viernes, 15 de mayo de 2020

¿QUÉ AMOR PODRÍA IGUALARSE CON ÉSE?


«Ven. Ven, toca aquí y cree. Tú has dicho: 'Si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo'. Ven, toca, mete tu dedo y no seas incrédulo, sino creyente”.

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“Lo más inaudito de todo es que no se contentó con soportar los peores sufrimientos y las heridas hasta la muerte, sino que, resucitado, después de haber rescatado su cuerpo de la corrupción, conserva en él sus llagas y sus cicatrices. Y con ellas es como aparece ante los ángeles, las considera como su atavío y se regocija mostrando qué tremendos sufrimientos ha aguantado.

"Del cuerpo ha abandonado todo lo demás, porque su cuerpo es espiritual, ingrávido y sutil, exento de toda afección corporal; pero sus cicatrices no las ha rechazado en absoluto, no ha borrado sus llagas. Al contrario, ha querido conservarlas a causa de su amor al hombre, porque con ellas ha podido encontrar al que estaba perdido, y con esas heridas ha conquistado al que amaba.

“¿Qué amor podría igualarse con ése?”

(N. Cabasilas).

Oh Señor y Dios mío, dentro de tus llagas, escóndeme, como a la paloma en la hendidura de la Roca. Concédeme refugiarme en la Herida hondísima de tu Luz derramada...

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