miércoles, 16 de julio de 2025

EL ESCAPULARIO Y EL DÍA DE LA VIRGEN DEL CARMEN (16 DE JULIO)






 EL ESCAPULARIO DEL CARMEN

A. HISTORIA Y PRIVILEGIOS

1. Promesa de salvación:

Quien muera con el escapulario, se salvará.

San Simón Stock fue el sexto superior general de la Orden religiosa Carmelita durante los años 1245-1265. Ante serias dificultades de la Orden, San Simón suplica diariamente la protección de María. Su oración fue escuchada, y "se le apareció la Bienaventurada Virgen, acompañada de una multitud de Ángeles, llevando en sus benditas manos el escapulario de la Orden y diciendo estas palabras: Éste será privilegio para ti y todos los carmelitas; quien muriere con él, no padecerá el fuego eterno, es decir, el que con él muriere se salvará." (Catálogo de Santos de la Orden

Otra redacción también muy antigua dice así: "San Simón, inglés, hombre de gran santidad y devoción, en su oración suplicaba continuamente a la Virgen que favoreciera a su Orden con algún privilegio singular. La Virgen se le apareció teniendo en su mano el Escapulario diciendo: Este es el privilegio para ti y para los tuyos; quien muera llevándolo, será salvo" (Santoral de Bruselas). Es decir, evitará el infierno. Irá al cielo tras un paso por el purgatorio.

La fecha y lugar de la aparición no se conocen con seguridad. Se habla de Londres, el 16 de julio de 1251. Siempre dentro del generalato de San Simón y antes de 1252, pues el 13 de enero de este año el Papa Inocencio IV emite la Bula "Ex parte dilectorum" donde defiende a los carmelitas en este tema.

2. Privilegio sabatino: Y se librará del purgatorio el primer sábado.

Sesenta y dos años después (1314), Nuestra Señora se apareció al Papa Juan XXII, que recogió sus palabras en la Bula "Sacratissimo uti culmine" también llamada Bula sabatina (3.III.1322): "Si entre los religiosos o cofrades de esta orden hubiese algunos que al morir tengan que purgar sus pecados en la cárcel del purgatorio, yo, que soy la Madre de la misericordia, descenderé al purgatorio el primer sábado después de su muerte, y lo libraré para conducirlo al Monte Santo de la Vida Eterna".

3. Indulgencias plenarias.- Quienes llevan el escapulario del Carmen se unen a la familia carmelita y pueden ganar indulgencia plenaria el día en que le imponen el escapulario y los siguientes días (cumpliendo las condiciones habituales, esto es comulgando -naturalmente sin pecado mortal- esa fecha y rezando por las intenciones pontificias, habitualmente un Credo, Padrenuestro, Avemaría y Gloria, así como confesarse ocho días antes o después de la fecha) :

16 de mayo (San Simón Stock).

16 de julio (Virgen del Carmen).

20 de julio (San Elías Profeta).

1 de octubre (Santa Teresa de Lisieux).

15 de octubre (Santa Teresa de Jesús).

14 de noviembre (Todos los Santos Carmelitas).

14 de diciembre (San Juan de la Cruz).


B. CONDICIONES

1. Para la promesa de salvación. Se requiere:

Tener impuesto el escapulario. (Basta hacerlo una sola vez).

Llevarlo puesto. Puede sustituirse por una medalla. (Lo comentaremos). Tanto la medalla como el escapulario deben estar bendecidos al imponerse.

Devoción a María; procurar imitarla; desear ser buenos hijos suyos. El escapulario son dos trocitos de tela que simbolizan una vestimenta. Y quien viste el hábito de María debe vivir como Ella, ejercitando las virtudes cristianas. De modo que el hábito-vestido vaya unido al hábito-virtud.

2. Para el privilegio sabatino. Se precisa, además de lo anterior:

Guardar la castidad propia de su estado. (La confesión recupera la situación perdida).

Rezar el oficio parvo de nuestra Señora. Este rezo puede sustituirse por la abstinencia de carne los miércoles y sábados. También se mencionan otras posibles sustituciones, siempre que sean autorizadas por un sacerdote: el rezo del oficio divino o del Rosario. Para las indulgencias. Se necesitan los requisitos propios de las indulgencias, más las condiciones del escapulario en la promesa de salvación.

