Y comenzó a narrar cómo un hombre alquiló un burro para ir a Atenas. Se pusieron los dos en camino muy de mañana, pero poco después comenzó a calentar el sol, de modo que se achicharraban. Apeóse el buen hombre, y quiso ponerse al lado del burro para aprovecharse de su sombra. Pero el amo del burro, que se había adelantado, se opuso diciendo: “La sombra del burro me pertenece a mí; yo sólo le alquilé a Vd. el burro, pero no su sombra”.
Cada uno defendía que le pertenecía la sombra con tal ahínco, que de las palabras pasaron a los hechos, pegándose e hiriéndose. El asunto fue llevado a los tribunales.
Cuando Demóstenes llegó a este punto, cogió el sombrero e hizo ademán de marcharse, pero los jueces que le estaban mirando de hito en hito, le pidieron que terminase y dijese la resolución de los tribunales.
Demóstenes, con tono de indignación, exclamó: “ Ah, señores jueces, ¿no os da vergüenza? Hace poco tiempo trataba sobre la vida o muerte de un hombre, y dormitabais; ahora os hablo sobre la sombra de un burro, y me escucháis con la boca abierta”.
¡A cuántos hombres les hablas de temas importantes para su vida, su salvación eterna, la religión, su temperamento, y no hacen caso alguno! Pero una noticia de fútbol, una diversión oculta...les cautiva enormemente su atención.
Que cierta es tu observación, así como magnífico el ejemplo que la ilustra...
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