Cuando Cristo se despedía de sus discípulos, les dejó un legado incomparable: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” (Jn 14,27). Estas palabras, que resuenan a través de los siglos, encierran una promesa y un desafío para todos los creyentes: alcanzar y vivir en la paz de Cristo, una paz que trasciende la simple ausencia de conflicto y se manifiesta como un estado profundo de orden y armonía. en el alma, fruto del amor a Dios y la práctica de la virtud.
La Paz como Tranquilidad en el Orden
Santo Tomás de Aquino define la paz como “tranquilidad en el orden” (Suma Teológica, II-II, q. 29, a. 3). Esta definición clásica nos introduce en la comprensión de la paz no simplemente como un estado de quietud exterior, sino como la calma que nace del orden justo de las cosas, tanto en el cosmos como en el alma humana. Según Tomás, la paz es el resultado natural de la justicia y de la caridad: “La paz interior del hombre se deriva de que sus apetitos se ordenen conforme a la razón” (Suma Teológica, II-II, q. 29, a. 3). En otras palabras, la paz surge cuando cada aspecto de la vida está correctamente orientado hacia su fin último, Dios.
Joseph Pieper amplía esta visión al afirmar que la paz verdadera no es algo que el hombre pueda construir por sus propias fuerzas, sino que es un don de Dios que debemos recibir con humildad y gratitud. Para Pieper, la paz de Cristo es la paz en la “Ciudad de Dios”, una paz que sólo se realiza plenamente en la medida en que el hombre vive conforme al orden divino, en armonía con su Creador y con el prójimo. Pieper advierte que cualquier intento de alcanzar la paz sin referencia a Dios está condenado al fracaso, pues “sin justicia no hay paz” (La paz en la ciudad de Dios).
La Paz como Expresión del Amor a Dios
Danilo Castellano, en su obra “Qué es la Paz”, retoma la tradición tomista y la desarrolla en el contexto contemporáneo, destacando la inseparabilidad entre paz y amor a Dios. Castellano sostiene que la verdadera paz sólo puede lograrse cuando el hombre reconoce y acepta su dependencia radical de Dios. “La paz es fruto de la justicia, pero la justicia se enraíza en el amor a Dios. Sin este amor, cualquier paz es superficial y temporal” (Qué es la Paz).
Para Castellano, la paz que Cristo ofrece es ante todo una reconciliación con Dios, que se manifiesta en la vida cotidiana a través de la caridad y el cumplimiento de la voluntad divina. Esta paz es un regalo que el mundo no puede dar porque no comprende ni acepta el orden divino. Sólo en Cristo, y mediante una vida de oración y sacramentos, el hombre puede alcanzar la paz que supera todo entendimiento (Fil 4,7).
La paz en la vida cotidiana
Patricio Horacio Randle, en su discurso de San Fernando, subraya la importancia de vivir la paz de Cristo en la vida diaria. Para Randle, la paz no es una utopía inalcanzable, sino una realidad que se construye a través de actos concretos de virtud y caridad. “El verdadero desafío para el cristiano es traducir la paz interior en acciones que reflejan el amor a Dios y al prójimo” (Discurso en San Fernando).
Este enfoque práctico encuentra su fundamento en la doctrina de Santo Tomás, quien afirma que la paz es inseparable de la virtud de la caridad. La caridad, como amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por amor a Dios, es la que garantiza la paz del alma. “El efecto propio de la caridad es la paz; pues según la caridad amamos a Dios sobre todas las cosas, y ordenamos en Él todo lo demás, de modo que todos nuestros afectos descansan en un único fin” (Suma Teológica, II-II, q. 29, a. 3).
La Paz como Camino de Salvación
La paz de Cristo, lejos de ser un simple estado emocional, es un camino hacia la salvación. Según Castellano, vivir en paz significa vivir en conformidad con el orden divino, lo que inevitablemente nos lleva a la vida eterna. “La paz de Cristo no es la ausencia de conflictos, sino la seguridad de que, en medio de las pruebas, estamos en las manos de Dios” (Qué es la Paz).
Santo Tomás añade que la paz es el resultado final de la justicia y la caridad operando en el alma: “Así como la paz consiste en la tranquilidad del orden, y el orden tiene que ver con la disposición adecuada de las cosas, la paz en el hombre surge cuando todas sus facultades están subordinadas a la razón y ésta a Dios” (Suma Teológica, II-II, q. 29, a. 3).
Conclusión: La Paz Verdadera como Fuente de Alegría y Salvación
Al final de nuestras vidas, lo que verdaderamente contará será el amor a Dios y la caridad que hayamos cultivado. La paz que Cristo nos da es el fruto maduro de ese amor. No es una paz que se logra mediante esfuerzos humanos aislados, sino una paz que brota de una vida vivida en la gracia y en la verdad de Dios.
La paz de Cristo es la calma profunda del alma que ha encontrado su descanso en Dios. Es la alegría de saber que, en medio de las tribulaciones del mundo, estamos seguros en las manos de nuestro Creador. Como dice Castellano, “La paz que el mundo no puede dar es la que brota del corazón que vive en la presencia de Dios y en conformidad con su voluntad” (Qué es la Paz).
Vivir en esta paz es el mayor testimonio que podemos dar al mundo de la presencia viva de Cristo en nuestras vidas. Es, en definitiva, la verdadera fuente de alegría y la clave para nuestra salvación, Pax Tecum.
OMO
Bibliografía
1. Santo Tomás de Aquino
• Suma Teológica, II-II, q. 29, a. 3.
• Suma Teológica, II-II, q. 28, a. 3-4.
• De Veritate, q. 12, a. 3.
2. Danilo Castellano
• “Qué es la paz”. Verbo, núm. 301-302 (1992), 93-107. Fundación Speiro.
• Los fundamentos de la paz según la tradición cristiana. Madrid: Speiro, 1998.
3. Joseph Pieper
• Las Virtudes Fundamentales. Madrid: Rialp, 1963.
• La paz en la ciudad de Dios. Tradicional. Luis Vives. Madrid: Ediciones Palabra, 1981.
4. Patricio Horacio Randle
• “Discurso en San Fernando 1983”. Fundación Speiro. Madrid, 1983.
• Tendencias hacia la Desconstrucción de la Ciudad Contemporánea. Fundación Speiro, 1992.
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