4. La medalla.- San Pío X (Santo Oficio, 16.XII.1910) decretó que el escapulario, después de su imposición, puede sustituirse por una medalla de metal que lleve por un lado una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, y por el otro una imagen de la Santísima Virgen (suele ser del Carmen).


C. BENDICIÓN E IMPOSICIÓN

Para la bendición y para la imposición del escapulario hay varias fórmulas. Unas aprobadas para las diferentes ramas del Carmelo, otras de carácter más general


lunes, 14 de julio de 2025

RESTAURAR EL SER



El sentido común y la filosofía como contemplación de la verdad.

Contra el pragmatismo moderno y la apostasía del pensamiento.


I. INTRODUCCIÓN: EL ECLIPSE DEL SER Y LA INTELIGENCIA SIN HORIZONTE

Todo auténtico filosofar nace de una inquietud radical por la verdad del ser. No se trata de una búsqueda arbitraria o subjetiva, sino del acto más noble de la inteligencia humana: recibir lo real tal como es. En efecto, la inteligencia no inventa el mundo, lo contempla. No crea el orden, lo descubre. No fabrica verdades, sino que se ordena humildemente a ellas.

Ahora bien, nuestra época —y esto debe decirse con dolor— ha traicionado esta vocación natural del pensamiento. El extravío contemporáneo no consiste tanto en un error accidental, sino en una verdadera apostasía ontológica: se ha perdido el principio. El abandono del ser como objeto formal de la inteligencia ha provocado una caída en cadena que afecta la gnoseología, la moral, la política, y finalmente, la fe misma.

Este artículo no pretende innovar, sino restaurar. No aspira a descubrir un nuevo sistema, sino a restituir el orden intelectual tradicional, comenzando por aquello que es más universal y a la vez más olvidado: el sentido común, esa primera sabiduría del ser que no es aún filosofía sistemática, pero que ya participa —en germen— de sus exigencias más altas.

En esta empresa, seguimos las huellas seguras de Santo Tomás de Aquino, cuya doctrina no es una escuela entre otras, sino la expresión más completa de la filosofía perenne; y de Reginald Garrigou-Lagrange, quien supo, en Le sens commun, denunciar con claridad la amenaza modernista que corroe la estructura misma de la verdad. A ellos añadimos, como guía didáctica y voz del presente, al filósofo Danilo Castellano, quien ha sabido conservar la luz sin reducirla a pedagogía, y exponer la sabiduría sin diluirla en vulgarización.


II. EL SENTIDO COMÚN COMO PRIMER CONTACTO CON EL SER

En el origen de todo conocimiento humano se encuentra una intuición silenciosa, no fabricada, no argumentada, sino recibida: algo es. Antes de todo juicio, antes de toda deducción, la inteligencia se encuentra con el ser. Y en este primer acto —tan universal como inmediato— se cifra lo que llamamos sentido común.

¿Pero qué es, propiamente, el sentido común? No es la colección de opiniones populares, ni la suma de experiencias útiles. Tampoco es una vaga sensibilidad compartida. El sentido común, en su sentido más elevado, es la capacidad de afirmar sin demostrar lo que no necesita demostración: que el ser es, que el no-ser no es, que lo que es no puede no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido. Aquí no hay ideología ni escuela: hay experiencia primera del real.

Santo Tomás lo expresa con claridad cuando dice que “lo primero que concibe el intelecto, como más conocido y en lo que resuelve todas las demás concepciones, es el ser” (De veritate, q. 1, a. 1). Y Garrigou-Lagrange lo confirma al afirmar que la inteligencia, como el ojo está hecho para la luz, está hecha para el ser. No para la utilidad. No para la acción. Para el ser.

Por ello, el sentido común no es una forma baja de saber, sino su raíz. Una raíz que debe ser protegida, purificada, desarrollada, pero nunca abandonada. Negar el valor del sentido común es negar la posibilidad misma de conocer.


