En aquellos días se publicó una orden del Cesar mandando el empadronamiento de los hijos de Israel, y José parte a Belén de donde es oriundo, hace constar que él y su esposa son descendientes de David, y por falta de posada pasa la noche en la cueva de Belén. Noche feliz en la que se dio a luz el divino sol de justicia que quitó las tinieblas del pecado y de la ignorancia.
José durante este viaje, según nos dicen, grandes autores, veía amanecer todos los días con nuevos trabajos y en sus noches se acostaba con repetidas angustias... José calla, no despliega sus labios, está del todo resignado, su confianza en Dios crece a medida de los trabajos. ¡Ah! él obró en todo como lleno de gracia, pero de gracia tanta cual convenía al esposo de María y al padre de Dios hecho Hombre. ¡Qué lección oh santísimo Patriarca! ¡Qué lección para todos los cristianos! ¡Qué modelo para todos los que nos apellidamos tus devotos! Sí, yo resuelvo practicar a vuestra imitación la paciencia, pero practicarla de un modo santo, con resignación verdadera, con verdadera conformidad con la voluntad de Dios, callando como vos callabais y bendiciendo gustoso la mano soberana que así lo dispone.
Del libro: Las glorias de San José o sea la vida del Santísimo Patriarca.
R. P. José María Vilaseca. Año 1874
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