sábado, 22 de marzo de 2025

LA NORMA NO HACE EL BIEN; EL BIEN HACE LA NORMA


EL ORDEN QUE AMA

Hay una música que no fue escrita, pero que resuena en cada estrella. Una melodía anterior al tiempo, más firme que las piedras y más sutil que el viento. Esa música es el orden divino.

Y lo primero que hay que decir, con la solemnidad de una campana al amanecer, es que este orden no es imposición, sino amor. No es la tiranía de una lógica fría, sino el derrame perfecto de una sabiduría que ama lo que crea y crea lo que ama. Dios no ordena porque quiere ser obedecido, sino porque todo lo que existe tiene un sitio, una forma y un fin. Porque cada cosa debe ser lo que es, y no otra cosa.

EL BIEN ES FUENTE, NO CONSECUENCIA

Por eso, el bien no nace del mandato. Es el mandato el que nace del bien. La ley no es un martillo, sino una cuerda afinada. Dios no decreta arbitrariamente lo que está bien: lo revela. Lo revela como se revela la ley de la gravedad al que cae, o la ley del fuego al que toca la llama. Solo que este fuego no destruye: purifica.

Dios, que es orden eterno, no manda por voluntad de poder, sino por perfección de ser. Y la ley —la verdadera ley, la que arde como un astro fijo en la bóveda del alma— es simplemente el resplandor de ese orden en la inteligencia del hombre. No es una regla que impide: es una forma que revela. No es una cadena que amarra: es un mapa que guía.

LA NATURALEZA ORDENADA DEL HOMBRE

Y es ahí donde se muestra el pecado por lo que es. No un acto de simple desobediencia, como si Dios se irritara por un incumplimiento administrativo. Sino algo más profundo y trágico: un acto de desorden voluntario, un rechazo del bien inteligible, una traición a la naturaleza misma del hombre. Porque el hombre fue hecho para algo. Tiene un fin. No es una hoja arrastrada por el azar, sino una criatura racional orientada al Bien, hecha a imagen de la Sabiduría.

Pecar, entonces, no es transgredir una instrucción, sino desviarse del fin. Es, como decía el Aquinate, aversio a Deo et conversio ad creaturam. Y no por casualidad, sino por una elección torcida del alma, que pudiendo seguir la luz, elige la sombra.

Dios no impone ese fin. Lo imprime. Como el escultor que no obliga a la piedra, sino que la libera. Como el músico que no domina las notas, sino que les da su lugar. Así es el orden divino: no es tiránico, sino generoso. No constriñe: define. No reduce: eleva.

LA LIBERTAD SEGÚN EL FIN

Nuestra época —tan orgullosa de su libertad y tan confusa sobre su sentido— ha invertido todo. Piensa que la ley es un límite impuesto desde fuera, y no la expresión de lo que somos por dentro. Cree que obedecer una norma es abdicar de la libertad, cuando en realidad es su condición. Pues solo es libre quien es libre para el bien, como solo es rápido el tren que sigue los rieles.

El pecado, en cambio, promete libertad pero da vértigo. Promete vuelo pero suelta las alas. Es, en el fondo, un acto contra el ser. Contra el propio ser. Es elegir no ser lo que fuimos llamados a ser. Es traicionar la arquitectura secreta del alma, que fue hecha para amar, para conocer, para adorar.

Por eso, toda ley verdadera no es un invento, sino una ventana. Nos muestra el mundo tal como fue pensado. Y toda moral verdadera no es una lista de deberes, sino un eco del Bien primero que da forma a todo lo que vive.

CONCLUSIÓN: PECAR ES PERDER LA MÚSICA

La norma no hace el bien. El bien hace la norma. Y no por lógica humana, sino por irradiación divina. La ley no es el principio: es la consecuencia. La raíz es el Amor, y la rama es el orden. Dios no manda cosas buenas: las cosas son buenas porque brotan de Él.

Y el que peca no rompe una regla. Rompe el lazo con su fin, la línea que lo unía con su plenitud. Se aleja de su forma verdadera, como un templo abandonado, como un canto que se desvía de su tono.

Lo más trágico del pecado no es que ofende a Dios como un súbdito ofende a un rey. Lo más trágico es que rechaza al Dios que quiso que fuéramos felices siendo lo que somos.

Y lo más glorioso de la ley divina no es que castiga, sino que indica el camino hacia la perfección.

OMO

No hay comentarios:

Publicar un comentario