III. LA INTELIGENCIA CREADA PARA LA VERDAD

La filosofía moderna, en su conjunto, ha sustituido la verdad por la función. La inteligencia ya no está hecha para ver, sino para hacer. Esta inversión —no meramente terminológica, sino ontológica— ha producido una profunda distorsión de la naturaleza humana.

Frente a esta deriva, Santo Tomás enseña con toda claridad que la verdad es la conformidad de la inteligencia con la cosa: adaequatio intellectus et rei. Esto implica dos realidades: que hay cosas, y que la inteligencia puede conocerlas como son. Tal concepción presupone una relación natural y objetiva entre el sujeto y el objeto, una relación fundada en el ser.

Garrigou-Lagrange, retomando esta enseñanza, la aplicó con fuerza contra el bergsonismo y el modernismo. Para estos últimos —en especial para Le Roy— la inteligencia no tendría un valor ontológico, sino práctico. No conocería el ser, sino que organizaría la acción. De ahí que incluso los dogmas serían fórmulas simbólicas, cambiantes, útiles para la vida religiosa, pero sin verdad metafísica.

Esta es la raíz del error modernista: la reducción de la verdad a eficacia. Contra esto, Garrigou afirma que el sentido común capta el ser, y por tanto, funda la verdad. Por ello, la filosofía no es una invención, sino una purificación del sentido común. Como decía Castellano: “No se piensa para organizar el mundo, sino para comprenderlo”.

IV. EL PRAGMATISMO Y LA FILOSOFÍA DEL DEVENIR: UNA NEGACIÓN DEL SER

El problema de fondo no es que el hombre moderno no piense, sino que ya no piensa desde el ser. La filosofía del devenir —en sus múltiples versiones: vitalismo, historicismo, existencialismo, hermenéutica— ha reemplazado la estabilidad por la fluidez, el logos por la experiencia, la verdad por la interpretación. Esta sustitución no es una anécdota: es una apostasía.

Bergson, con su intuicionismo dinámico, niega toda inteligibilidad estable de la realidad. Le Roy, discípulo suyo, sostiene que las verdades religiosas no son enunciados sobre el ser divino, sino actitudes útiles, símbolos prácticos. Así, el dogma “Jesucristo es Dios” no significaría que Él es Dios, sino que debemos actuar como si lo fuera. Este es el lenguaje del modernismo condenado por San Pío X en Pascendi y en el Decreto Lamentabili (1907), que Garrigou-Lagrange refutó con precisión en Le sens commun.

El punto neurálgico está en la negación del valor ontológico de la inteligencia. Si el pensamiento no es capaz de conocer el ser, entonces toda verdad queda reducida a funcionalidad. Pero como enseñó Santo Tomás, la inteligencia es por naturaleza una potencia de lo verdadero; y lo verdadero no se mide por su utilidad, sino por su conformidad con lo que es.

Danilo Castellano lo expresa de forma lapidaria: “Cuando la verdad es sustituida por la utilidad, el orden es sustituido por el poder”. El pragmatismo filosófico engendra el voluntarismo político, la tiranía cultural, el nihilismo social.


V. LA FILOSOFÍA COMO DESPLIEGUE DEL SENTIDO COMÚN

Frente a este proceso de disolución, el tomismo se alza no como sistema cerrado, sino como sabiduría realista. Santo Tomás no comienza por el sujeto, ni por la duda, ni por la acción, sino por el ente. Y a partir de ahí, despliega el orden de la creación, de la verdad, de la ley natural, de la moral y del dogma.

La filosofía, en este sentido, no contradice al sentido común, sino que lo desarrolla. Es una explicitación racional de lo que el hombre ya sabe confusamente al vivir en la realidad. El principio de identidad, de no contradicción, de causalidad, de finalidad, están presentes ya en el sentido común, como están en potencia las flores en la semilla.

Garrigou-Lagrange insiste: sin una metafísica del ser, el dogma se hace incomprensible; y sin una base realista, la fe se convierte en sentimiento. La inteligencia no puede sostener los misterios si ha perdido la capacidad de afirmar el ser.

