,
las bocanás del aire s´aplacaron,
s´asomaron la luna y el lucero,
no llegaba, roändo, de las sierras
el dolondón de los cencerros...
¡Daba tanta quietú mucha congoja!
¡Daba yo no sé qué tanto silencio!
M´arrimé más pa ella;
l´abrasaba el aliento,
le temblaban las manos,
tiritaba su cuerpo...
y a la luz de la luna eran sus ojos
más grandes y más negros.
Yo sentí que los míos chorreaban
lagrimones de fuego.
Uno cayó roändo,
y, prendío d´un pelo,
en metá de su frente
se queó reluciendo.
¡Qué bonita y qué güena!
¿quién pudiera sé méico?
Señó, tú que lo sabes
lo mucho que la quiero.
Tú que sabes qu´estamos bien casaos,
Señó, tú qu´eres güeno;
tú que jaces que broten las simientes
qu´echamos en el suelo;
tú que jaces que granen las espigas,
cuando llega su tiempo;
tú que jaces que paran las ovejas,
sin comadres, ni méicos...
¿por qué, Señó, se va morí mi Juana,
con lo que yo la quiero,
siendo yo tan honrao
y siendo tú tan güeno?...
¡Ay! qué noche más larga
de tanto sufrimiento;
¡qué cosas pasarían
que decilas no pueo!
Jizo Dios un milagro;
¡no podía por menos!
II
Toito lleno de tierra
le levanté del suelo,
le miré mu despacio, mu despacio,
con una miaja de respeto.
Era un hijo, ¡mi hijo!,
hijo dambos, hijo nuestro...
Ella me le pedía
con los brazos abiertos,
¡Qué bonita qu´estaba
llorando y sonriyendo!
Venía clareando;
s´oïan a lo lejos
las risotás de los pastores
y el dolondón de los cencerros.
Besé a la madre y le quité mi hijo;
salí con él corriendo,
y en un regacho d´agua clara
le lavé tó su cuerpo.
Me sentí más honrao,
más cristiano, más güeno,
"bautizando" (*) a mi hijo como el cura
bautiza los muchachos en el pueblo.
Tié que ser campusino,
tié que ser de los nuestros,
que por algo nació baj´una encina
del camino nuevo.
Icen que la nacencia es una cosa
que miran los señores en el pueblo;
pos pa mí que mi hijo
la tié mejor que ellos,
que Dios jizo en presona con mi Juana
de comadre y de méico.
Asina que nació besó la tierra,
que, agraecía, se pegó a su cuerpo;
y jue la mesma luna
quien le pegó aquel beso...
¡Qué saben d´estas cosas
los señores aquellos!
Dos salimos del chozo,
tres golvimos al pueblo.
Jizo Dios un milagro en el camino:
¡no podía por menos!
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Siempre me acuerdo de este poema precioso dedicado a la vida, ya que, un compañero mío de trabajo, cuando yo vivía en Venezuela, lo declamaba con un sentimiento tan dulce que hasta se le caían las lágrimas cuando lo hacía. Ciertamente es un poema hermoso, ya que, en él está contenido el sentimiento de un ser humano que le regala este poema a la gente de nuestros campos que vivieron unas épocas durísimas durante muchísimo años en el siglo XIX y XX y, por supuesto, siempre la gente del campo ha tenido que luchar contra la adversidad de sus vidas dedicadas a darnos el alimento de cada día a los que vivimos en las ciudades y que, tristemente, siempre los hemos considerado menos que nosotros, porque, su vida fue siempre de miseria y esfuerzos y que los padres el único capital que tenían eran sus hijos y que, tristemente no entendían que para ellos(los padres) era una necesidad el tenerlos y no educarlos, pues les supondrían dos brazos menos para luchar esa vida del campo tan dura y de la que tan poco nos acordamos los que vivimos en la comodidad de los pueblos y de las ciudades de nuestro país.
ResponderEliminarLuis Chamizo, el de Guareña, que gran rasoda, y con que delicadeza cantó a Extremadura.
ResponderEliminarMe siento orgulloso de ser Extremeño, si sñor con mayúscula, un campanariense, nacido en el 29, saludos a toa Extremadura.
Muy cierto. Un fuerte abrazo, desde México, don Antonio.
ResponderEliminarAtte
¡¡Qué de recuerdos me trae esta poesía!! Me acuerdo que la recité enterita cuando estaba en 5° de Primaria y que detrás mía había una compañera de clase para corregirme por si me equivocaba o me quedaba en blanco.pero para nada,no me equivoqué ni en una letra. aún me acuerdo de toda la gente y profesores que me contemplaban mientras recitaba estos preciosos versos. ahora ya con 19 años,creo que no sería capaz de volver a memorizarla,pues me faltaria el calor de mi clase del colegio para sentir la poesía.
ResponderEliminares muy hermoso me gustan poesias de ese talante me recuerdo de niño escuchando a un loco poeta funsionario de la casa de la cultura que fue enviado en un tren a Barbosa Santander desde bogota para dar a conocer la historia de la independencia.este recitaba el poema "el duelo de la cañada " era hermoso vestia una capa negra y se movia por el wagan recitando caminaba despacio y lo hacia con una expresion facinante a veses me decia :que memiras;pero yo todos los dias iva a mirarlo por que todos los dias lo repetia
ResponderEliminarCuando lo leí por primera vez, cuando tenia unos 16 años bueno yo no se expresar con palabras lo que sentí fue una mezcla de sentimientos tan grandes. Me ice mucho mas extremeño que ya era, ese hombre creo que me hizo mas bueno. Recuerdo en una ocasión intente leérselo a mi padre que ya descansa en el patio de mi casa de mi BARCARROTA querida en voz alta yo depíe el sentado y en mitad del verso se me quebró la voz, no podía seguir leyendo, yo llorando mi padre, sus ojos bañados en lagrimas, mi madre que estaba haciendo las camas acudió al patio llorando también . Los dos ya han fallecido por eso ustedes comprenderán lo que significa la nacencia para mi. Un saludo muy cariñoso de José Antonio Pinilla Peréz
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