Por eso, todo intento de “actualizar” la fe sin restaurar la metafísica es una ilusión. El dogma no necesita reinterpretarse a la luz de los sistemas modernos: necesita ser comprendido desde el principio que nunca cambia.


VI. VERDAD DOGMÁTICA Y FILOSOFÍA DEL SER

Una de las tesis centrales de 'El sentido común' es que las fórmulas dogmáticas —aun cuando expresan misterios sobrenaturales— conservan su inteligibilidad gracias a los conceptos comunes del ser. Esto no significa que la razón comprenda el misterio, sino que el misterio no contradice la razón.

Para que esto sea posible, es indispensable que las palabras empleadas por la Iglesia —persona, naturaleza, unidad, relación, sustancia— conserven su valor metafísico. Si estos términos son reinterpretados desde el simbolismo, el existencialismo o la dialéctica, el dogma se vuelve irreconocible.

Santo Tomás ya lo previó: si se pierden los principios primeros del conocimiento natural, la fe queda sin fundamento. No se puede creer que Dios es Uno y Trino si ya no se puede afirmar que “algo es” o que “una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo”.

Castellano lo ha dicho con claridad: “Sin verdad natural no hay fe sobrenatural. La ruptura entre razón y fe comienza por la disolución del sentido común.”


VII. EL SER COMO FUNDAMENTO DEL ORDEN MORAL Y POLÍTICO

No se trata solo de un problema de pensamiento: se trata del orden del mundo. El eclipse del ser afecta no solo a la teología, sino a la moral, al derecho, a la política.

La ley natural, enseñaba Santo Tomás, no es una construcción social, sino una participación de la ley eterna en la criatura racional. Esta ley está inscrita en la naturaleza del hombre, y el sentido común es su primer intérprete. Pero si se pierde el sentido común, si la inteligencia ya no puede afirmar lo bueno como lo conforme al ser, entonces el bien moral se reduce a elección, y la justicia a consenso.

El realismo metafísico no es una opción académica, es una necesidad antropológica y social. La restauración del ser es la condición de posibilidad de todo orden justo.


VIII. CONCLUSIÓN: UNA TAREA INTELECTUAL Y ESPIRITUAL

La crisis de nuestro tiempo no es sólo política, ni cultural, ni eclesial: es una crisis del ser. Y por tanto, su solución no será técnica, ni activista, ni dialéctica, sino metafísica.

Restaurar el sentido común —y con él la inteligencia del ser— no es una nostalgia, sino una urgencia. Volver al orden no es retroceder, sino recuperar el fundamento. Y ese fundamento es que algo es, y que lo que es, puede ser conocido y amado.

Como decía Santo Tomás, veritas est prima in mente. La verdad está primero en el alma. Pero esta verdad no se impone por la violencia, ni por la retórica, sino por la evidencia. El alma la reconoce cuando la ve.

Garrigou-Lagrange lo sabía. Danilo Castellano lo ha enseñado. Y nosotros estamos llamados no a inventar algo nuevo, sino a mantener lo eterno. Porque cuando el ser es negado, todo se derrumba; pero cuando se le restituye su lugar, todo encuentra su sentido.

“Satiabor cum apparuerit gloria tua” (Sal. 16, 15)
Me saciaré cuando aparezca tu gloria —cuando vea el ser tal como es.

OMO

viernes, 11 de julio de 2025

EL PRIMER DEBER



“El primer deber  que Cristo señaló a quien, como Nos, tiene confiado desde lo alto el oficio de apacentar la grey del Señor, es custodiar con la mayor vigilancia el depósito de la santa fe que se nos ha entregado; y esto, tanto rechazando las novedades profanas de lenguaje como las contradicciones de una mal llamada ciencia. Y ciertamente que no ha habido época en la que no haya sido necesaria esta vigilancia del Pastor Supremo, pues nunca han faltado, por instigación del enemigo del género humano, hombres que enseñan doctrinas perversas (1), charlatanes de novedades y seductores (2), metidos en el error y que arrastran hacia el error (3). Pero hay que reconocer que, en estos últimos tiempos, el número de los enemigos de la cruz de Cristo ha aumentado enormenente; todos ellos, con técnicas absolutamente nuevas y astutas, se esfuerzan por agostar las energías vitales de la Iglesia y hasta querrían destruir el reino de Cristo, si esto fuera posible. Por eso, no podemos permanecer callados por más tiempo, no vaya a ser que demos la impresión de estar faltando al más sacrosanto de nuestros deberes, y la comprensión que hasta ahora hemos tenido esperando ver una rectificación, sea interpretada como abandono de Nuestro oficio”.

San Pío X, Carta encíclica Pascendi, Introducción.

(1). Hch 20,30.
(2). Tit 1,10.
(3). 2 Tim 3,13.

jueves, 10 de julio de 2025

LOS YERROS EN LOS JUICIOS DEL MUNDO



“A la idolatría del dinero, que endurece los corazones y levanta odios y conflictos, el religioso (o la religiosa), por el voto de pobreza, opone el ejemplo del total desasimiento y despojo voluntario.

Ante el deseo insaciable de placeres que esclavizan, con el voto de castidad pregona que es posible dominar los sentidos, y mueve con su ejemplo a que se sometan los hogares a las sagradas leyes del matrimonio.

Ante el espíritu de independencia y emancipación que sueña con destruir toda autoridad y no quiere reconocer traba alguna, con el voto de obediencia ofrece el ejemplo de sumisión que, lejos de envilecer, ennoblece, puesto que únicamente se rinde ante Dios.

De este modo los religiosos, al vencer con sus votos el materialismo, salvan al mundo, al mismo tiempo que las almas; atraen a los hombres hacia la práctica de las virtudes cristianas: hacen más de lo debido, para que los otros se animen a hacer lo imprescindible, y además, expían por los pecados de las naciones. ¡Cómo yerra el mundo en sus juicios cuando cree que en las casas religiosas, particularmente en los conventos contemplativos, quedan sepultadas tantas vidas sin utilidad para el bien común!”.

Vida religiosa, P. Royo Marín, O. P.

martes, 8 de julio de 2025

LA VERDAD SOBRE LAS LEYES DE REFORMA por José Vasconcelos



7 de julio de 1859. Benito Juárez promulga las leyes de reforma. La otra historia. 

"Se quedó pues, México, a consecuencia de las leyes de Reforma, como el único país oficialmente ateo de la tierra. El único en que el nombre de Dios está proscrito y aun provoca la burla de cierto rufianismo seudo científico, seudo ilustrado. La triste condición de nuestra patria, en lo moral y en lo económico, en su política externa e interna, es un buen ejemplo del resultado de semejante moral desquiciadora. En vez de Dios se nos han querido ofrecer a la adoración pública, mitos de segunda, como la patria que no tiene ningún sentido, si no es concebida como persona moral que sobrevive al tiempo y a las circunstancias materiales, ligándose con los valores eternos del espíritu, que, en todo caso, superan a todas las Patrias.

“Pero no solo se amortizó la propiedad eclesiástica. Por una de esas aberraciones propias de todo fanatismo, y queriendo disimular el aspecto de odio religioso, las leyes de Reforma consumaron la destrucción de todas las personas morales; obligaron a la división de todas las propiedades de comunidad. Las comunidades indígenas que, desde los tiempos de la Colonia, disfrutaban de tierras apartadas para su servicio, fueron obligadas a fraccionar. Así como hoy priva la exigencia teórica de la colectivización, los falsos economistas de la Reforma estaban enamorados de la "individualización". Y creyeron consumar un progreso repartiendo entre los vecinos las tierras de la comunidad. El resultado fue que los vecinos empezaron a vender, y traspasar sus fundos. Y arrojadas las tierras de comunidad al mercado, el más listo se hizo de ellas; el latifundista más inmediato las compro a vil precio y los indios vieron empeorada su suerte. Y resultó que no solo los clérigos mexicanos quedaron proletarizados, sino también los indios. La sabia institución española del ejido, que tan buenos frutos dio durante más de tres siglos, quedo deshecha, en beneficio de un latifundismo que, a partir de la Reforma, comenzó a ser predominantemente extranjero. Y no extranjero español, que eso no es extranjero desde el momento en que los hijos del español se hacen mexicanos. Por extranjero deberemos entender siempre a los nacionales de pueblos que no se funden con el nuestro, no abrazan nuestro destino, lo dominan y lo explotan”.

"Los tesoros de la Iglesia, tesoros artísticos inapreciables, a causa de las confiscaciones impremeditadas, desordenadas y salvajes, han ido a parar a los Museos de Estados Unidos y a las casas de los ricos de Norteamérica. Los tres mejores siglos del arte mexicano han quedado de esta suerte convertidos en ruinas, sin que nada de lo que hoy se hace pueda aspirar al reemplazo de lo destruido."

José Vasconcelos (1882-1959), "Breve Historia de México".

lunes, 7 de julio de 2025

ENTRE EL SER Y EL PARECER



UN DOLOR QUE NO SE VE, PERO SE SIENTE

Hay un dolor silencioso que reconozco en muchas mujeres que aprecio, que admiro, que acompaño.
Un dolor que no siempre se dice, pero que se intuye en las pausas, en las miradas, en ese cansancio del alma que ningún éxito logra calmar.

He visto mujeres fuertes, brillantes, bellas… y sin embargo desbordadas. Ocupadas por fuera, deshabitadas por dentro. Como si en algún momento hubieran sido empujadas fuera de sí mismas y ahora vivieran para sostener una imagen más que para habitar una verdad.

Desde muy jóvenes —y a veces incluso desde niñas— aprendieron que su cuerpo sería evaluado, que su rostro sería comparado, que su valor dependería de cuánto impacto generaran.

Y así, poco a poco, comenzaron a pensarse como imagen, no como ser.

La belleza, que debió ser un don natural, se convirtió en tarea, en medida, en defensa. El cuerpo, que debía ser morada, pasó a ser vitrina. Y lo más doloroso es que nadie les dijo —cuando aún era tiempo— que no fueron hechas para parecer, sino para ser.

No hablo desde la crítica, sino desde el asombro y el respeto. Porque veo que el alma femenina ha sido diseñada para algo infinitamente más alto que la seducción o la aprobación.

La mujer no fue creada para gritar su valor, sino para encarnar la verdad en silencio fecundo. Su vocación más honda no está en imponerse,
sino en revelar.

Y lo que revela no es fragilidad, sino plenitud.

Una mujer en paz consigo misma no necesita competir. No porque se conforme, sino porque ya ha sido afirmada desde dentro.

LA BELLEZA NO SE RECHAZA: SE ORDENA

Muchos confunden esta visión con un llamado a ocultarse o apagarse. Y no es así.

La belleza femenina es un bien, una luz legítima,
una forma de lenguaje. Pero es un lenguaje que ha sido desordenado por la cultura del impacto.

Hoy se ha vuelto común pensar que para tener valor, una mujer debe mostrarse: no solo presente, sino visible, deseada, destacada. Y cuanto más lo logra, más sola se siente.

Porque el alma humana no fue hecha para la exhibición, sino para el encuentro.

Por eso no se trata de rechazar la belleza, sino de ordenarla.

Una mujer puede arreglarse, vestirse con gusto, hacerse presente. Pero no para provocar ni para imponerse como imagen. Sino para expresar —con dignidad y armonía— aquello que es y que lleva dentro.

NO SE EXHIBE: SE EXPRESA.
NO IMPONE: DEJA HUELLA.
NO BUSCA ATENCIÓN: COMUNICA SENTIDO.
NO GRITA: REVELA.

Su cuerpo no es una trampa ni un cartel. Es un templo. Y como todo templo, se reconoce por el misterio que contiene, no por el ruido que produce.

LA MENTIRA GLAMOROSA DE NUESTRO TIEMPO

Vivimos en una cultura donde muchas han aprendido a construir su identidad con fotografías, frases prestadas y cuerpos esculpidos. No importa si no saben quiénes son… mientras parezcan deseables.

Lo trágico no es la vanidad, sino que la vanidad se haya vuelto virtud social. Ya no escandaliza la superficialidad: se premia. Y mientras más una mujer se aleja de su alma, más aplausos recibe por su imagen.

Pero hay una pregunta que tarde o temprano se impone, cuando la noche cae y las pantallas se apagan:

¿Qué quedará cuando ya no provoque miradas ¿Con qué se quedará cuando el mundo pase de largo ¿Quién sostendrá su alma cuando el deseo ajeno se haya ido?

Ahí, en ese desconcierto, no comienza la tragedia: comienza la verdad.

CUANDO UNA MUJER SE RECUPERA A SÍ MISMA

He visto que cuando una mujer empieza a reencontrarse con su centro, con esa verdad profunda que no depende de la mirada ajena, algo se transforma.

Ya no necesita proyectarse, porque ha sido mirada por Dios. Y esa mirada no mide ni compara: revela.

Una mujer afirmada por la Verdad deja de rogar afecto, deja de simular fortaleza, deja de traducirse en poses.

Y entonces, sin esfuerzo, vuelve a casa. No a un pasado, sino a su propio ser.

MARÍA: LA PRESENCIA QUE HABITABA LA LUZ

Y cuando pienso en esa forma de estar presente,
pienso en María.

María no fue celebrada por su imagen. Su belleza no residía en su exterior, sino en su interior ordenado.

No buscó ser vista. Y sin embargo, en Ella -precisamente en Ella- el Verbo eterno encontró morada.

Su cuerpo no fue instrumento de poder, fue espacio de acogida. No fue proyectado, fue habitado.

María no se impuso. Dijo “Sí”. Y con ese sí, ofrecido en el silencio del alma, transformó la historia.

Y sí, he conocido mujeres que, al escuchar estas cosas, lloran. Lloran no por debilidad, sino por revelación. Porque se reconocen. Porque han vivido fingiendo. Porque han confundido aplauso con amor, deseo con ternura, presencia con don.

Pero esas lágrimas no son señal de derrota.
Son el comienzo de una verdad que despierta.

De ahí puede nacer una mujer nueva: más firme, más interior, más fecunda.

Una mujer que ya no se ajusta a moldes. Que ya no tiene miedo al tiempo. Que no necesita parecer. Porque ha recordado, al fin, quién es.

Y entonces, sin espectáculo, sin gritos, sin máscaras… el alma vuelve a su lugar.

Y en ese lugar, una mujer ya no está sola.

Porque ha aprendido —al fin— a habitarse desde Dios.


BELLEZA VERDADERA: REFLEJO DEL CREADOR

¿Quieres saber quién eres? No busques la respuesta en los espejos, ni en las redes sociales, ni en los aplausos.

DETENTE.
ESCUCHA.
PERMANECE.

En lo más tuyo, allí donde no hay necesidad de actuar, te espera una mirada que no te exige nada,
porque ya lo ha visto todo.

Y aun así, te llama. No para que te muestres, sino para que seas.

Porque la verdadera belleza —la que no se marchita ni se mide— no es una forma vacía, sino una huella del Ser que todo lo sostiene.

La mujer que vuelve a su centro y se deja habitar por Dios no solo es bella: se convierte en signo visible de lo invisible, en transparencia de una luz que no nace de ella, pero que en ella resplandece.

Esa es la belleza verdadera: no la que exige ser mirada, sino la que, al ser mirada, remite silenciosamente a su Creador.

OMO

domingo, 6 de julio de 2025

¿CREÉIS HABER PERDIDO LA FE? LEED ESTE ARTÍCULO



   ¡Pobres incrédulos! ¡Qué pena me dan! No todos son igualmente culpables. Distingo muy bien dos clases de incrédulos completamente distintos. Hay almas atormentadas que les parece que han perdido la fe. No la sienten, no la saborean como antes. Les parece que la han perdido totalmente. Esta misma tarde he recibido una carta anónima: no la firma nadie. A través de sus palabras se transparenta, sin embargo, una persona de cultura más que mediana. Escribe admirablemente bien. Y después de decirme que está oyendo mis conferencias por Radio Nacional de España, me cuenta su caso. Me dice que ha perdido casi por completo la fe, aunque la desea con toda su alma, pues con ella se sentía feliz, y ahora siente en su espíritu un vacío espantoso. Y me ruega que si conozco algún medio práctico y eficaz para volver a la fe perdida que se lo diga a gritos, que le muestre esa meta de paz y de felicidad ansiada.

   ¡Pobre amigo mío! Voy a abrir un paréntesis en mi conferencia para enviarte unas palabras de consuelo. Te diré con Cristo: “No andas lejos del Reino de Dios”. Desde el momento en que buscas la fe, es que ya la tienes.   Lo dice hermosamente San Agustín: “No buscarías a Dios si no lo tuvieras ya”. Desde el momento en que deseas con toda tu alma la fe, es que ya la tienes. Dios, en sus designios inescrutables, ha querido someterte a una prueba. Te ha retirado el sentimiento de la fe, para ver cómo reaccionas en la oscuridad. Si a pesar de todas las tinieblas te mantienes fiel, llegará un día –no sé si tarde o temprano, son juicios de Dios– en que te devolverá el sentimiento de la fe con una fuerza e intensidad incomparablemente superior a la de antes.  ¿Qué tienes que hacer mientras tanto? Humillarte delante de Dios. Humíllate un poquito, que es la condición indispensable para recibir los dones de Dios. El gozo, el disfrute, el saboreo de la fe, suele ser el premio de la humildad. Dios no resiste jamás a las lágrimas humildes. Si te pones de rodillas ante Él y le dices: “Señor: Yo tengo fe, pero quisiera tener más. Ayuda Tú mi poca fe”. Si caes de rodillas y le pides a Dios que te dé el sentimiento íntimo de la fe, te la dará infaliblemente, no lo dudes; y mientras tanto, pobre hermano mío, vive tranquilo, porque no solamente no andas lejos del Reino de Dios, sino que, en realidad, estás ya dentro de él.

   ¡Ah! Pero tu caso es completamente distinto del de los verdaderos incrédulos. Tú no eres incrédulo, aunque de momento te falte el sentimiento dulce y sabroso de la fe. Los verdaderos incrédulos son los que, sin fundamento ninguno, sin argumento alguno que les impida creer, lanza una insensata carcajada y desprecian olímpicamente las verdades de la fe. No tienen ningún argumento en contra, no lo pueden tener, señores. La fe católica resiste toda clase de argumentos que se le quieran oponer. No hay ni puede haber un argumento válido contra ella. Supera infinitamente a la razón, pero jamás la contradice. No puede haber conflicto entre la razón y la fe, porque ambas proceden del mismo y único manantial de la verdad, que es la primera Verdad por esencia, que es Dios mismo, en el que no cabe contradicción. Es imposible encontrar un argumento válido contra la fe católica. Es imposible que haya incrédulos de cabeza –como os decía el otro día–, pero los hay abundantísimos de corazón. El que lleva una conducta inmoral, el que ha adquirido una fortuna por medios injustos, el que tiene cuatro o cinco amiguitas, el que está hundido hasta el cuello en el cieno y en el fango, ¡cómo va a aceptar tranquilamente la fe católica que le habla de un infierno eterno! Le resulta más cómodo prescindir de la fe o lanzar contra ella la carcajada de la incredulidad.

   ¡Insensato! ¡Como si esa carcajada pudiera alterar en nada la tremenda realidad de las cosas! ¡Ríete ahora! Carcajaditas de enano en una noche de barrio chino. ¡Ríete ahora! ¡Ya llegará la hora de Dios! Ya cambiarán las cosas. Escucha la Sagrada Escritura: “Antes desechasteis todos mis consejos y no accedisteis a mis requerimientos. También yo me reiré de vuestra ruina y me burlaré cuando venga sobre vosotros el terror”. (Prov 1, 25-26). El mismo Cristo advierte en el Evangelio, con toda claridad: “¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis!” (Lc 6, 25). ¿Te burlas de todo eso? Pues sigue gozando y riendo tranquilamente. Estás danzando con increíble locura al borde de un abismo: ¡es la hora de tu risa! Ya llegará la hora de la risa de Dios para toda la eternidad.

“EL MISTERIO DEL MAS ALLA”
Antonio Royo Marín. O.P.